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Authors: Charlaine Harris

De muerto en peor (22 page)

—Oh, no. —Pero tenía la sensación que aún me quedaba por escuchar la conclusión de todo aquello.

—Sí, ¿qué es peor? ¿Qué se haya escapado o los asesinatos?

Es muy probable que los turistas tuvieran una opinión al respecto.

Casi ni me había dado cuenta de que Amelia había entrado en el salón y vi que no parecía sorprendida por ver allí a Bill. Por lo tanto, debía de estar despierta cuando Bill llegó para ocupar el puesto de Pam. Amelia no conocía a Frannie, pero no interrumpió su narración.

—Resulta que en Las Vegas hay un cártel de vampiros muy grande, pues las ganancias son enormes —nos explicó Frannie—. Le siguieron la pista a mi madre antes de que la policía diera con ella. Volvieron a limpiar su rastro. Resulta que los de Whispering Palms, el lugar donde estaba recluida, habían alertado a todos los seres sobrenaturales de la zona para que estuvieran al tanto. Cuando llegué al casino donde habían encontrado a mi madre, los vampiros estaban explicándole a Quinn que se habían hecho cargo de todo y que ahora volvía a estar en deuda con ellos. El les explicó que estaba en proceso de recuperación después de haber resultado malherido y que no podía volver a las minas. Le ofrecieron tomarme a mí como donante de sangre o como prostituta para los vampiros que estuvieran de visita en Las Vegas y él, a modo de respuesta, se limitó a eliminar al que se lo propuso.

Intercambié una mirada con Bill, naturalmente. La oferta para «emplear» a Frannie había sido concebida para que todo lo demás pareciese mejor.

—Entonces dijeron que conocían un reino muy débil que estaba prácticamente disponible, y se referían a Luisiana. Quinn les dijo que podían conseguirlo a cambio de nada si el rey de Nevada se casaba con Sophie-Anne, pues ella no estaba en posición de poder negarse a la oferta. Pero resultó que el rey estaba presente. Dijo que detestaba a los tullidos y que de ninguna manera pensaba casarse con una vampiro que había matado a su anterior esposo, por muy apetitoso que fuese su reino, incluso con la añadidura de Arkansas. —Sophie-Anne era la titular tanto de Arkansas como de Luisiana desde que el tribunal vampírico la había declarado inocente del asesinato de su esposo (el rey de Arkansas). Debido al atentado, Sophie-Anne no había tenido aún oportunidad de consolidar su posición. Estaba segura, sin embargo, de que era algo que tenía en su lista de cosas pendientes de hacer en cuanto hubiera recuperado las piernas.

Bill volvió a abrir el teléfono y se puso a teclear números. No obtuvo respuesta a su llamada. Sus oscuros ojos echaban chispas. Estaba completamente acelerado. Se inclinó para coger la espada que había dejado apoyada en el sofá. Sí, había venido a mi casa armado hasta los dientes. Yo no guardaba ese tipo de cosas en el cobertizo de las herramientas.

—Pretenderán hacerse con nosotros sin hacer ruido y con rapidez, para que los medios de comunicación humanos no se enteren. Urdirán cualquier historia para explicar por qué los vampiros conocidos han sido sustituidos por otros que nadie conoce —dijo Bill—. Dime, chica, ¿qué papel juega tu hermano en todo esto?

—Le obligaron a decir cuánta gente erais y a explicar todo lo que sabía sobre la situación en Luisiana —dijo Frannie. Y para empeorar las cosas, se echó a llorar—. Él no quería hacerlo. Intentó negociar con ellos, pero lo tenían cogido precisamente por donde querían. —Frannie parecía ahora diez años mayor de lo que en realidad era—. Intentó llamar a Sookie un millón de veces, pero ellos siempre estaban vigilándolo y él tenía miedo de conducirlos directamente hasta ella. De todas formas, lo descubrieron igualmente. Cuando se enteró de lo que pensaban hacer, decidió correr un riesgo enorme, para los dos, y enviarme a mí aquí. Me alegré de tener un amigo que pudiera recuperar mi coche.

—Alguno de vosotros debería haberme llamado, haberme escrito, cualquier cosa. —A pesar de nuestra actual crisis, no pude evitar expresar mi amargura.

—No podía hacerte saber lo mal que estaba la situación. Dijo que sabía que intentarías encontrarlo como fuera, pero no había salida.

—Evidentemente que habría intentado sacarlo de todo esto —dije—. Es lo que suele hacerse cuando alguien está metido en problemas.

Bill permanecía en silencio pero no me quitaba los ojos de encima. También le había rescatado a él cuando tuvo problemas. A veces, sentía haberlo hecho.

—¿Por qué está ahora tu hermano con ellos? —preguntó de forma cortante Bill—. Ya les ha dado la información. Son vampiros. ¿Para qué lo necesitan?

—Lo traerán con ellos para negociar con la comunidad de los sobrenaturales, concretamente con los hombres lobo —dijo Frannie, que de pronto parecía la señorita secretaria de una multinacional. Frannie me daba lástima. Como producto de la unión entre un humano y una mujer tigre, carecía de poderes especiales que le otorgaran cierta ventaja o que le sirvieran como ficha para negociar. Tenía la cara manchada por el rímel corrido y se había comido las uñas hasta dejarlas en carne viva. Daba pena.

Pero no era momento para preocuparse por Frannie: los vampiros de Las Vegas pensaban apoderarse del estado.

—¿Qué podemos hacer? —pregunté—. Amelia, ¿has comprobado las defensas de la casa? ