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Authors: Patrick Graham

El evangelio del mal (53 page)

BOOK: El evangelio del mal
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Una sonrisa aparece en los labios del viejo del sombrero. Mendoza toma un sorbo de grapa y deja la copa sobre la mesa.

—Permítame presentarle a don Gabriele.

—¿ La Mafia? ¿Se ha vuelto loco?

—La Mafia, como usted dice, es una gran familia con sus primos, sus tíos y sus traidores. Don Gabriele representa a la rama de Palermo de la Cosa Nostra, la Mafia histórica con la que la Iglesia mantiene desde hace casi un siglo unas relaciones tan valiosas como inevitables. Nada definitivamente reprensible, tranquilícese. Don Gabriele es un amigo y es creyente. Ha venido a verme porque tiene revelaciones importantes que hacernos.

—¿Qué tipo de revelaciones?

El viejo deja escapar una nube de humo. Cuando empieza a hablar, Giovanni tiene la impresión de estar oyendo a un personaje de película.

—Anoche, nuestras familias aliadas de Trapani, Agrigento y Mesina nos alertaron sobre un trato que se estaba cerrando entre las ramas traidoras de la Camorra y de la Cosa Nostra. Los que nosotros llamamos los frutos podridos caídos del árbol.

—Me cuesta seguirle.

—La Mafia, como dicen los que no saben callar, está compuesta por cinco organizaciones principales. La Camorra y la Cosa Nostra son las más antiguas. Nos detestamos, pero lo hacemos con honor. Detrás viene la 'Ndrangheta, los calabreses. Esos son malos de verdad, muy crueles. Después está la Stidda, que significa «estrella» en siciliano. Son tránsfugas de la Cosa Nostra. A esos imbéciles se les reconoce fácilmente porque llevan una estrella de cinco puntas tatuada entre el índice y el pulgar. Trabajan con droga asiática y putas del Este. Malas piezas. Por último, los peores, los de la Sacra Corona Unita, son originarios de la región de Apulia. Esos son unos perros locos. Prostituyen a niños y asesinan a ancianas. O a la inversa, ya ni lo sé.

Giovanni, harto, se vuelve hacia el cardenal Mendoza.

—¿De verdad tenemos que oír todo esto?

—Vaya al grano, don Gabriele, por favor.

El viejo da una calada al cigarrillo y retira unas briznas de tabaco que se le han quedado pegadas en la punta de la lengua.

—El trato del que la Cosa Nostra ha oído hablar implica a varios clanes de la Stidda y de la Sacra Corona Unita. Dicen que anoche pasó mucho dinero de unas manos sucias a otras. Unos caballeros trajeados encargaron a esas organizaciones de sarnosos una misión un poco especial a cambio de unos maletines llenos de billetes. Un sacrilegio que la Camorra o nosotros, la Cosa Nostra, jamás habríamos aceptado cometer ni por todo el oro del mundo.

—¿Qué sacrilegio?

—Anoche, a la una de la madrugada, diversos grupos armados pertenecientes a la Stidda y a la Sacra Corona Unita tomaron como rehenes a un centenar de familias repartidas por toda Italia y el resto de Europa. Familias de cardenales que participan en el cónclave, sin duda para obtener de ellos el voto deseado en el momento oportuno.

Giovanni se yergue en el sillón.

—Me niego a creer las alegaciones de un hombre que se dedica a cortar el cuello a la gente.

—Hace mal, eminencia, porque podría ser que ese hombre que, según usted, se dedica a cortar el cuello a la gente salvara pronto el de usted.

—Creo que ya he oído suficiente por esta noche.

—Siéntese, Patrizio.

Giovanni se instala de nuevo en el sillón.

—¡Eminencia, supongo que no irá a decirme que cree a un padrino de la Mafia que le asegura que unos responsables del Vaticano han enviado a unos esbirros para presionar a unos cardenales e influir en los votos del cónclave!

Obedeciendo a una seña de Mendoza, don Gabriele le tiende a Giovanni el abultado sobre que uno de sus hombres le ha entregado hace unos minutos.

—Ábralo.

Giovanni saca una decena de fotografías. Reconoce el camino bordeado de olivos que conduce a la casa de sus padres en las montañas dé Germagnano, en los Apeninos, y los macizos de flores que adornan la vieja construcción del siglo XVIII, así como el porche de entrada, de madera maciza. En las fotos siguientes, sus padres están sentados en el sofá del salón; su madre lleva su habitual vestido de flores y sus zapatillas de lana, y su padre, su vieja chaqueta de caza y unos pantalones de pana de color óxido. Les han atado las manos a la espalda y un trozo de cinta adhesiva les tapa la boca. En la última fotografía, un hombre de la Sacra Corona Unita apoya el cañón de una pistola ametralladora contra la sien de su madre, que está llorando. El joven cardenal levanta unos ojos llenos de odio hacia don Gabriele.

—¿Cómo ha conseguido estas fotos?

—He pagado lo necesario.

—¿Quién me dice que no son sus hombres los que aparecen en estas fotos?

