Se veían formas extrañas en las calles del
Lengua Floja
, terrones de materia oscura rescatada de las aguas, abandonada en las esquinas, como olvidada.
El restaurante era pequeño y acogedor y estaba medio lleno. El salón estaba forrado de madera de arboscuro. Por encima de una margen de canoas y barcas, la vista daba al Muelle de la Espina del Erizo, el segundo puerto de Armada.
Con una punzada de emoción, Bellis vio que del techo del restaurante colgaban pequeñas hileras de lámparas de papel. El último local en el que había visto algo semejante había sido el Reloj y el Gallo, en los Campos Salacus de Nueva Crobuzón.
Tuvo que sacudir la cabeza para quitarse de encima un ataque de melancolía. En una mesa de la esquina, Johannes se estaba poniendo en pie y la saludaba con la mano.
Se sentaron en silencio durante algún rato. Johannes parecía avergonzado y Bellis descubrió que se sentía resentida por no haber sabido nada de él durante tanto tiempo y, temiendo estar cometiendo una injusticia, se replegó al silencio.
Vio, con asombro, que la botella de tinto que había sobre la mesa era un Casa Predicus de 1768, de Galaggi. Levantó el rostro hacia Johannes con los ojos muy abiertos.
—Pensé que podríamos celebrarlo —dijo éste—. Me refiero al hecho de habernos visto de nuevo.
El vino era excelente.
—¿Por qué me… nos… han dejado seguir adelante? —demandó Bellis. Tomó un bocado de su plato de pescado con algas amargas—. Me parece… me parece que es una mala idea arrancar a un centenar de personas de sus vidas para luego dejarlas sueltas en esta… esta…
—No han hecho eso —dijo Johannes—. ¿A cuántos de los demás pasajeros del
Terpsícore
has visto? ¿A cuántos tripulantes? ¿No recuerdas los interrogatorios, las preguntas, cuando llegamos? Eran pruebas —dijo con suavidad—. Estaban averiguando quién representaba una amenaza y quién no. Si hubieran creído que eras demasiado problemática o estabas demasiado… apegada a Nueva Crobuzón… —su voz se extinguió.
—¿Qué? —inquirió Bellis—. ¿Lo mismo que al capitán…?
—No, no, no —se apresuró a contestar Johannes—. Creo que en esos casos… trabajan contigo. Tratan de persuadirte. Quiero decir, ya conoces los reclutamientos a la fuerza. Hay muchísimos marineros en los buques de Nueva Crobuzón que no estaban haciendo nada más que emborracharse en una taberna en el momento en que fueron «reclutados». Eso no impide que tengan que trabajar como marineros una vez que se los han llevado.
—Durante algún tiempo —dijo Bellis.
—Sí, no estoy diciendo que sea exactamente lo mismo. Ésa es la gran diferencia: una vez que te unes a la marina de Armada… nunca lo dejas.
—Eso ya me lo han dicho más de un millar de veces —dijo Bellis con lentitud—. Pero, ¿qué hay de la flota de Armada? ¿Qué hay de las jaibas que viven debajo? ¿Es que ellos no pueden marcharse? Además, si eso fuera cierto, si la gente no tuviera la menor oportunidad de escapar, nadie salvo los nativos estaría preparado para vivir aquí.
