Read Hermoso Final Online

Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Final (31 page)

—Tenemos que decírselo a Macon. Cuanto antes devolvamos el libro a la
Lunae Libri
mejor.

—No podemos.

La abuela se giró muy despacio, mirándome fijamente.

—Empieza a explicarte, jovencita. Y puedes empezar por decirme cómo encontraste el
Libro de las Lunas
.

Ridley surgió desde detrás de la columna de mármol.

—Yo la ayudé.

Durante un largo instante, contuve el aliento, hasta que quedó claro que Ravenwood no iba a derrumbarse.

—¿Cómo has entrado aquí? —La voz de la abuela sonaba tan contenida como la de Ridley, tal vez más. Había vivido el tiempo suficiente como para que la sola presencia de mi Oscura prima pudiera alterarla.

—Lena me dejo entrar.

Hubo un leve parpadeo de decepción en los ojos de mi abuela.

—Veo que has vuelto a llevar tus gafas de sol.

—Es mi modo de autoprotegerme. —Ridley se mordió el labio nerviosamente—. El mundo es un lugar peligroso.

Eso era lo que mi abuela nos repetía constantemente cuando éramos pequeñas, especialmente a Ridley. Pero también recordaba otra cosa que solía decirnos, algo que podría retrasar la confesión de la historia de Abraham lo suficiente para que yo pudiera hacer llegar el libro a Ethan.

—Abuela, ¿recuerdas el trato que hiciste con Ridley la primera vez que fue a una fiesta?

Me miró con expresión vacía.

—No estoy segura.

—Le dijiste que no se metiera en ningún coche con alguien que hubiera estado bebiendo.

—Sin duda un buen consejo, pero no veo qué relación puede tener con esta situación.

—Le dijiste que si llamaba diciendo que su acompañante estaba borracho, enviarías a alguien para recogerla, sin hacer preguntas. —Advertí un destello de reconocimiento en su rostro—. Aseguraste que eso no le traería problemas, sin importar dónde estuviera o lo que hubiera hecho.

Ridley se apoyó torpemente contra la columna.

—Sí. Era como una especie de pase para salir de la cárcel. Sin duda, me habría venido bien tener uno de ésos últimamente.

—¿Es que esta conversación va a explicar por qué vosotras dos estáis en posesión del libro más peligroso de los mundos Caster y Mortal? —La abuela paseó una mirada escéptica de mi prima a mí.

—Pues ahora te estoy llamando para decirte que mi pareja ha estado bebiendo —dejé caer.

—¿Cómo dices?

—Necesito que confíes en mí y me ayudes sin hacer preguntas. Es por Ethan.

—Lena, Ethan está…

Alcé mi mano.

—No lo digas. Ambas sabemos que la gente puede comunicarse desde el otro lado. Ethan me mandó un mensaje. Y necesito tu ayuda.

—Está diciendo la verdad. Al menos ella cree que lo es, en lo que pueda valer. —Reece estaba bajo el oscuro umbral del comedor. No la había visto entrar, pero obviamente ella a mí sí. Como Sybil que era, le bastó mirarme a la cara para leer en mí, y en eso Reece era una de las mejores. Finalmente su don estaba obrando en mi favor.

—Incluso aunque estés diciendo la verdad, lo que pides va más allá de la fe. Y por mucho que te quiera, no puedo permitir que uses…

—No estamos intentando utilizar el
Libro de las Lunas
. —Me pregunté si me creería—. Estamos intentando enviárselo a Ethan.

La habitación se quedó en silencio, y aguardé a que dijera algo.

—¿Qué te hace creer que eso es posible?

Expliqué los mensajes que Ethan había estado dejando en los crucigramas, pero sin mencionar la parte sobre cómo había llegado a nuestras manos el
Libro de las Lunas
, e invoqué mi derecho a la cláusula de «mi acompañante está borracho». Aunque sabía que no podría utilizarla eternamente. En algún momento, la abuela exigiría una explicación, pero yo no necesitaba una eternidad, sólo esta noche. Después de que enviáramos el libro a Ethan, la abuela podría interrogarme cuanto quisiera.

Además, tenía a tío M como primer testigo presencial.

Me escuchó atentamente, dando pequeños sorbitos a una taza de té de porcelana negra que apareció súbitamente en su mano, por gentileza de Cocina. No dijo una sola palabra, ni tampoco apartó la vista de mí mientras hablaba.

Finalmente, la taza encontró el camino de vuelta hasta su plato, y supe que había tomado una decisión. Mi abuela inhaló con fuerza.

—Si Ethan necesita nuestra ayuda, no nos queda más remedio que dársela. Después de todo lo que sacrificó por nosotros, es lo menos que podemos hacer.

—¡Abuela! —Reece alzó las manos—. ¡Escucha lo que dices!

—¿Cómo va a hacerlo si estás gritando? —espetó Ridley.

Reece la ignoró.

—¿De verdad vas a enviar el libro más poderoso del universo Caster al Más Allá, sin que haya forma de saber quién está al otro lado?