—Mis hombres nunca se tapan la cara.

—¡Ya está bien!

Giovanni empuja el sillón y se pone el abrigo.

—¿Adónde va?

—Voy a llevar esto a la policía.

—¿Para qué?

—¿A usted qué le parece?

—Cardenal Giovanni, los equipos de la Stidda y de la Sacra Corona Unita se comunican entre sí cada cuarto de hora por walkie-talkie y utilizan mensajes cifrados. Si la policía actúa contra una u otra organización, todas las familias serán ejecutadas en el acto. ¿Es eso lo que quiere?

—¡Un padrino no tiene ninguna lección que darme!

—No recorrerá más de treinta metros fuera de esta habitación.

—¿Es una amenaza?

El viejo expulsa otra nube de humo. Ya no sonríe. El cardenal Mendoza interviene:

—Patrizio, el cónclave va a empezar. No podemos perder ni un segundo. Es posible que todavía tengamos una oportunidad para detener al Humo Negro, pero hay que actuar deprisa. Concédame unos minutos para convencerlo. Después, usted decidirá en conciencia lo que es más conveniente hacer.

Falto de argumentos, Giovanni se sienta de nuevo y bebe su copa de grapa en dos tragos. El alcohol desciende por su garganta como un reguero de lava. Después deja la copa y clava los ojos en los de Mendoza.

—Le escucho.

Capítulo 166

—¿Ha oído hablar de la red Novus Ordo?

—No.

—Novus Ordo es una logia ultrasecreta creada a finales de la Edad Media. Todavía existe y está compuesta por los cuarenta hombres y mujeres más poderosos del planeta. Es una especie de club de dirigentes, de ricos industriales y banqueros que deciden en secreto los destinos de la humanidad. Nadie sabe quiénes son ni qué aspecto tienen.

—No recurrirá a la vieja teoría de los amos del mundo…

—Cardenal Giovanni, si desea hacer creer que algo no existe, arrégleselas para hacer correr el rumor de que existe realmente y luego encienda cortafuegos para convencer a la gente de que todo es un simple rumor. De ese modo, todo lo que parezca una prueba será inmediatamente denunciado como otro elemento del rumor y reforzará la certeza de que ese algo no existe. Así es como Novus Ordo pudo desarrollarse tranquilamente a través de los siglos. Todo el mundo ha oído hablar de esa red, pero todo el mundo piensa, como usted, que esa creencia no es más que un rumor sin fundamento.

—Entonces, ¿Novus Ordo se ha inventado una leyenda para ocultarse mejor detrás de ella?

—Sí, la de los Illuminati, esa supuesta logia todopoderosa creada en 1776 por un ex jesuita en Weinberg. La élite de la élite. Novus Ordo incluso dotó a ese mito de un símbolo: una pirámide cuyo vértice, separado de la base, está iluminado por el ojo del conocimiento supremo. La élite revelada y la masa de los pueblos ciegos. También hicieron imprimir ese símbolo y la divisa de los Illuminati en los billetes de un dólar estadounidense para que todos los tuvieran ante los ojos. Después hicieron correr el rumor de que los Illuminati eran responsables de todo. Mientras tanto, Novus Ordo pudo continuar desarrollándose sin ser molestado.

—De acuerdo, admitámoslo. Pero ¿qué relación tiene con el Humo Negro?

—Novus Ordo fue creado por el Humo Negro a finales de la Edad Media y creemos que sus cardenales, o por lo menos su gran maestre, forman parte de esa élite dirigente.

—¿Quiere decir que la cofradía del Humo Negro es la rama vaticana de Novus Ordo?

—Es en lo que ha acabado por convertirse con el paso de los siglos: una parte de un gigantesco conjunto creado por ella misma. Pero no una parte cualquiera, porque la cofradía del Humo Negro tiene entre manos la misión que Novus Ordo considera más importante.

—¿Cuál?

—Derrocar a la Iglesia desde el interior. Solo de ese modo, Novus Ordo podrá controlar todo el planeta.

—¡Es completamente absurdo!

—No, Patrizio, son solo rumores.

Un silencio.

—¿Cómo empezó todo?

—El 13 de octubre de 1307, día de la detención de los templarios, unos agentes del rey de Francia infiltrados en el Vaticano asesinaron a la mayoría de los cardenales que se habían convertido a la causa de la orden. Siete de los más importantes de esos prelados escaparon y crearon el Humo Negro de Satán. Al mismo tiempo, los altos dignatarios de la orden del Temple que habían sido arrestados en Francia fueron encerrados en los calabozos de París, Gisors y Chinon esperando la hora de morir bajo tortura o en la hoguera. Justo antes del inicio de las operaciones, estos dignatarios habían confiado a hermanos de su orden la misión de llevarse y esconder ocho cruces que contenían el código de los templarios. Las ocho cruces de las ocho Bienaventuranzas.

Otro silencio.

