Y ella se había descrito a sí misma como «brillante, rica y suave», le dijo Peter.
El animal representaba la forma en que percibíamos a los demás.
Y ella percibía a la gente como «sucia, tonta y fea», le dijo Peter.
La masa de agua representaba su vida sexual. Ajetreada, bulliciosa y atestada. De acuerdo con Carl Jung. Todo lo que decimos lleva nuestra firma. Es nuestro diario. Sin mirarla, Peter dijo:
—No me ha encantado precisamente tu respuesta. Peter dice que su última pregunta, la pregunta sobre la sala blanca sin puertas ni ventanas, representa la muerte.
Para ella, la muerte será temporal, transitoria y confusa.
Los jainistas eran una secta del budismo que afirmaban que podían volar. Que podían caminar sobre el agua. Que podían entender todos los idiomas. Se decía que podían convertir los metales sin valor en oro. Que podían curar a los lisiados y a los ciegos.
Con los ojos cerrados, Misty escucha mientras el doctor le cuenta todo esto. Escucha y pinta. Se levanta antes del amanecer para que Grace le pueda poner la cinta adhesiva en la cara.
—Supuestamente —dice la voz del doctor—, los jainistas podían resucitar a los muertos.
Podían hacer todo aquello porque se torturaban a sí mismos. Se mataban de hambre y vivían sin sexo. La vida de penurias y dolores era lo que les daba sus poderes mágicos.
—La gente llama a esa idea «ascetismo» —dice el doctor.
Él habla y Misty dibuja. Misty trabaja mientras él sostiene la pintura que ella necesita, los pinceles y los lápices. Cuando termina, él le cambia la página. Él hace lo que hacía Tabbi.
Los jainistas eran famosos por todos los reinos de Oriente Próximo. En las cortes de Siria, Egipto, Epiro y Macedonia, ya estaban haciendo sus milagros cuatrocientos años antes del nacimiento de Cristo. Aquellos milagros inspiraron a los judíos esenios y a los primeros cristianos. Dejaron perplejo a Alejandro Magno.
El doctor Touchet sigue hablando sin parar y dice que los mártires cristianos fueron vástalos de los lamistas. Todos los días, santa Catalina se azotaba a sí misma tres veces. El primer azote era por sus propios pecados. El segundo azote por los pecados de los vivos. El tercero era por los pecados de todos los muertos.
San Simeón fue canonizado después de permanecer de pie sobre un pilar, expuesto a los elementos, hasta que empezó a pudrirse en vida.
Misty dice:
—Este ya está acabado. —Y espera una hoja de papel nueva, un lienzo nuevo.
Se oye al médico coger la pintura nueva. Dice:
—Maravilloso. Absolutamente inspirado. —Su voz se aleja mientras cruza la habitación con la pintura a cuestas. Se oye un bisbiseo cuando escribe un número a lápiz en la parte de atrás. Las olas del océano que hay fuera susurran y rompen. Coloca la pintura junto a la puerta, luego su voz de médico regresa, cercana y alta, y dice—: ¿Quiere papel otra vez o lienzo?
No importa.
—Lienzo —dice.
Misty no ha visto ninguna de sus pinturas desde que murió Tabbi. Dice:
—¿Adonde las lleva?
—A un lugar seguro —dice.
La regla se le retrasa ya casi una semana. Por culpa de no comer. No necesita mear ni hacer tests de embarazo. Peter ya ha hecho su trabajo, trayéndola aquí.
Y el médico dice:
—Ya puede empezar.
Su mano se cierra en torno a la de ella y la lleva hacia delante hasta que toca la tela áspera y tensada, ya preparada con una capa de cola de conejo.
Los judíos esenios, dice, eran originariamente una banda de anacoretas persas que adoraban al sol.
Anacoretas. Así se llamaba a las mujeres emparedadas vivas en los sótanos de las catedrales. Emparedadas para darle un alma al edificio. La loca historia de los constructores de edificios. Emparedando whisky y mujeres y gatos entre los muros. Y entre ellos, su marido.
Tú.
Misty, atrapada en la buhardilla, con la pesada escayola impidiéndola salir de aquí. La puerta cerrada con llave desde fuera. Los médicos siempre listos con una jeringuilla llena de algo en caso de que se le suban los humos. Oh, Misty podría escribir un libro sobre anacoretas.
Los esenios, dice el doctor Touchet, vivían apartados del mundo normal. Se entrenaban soportando enfermedades y torturas. Abandonaban sus familias y sus propiedades. Sufrían creyendo que a las almas inmortales del cielo se las atraía engañosamente a bajar a la tierra y asumir forma física con el objeto de tener relaciones sexuales, beber, tomar drogas y comer demasiado.
El joven Jesucristo aprendió de los esenios. Juan el Bautista aprendió de los esenios.
Se hacían llamar curanderos y ya llevaban a cabo todos los milagros de Jesucristo —curar a los enfermos, resucitar a los muertos, expulsar demonios— siglos antes de Jesucristo. Los jainistas ya convertían el agua en vino siglos antes de que los esenios lo hicieran siglos antes de Jesucristo.