—Evidentemente —dijo Johannes con voz tensa—. Los navíos mercantes y piratas de la ciudad navegan durante meses, puede que años, antes de regresar a la ciudad. Y deben de recalar en otros puertos durante sus viajes y estoy seguro de que algunos de sus tripulantes habrán desaparecido. Debe de haber ex-armadanos aquí y allá. Pero el hecho es que estas tripulaciones son escogidas: en parte por su lealtad y en parte porque si escapan, no importará. Para empezar, la mayoría de ellos son nativos. Es raro que a un capturado se le facilite un salvoconducto. Los que somos como tú y como yo no podemos albergar esperanzas de subir a bordo de uno de esos barcos. Armada
es
lo último que la mayoría de nosotros verá nunca. Pero, demonios, piensa en quiénes son los capturados, Bellis. Algunos marineros, sí, algunos piratas «rivales», unos pocos mercaderes. Pero, ¿crees que los armadanos capturan todos los barcos con los que se encuentran? La mayoría de las naves capturadas son… vaya, como el
Terpsícore. Esclavistas
. O barcos coloniales llenos de Rehechos. O buques prisión. O barcos que transportan prisioneros de guerra. La mayoría de los Rehechos que había a bordo del
Terpsícore
ya asumió hace mucho tiempo que nunca regresaría a su hogar. Veinte años, querida mía… es una sentencia a cadena perpetua y una condena a muerte, y ellos lo saben. Y aquí están ahora, con trabajo y dinero y
respeto
… ¿Es de extrañar que lo acepten? Por lo que yo sé, sólo siete de los Rehechos del
Terpsícore
están siendo tratados por haber rechazado la situación y dos de ellos ya sufrían demencia anteriormente.
¿Y cómo coño
, se preguntó Bellis,
cómo en el nombre de Jabber sabes tú todo eso?
—¿Y la gente como tú y como yo? —prosiguió Johannes—. Todos nosotros… sabíamos ya que pasaríamos como mínimo cinco años lejos de casa… lejos de Nueva Crobuzón y muy probablemente más. Mira qué grupo más variopinto formamos. Yo diría que muy pocos de los demás pasajeros tenían lazos inquebrantables con la ciudad. La gente que es traída aquí se siente fuera de lugar, sí; y sorprendida, confundida, alarmada. Pero no se derrumba. ¿Acaso no es una «nueva vida» lo que se promete a los colonos de Nova Esperium? ¿Acaso no es eso lo que la mayoría de nosotros busca?
La mayoría quizá
, pensó Bellis.
Pero no todos. Y si lo que buscan para dejarlo a uno libre es que esté satisfecho con la situación, entonces
los dioses saben —
yo sé
—
que pueden cometer errores de juicio
.
—Sólo la tripulación puede representar un verdadero problema. Muchos de ellos tienen familias que los esperan. Estos son los que más dificultades tendrían para aceptar que éste es su nuevo hogar.
¿Sólo la tripulación?
, pensó Bellis con un regusto desagradable en la garganta.
—¿Y qué se hace con ellos, entonces? ¿Lo mismo que con el capitán? —dijo con voz casi muerta—. ¿Lo mismo que con Cumbershum?
Johannes se encogió.
—Me… me han asegurado que… son sólo los capitanes y primeros oficiales de los barcos capturados… sencillamente, tienen demasiado que perder, los lazos que los unen a sus puertos de origen son especialmente fuertes…
Había una especie de impostura, un tono de disculpa en su rostro. Con creciente alienación, Bellis se dio cuenta de que estaba sola.
Había acudido allí aquella noche creyendo que podría hablar de Nueva Crobuzón con Johannes, compartir con él su infelicidad, que podría tocar la parte ensangrentada de su mente y hablar de la gente y las calles a las que tanto echaba de menos.
Quizá hasta pudiesen abordar el tema que llevaba semanas rondando sus pensamientos: la fuga.
Pero Johannes se estaba aclimatando. Hablaba utilizando un registro cuidadosamente neutro, como si lo que decía no fuera más que un reportaje. Pero estaba tratando de llegar a un entendimiento con los amos de la ciudad. Había encontrado algo en Armada que le permitía prepararse para considerarla su hogar.
¿Qué han hecho para conseguirlo?
, se dijo.
¿Qué está haciendo él?
—¿De quién más sabes algo? —dijo, al cabo de un frío silencio.
—Mollificatt, siento mucho decirlo, fue uno de los que sucumbieron cuando llegamos —dijo, con un dolor que parecía genuino. La mestiza y rápidamente cambiante población de Armada la convertía en un paraíso de incontables enfermedades. Los nativos eran bastante resistentes pero cada hornada de nuevos prisioneros sufría de fiebres y enfermedades la primera vez que ponía los pies en la ciudad e inevitablemente algunos de ellos morían—. He oído el rumor de que aquel extraño, el señor Fennec, está trabajando en alguna parte de Anguilagua o del paseo de Vos-y-los-Vuestros. La hermana Meriope… —dijo de repente, mientras sus ojos se abrían mucho. Sacudió la cabeza—. La hermana Meriope… está retenida por su propia seguridad. Está amenazándose constantemente a sí misma. Bellis —susurró—,
está embarazada
.