Rid se encogió de hombros.

—Al menos tú no estarás allí.

Reece la miró como si quisiera apuñalar a Ridley con sus propias cizallas de jardín.

—Ethan estará allí —aduje.

La abuela titubeó, un nuevo pensamiento hizo flaquear su decisión.

—No es como si estuviéramos enviando un paquete, Lena. ¿Qué pasará si el libro no acaba donde queremos?

Reece parecía satisfecha. Por el contrario, ahora era Ridley la que la miraba como si fuera ella la que quisiera clavarle las tijeras de jardín.

—Amma va a invocar a los Antepasados.

La abuela acabó su té, y la taza desapareció.

—Bueno, si Amarie está implicada, estoy segura de que tiene un plan. Cogeré mi abrigo.

—Espera. —Miré hacia Reece—. Necesitamos que venga todo el mundo. Amma dice que no tendremos suficiente poder, salvo que lo hagamos todos juntos.

Reece miró al tío Macon, que había aparecido sigilosamente en la habitación al primer indicio de pelea de la familia Caster.

—¿Vas a permitir que lo haga?

Él escogió cuidadosamente las palabras.

—Por una parte, creo que es una muy mala idea.

—Bien dicho —sonrió Reece.

—¿Cómo? —Perder el apoyo de mi tío era la única cosa que me había preocupado cuando Amma me envió por refuerzos.

—Dejadle terminar, niñas. —La abuela elevó la voz.

—Pero —continuó tío M— tenemos contraída una deuda con Ethan que nunca podremos pagar adecuadamente. Yo mismo contemplé cómo daba su vida por nosotros, y no me tomo eso a la ligera.

Exhalé.
Gracias a Dios
.

—Tío Macon… —empezó Reece.

Él la silenció con un gesto.

—Esto no admite discusión. Si no fuera por Ethan, ahora mismo podrías estar sin poderes… o algo peor. El Orden estaba roto, y apenas estábamos empezando a sufrir sus consecuencias. Las cosas habían tomado un cariz muy peligroso. Eso puedo asegurártelo.

—Entonces, no sé por qué seguimos hablando de esto. —La abuela se recogió la falda y subió la escalera—. Voy a buscar a Del, Barclay y Ryan.

Ridley tragó con esfuerzo al oír el nombre de su madre. La tía Del sufría siempre enormemente cuando Ridley desaparecía, y no tenía ni idea de que su hija había vuelto. O de que había regresado como una Caster Oscura.

Recordé lo feliz que se la veía cuando Ridley había perdido sus poderes el verano anterior. Ser una Mortal era mejor que ser Oscura, especialmente en esta familia.

Reece volvió su rostro hacia su hermana.

—No deberías estar aquí. ¿No has hecho sufrir bastante a todo el mundo?

Ridley se puso rígida.

—Creí que te merecías un poco más, hermana. No quería dejarte colgada. Quiero decir, viendo lo bien que te has portado siempre conmigo. —Lo dijo con un tono sarcástico, pero pude sentir su dolor. Ridley sólo fingía no tener corazón.

Escuché voces, y tía Del apareció al final de la escalera fuertemente cogida del brazo de tío Barclay. No estaba segura si nos habría escuchado o si la abuela le habría contado lo de Ridley. Pero, por la forma en que tía Del estaba retorciendo sus manos, comprendí que ya sabía la verdad.

El tío Barclay la ayudó a bajar la escalera, su alta figura surgía por encima de ella. Su cabello canoso estaba pulcramente peinado y, por una vez, parecía pertenecer a la misma era que el resto de nosotros. Ryan iba tras ellos, con su largo cabello rubio balanceándose en una cola de caballo.

Cuando Ryan y Ridley estaban en la misma habitación, era imposible ignorar lo mucho que se parecían entre sí. En los últimos seis meses, Ryan había empezado a tener el aspecto de una quinceañera más que el de una niña, a pesar de que no tenía más que doce años.

La tía Del sonrío débilmente a Rid.

—Me alegro de que estés bien. Estaba tan preocupada.

Ridley se mordió el labio, y vaciló sobre sus altos tacones.

—Lo siento, ¿sabes? No podía llamaros.

—Abraham tenía a Ridley encerrada —solté sin poder contenerme. Ridley era culpable de muchas cosas, pero me parecía muy cruel juzgarla por algo que escapaba a su control.

El rostro de la tía Del se descompuso, igual que el de todo el mundo, excepto el de Reece, que se apresuró a colocarse de forma un tanto protectora entre su madre y su Oscura hermana.

—¿Es eso cierto? —Tío Barclay parecía genuinamente consternado.

Ridley retorció nerviosamente un mechón de pelo rosa entre sus dedos.

—Sí. Fue un verdadero príncipe. —Luego desesperada me susurró en kelting.
No se lo digas, prima. Ahora no—
. Estoy bien —prosiguió Ridley, tratando de disipar la preocupación de su padre—. Ahora preocupémonos por Ethan. A nadie le apetece oír mi historia con el Gran Lobo Feroz.