—Una vez encarcelados, estos mismos dignatarios grabaron cada uno en la pared de su calabozo el lugar donde se encontraba la cruz que le pertenecía. Ocho lugares secretos que se transmitieron de unos templarios a otros y llegaron hasta los oídos de los cardenales del Humo Negro, que eligieron emisarios para recuperar poco a poco las cruces dispersas.

Tras una pausa, el cardenal Mendoza prosigue:

—Gracias a las ocho cruces de las Bienaventuranzas, los cardenales del Humo Negro pudieron encontrar el emplazamiento donde el Temple había escondido su tesoro cuando terminaron las cruzadas. La unión de las ocho cruces indicaba ese lugar.

—¿Dónde era?

—Se cree que estaba en unas cuevas submarinas en las proximidades de la isla de Hierro, en el archipiélago de las Canarias, entonces todavía virgen e inexplorado.

—¿Se sabe a cuánto ascendía ese tesoro?

—En el apogeo de su poderío económico, la orden ingresaba el equivalente a quince mil millones de dólares al año. Los templarios, acreedores de los reyes y de los poderosos, financieros y armadores de las cruzadas, poseían sus propias naves, con las que comerciaban. Inventaron la banca, la letra de cambio, el agio y el crédito. Puesto que funcionaron a pleno rendimiento durante cerca de cuarenta y siete años, se calcula que durante ese período pasaron por sus manos no mucho menos de 780 mil millones de dólares actuales. Por supuesto, todo ese dinero no les pertenecía, pero, si tenemos en cuenta lo que les reportaban sus nueve mil encomiendas, sus tierras, sus castillos y el comercio, así como los intereses y los agios que practicaban con los señores sin fondos y los reyes arruinados por las guerras que ellos mismos organizaban, es razonable estimar que en el momento de la destrucción del Temple el tesoro de la orden rondaba los 173 mil millones de dólares en monedas de oro y piedras preciosas. Se cree, pues, que utilizaron sus propias naves comerciales para transportar su tesoro hasta Hierro.

Un silencio.

—¿Y luego?

—En el transcurso de esta lenta y discreta recuperación del tesoro, los cardenales del Temple guardaron silencio. Se cree que aprovecharon ese período para estructurar su cofradía y empezar a establecer contactos con los grandes banqueros de la Edad Media: los lombardos, los genoveses, los venecianos y los florentinos, familias poderosas, cada una de las cuales recibió una parte del tesoro con la orden de hacerlo fructificar y de abrir más bancos por toda Europa. Gracias a esas fabulosas sumas, los banqueros de Novus Ordo se convirtieron a su vez en acreedores de los reyes y los poderosos, a los que armaron para la guerra de los Cien Años antes de arruinarlos tomando el control de sus finanzas.

—¿Quiere decir como el Temple en su apogeo?

Mendoza asiente con la cabeza.

—Sabemos que a mediados del siglo XV Novus Ordo estaba compuesto de once familias cuyo poder se extendía por Italia y Europa. Pero, como el Mediterráneo ya no bastaba para saciar su apetito devorador, necesitaban abrir otras rutas marítimas. Gracias a las fabulosas riquezas que habían amasado, los banqueros de Novus Ordo empezaron a construir naves cada vez mayores y más perfeccionadas. Fueron ellos quienes armaron las carabelas de Colón, de Cortés y de Pizarro. Fueron ellos quienes financiaron las expediciones de Cabral y de Magallanes, que con sus naves dieron la primera vuelta al mundo en 1522. El oro de los incas, las especias de las Indias y el gigantesco mercado de los esclavos. Así fue como Novus Ordo se mantuvo a lo largo de los siglos y construyó un inmenso imperio. Las familias sometidas a la organización derrocaron a los reyes y fomentaron las revoluciones; más adelante, financiaron la guerra de Independencia norteamericana antes de cruzar el Atlántico para fundar las grandes dinastías del Nuevo Mundo. Por último, esos banqueros desencadenaron la revolución industrial, la expansión del ferrocarril y del transporte aéreo, la explotación petrolera y el comercio internacional. Detrás de todos esos imperios y esas multinacionales está el tesoro del Temple. Siglos de comercio, de intereses y de dividendos. Esas poderosas familias se han pasado la antorcha, y la élite sigue formando la cabeza pensante de Novus Ordo, que actualmente controla la mayoría de las plazas bursátiles, las grandes multinacionales y casi todos los grandes bancos del planeta. Novus Ordo instaura las democracias y derroca las dictaduras. Financia las revoluciones y desestabiliza a los gobiernos cuya política consideran contraria a sus intereses. Como en las antiguas repúblicas de Génova, Florencia y Venecia, su propósito es controlar las riquezas del mundo y explotar a los pueblos para enriquecerse cada vez más. Pero su enriquecimiento es solo una consecuencia, en ningún caso un fin. Porque lo que persigue ante todo es la aniquilación de las religiones y la liberación de las mentes para que los sirvan mejor. El poder supremo.

Giovanni permanece un momento en silencio contemplando su copa vacía. Después, alza de nuevo los ojos y busca la mirada del cardenal Mendoza.

—Solo una pregunta, eminencia.

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