Read La búsqueda del dragón Online

Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (53 page)

—¿Más problemas por parte de Larad? —preguntó F'nor frotándose la nuca. Tenía los músculos inexplicablemente agarrotados.

—Larad es todo un caso, desde luego —dijo Lessa, encogiéndose de hombros—, pero le prefiero a Raid y a Sifer, que no hacen más que propagar rumores absurdos y exigir una acción inmediata.

—¡Muéstrales las lombrices!

Lessa soltó bruscamente la mano de F'nor, frunciendo los labios con exasperación.

—¡Si las lombrices no convencieron a Larad de Telgar, ejercerán menos efecto sobre esos viejos testarudos! No, ellos —y al subrayar el pronombre hizo patente el desdén que le inspiraban los viejos Señores de los Fuertes— opinan que Meron de Nabol ha encontrado coordenadas después de tantas noches de observación, y que las está hurtando maliciosamente al resto de Pern.

F'nor sonrió y agitó la cabeza.

—N'ton está vigilando a Meron de Nabol. El hombre no ha encontrado nada. Y no podría hacer nada sin que nosotros lo supiéramos. Y, desde luego, está teniendo muy poca suerte con su lagarto.

Lessa parpadeó, mirando a F'nor con aire de incomprensión.

—¿Con su lagarto? —inquirió.

—Brekke cree que Meron podría intentar enviar a su lagarto a la Estrella Roja.

Como si hubieran tirado de una cuerda atada a su espalda, Lessa se puso en pie, y sus enormes y oscuros ojos se posaron primero en F'nor y luego en Brekke.

—Sí, eso sería muy propio de él. No le importaría sacrificar a su lagarto, ¿verdad? Y es tan adulto como los vuestros. —Su mano voló hacia su boca—. Si él...

F'nor rio con una seguridad que súbitamente supo que distaba mucho de sentir. Lessa había reaccionado demasiado positivamente a una idea que en su fuero interno él consideraba muy improbable. Desde luego, Lessa no tenía un lagarto de fuego, y no podía apreciar sus limitaciones.

—Es posible que lo haya intentado —se sintió obligado a decir—. N'ton le ha estado vigilando. Pero no ha tenido éxito. Ni creo que lo tenga. El carácter de Meron no es el más adecuado para tratar con lagartos de fuego. A esos animalitos no puede ordenárseles «haz esto» o «haz aquello» como si fueran vulgares fregonas.

Lessa apretó sus puños en un exceso de frustración.

—Tiene que haber algo que podamos hacer. Te repito, F'nor, que sé lo que F'lar tiene en su mente. Sé que está tratando de encontrar algún medio de llegar a la Estrella Roja, aunque sólo sea para demostrarles a los Señores de los Fuertes que no existe ninguna otra alternativa que no sean las lombrices.

—Es posible que esté dispuesto a arriesgar su cuello, mi querida Lessa. Pero ¿opinará lo mismo Mnementh?

Lessa miró a F'lar con aire de disgusto.

—¿Crees que sería honesto prevenir al pobre animal contra las intenciones de su propio jinete? Oh, me siento capaz de estrangular a Robinton. ¡El y su salvación en tres días! F'lar no puede dejar de pensar en eso. Pero F'lar no es el único que tiene esa idea...—Y Lessa se interrumpió bruscamente, mordiéndose el labio inferior y deslizando su mirada hacia Brekke.

—Yo te comprendo, Lessa —dijo Brekke muy lentamente, sosteniendo sin parpadear la mirada de Lessa—. Sí, yo te comprendo.

F'nor empezó a masajearse el hombro derecho. Era probable que últimamente hubiese viajado demasiado por el inter.

—No importa —dijo Lessa de pronto, con desacostumbrada energía—. Estoy nerviosa debido a toda esta incertidumbre. Olvida lo que he dicho. Todo es producto de mi imaginación. Estoy tan cansada como... como lo estamos todos.