Bellis puso los ojos en blanco.
No puedo seguir escuchando
, pensaba Bellis al tiempo que hablaba lo justo para mantener la conversación con vida. Se sentía sola.
Secretos y clichés de mal gusto. ¿Qué será lo próximo?
, pensó con desprecio mientras Johannes continuaba repasando la lista de pasajeros y tripulantes del
Terpsícore
.
¿Un marinero que era en realidad una mujer que tuvo que disfrazarse para poder embarcar? ¿Amor y sodomía entre los marineros?
Aquella noche había algo patético en Johannes y ella nunca lo había visto antes.
—¿Cómo es que sabes todo eso, Johannes? —le preguntó al fin con tono cuidadoso—. ¿Dónde has estado? ¿Qué has estado haciendo en realidad?
Johannes se aclaró la garganta y se quedó mirando su vaso durante largo rato.
—Bellis… —dijo. A su alrededor, el suave rumor del restaurante parecía atronador—. Bellis… ¿puedo hablarte con toda confianza? —Johannes suspiró y la miró a los ojos—. Trabajo para los Amantes —dijo—. Y no me refiero a que trabaje en el paseo de Anguilagua. Trabajo
directamente
para ellos. Tienen un equipo de investigadores trabajando en un proyecto bastante… —sacudió la cabeza y empezó a sonreír de deleite— un proyecto bastante
extraordinario
. Una oportunidad extraordinaria. Y me han invitado a unirme a él… a causa de mi trabajo anterior. Su equipo conocía parte de mis investigaciones y decidió que podría serles… que querían que trabajara con ellos.
Bellis se dio cuenta de que estaba entusiasmado. Era como un niño, casi exactamente igual que un niño.
—Hay taumaturgos, oceanógrafos, biólogos marinos. Ese hombre… el hombre que capturó el
Terpsícore
, Uther Doul, forma parte del equipo. De hecho su papel es fundamental. Es un filósofo. Hay diferentes proyectos en marcha al mismo tiempo. Proyectos sobre criptogeografía y teoría de las probabilidades, así como… la investigación en la que yo estoy trabajando. La persona que está al mando de todo es fascinante. Estaba con los Amantes cuando llegamos, es un anciano alto, con barba.
—Lo recuerdo —dijo Bellis—. Te dio la bienvenida.
Una mirada que tenía una parte de contrición y una parte de excitación se apoderó del rostro de Johannes.
—Así es —dijo—. Ése es Tintinnabulum. Un cazador, un extranjero empleado por la ciudad. Vive en el
Castor
junto con otros siete hombres, donde Anguilagua se une con Sombras y Libreros. Un pequeño barco con un campanario… El trabajo que estamos haciendo es
tan fascinante
… —dijo de repente y al ver aquel placer en estado puro Bellis comprendió cómo se había apoderado Armada de él—. El equipo es viejo y poco fiable, los motores analíticos son prehistóricos, pero el trabajo es de una radicalidad asombrosa. Me esperan meses de investigación hasta ponerme a su altura… estoy aprendiendo sal. Este trabajo… requiere la lectura de las cosas más variadas.
La sonrió con orgullo incrédulo.
—En el caso de mi proyecto hay varios textos claves. Uno de ellos es mío. ¿Puedes creértelo? ¿No es extraordinario? Provienen de todo el mundo. De Nueva Crobuzón, de Khadoh, y hay libros misteriosos que no podemos encontrar. Están en ragamol y en sal y en lengua lunar… se dice que uno de los más importantes está escrito en Alto Kettai. Hemos hecho una lista de ellos a partir de las referencias de los libros que
sí
tenemos. Sólo los dioses saben cómo han conseguido reunir una biblioteca tan fantástica en este lugar, Bellis. La mitad de estos libros serían imposibles de encontrar en casa…
—Los robaron, Johannes —dijo ella y eso lo acalló al instante—. Así fue como los consiguieron. Cada maldito volumen de la Biblioteca Gran Ingenio es robado. Robado en los barcos, en las aldeas costeras que saquean. Robado a gente como yo, Johannes. Mis libros, los que
yo
escribí me han sido robados. Así es como consiguen sus libros.