Ryan se acercó tímidamente a Ridley.

—A mí sí —confesó en voz baja.

Rid no respondió. En su lugar extendió su mano vacía.

Esperé a que apareciera un ratón o un chupachups en su palma, algún truco barato para distraer a su hermana de lo que ahora se había convertido. Pero su mano permaneció vacía.

Ryan sonrió alargando una mano y cerrándola alrededor de la de Ridley.

Escuché cómo la tía Del contenía el aliento, o tal vez fuera el mío.

—Si Lena confía en ti, yo también —dijo Ryan. Y miró a Reece—. Las hermanas deberían confiar las unas en las otras.

Reece no se movió, pero no necesité ser una Sibyl para leer su expresión.

Pequeñas grietas empezaban a formarse en la gruesa coraza que Reece se esforzaba en mantener. No eran fáciles de ver, pero allí estaban. El principio de algo —lágrimas, perdón, arrepentimiento—, no estaba segura.

Me recordó algo que Marian le había dicho a Ethan mucho antes de que todo sucediera. Era una de sus famosas citas, de un tipo llamado Leonard Cohen: «Hay una grieta en todo. Así es como la luz penetra».

Eso es lo que pensé cuando vi la cara de Reece.

Finalmente la luz estaba entrando.

—Lena, ¿estás bien? —Tío Barclay miraba fijamente al techo. La araña de cristal se balanceaba peligrosamente por encima de nosotros.

Respiré hondo, y paró inmediatamente.
Trata de controlarte.

—Estoy bien —mentí.

Compuse las palabras en mi cabeza, a pesar de que no permitiría que mi pluma las escribiera.

Doblada

como las ramas de un árbol

rota

como los pedazos de mi corazón

fragmentada

como la Decimoséptima Luna

hecha añicos

como el cristal de la ventana

el día que nos conocimos.

Cerré los ojos tratando de silenciar las palabras que no cesaban de surgir.

No.

Las ignoré apartándolas de mi mente. No podía susurrárselas a tío Macon, no podía escribir una palabra hasta que Ethan volviera.

Ni una sola palabra.

—Amarie nos espera. Deberíamos irnos ya. —Tío Macon se enfundó su abrigo negro de casimir—. No es una mujer a la que le guste que le hagan esperar.

Boo
caminó pesadamente detrás de él, su grueso pelaje fundiéndose con la oscuridad de la habitación.

Ridley abrió la puerta, saliendo a toda prisa, y desenvolvió un chupachups rojo antes incluso de haber bajado los escalones de la balaustrada. Luego pareció vacilar durante un segundo al llegar al arriate de flores, guardándose el papel en el bolsillo.

Tal vez la gente podía cambiar, incluso aquellos que hacían elecciones equivocadas, si trataban con todas sus fuerzas de corregirlas. No estaba segura, pero eso esperaba. Bastantes elecciones equivocadas había hecho yo a lo largo de este último año.

Caminé hacia la única que había hecho correctamente.

La única que importaba.

Ethan.

Ya voy.

29
Las manos de los muertos

—Y
a iba siendo hora. —Con los brazos cruzados en señal de impaciencia, Amma miraba fijamente la abertura en el viejo muro de piedra mientras lo atravesábamos.

El tío Macon tenía razón; no le gustaba que la hicieran esperar.

Marian posó suavemente una mano en el hombro de Amma.

—Estoy segura de que ha sido difícil reunir a todos.

Amma resopló, ignorando la excusa.

—Hay cosas difíciles, y cosas más difíciles todavía.

John y Liv estaban sentados en el suelo el uno junto al otro, la cabeza de ella descansaba despreocupadamente en el hombro de John. Tío Barclay entró detrás de mí y ayudó a tía Del a transitar entre los fragmentos desprendidos del muro. Ella parpadeó con fuerza, mirando hacia un punto no muy lejos de la tumba de Genevieve. Entonces se tambaleó y el tío Barclay tuvo que sostenerla.

Obviamente, las capas del tiempo estaban volviéndose a pegar entre sí, de la forma en que sólo lo hacían para tía Del.

Me pregunté qué habría visto. Habían sucedido tantas cosas en Greenbrier. La muerte de Ethan Carter Wate, la primera vez que Genevieve utilizó el
Libro de las Lunas
para traerlo de vuelta, el día que Ethan y yo encontramos el guardapelo y tuvimos la visión, o la noche en la que tía Del utilizó sus poderes para mostrarnos, en este mismo lugar, los fragmentos del pasado de Genevieve.

Pero todo había cambiado desde entonces. Desde el día en que Ethan y yo intentamos averiguar cómo reparar el Orden y, accidentalmente, yo quemé el césped bajo nuestros pies.

Cuando contemplé cómo mi madre ardía hasta morir.

¿Podría tía Del ver todo eso? ¿Podría verlo?

Un inesperado sentimiento de vergüenza recorrió mi mente, y confié secretamente en que no pudiera.

Amma hizo un gesto de saludo a la abuela.

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