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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

El caso de la joven alocada (14 page)

El Padre Prior también bajó la cabeza, pero se acercó a un paso más digno, Sus labios secos y placenteros estaban caídos, como si quisieran sonreír cínicamente al contemplar a Bryony.

—¡Ah! —exclamó con una voz profunda y rezongona mientras se acercaba a nosotros—, mujeres en los claustros, Sombras de María Monk y de las pequeñas mujeres jesuitas. Un nuevo papa Joan. El último señuelo de la Mujer Escarlata…

Sonreí burlonamente y le estreché la mano.

—Permítame presentarle a la Srta. Hurst, Padre Prior, una amiga… de Barbary. Bryony, acérquese al Padre Prior.

—¡Oh!, sí —dijo vivamente el Padre Prior, extendiendo a Bryony una mano larga y huesosa—. Naturalmente tendría que ser una amiga de su prima. No de usted, no. El querido Roger no tiene amigas señoritas, naturalmente.

Estrechó la mano de mi compañera y de nuevo la miró apreciativamente.

—Muy encantadora, en verdad, ¿Es la señorita Hurst… de… la Congregación de la Fe, Roger?

—Inquirió.

—¡Ah!, sí —farfullé.

—Pero una fiel mirada pagana —observó el Prior astutamente, desplegando una inesperada familiaridad con la mejor producción de Strong—. Bien, bien. Esto lo explica, naturalmente.

—¿Qué es lo que explica? –pregunté. Bryony estaba extrañamente muda.

—Las séptimas dominantes —respiró el Prior con suavidad, mirando el policromo jardín—. Muy distraído, Roger, muy distraído; naturalmente comprensible, en las circunstancias. Estas flores son realmente hermosas, ¿no es cierto, Miss Hurst?

—¿Cuáles? —repitió Bryony, hablando por primera vez—. ¡Ah!, ¿se refiere a esas flores malva y rosa? Sí, son muy hermosas.

—Y todo por dos peniques de semilla de Woolworth. Es notable. ¿Es ésta su primera visita a Merrington, Miss Hurst?

—Sí, Padre Prior.

—Supongo que habrá venido solamente por un día.

—Creo que voy a estar algunos días, ¿no es cierto, Roger?

—Por lo menos una semana —confirmé—, o más tiempo, si le gusta.

—¡Ajá! —dijo el Padre Prior, y jugaba con su escapulario rojo oscuro—. Bien; tengo entendido que la
Green Maiden
es muy confortable. Sin embargo, es una lástima que no avisara usted su llegada, pues entonces Miss Poynings no se hubiera ido a pasar el fin de semana, y podía usted haber permanecido en
Gentlemen’s Rest
.

En la empinada cabeza del Padre Plácido se habían posado algunas moscas. Tuve que sonreír.

—Barbary está de vuelta —dije, percibiendo la señal de desasosiego en los ojos de Bryony— o por lo menos ya debería estar. La carta de Miss Hurst llegó después que se había marchado a
Pease Pottage
. Le hablé por teléfono y vuelve esta noche.

—¡Ajá! —exclamó el Padre Prior otra vez, mirándonos radiante—. Entonces todo va bien. Bueno, no debo retenerlos. Muy encantado de haberla conocido, Miss Hurst.

El perro Smith, sintiéndose abandonado emitió un suave ladrido, y plantó sus patas delanteras sobre el estómago de Bryony, obligándola a retroceder un paso. Entre el Prior y yo contuvimos su vehemencia, pero el incidente me sugirió una idea. Como espectáculo, el perro Smith está lejos de ser ornamental, pero es bien conocido como incomparable perro vigilante.

Mi mano derecha estaba todavía sobre el, brazo de Bryony, y con él le di un subrepticio apretón para asegurarle que le agradaría lo que yo iba a decir.