—Tienes razón Lessa —asintió F'nor—. Todos vemos problemas que no existen. Al fin y al cabo, ningún Señor de un Fuerte se ha presentado en el Weyr de Benden con un ultimátum. ¿ Qué podrían hacer? Desde luego, F'lar ha obrado rectamente; ha explicado el proyecto de protección a base de lombrices con tanta frecuencia que me pondría enfermo si tuviera que escucharlo otra vez más. Ha sido completamente sincero con los otros caudillos de los Weyrs y con los Maestros Artesanos, asegurándose de que todo el mundo sabía con exactitud en qué consistía el plan. ¡Este es un secreto que no se perderá por el simple hecho de que alguien no pueda leer una piel!

Lessa se puso en pie, con el cuerpo en tensión. Se pasó la lengua por los labios.

—Creo —dijo en voz baja— que eso es lo que más me asusta. El hecho de que F'lar tome tantas precauciones para asegurarse de que todo el mundo se entera bien. Por si se diera el caso...

Lessa se interrumpió y salió precipitadamente del Weyr.

F'nor la contempló mientras se alejaba. Aquella interpretación de la locuacidad de F'lar empezaba a asumir un terrible significado. Molesto, se giró hacia Brekke, sorprendido al ver lágrimas en los ojos de la muchacha. La tomó en sus brazos.

—Mira, descansaré un poco, comeremos, y luego iré al Weyr de Fort. Veré a Meron personalmente. Mejor aún –y abrazó a Brekke, tranquilizándola—, me llevaré a Grall. Es la más vieja de que disponemos. Quiero comprobar si acepta la idea del viaje. Estoy convencido de que si alguno de los lagartos de fuego es capaz de aceptarla, será esta. ¡Animo! ¿No te parece una buena idea?

Brekke se pegó a él, besándole tan apasionadamente que F'nor olvidó el pesimismo de Lessa, olvidó que estaba hambriento y cansado, y respondió con ávida sorpresa a las ardientes demandas de su compañera.

Grall no deseaba separarse de Berd, enroscado en la almohada junto a la cabeza de Brekke. Pero tampoco F'nor deseaba separarse de Brekke. Ella le recordó, después de haberse amado intensamente, que tenían obligaciones. Si Lessa había estado lo bastante preocupada por F'lar como para confiar en Brekke y en F'nor, la preocupación de la propia Brekke no le iba a la zaga. F'nor y ella debían asumir todas las responsabilidades necesarias.

Brekke era especial para asumir responsabilidades, pensó F'nor con cariñosa tolerancia, mientras despertaba a Canth. Bueno, el controlar a Meron no le llevaría demasiado tiempo. Ni el comprobar si Grall aceptaba la idea de ir a la Estrella Roja. Desde luego, sería una alternativa preferible a la de que F'lar realizara el viaje. Si el pequeño lagarto reina la tomaba en cuenta.

Canth estaba de muy buen humor mientras volaban primero por encima del Weyr de Benden y luego, saliendo del inter, por encima de la Piedra de la Estrella del Weyr de Fort. Había lámparas encendidas a lo largo de la corona que limitaba el Weyr y, más allá de la Piedra de la Estrella, las siluetas de varios dragones.

Canth y F'nor, del Weyr de Benden
, anunció el dragón pardo, contestando a la intimación del centinela.
Lioth está aquí, y el dragón verde que tendría que estar en Nabol
, añadió Canth, mientras se disponía a tomar tierra. Grall revoloteó por encima de la cabeza de F'nor, esperando hasta que Canth se hubo alejado para reunirse con los otros animales para posarse sobre el hombro del caballero pardo.

N'ton surgió de entre las sombras, con su sonrisa de bienvenida distorsionada por las lámparas del sendero. Echó la cabeza hacia atrás, señalando el aparato de mirar a distancia.

—Meron está aquí, y su lagarto de fuego tiene muy buen aspecto. Me alegro de que hayas venido. Estaba a punto de pedirle a Lioth que avisara a Canth.

El lagarto bronce de Meron empezó a chillar con una excitación a la que Grall hizo eco nerviosamente. F'nor acarició sus alas extendidas, emitiendo la versión humana del canturreo de un lagarto de fuego que habitualmente la tranquilizaba. Grall plegó sus alas, pero empezó a dar saltitos de un pie al otro, haciendo girar sus ojos con visible inquietud.

