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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

El bueno, el feo y la bruja (58 page)

Solté un grito ahogado y me tambaleé hacia atrás. Me dio la sensación de que algo se desgarraba y me quedé mirando a Piscary, estampado contra una pared de siempre jamás. Cayó hecho una maraña de brazos y piernas. Me quedé helada al darme cuenta de que Algaliarept nos había metido en un círculo hecho por él.

Una espesa neblina roja comenzó a palpitar y a zumbar, presionando contra mi piel a pesar de que estaba a más de dos metros de mí. Mientras Piscary se levantaba y se recolocaba la bata, alargué un dedo y toqué la barrera. Un calambre de hielo me recorrió y la superficie se onduló. Era la lámina de siempre jamás más gruesa y fuerte que había visto en mi vida. Noté los ojos de Algaliarept clavados en mí, retiré la mano y me la restregué en los vaqueros.

—No sabía que podías hacer eso —dije y el demonio soltó una risita. Ahora que lo pensaba, tenía sentido. Era un demonio. Existía en siempre jamás, así que era normal que supiese hacerlo.

—Y estoy deseando enseñarte a sobrevivir a la manipulación de tanta cantidad de siempre jamás, Rachel Mariana Morgan —dijo leyéndome la mente—. Por un precio.

Negué con la cabeza.

—¿Más tarde quizá?

Con un grito de rabia frustrada, Piscary cogió una silla de malla metálica y la estrelló contra la barrera. Di un salto y se me quedó la boca seca.

Algaliarept le dedicó al furioso vampiro una mirada de reojo cuando Piscary arrancó la pata de la silla e intentó agujerear la barrera, usándola a modo de espada. El demonio adoptó una postura beligerante al borde del círculo, dejándome ver su prieto trasero enfundado en los pantalones de cuero.

—Vete a tomar por culo, viejo —dijo imitando el falso acento de Kist, enfureciendo a Piscary aun más—. El sol saldrá pronto, tendrás otra oportunidad de cogerla en unos tres minutos.

Levanté la cabeza. ¿Tres minutos? ¿Tan pronto amanecería?

Piscary, furioso, tiró la barra, que rebotó y rodó por la moqueta. Sus ojos eran pozos negros. Comenzó a caminar en círculo alrededor de nosotros, lentamente, cargado de anticipación.

Pero por el momento estaba a salvo en el círculo con Algaliarept. ¿Qué era lo que fallaba en esa frase?

Hice un esfuerzo consciente por soltar los brazos que apretaba rodeando mi cuerpo y miré por la falsa ventana de Piscary para ver un rayo de sol rozar los edificios más altos. Tres minutos. Me apreté los dedos contra la frente.

—Si te pido que mates a Piscary, ¿nos declararías en tablas? —le pregunté alzando la vista.

El demonio adoptó una pose de lado.

—No, aunque matar a Ptah Ammon Fineas Horton Madison Parker Piscary esté en mi lista de cosas por hacer, sigue siendo una petición por tu parte que requiere un coste y que no pagaría tu deuda. Además, si me mandas contra él, Piscary podría volver a invocarme igual que has hecho tú y volverías a estar donde empezaste. El único motivo por el que no puede invocarme ahora mismo es porque no hemos acordado nada y estamos, por así decirlo, en un limbo de invocación.

Sonrió burlonamente y aparté la mirada de él. Piscary seguía allí de pie, escuchando, obviamente tramando algo.

—¿Puedes sacarme de aquí? —le pregunté pensando en escapar.

—Sí, a través de una línea luminosa, pero esta vez te costará tu alma. —Se humedeció los labios—. Y entonces serás mía.

De mal en peor.

—¿Puedes darme algo para protegerme de él? —le rogué, desesperada.

—Igual de caro… —Se ajustó los guantes más a los dedos—. Y ya tienes lo que necesitas.
Tic-tac
, Rachel Mariana Morgan. Cualquier cosa que te salve la vida te costará el alma.