—Se pueden repetir los mismos milagros una y otra vez mientras nadie recuerde la última vez —dice el médico—. Recuerde eso.
Igual que Jesucristo dijo de sí mismo que era una piedra rechazada por los mamposteros, los ermitaños jainistas habían dicho que eran troncos rechazados por todos los carpinteros.
—Su idea —dice el doctor— es que el visionario debe vivir apartado del mundo ordinario, rechazar el placer, la comodidad y el conformismo a fin de conectar con la divinidad.
Paulette trae el almuerzo en una bandeja, pero Misty no quiere comida. Oye comer al doctor desde el interior de sus párpados cerrados. El chirrido del cuchillo y el tenedor sobre el plato de porcelana. El tintineo del hielo en el vaso de agua.
El médico dice:
—¿Paulette? —Con la voz llena de comida, dice—: ¿Puede llevar esas pinturas que hay junto a la puerta y ponerlas en el comedor con las demás?
Un sitio seguro.
Huele a jamón y a ajo. También hay algo de chocolate, pudin o tarta. Se oye masticar al médico y el ruido mojado de tragar.
—Lo interesante —dice el médico— es considerar el dolor una herramienta espiritual.
Dolor y carestía. Los monjes budistas se sientan en los tejados, ayunan y no duermen hasta que llegan a la revelación. Aislados y expuestos al viento y al sol. Compáralos con san Simeón, que se pudrió en su columna. O con los siglos de practicantes impasibles de yoga. O con los nativos americanos que emprendían viajes visionarios. O con las chicas americanas del siglo XIX que ayunaban hasta morir movidas por la piedad religiosa. O con santa Verónica, cuyo único alimento fueron cinco semillas de naranja que masticaba en memoria de las cinco heridas de Cristo. O con lord Byron, que ayunó y se purgó y llevó a cabo su heroica travesía del Helesponto. Un anoréxico romántico. Con Moisés y Elias, que ayunaron en el Antiguo Testamento para tener visiones. Con las brujas inglesas del siglo XVII, que ayunaban para llevar a cabo sus hechizos. O con los derviches, que se agotan girando en busca de la revelación.
El doctor continúa y continúa.
Todos esos místicos a lo largo de la historia, en todo el mundo, todos encontraron el camino a la revelación mediante el sufrimiento físico.
Y Misty continúa pintando.
—Es aquí cuando se pone interesante —dice la voz del doctor—. De acuerdo con la fisiología del cerebro dividido, el cerebro se compone de dos mitades, como una nuez.
La mitad izquierda del cerebro se encarga de la lógica, el lenguaje, el cálculo y la razón, dice. Es la mitad que la gente percibe como su identidad personal. Es la base consciente, racional y cotidiana de nuestra realidad.
El lado derecho del cerebro, le dice el médico, es el centro de la intuición, la emoción, la perspicacia y la capacidad de reconocimiento de formas. El inconsciente.
—El cerebro izquierdo es un científico —dice el médico—. El cerebro derecho es un artista.
Dice que la gente vive normalmente con la mitad izquierda del cerebro. Solamente cuando uno sufre un dolor extremo, está preocupado o enfermo, su inconsciente puede filtrarse en su mente consciente. Cuando alguien está herido, enfermo, llorando la muerte de alguien o deprimido, el cerebro derecho puede asumir el control durante un instante y abrir paso a la inspiración divina.
Un destello de inspiración. Un momento de comprensión.
El psicólogo francés Pierre Janet llamaba a este estado «un descenso del umbral mental».
El doctor Touchet lo llama
abaissemet du niveau mental
.
Cuando estamos cansados, deprimidos, hambrientos o sufrimos dolor.
De acuerdo con el filósofo alemán Carl Jung, esto nos permite conectarnos con un cuerpo universal de conocimiento. La sabiduría de todo el mundo durante todo el tiempo.
Carl jung y lo que Peter le dijo a Misty sobre ella misma. El color dorado. Las palomas. El canal de Saint Lawrence.
Frida Kahlo y sus llagas sangrantes. Todos los grandes artistas son inválidos.
De acuerdo con Platón, no aprendemos nada. Nuestra alma ha vivido tantas vidas que lo sabemos todo. Los maestros y la educación solamente pueden recordarnos lo que ya sabemos.
Nuestra tristeza. Esa supresión de nuestra mente racional es la fuente de inspiración. La musa. Nuestro ángel de la guarda. El sufrimiento nos saca de nuestro autocontrol racional y permite que lo divino se canalice a través de nosotros.
—Una cantidad suficiente de estrés —dice el médico—, ya sea positivo o negativo, ya sea por amor o por dolor, puede inutilizarnos la razón y proporcionarnos ideas y talentos que no podríamos conseguir de ninguna otra forma.
Todo eso podría haberlo dicho Ángel Delaporte. El método Stanislavski de las acciones físicas. Una fórmula fiable para hacer milagros por encargo.