Algo gélido se estaba aposentando en el vientre de Bellis.
—Dime una cosa —empezó a decir y se detuvo. Bebió un poco de vino, respiró profundamente y volvió a empezar—. Dime una cosa, Johannes. ¿No te parece algo chocante que en un océano entero,
un puto océano entero
, en todo el ancho mar, fueran a dar precisamente con el barco que transportaba a su héroe intelectual…?
Y de nuevo volvió a ver en sus ojos aquel cóctel incómodo de deleite y disculpa.
—Sí —respondió él con cuidado—. Eso es precisamente, Bellis. De eso quería hablarte.
Ella supo de repente lo que iba a contarle, con una certeza que la repugnó y la repelió pero a pesar de ello le seguía gustando, le seguía gustando de verdad y quería tanto estar equivocada que no se levantó para marcharse, esperando que él contradijera su seguridad y sabiendo que no lo haría.
—No fue una coincidencia, Bellis —le oyó decir—. No lo fue. Tienen un agente en Salkrikaltor. Tienen acceso a las listas de pasajeros. Sabían que viajábamos en aquel barco. Sabían que yo viajaba en él.
Las lámparas de papel se balancearon mientras alguien abría y cerraba la puerta. Se alzó un coro de risas en una mesa cercana. El sabroso olor de la carne guisada los envolvía.
—Por eso atacaron nuestro barco. Venían a por mí —dijo Johannes en voz baja y Bellis cerró los ojos, vencida.
—Oh, Johannes —dijo, incapaz de controlar la voz.
—Bellis —dijo él, alarmado. Extendió un brazo pero ella lo detuvo con un gesto brusco.
¿Qué te piensas, que voy a llorar?
, pensó enfurecida.
—Johannes, deja que te diga que hay una gran diferencia entre una condena a cinco años, a diez años… y una cadena perpetua —no podía mirarlo—. Puede que para ti, para Meriope, para los Cardomium, para no sé quién más, Nova Esperium significara una nueva vida.
Pero para mí no
. Para mí no. Para mí era una fuga. Una fuga necesaria y
temporal
. Yo nací en Chnum, Johannes. Me eduqué en Mafaton. Me propusieron matrimonio en la Ciénaga Brock. Me separé en los Campos Salacus. Nueva Crobuzón es mi hogar y siempre será mi hogar.
Johannes la miraba con creciente incomodidad.
—No siento ningún interés por las colonias. Ni por la puta Nova Esperium.
Ninguno
. No quiero vivir con un grupo de inadaptados venales, tiburones de las finanzas fracasados, monjas caídas en desgracia, burócratas demasiado incompetentes o débiles como para regresar a casa, nativos aterrorizados y resentidos… por el esputo de los Dioses, Johannes, no siento ningún interés por el
mar
. Es frío, nauseabundo, asqueroso, repetitivo, fétido… No siento ningún interés por esta ciudad. No quiero vivir en una
rareza
, Johannes. ¡Esto es una atracción de feria! ¡Algo para asustar a los niños! ¡«La Ciudad Flotante de los Piratas»! ¡No lo quiero! No quiero vivir en este enorme parásito bamboleante, como una maldita sanguijuela, chupando de sus víctimas hasta dejarlas secas. Esto no es una ciudad, Johannes, esto es una parodia de aldea, casi no tiene un kilómetro de ancho y no lo quiero. Yo iba a regresar a Nueva Crobuzón. Jamás pensé en terminar mis días lejos de ella. Es sucia y cruel y difícil y peligrosa, especialmente para mí, especialmente ahora, pero es mi hogar. Ningún otro lugar del mundo posee la cultura, la industria, la población, la taumaturgia, los idiomas, el arte, los libros, la política, la historia… Nueva Crobuzón —dijo lentamente— es la ciudad más grande de Bas-Lag.