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Authors: Jon Krakauer

Tags: #Relato

Hacia rutas salvajes (17 page)

La frase que encabeza el currículum de Walt reza: «Autorización: información reservada del Departamento de Defensa de Estados Unidos.» La descripción de su experiencia profesional que figura un poco más abajo, en la misma página, comienza diciendo: «Presto servicios privados de consultoría para el diseño de sensores remotos y sistemas de satélites, así como el procesamiento de las señales asociadas, la simplificación de datos y las tareas de extracción de la información.» Sus colegas lo califican de brillante.

Walt está acostumbrado a dar órdenes. Impone sus puntos de vista de forma inconsciente, instintiva. Aunque habla con la suavidad y parsimoniosa cadencia que caracteriza el acento del Oeste, tanto el tono de voz como el marcado movimiento de la mandíbula dejan traslucir una soterrada energía nerviosa. Incluso desde el otro extremo del comedor, se percibe la corriente de alto voltaje que recorre su mente. No hay confusión posible sobre la procedencia de la fuerza emocional de Chris.

Cuando Walt habla, los demás escuchan. Si algo o alguien le desagrada, entorna los ojos y sus palabras se vuelven cortantes. Según el testimonio de quienes componen su numerosa familia, su estado de ánimo puede llegar a ser sombrío e irritable, aunque también afirman que en los últimos años su carácter ha perdido buena parte de su volubilidad. Después de que Chris escapara de todo el mundo en 1990, la actitud de Walt cambió. La desaparición de su hijo lo asustó y escarmentó. Se hizo menos intransigente, más tolerante.

Walt McCandless creció en el seno de una humilde familia de Greeley, Colorado, un pueblo agrícola situado en las altas llanuras azotadas por el viento cercanas a la frontera con Wyoming. Afirma con toda naturalidad que viene de una familia que «vivía en la miseria». Gracias a la inteligencia y tenacidad de la que había dado muestras desde la infancia, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad Estatal de Colorado, cerca de Fort Collins. Para terminar la carrera tuvo que combinar sus estudios con los trabajos más variopintos, incluido uno en un depósito de cadáveres, pero sus ingresos más estables provenían de tocar con Charlie Novak, el líder de un popular cuarteto de jazz. La banda de Novak, con Walt al piano, recorría el circuito de salas de la región, interpretando bailables y viejas piezas clásicas en oscuros cafetines llenos de humo a lo largo y ancho del sur de las Rocosas. Walt, un músico inspirado y dotado de un notable talento natural, todavía toca de vez en cuando con bandas profesionales.

En 1957, los soviéticos lanzaron el
Sputnik I
, provocando una ola de pánico en Estados Unidos. En el clima de histeria que siguió al acontecimiento, el Congreso canalizó millones y millones de dólares hacia la industria aeronáutica californiana, con la consiguiente expansión del sector. Para el joven Walt McCandless —recién salido de la universidad, casado y con un hijo en camino—, el desencadenamiento de la carrera espacial representó una inesperada oportunidad profesional. Después de recibir el título de licenciado, consiguió que la Hughes Aircraft lo contratara. La Hughes lo envió por un período de tres años a Tucson, donde realizó una licenciatura superior sobre teoría de las antenas, en la Universidad de Arizona. Tan pronto como terminó su tesis doctoral —«Un análisis de las hélices cónicas»—, pidió que lo transfirieran al centro de operaciones de California, ansioso por dejar su impronta en la carrera espacial, donde se desarrollaban los proyectos más importantes.

Compró una pequeña casa de una planta en Torrance, trabajó con ahínco y ascendió con rapidez. Sam nació en 1959, y le siguieron cuatro hijos más en pocos años: Stacy, Shawna, Shelly y Shannon. Fue nombrado director de pruebas y jefe de sección de la misión de la
Surveyor 1
, la primera sonda que se posó sobre la superficie de la Luna. Su carrera había sido meteórica.

Sin embargo, en 1965 su matrimonio estaba en crisis. Se separó de su mujer, Marcia, y empezó a salir con Wilhelmina Johnson, una secretaria de la Hughes, de atractivos ojos oscuros a quien todo el mundo conocía como Billie y que entonces tenía 22 años. Se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Billie quedó embarazada. Al ser una mujer muy menuda, sólo ganó cuatro kilos de peso en los nueve meses de embarazo y ni siquiera necesitó comprarse ropa especial. El 12 de febrero de 1968 dio a luz a un niño de un peso inferior al normal, pero saludable y vivaz. Walt regaló a Billie una guitarra Gianini, con la que ésta tocaba canciones de cuna para calmar al inquieto bebé. Veintidós años más tarde, los guardas del servicio de vigilancia de parques encontrarían la misma guitarra en el asiento trasero del Datsun amarillo abandonado a orillas del lago Mead.