El doctor se acerca más a Misty y ella nota su aliento cálido en un lado de la cara. El olor a ajo y jamón.
Su pincel se detiene y Misty dice:
—Este está acabado.
Alguien llama a la puerta. La cerradura hace clic. Luego la voz de Grace dice:
—¿Cómo se encuentra, doctor?
—Está trabajando —dice él—. Ten, ponle número a este, es el ochenta y cuatro. Luego ponlo con los demás.
Y Grace dice:
—Misty, cariño, hemos pensado que te gustaría saber que hemos estado intentando contactar con tu familia. Por lo de Tabbi.
Se oye a alguien quitando el lienzo del caballete. Unos pasos lo llevan al otro lado de la habitación. Misty no tiene ni idea de cómo ha quedado.
No pueden traer de vuelta a Tabbi. Tal vez Jesucristo hubiera podido, o los jainistas, pero nadie más. Con la pierna lisiada, con su hija muerta, con su marido en coma, atrapada allí y consumiéndose, intoxicada y con migrañas... Si el doctor tuviera razón, Misty podría estar caminando sobre las aguas. Podría resucitar a los muertos.
La isla entera va a acudir. Igual que acudieron al funeral de Harrow Wilmot. El doctor Touchet embalsamará el cadáver en su sala de reconocimientos, la de los azulejos verdes, con su escritorio de contable de acero y los diplomas salpicados de cagadas de mosca en las paredes.
Al polvo volvemos. Su niñita en una urna.
La Mona Lisa de Leonardo no es más que mil millares de manchas de pintura. El David de Miguel Ángel no es más que un millón de martillazos. Nosotros mismos no somos más que un millón de trocitos colocados de la forma correcta.
Con la cinta adhesiva manteniéndole los ojos cerrados y la cara relajada, como una máscara, Misty dice:
—¿Ha ido alguien a decírselo a Peter?
Alguien suspira, respirando hondo y luego soltando el aire. Y Grace dice:
—¿Qué se conseguiría con eso?
Es su padre.
Eres su padre.
La nube gris que es Tabbi se la llevará el viento. La arrastrará por la costa hacia el pueblo, el hotel, las casas y la iglesia. Hacia los letreros de neón, las vallas publicitarias, los logotipos comerciales y los nombres de marcas registradas.
Querido Peter de mi alma, considérate informado.
Solamente para que conste en acta, un problema de la facultad de bellas artes es que te hace perder mucho romanticismo. Toda esa basura sobre pintores y buhardillas desaparece bajo la carga que tienes que aprender sobre química, sobre geometría y anatomía. Lo que te enseñan explica el mundo. Tu educación lo deja todo limpio y ordenado. Decidido y sensato.
Durante todo el tiempo que estuvo saliendo con Peter Wilmot, Misty supo que no era a él a quien amaba. Las mujeres se limitan a buscar el mejor espécimen físico para engendrar a sus hijos. Una mujer saludable está programada para buscar el triángulo de músculos lisos debajo del cuello abierto de la camisa de Peter porque los humanos han evolucionado perdiendo el pelo a fin de sudar y permanecer frescos mientras dejan atrás alguna forma calurosa y agotada de proteína de animal peludo.
Los hombres con menos vello corporal también son menos susceptibles de tener piojos, pulgas y ácaros.
Antes de sus citas, Peter cogía una de las pinturas de Misty. Una que estuviera enmarcada y con
passe-partout
. Y le pegaba dos tiras extralargas de cinta adhesiva de doble cara en la parte de atrás del marco. Con cuidado de la cinta pegajosa, se metía la pintura por debajo del borde de su jersey ancho.
A cualquier mujer le gustaría la forma en que Peter le pasaba las manos por el pelo. Es pura ciencia. El contacto físico imita las prácticas tempranas de acicalamiento entre padres e hijos. Estimula la producción de hormona del crecimiento y de enzimas ornitina decarboxilasa. A la inversa, los dedos de Peter al frotarle la nuca le bajaban de forma natural los niveles de hormonas del estrés. Esto se ha demostrado en laboratorios, frotando a ratas con pinceles.
Después de adquirir conocimientos sobre biología, esta ya no te puede engañar.
En sus citas, Peter y Misty iban a museos y galerías de arte. Los dos solos, caminando y hablando. Peter tenía un aspecto un poco cuadro por delante, un poco embarazado del cuadro de ella.
En el mundo no hay nada especial. Nada mágico. Nada más que física.
Los idiotas como Ángel Delaporte que buscan razones sobrenaturales para acontecimientos ordinarios sacan a Misty de sus casillas.
Recorriendo las galerías en busca de un espacio en blanco en la pared, Peter era un ejemplo viviente de la sección áurea, la fórmula usada por los escultores griegos de la Antigüedad para calcularlas proporciones perfectas. Sus piernas eran 1,6 veces más largas que su torso. Su torso era 1,6 veces más largo que su cabeza.