—¿Quién está ahí? —inquirió Meron de Nabol perentoriamente. La sombra de Meron se destacó de la roca sobre la cual estaba montado el aparato de mirar a distancia.

—F'nor, Lugarteniente del Weyr de Benden –respondió fríamente el caballero pardo.

—No tienes nada que hacer en el Weyr de Fort —dijo Meron, en tono desabrido—. ¡Largo de aquí!

—Señor Meron —dijo N'ton, situándose delante de F'nor—. F'nor de Benden tiene tanto derecho como tú a estar en el Weyr de Fort.

—¿Cómo te atreves a hablar de esa manera al Señor de un Fuerte?

—¿Es posible que haya encontrado algo? —le preguntó F'nor a N'ton en voz baja.

N'ton se encogió de hombros y avanzó hacia el nabolés. El pequeño lagarto de fuego empezó a chillar. Grall extendió de nuevo sus alas. Sus pensamientos eran una mezcla de disgusto y de enojo, teñidos de temor.

—Señor Meron, has estado utilizando el aparato de mirar a distancia desde el anochecer.

—Y seguiré utilizándolo mientras me dé la gana, dragonero. Largo de aquí. ¡Déjame en paz!

Demasiado acostumbrado al inmediato cumplimiento de sus órdenes, Meron se giró de nuevo hacia el aparato de mirar a distancia. Ahora, los ojos de F'nor estaban acostumbrados ya a la oscuridad, y pudo ver al Señor del Fuerte inclinándose para aplicar su ojo al visor. Vio también que el hombre sujetaba fuertemente a su lagarto de fuego, y que el animal se retorcía tratando de escapar. Sus chillidos eran cada vez más estridentes.

El pequeño está aterrorizado
, le dijo Canth a su jinete.

—¿Te refieres a Grall? —le preguntó F'nor a su dragón, desconcertado. Se daba cuenta de que Grall estaba excitada, pero no leía terror en sus pensamientos.

No. A su hermanito. Está aterrorizado. El hombre es cruel
.

F'nor no había oído nunca semejante condena de su dragón.

Súbitamente, Canth profirió un increíble aullido, que sobresaltó a los jinetes, a los otros dos dragones, y puso a Grall en vuelo. Antes de que la mitad de los dragones del Weyr de Fort despertaran para trompetear una pregunta, la táctica de Canth había alcanzado el efecto que él deseaba. Meron había soltado a su lagarto, y el animalito se había marchado al inter.

Con un grito de rabia ante aquella interferencia, Meron saltó hacia los dragoneros para encontrar su camino bloqueado por el amenazador obstáculo de la cabeza de Canth.

—El caballero que tienes asignado te llevará a tu Fuerte, Señor Meron —informó N'ton al nabolés—. No vuelvas a presentarte en el Weyr de Fort.

—¡No tienes ningún derecho! No puedes negarme el acceso al aparato de mirar a distancia. Tú no eres el caudillo de Weyr. Convocaré un Cónclave. Les diré lo que estás haciendo. Te han obligado a actuar así. ¡No puedes engañarme! No puedes engañar a Meron con tus evasivas y contemporizaciones. ¡Cobardes! ¡Sois una pandilla de cobardes! Siempre lo he sabido. Cualquiera puede ir a la Estrella Roja. ¡Pondré al descubierto vuestra hipocresía, pandilla de afeminados!

El dragón verde, con un brillo malévolo en sus ojos, se inclinó de modo que Meron pudiera trepar a su hombro. El Señor de Nabol lo hizo sin interrumpir el chorro de sus exabruptos y acusaciones. Antes de que el dragón se remontara por encima de la Piedra de la Estrella, F'nor se encontraba ya ante el aparato de mirar a distancia, para observar la Estrella Roja.

¿Qué podía haber visto Meron? ¿O se limitaba a aullar acusaciones sin fundamento para fastidiarles?