Es imposible saber qué misteriosa combinación de cromosomas, dinámica padres-hijos o alineación de los planetas fue la responsable de su personalidad, pero Christopher Johnson McCandless vino al mundo con unas dotes intelectuales excepcionales y una voluntad que no se doblegaba fácilmente. Cuando tenía dos años, se levantó en mitad de la noche, salió a la calle sin despertar a sus padres y entró en la casa de un vecino para hurgar en un cajón donde había caramelos.

En tercer grado, después de obtener unos resultados muy altos en un test de inteligencia, lo colocaron en un curso acelerado para alumnos superdotados.

«No estaba muy contento porque sabía que tendría que esforzarse más en clase y hacer más deberes —recuerda Billie—. Se pasó toda la semana intentando que lo sacaran del curso. Trataba de convencer a la profesora, al director, a cualquiera que quisiera escucharle, de que los resultados del test estaban equivocados, de que en realidad él no formaba parte del grupo de superdotados. Nos enteramos de ello en la primera reunión de padres del curso. Su profesora nos dijo en un aparte que Chris iba contra la corriente, literalmente. Sacudió la cabeza en señal de desaprobación.»

«Chris era muy suyo, ya de pequeño —explica su hermana Carine, que nació tres años después—. No es que fuera antisocial, ya que siempre tuvo amigos y caía simpático a todo el mundo, pero podía salir al jardín y entretenerse solo durante horas. Parecía no necesitar los juguetes ni los amigos. Sabía estar solo sin sentirse solo.»

Cuando Chris tenía seis años, la NASA ofreció un cargo a Walt, y la familia se trasladó a Virginia. Compraron una casa de dos plantas en Willet Drive, un barrio residencial de Annandale. Tenía los postigos verdes, una buhardilla y un agradable jardín. Cuatro años después, Walt dejó su trabajo en la NASA para fundar una firma de consultoría, la User Systems Incorporated, que él y Billie dirigían desde una oficina fuera de casa.

Iban escasos de dinero. Además de la presión financiera que comportaba el hecho de cambiar un sueldo estable por las incertidumbres de trabajar por cuenta propia, la separación de Walt de su primera esposa lo dejó con dos familias a las que mantener.

«Para salir adelante, mamá y papá dedicaban muchas horas a trabajar —explica Carine—. Cuando Chris y yo despertábamos por la mañana para ir a la escuela, ellos solían estar ya en la oficina; cuando volvíamos a casa por la tarde, seguían allí; y, cuando nos íbamos a la cama, aún no habían vuelto. Llevaban muy bien la empresa y al final empezaron a ganar dinero a montones, pero se pasaban el día trabajando.»

La vida de la pareja era agotadora. Walt y Billie son dos personas muy nerviosas, emotivos, a quienes cuesta ceder. Cada dos por tres estallaban a causa de la tensión a la que estaban sometidos y se enzarzaban en violentas discusiones. En los momentos de rabia, uno de los dos siempre amenazaba al otro con el divorcio.

«Sólo era una válvula de escape —prosigue Carine—, pero creo que es una de las razones que explican el que Chris y yo estuviéramos tan unidos. Aprendimos a confiar el uno en el otro cuando mamá y papá no se llevaban bien.»

Sin embargo, también pasaron buenos momentos. La familia aprovechaba los fines de semana y las vacaciones escolares para salir de excursión y viajar. Iban a Virginia Beach, la costa de Carolina, los Grandes Lagos, los montes Apalaches, de visita a Colorado para ver a los hijos del primer matrimonio de Walt.

«Acampábamos detrás de la camioneta, la Chevy Suburban —explica Walt—. Más tarde empezamos a utilizar una caravana Airstream que habíamos comprado. A Chris le encantaban los viajes. Cuanto más largos, mejor. Las ansias de conocer mundo siempre habían estado presentes en la familia, y muy pronto fue evidente que Chris las había heredado.»

En el transcurso de uno de esos viajes visitaron Iron Mountain, un pequeño pueblo situado en medio de los bosques de Michigan, que era el lugar natal de Billie. Billie había vivido allí bastantes años con sus cinco hermanos. El padre, Loren Johnson, trabajaba supuestamente de camionero, «pero ninguna ocupación le duraba demasiado», aclara Billie.

«El padre de Billie no se adaptaba muy bien a la vida en sociedad. En muchos sentidos, él y Chris se parecían mucho», añade Walt.

Loren Johnson era un hombre orgulloso, terco y soñador. Entre otras aficiones, era silvicultor, músico autodidacta y poeta. En los alrededores de Iron Mountain, la relación de empatía que mantenía con las criaturas del bosque era legendaria.

«Siempre estaba criando animales salvajes —cuenta Billie—.

Si encontraba un animal atrapado en un cepo, lo llevaba a casa, le amputaba la pata herida, lo curaba y luego lo dejaba marchar. En una ocasión atropelló a una cierva con la camioneta, dejando huérfana a la cría. Estaba deshecho. Trajo el cervatillo a casa y lo crió junto a la estufa de leña, como si fuera uno de sus propios hijos.»