Piscary sonreía y a mí se me revolvía el estómago al verlo inmóvil a unos dos metros y medio. Mis ojos se posaron de pronto en mi bolso que contenía el vial que Kist me había dado. Estaba fuera de mi alcance, al otro lado de la barrera.

—¿Qué debería pedir? —grité desesperadamente.

—Si te contesto a eso, no te quedará lo suficiente para conseguirlo, querida —dijo en un susurro, inclinándose hacia mí y moviéndome los rizos. Di un respingo hacia atrás al oler a azufre—. Y tú eres una bruja con recursos —añadió—. Cualquiera que pueda hacer sonar las campanas de la ciudad, puede sobrevivir al ataque de un vampiro. Incluso de uno tan viejo como Ptah Ammon Fineas Horton Madison Parker Piscary.

—¡Pero si estoy a tres plantas bajo tierra! —protesté—. No puedo alcanzar una línea luminosa.

El cuero crujió cuando empezó a rodearme caminando con las manos entrelazadas a la espalda.

—¿Qué vas a hacer?

Maldije entre dientes. Fuera del círculo, Piscary esperaba. Incluso si lograba escapar, Piscary se libraría de todo. No era cuestión de pedirle a Algaliarept que testificase.

Levanté la mirada con los ojos abiertos como platos.

—¿Cuánto tiempo? —le pregunté.

La visión de Kist se miró la muñeca y un reloj idéntico al que había machacado con el martillo para la carne apareció en ella.

—Un minuto y medio. Me quedé helada.

—¿Qué pides a cambio de testificar ante un tribunal de la SI o la AFI que Piscary es el asesino en serie de brujos?

Algaliarept sonrió.

—Me gusta tu forma de pensar, Rachel Mariana Morgan.

—¿Cuánto? —le grité mirando hacia el sol asomándose por el costado de los edificios.

—Mi precio no ha cambiado. Necesito un nuevo familiar y me está costando demasiado tiempo conseguir el alma de Nicholas Gregory Sparagmos.

Mi alma. No podía hacerlo, incluso si eso satisficiese a Algaliarept y finalmente evitase que Nick perdiese su alma y fuese arrastrado a siempre jamás para ser el familiar del demonio. Mi expresión estaba desencajada y me quedé mirando a Algaliarept tan fijamente que el demonio parpadeó sorprendido. Tenía una idea. Era descabellada y arriesgada, pero quizá era lo suficientemente disparatada como para funcionar.

—Me ofrezco voluntaria para ser tu familiar —susurré sin saber si podría sobrevivir a la energía que fluiría por mí o la que me obligaría a almacenar—. Seré tu familiar voluntariamente, pero manteniendo mi alma. —Quizá si mantenía el alma, no podría arrastrarme hasta siempre jamás. Podría quedarme en este lado de las líneas luminosas. Solo podría usarme cuando se pusiese el sol. Quizá. La cuestión era, ¿se tomaría Algaliarept el tiempo de pensárselo?—. Y quiero que testifiques antes de que entre en vigor el contrato —añadí por si acaso lograba sobrevivir.

—¿Voluntariamente? —preguntó empezando a emborronarse por los bordes. Incluso Piscary parecía sorprendido—. Esto no funciona así. Nadie se ha ofrecido nunca voluntario para ser un familiar. No sé qué quiere decir eso.

—¡Significa que soy tu maldito familiar! —le grité, sabiendo que si se lo pensaba, se daría cuenta de que así solo se quedaría con la mitad de mí—. Di que sí ya porque en treinta segundos o Piscary o yo estaremos muertos y te quedarás sin nada. ¡Nada! ¿Hay trato o no?

La visión de Kist se inclinó hacia delante y me agaché. Miró su reloj.

—¿Voluntariamente? —repitió con ojos abiertos de par en par, maravillado y lleno de avaricia.

Atenazada por el pánico asentí. Ya me preocuparía de eso luego, si es que había un luego.