Siempre que había contemplado la Estrella Roja con su hirviente cubierta de nubes, F'nor había experimentado un temor que tenía algo de primitivo. Esta noche, el temor era como una espina superhelada desde sus testículos hasta su garganta. El aparato de mirar a distancia revelaba la cola apuntando hacia el oeste de la masa gris que tenía un extraño parecido con Nerat. La sombra de las nubes la oscurecía. Nubes que remolineaban para formar una figura... que esta noche no era la de una muchacha trenzando sus cabellos. Era más bien un puño macizo, con el pulgar de un gris más oscuro curvándose lenta y amenazadoramente sobre los dedos cerrados, como si las propias nubes estuvieran agarrando la punta de la masa gris. El puño se cerró y perdió su concreción, semejando ahora una sola faceta del complejo ojo de un dragón, con los párpados semicerrados para dormir.

—¿Qué pudo haber visto? —preguntó N'ton en tono apremiante, palmeando el hombro de F'nor para llamar su atención.

—Nubes —dijo F'nor, retrocediendo para que N'ton pudiera mirar—. Como un puño. Que se ha convertido en un ojo de dragón. ¡Nubes, es lo único que puede haber visto sobre la cola parecida a Nerat!

N'ton miró a través del ocular y suspiró con alivio.

—¡Las formaciones de nubes no nos llevarán a ninguna parte!

F'nor extendió su mano hacia Grall. La pequeña reina acudió obedientemente, y cuando empezó a saltar hacia su hombro F'nor la retuvo sobre su brazo, acariciando suavemente su cabeza, alisando sus alas. Luego la izó hasta el nivel de sus ojos y, sin dejar de acariciarla, empezó a proyectar la imagen de aquel puño, formándose perezosamente sobre Nerat. Bosquejó el color, gris—rojizo, y blanquecino donde la parte superior de los imaginarios dedos podían ser iluminados por el sol. Visualizó los dedos cerrándose encima de la península neratiana. Luego proyectó la imagen de Grall volando por el inter hacia la Estrella Roja, hacia aquel puño de nubes.

Terror, horror, una remolineante y multifacetada impresión de calor, un viento violento, una ardiente falta de resuello, le enviaron tambaleándose contra N'ton mientras Grall se soltaba de su mano y desaparecía.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó N'ton, sosteniendo al caballero pardo.

—Le he pedido —y F'nor tuvo que respirar profundamente debido a que la reacción de Grall había sido realmente agobiante— que fuera a la Estrella Roja.

—¡Bueno, eso desvirtúa la idea de Brekke!

—Pero, ¿por qué reaccionó de un modo tan exagerado? ¿Canth?

Estaba asustada
, respondió Canth en tono doctoral, aunque parecía tan sorprendido como F'nor.
Le diste unas coordenadas vívidas.

—¿Le di coordenadas vívidas?

Sí.

—¿Qué fue lo que asustó a Grall? Tú no has reaccionado como ella, y captaste también las coordenadas.

Ella es joven e inexperta
. Canth hizo una pausa, meditando algo.
Recordó algo que la asustó
. El dragón pardo pareció intrigado por aquel recuerdo.

—¿Qué es lo que dice Canth? —preguntó N'ton, incapaz de captar el rápido intercambio.

—No sabe lo que ha asustado a Grall. Algo que ha recordado, dice.

—¿Recordado? Sólo hace unas semanas que nació.

—Un momento, N'ton. —F'nor apoyó su mano en el hombro del caballero bronce, reclamando silencio, ya que le había asaltado súbitamente una idea—. Canth —dijo, respirando profundamente—. Has dicho que las coordenadas que le di a Grall eran vívidas. ¿Lo bastante vívidas... como para que tú me lleves a aquel puño que vi en las nubes?

Other books

Straddling the Edge by Prestsater, Julie
A Heart Deceived by Michelle Griep
Thirty Rooms To Hide In by Sullivan, Luke
Triumph by Jack Ludlow
212 LP: A Novel by Alafair Burke
The Privateer by Zellmann, William
Aesop's Fables by Aesop, Arthur Rackham, V. S. Vernon Jones, D. L. Ashliman


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024