—Estrictamente entre nosotros, Padre Prior; —empecé bajando la voz—, nuestra amiga se encuentra en una situación un tanto incómoda. Prescindiendo de los detalles, lo esencial es que ha venido aquí escapando a las impertinentes atenciones de cierto hombre. Por esta razón vino algo precipitadamente, si es que necesita usted saberlo, y por esta misma razón, voy a hacerla pasar reservadamente a casa por
Abbots Lodging
y el pasaje subterráneo en vez de hacerla entrar por la puerta principal. ¿Comprende usted la idea?

La única contestación del Padre Prior fue sacar un enorme pañuelo rojo y hacerlo sonar como una trompeta, a la manera del cuerno de Guthrum el Danés. El perro Smith ladró como un sabueso agonizante, torciendo su cuerpo exaltadamente.

—Por desgracia —proseguí cuando el barullo hubo disminuído— tenemos razones para creer que el hombre en cuestión la ha seguido hasta aquí, y que es probable que la localice. En ese caso puede producirse alguna perturbación, cuanto menos, algo desagradable. Y por lo que Bryony me dice, es un individuo de esos que no tendría escrúpulos en entrar por una ventana durante la noche, si viera en ello alguna probabilidad de lograr lo que se propone. En este tiempo no podemos tener cerradas todas las ventanas, y no desearía estar en vela esperándolo toda la noche. Y estaba pensando, Padre Prior, si usted tendría inconveniente en prestarme el perro. Es un animal inteligente, a su manera, y si podemos meterle en la cabeza que tiene que dar la alarma si alguien intenta entrar, podría evitamos muchas molestias.

El Padre Prior hizo con manos y hombros un ademán de indiferencia.

—Mi querido amigo, el perro Smith es tan suyo como mío —declaró—, y en rigor es tanto más así cuanto que hice voto de pobreza, y por consiguiente, no tengo posesiones personales. Lléveselo y téngalo todo el tiempo que quiera. Como
Custus Emeritus
de una hermandad Anglicana tendría que saber sus deberes y servirle bien, y no tengo la menor duda de que cumplirá noblemente sus funciones de proteger la persona y la virtud de Miss Hurst. —Puso gentilmente su mano huesosa sobre el brazo desnudo de Bryony, y atrajo hacia ella la atención del perro—. Cuídala, Smith –instruyó brevemente.

Un centelleo de conocimiento resplandeció en los ojos del animal que quedó allí. Permaneció tieso y gruñó suavemente, temblorosas sus ancas expectantes.

Un minuto después, habiéndonos despedido del Padre Prior ya recibido su bendición, salimos los tres del claustro y nos dirigimos hacia
Abbots Lodging
. Smith, al frente, se daba gran importancia.

6

L
LEGAMOS
a
Abbots Lodging
sin ser vistos, y penetramos en la biblioteca. La abrí con mi llave. Contuve el impulso de Bryony de quedarse allí y la conduje al cuartito interior que contiene los muchos y raros folios llevados de España a Inglaterra durante la Guerra, Civil y que conduce al reservado que oculta la entrada del pasaje secreto. Después de un precipitado reconocimiento a través de las ventanas para tener la seguridad de que nuestros movimientos no eran observados, llevé a mi acompañante al reservado, tomé la linterna que siempre guardo allí y abrí el camino, bajando los pocos escalones. El perro Smith, que se había quedado atrás en el cuarto de los folios para investigar más ampliamente el fuerte olor de los viejos pergaminos, casi nos derribó al seguirnos precipitadamente escalones abajo, pero ganamos el pasaje sin accidente y seguimos por él.

Bryony estaba indudablemente excitada por su nueva experiencia. Generalmente es lo que les ocurre a casi todos los que exploran por primera vez un paso subterráneo. Aun yo, que acostumbro a usarlo, reacciono todavía infantilmente a la sensación de misterio y de romance que tal lugar sugiere. Innecesario es decir que el perro estaba en su elemento; se precipitaba de un lado a otro con el morro bien pegado al suelo, por desgracia sin poder hacer comentarios audibles sobre las delicias que su olfato podría ir descubriendo.