—Hecho —dijo el demonio tan rápido que pensé que seguro que había cometido un error. Me sentí aliviada, luego la realidad me golpeó como una bofetada que me sacudió el alma. Que Dios me ayudase, iba a ser el familiar de un demonio.

Di un salto hacia atrás cuando el demonio alargó el brazo para tocarme la muñeca.

—Tenemos un trato —dijo agarrándome el brazo con rapidez de vampiro.

Le di una patada en pleno estómago. Ni se inmutó, simplemente se balanceó hacia atrás por la transferencia de la inercia, pero aparte de eso no se movió. Solté un grito ahogado cuando me arañó una línea cruzando mi marca de demonio. La sangre empezó a fluir. Di un respingo y acallándome inclinó la cabeza sobre mi muñeca y sopló sobre ella. Intenté soltarme, pero era más fuerte que yo. Estaba harta de la sangre, harta de todo esto. Me soltó y caí de espaldas, resbalándome hasta el suelo por la barrera curva del círculo y notando un hormigueo en la espalda. Inmediatamente me miré la muñeca. Había dos líneas donde antes había solo una. La nueva parecía tan antigua como la primera.

—Esta vez no me ha dolido —dije demasiado agotada mentalmente como para estar conmocionada.

—No te habría dolido la primera vez si no te la hubiesen cosido. Lo que te dolió fue el hilo al quemarse. Soy un demonio, no un sádico.

—¡Algaliarept! —gritó Piscary cuando sellamos nuestro acuerdo.

Me caí de culo cuando la barrera desapareció a mis espaldas y chillé cuando Piscary se abalanzó sobre mí. Me preparé apoyándome contra el suelo y levantando las piernas contra él para hacerlo saltar por encima de mí. Me arrastré hacia mi bolso y el vial. Metí la mano hasta el fondo y Piscary tiró de mí.

—Bruja —siseó agarrándome por el hombro—, conseguiré lo que quiero y luego morirás.

—Vete al infierno, Piscary —le solté a la vez que abría con el pulgar el vial que se destapó con un
pop
y se lo arrojé a la cara.

Piscary gritó y se apartó de mí violentamente. Desde el suelo vi como se sacudía, alejándose y frotándose la cara frenéticamente. Con el corazón en la boca, esperé a que cayese, esperé a que se desmayase. Pero no hizo ninguna de las dos cosas.

Se me hizo un nudo en el estómago por el miedo al ver que Piscary se limpiaba la cara y se llevaba los dedos a la nariz.

—Kisten —dijo con un tono disgustado mezclado con un tono cansado de decepción—, oh, Kisten, tú no.

Tragué saliva.

—Es inofensivo, ¿verdad?

Me miró a los ojos.

—No pensarás que he sobrevivido tanto tiempo contándole a mis niños lo que de verdad puede matarme, ¿verdad?

No me quedaba nada más. Durante tres latidos me quedé mirándolo fijamente. Sus labios se curvaron con una sonrisa ansiosa.

Me levanté de un salto. Piscary me agarró sin esfuerzo por el tobillo cuando intentaba ponerme en pie. Caí y comencé a lanzarle patadas. Logré darle en la cara un par de veces antes de que tirase de mí para inmovilizarme bajo su peso.

La cicatriz de mi cuello palpitó y el miedo fluyó por ella, provocando una mezcla nauseabunda.

—No —dijo Piscary suavemente mientras me dejaba clavada a la moqueta—, esto te va a doler.

Sus colmillos estaban desnudos y goteaban saliva.

Me esforcé por respirar e intenté salir de debajo del vampiro. Se movió a un lado y me sujetó el brazo izquierdo sobre mi cabeza. Tenía el brazo derecho libre. Apreté los dientes y me lancé a por sus ojos.

Piscary se echó hacia atrás. Con fuerza de vampiro, me agarró el brazo derecho y me lo partió. Los altos techos devolvieron el eco de mi grito. Arqueé la espalda y respiré entrecortadamente.

Los ojos de Piscary se volvieron completamente negros.