Para mantener a su familia Loren se embarcó en distintas aventuras empresariales, pero ninguna tuvo demasiado éxito. Durante una temporada se dedicó a la cría de pollos, y luego a la de visones y chinchillas. También abrió unas cuadras y organizó paseos y excursiones turísticas a caballo. Sin embargo, casi todo lo que comían en casa de Billie provenía de la caza, pese a que matar animales lo deprimía. «Mi padre lloraba cada vez que abatía un ciervo —dice Billie—, pero teníamos que comer y se veía obligado a cazar.»

Loren llegó a trabajar como guía de caza, lo que todavía le resultó más doloroso. «Venían unos hombres de la ciudad con unos enormes Cadillac y mi padre los acompañaba durante una semana para conseguir un trofeo. Solía garantizarles que cobrarían un ciervo antes de que se fueran, pero la mayoría de ellos eran tan malos tiradores y bebían tanto que no había manera de que dieran en el blanco, así que muchas veces era mi padre quien al final tenía que dar muerte al animal por ellos. ¡No puede imaginarse cómo se odiaba a sí mismo por hacer eso!»

No es sorprendente que Loren sintiese un gran afecto por Chris. Y que Chris adorara a su abuelo. La habilidad que tenía el anciano para desenvolverse en el monte y su amor por la naturaleza dejaron una profunda huella en el niño.

Cuando cumplió ocho años, Walt lo llevó por primera vez a hacer montañismo. Caminaron durante tres días por el valle de Shenandoah y luego subieron al Old Rag. Llegaron juntos a la cumbre, y durante toda la excursión Chris cargó con su mochila sin pedir ayuda. Subir a aquella montaña se convertiría para ambos en una tradición; desde entonces, realizaron la ascensión del Old Rag casi cada año.

Unos años más tarde, Walt llevó a Billie y a los hijos que había tenido en ambos matrimonios a Colorado para escalar el pico Longs, cuyos 4.345 metros de altitud lo convierten en la cumbre más alta del Parque Nacional de las montañas Rocosas. Walt, Chris y el hijo menor del primer matrimonio de Walt llegaron hasta la cota 3.900. Allí, en una prominente muesca llamada el Ojo de la Cerradura, Walt decidió dar media vuelta. Estaba muy fatigado y notaba la altitud en exceso. Además, la ruta hacia la cumbre parecía demasiado abrupta y expuesta.

«Los hice parar —explica Walt—, pero Chris quería seguir hasta la cima. Le dije que de ninguna manera. Sólo tenía doce años, de modo que lo único que pudo hacer fue protestar. Si hubiera tenido catorce o quince, sencillamente se habría ido sin mí.»

Walt se queda en silencio, con la mirada perdida. Después de la larga pausa, añade: «Chris no le tenía miedo a nada, ni siquiera de pequeño. No pensaba que podía tener la suerte en contra. Siempre había que alejarlo del peligro.»

Chris solía obtener excelentes resultados en casi todo lo que se proponía. En los estudios, sacaba sobresalientes sin esforzarse demasiado. Sólo sacó una nota inferior a notable en una ocasión: un insuficiente en física, cuando iba al instituto. En cuando vio el boletín de notas, Walt concertó una cita con el profesor para averiguar en qué consistía el problema.

«Era un coronel retirado de las fuerzas aéreas —recuerda Walt—. Un hombre mayor, tradicional, muy rígido. Tenía más de 200 alumnos y al comienzo del semestre había anunciado que los trabajos del laboratorio debían presentarse con un formato especial para que le resultara más fácil corregirlos. Chris pensó que la norma era una estupidez y decidió hacer caso omiso de ella. Hizo sus trabajos de laboratorio, pero no los presentó con el formato adecuado, y el profesor lo suspendió. Después de charlar con él, volví a casa y le dije a Chris que tenía la nota que se merecía.»

Chris y Carine compartían el talento musical de Walt. Chris sabía tocar la guitarra, el piano y la trompa. «Era extraño en un chico de su edad —dice Walt—, pero le encantaba Tony Bennett. Solía cantar melodías como
Tender is the Night
mientras yo le acompañaba al piano. Era bueno.» En un vídeo humorístico que Chris grabó en la universidad, se le ve cantar
Summers by the Sea
con una gracia y un estilo admirables, y unos matices de voz dignos de un cantante melódico profesional.

Dadas sus dotes como intérprete de trompa, en la adolescencia llegó a formar parte de la Orquesta Sinfónica Universitaria Americana, pero, según Walt, dejó de tocar después de oponerse a las normas que quería imponer el director de la banda del instituto. Carine recuerda que había otras razones detrás de esta decisión: «En parte dejó de tocar porque no le gustaba que nadie le dijera lo que tenía que hacer, pero en parte también fue por mi causa. Yo quería ser como Chris, así que empecé a estudiar trompa. Y resultó ser la única cosa en que yo era mejor que él. Cuando yo era una novata y él un veterano, me pusieron como solista en la banda de los mayores. Chris no podía soportar la idea de que lo sentasen detrás de su hermana pequeña.»

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