El túnel no corre directamente, sino que en su longitud hay dos inclinaciones de treinta grados. Al dar la vuelta a la segunda de éstas me desconcertó ver, a lo lejos, la puerta que conduce al sótano de
Gentlemen’s Rest
cerrada todavía, cuando yo esperaba ver la silueta de mi prima dibujándose contra la oscura luz de la bodega. En realidad, no era cosa de importancia, pues yo tenía la llave de la puerta del sótano, y una vez que hubiera hecho entrar a Bryony, ella no habría tenido dificultad en encontrar su camino escaleras arriba. En verdad que la hora establecida quedó trastornada por nuestro encuentro con el Padre Prior, pero no era probable que Barbary desertara su puesto ante nuestro retardo.

¿Habría sucedido algo imprevisto?

Cuando estuvimos a menos de cinco yardas de la puerta, ésta se abrió lentamente y apareció mi prima. El perro se abalanzó de un salto, tieso el cogote, y lanzó un gruñido. Pero cuando reconoció a Barbary, cambió su gruñido por un ladrido de placer, y saltando ágilmente a través de la puerta de la bodega desapareció como por arte de magia. Barbary intentó agarrarlo del cuello, al pasar, pero no pudo detenerlo.

—Idiota —exclamó en voz baja, volviéndose para mirarnos—. ¿Para qué diablos trajiste el perro? Ahora va a dar la alarma.

—¿Qué alarma? —pregunté rápidamente—. ¿Ha sucedido algo?

Mi prima asintió.

—Cuando volví después de dejarlos a ustedes —explicó—, encontré a un auto detenido en la calzada y a un hombre que se paseaba en el jardín. Adivina quién era.

—Thrupp —sugerí tranquilamente. Las dos mujeres se sobresaltaron.

Barbary asintió asombrada.

—¿Cómo has adivinado? ¿Lo llamaste?

—No, pero se presentó en
The King of Sussex
cuando estábamos allí y vino en esta dirección, y aunque no nos vió, pensé que acaso podría venir a visitarnos, aunque, naturalmente, como es amigo de los
Colinets de Storrington
, también podría haber ido allí. ¿Dijo a qué venía?

—No claramente. Dijo que «dio la casualidad de que pasaba» y cosas por el estilo.

—Me extraña. ¿Por casualidad no mencionó a Bryony?

—No dijo ni una palabra, y yo tampoco, naturalmente. En resumidas cuentas, ni siquiera le dije por dónde andabas. Solamente que me parecía que habías salido, pero que indudablemente volverías a la hora de cenar. Por lo que veo, se trata solamente de una visita amistosa, Roger. El hombre de
Scotland Yard
tiene libre el domingo y sale a respirar un soplo de aire fresco, o cosa por el estilo. Sabe de un lugar donde puede tomar cerveza fresca, y naturalmente sale de golpe a buscar un sitio, que, entre paréntesis, ya le ha proporcionado.

—Y ¿qué está haciendo ahora?

—Lo dejé en el jardín en una perezosa, bebiendo —contestó mi prima—. Yo me excusé por un momento, sin decir por qué. Posiblemente esté todavía allí.

Me rasqué la barba.

—Posiblemente, su silla estaría debajo de la sequoia, frente a la puerta principal, por la cual el perro habrá pasado en estos momentos —murmuré—. Y también probablemente, antes de que haya aparecido el perro se habrá dado cuenta de que en la casa no hay ni hombre, ni mujer, ni animal alguno. Y por consiguiente, es de presumir que la llegada del perro habrá despertado en su imaginación esta facultad de notar lo incongruente, característica de todo buen detective.