—Dime si Kalamack tiene una muestra válida —me exigió.

Mis pulmones subían y bajaban intentando respirar. La ola de dolor subió con un sonido sordo por mi brazo y resonó en mi cabeza.

—Vete al infierno… —le dije con voz ronca.

Sin dejar de sujetarme contra el suelo, me apretó el brazo roto.

Me retorcí por el agónico dolor. Todas mis terminaciones nerviosas ardían. Emití un gruñido gutural de dolor y determinación. No se lo diría. Tampoco sabía la respuesta.

Apoyó su peso sobre mi brazo y volví a gritar para no volverme loca. Me dolía el cráneo por el miedo cuando la expresión de los ojos de Piscary se tornó en hambre. Su necesidad instintiva se había despertado instigada por mi resistencia. El negro de sus ojos aumentó. Oí mis sonidos de dolor como si saliesen de fuera de mi cabeza. Debido a la conmoción aparecieron brillos plateados flotando frente a los ojos de Piscary y mis gritos se volvieron de alivio. Iba a desmayarme. Gracias, Dios. Piscary también se dio cuenta.

—No —susurró pasándose la lengua por los dientes con un movimiento rápido para recoger la saliva antes de que cayese—, sé hacerlo mucho mejor. —Levantó el peso de mi brazo y solté un gruñido cuando el tremendo dolor se convirtió en un latido sordo.

Se inclinó para poner su cara a pocos centímetros de la mía. Observó mis pupilas con frialdad mientras los destellos desaparecían y volvía a enfocar la vista. Bajo su impasibilidad había una creciente excitación. Si no hubiese saciado ya su hambre con Ivy, no habría sido capaz de resistirse a desangrarme. Supo en qué momento exacto recobré el conocimiento y sonrió en anticipación.

Cogí aire y le escupí en la cara. Las lágrimas se mezclaron con mi saliva.

Piscary cerró los ojos con expresión de cansada irritación. Me soltó el brazo izquierdo para limpiarse la cara. En ese instante levanté el dorso de la mano para golpearle con fuerza en la nariz.

Me atrapó la muñeca antes de que llegase a golpearle. Sus colmillos brillaban. Me sujetó el brazo. Mis ojos recorrieron el arañazo que me había hecho para invocar el amuleto. El corazón me dio un vuelco. Un hilo de sangre caía lentamente hacia mi codo. Se formó una gota roja que tembló y cayó sobre mi pecho, cálida y suave.

Me trepidaba la respiración. Me quedé mirando, esperando. Su tensión aumentó, sus músculos se tensaron mientas permanecía tumbado sobre mí. Su mirada estaba fija en mi muñeca. Cayó otra gota y la noté pesada contra mi cuerpo.

—¡No! —chillé cuando Piscary dejó escapar un gruñido carnal.

—Ahora lo entiendo —dijo con una voz terroríficamente suave bajo la que se ocultaba una creciente ansiedad—. No me extraña que a Algaliarept le costase tanto averiguar lo que te daba miedo. —Me sujetó el brazo al suelo y se acercó más, hasta que nuestras narices estuvieron la una junto a la otra. No podía moverme. No podía respirar—. Te da miedo el deseo —me susurró—. Brujita, dime lo que quiero saber o te abriré en canal, te llenaré las venas de mí, te haré jadear. Pero te dejaré que recuerdes tu libertad… serás mía para siempre.

—Vete al infierno… —dije aterrorizada.

Se apartó para verme la cara. Noté el calor del contacto de su piel donde la bata la dejaba al desnudo.

—Empezaré por aquí —dijo levantando mi brazo sangrante hasta donde yo pudiese verlo.

—No… —protesté. Mi voz sonaba débil y asustada. No podía evitarlo. Intenté acercarme el brazo, pero Piscary lo tenía bien sujeto. Tiró de él con un movimiento lento y controlado a pesar de que yo luchaba por no moverlo. El brazo roto me provocó náuseas al intentar usarlo para empujarlo con la fuerza de un gatito.

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