Thrupp entiende bien el oficio, y sabe tan bien como tú y como yo que
Gentlemen’s Rest
no tiene puerta trasera, en el sentido literal del término y que la entrada para los repartidores está a un costado, visible desde la sequoia. Por consiguiente, cuando vea que detrás del perro llegan Bryony y tú el Inspector Principal, Robert Thrupp, juntará dos y dos, y si el resultado es veintidós, es porque ha pasado más de una vez el fin de semana en
Gentlemen’s Rest
, y sabe perfectamente bien que existe este túnel. Siendo un caballero, indudablemente se abstendrá de preguntar sin contemplaciones por qué nuestra joven amiga (a quien, como recordarás, ya conoce ligeramente) eligió entrar en la casa atravesando las entrañas de la tierra. No obstante, no hay duda de que le extrañará.

Me gustaría que no pensaras en voz alta —dijo Barbary con impaciencia— o por lo menos tan prolongadamente. ¿Qué vamos a hacer?

Pasé por alto su interrupción.

—Si, por otra parte —continué— decidimos modificar nuestro plan primitivo, Bryony y yo podemos volvernos por el pasaje a
Abbots Lodging
y dirigimos a la casa como vulgares seres humanos. Ventaja: Thrupp no sospechará, aunque puede parecerle una coincidencia encontrarse aquí con Bryony. Inconveniente: si la casa está vigilada por los amigos de Bryony, éstos la verán llegar a
Gentlemen’s Rest
. y así sabrán dónde está. Creo que el inconveniente pesa más que la ventaja…

—Indudablemente —decidió mi prima.

Bryony metió baza por primera vez.

—Preferiría quedarme en el pasaje por ahora —anunció—. Definitivamente no quiero encontrarme con Mr. Thrupp, no quiero que me vean los otros. Esperaré aquí hasta que se haya ido Mr. Thrupp. Después pueden venir a buscarme.

—Pero, querida, no puedes hacer esto de ninguna manera. —Protestó Barbary—. ¿Esperar en este horrible agujero? ¡Uf!; te volverías loca en cinco minutos. Además tendremos que decirle que se quede a cenar, y Dios sabe cuándo se irá. Hay una hermosa luna ahora, y no tendrá prisa en marcharse.

—Vamos a buscarlo, Bryony. Usted dice que la policía no la busca, y además sabe por experiencia que Thrupp es una buena persona. Le sorprenderá verla aquí, no sabiendo que nos conocemos, pero simplemente pensará que el mundo es chico. Nos presentaremos juntos, y le diremos la verdad: que hemos estado en la iglesia y que vinimos a casa por el pasaje porque usted no lo había visto nunca. ¡Ah!, sería mejor que simulara estar reponiéndose de un resfrío o cosa así como una excusa para no salir al jardín. Cenaremos dentro y no tendrá que dejarse ver absolutamente para nada.

Pero a Bryony pareció horrorizada la idea.

—No podría soportar encontrarme con él.

—Entonces, no necesita usted hacerlo —interrumpió mi prima—. Nos iremos todos adentro desde aquí, y tú llevarás a Bryony directamente a su habitación, es decir, a tu habitación. Que permanezca allí hasta que Thrupp se haya ido. Puedo llevarle a escondidas algo para comer y nosotros comeremos afuera. No tiene que haber misterio con que tú aparezcas de repente en casa, Roger. Además, todo lo que necesitas decir es la verdad. Has estado en la iglesia y has elegido venir aquí, a casa, por el túnel; eso es todo. ¿Por qué no había de ser así, si se te antojara?

—Todavía se puede mejorar esto —dije—. Lleva a Bryony arriba mientras yo corro a la iglesia a recoger mi bicicleta. Sé que no es probable, pero no puedo olvidar que este odioso Custerbell vio mi máquina esta mañana, y si está todavía dando vueltas por los alrededores podría haberla visto fuera de la iglesia. La recogeré y volveré a casa en ella, y me quedaré completamente asombrado cuando contemple a Thrupp liquidando mi mejor cerveza. ¿Qué te parece?

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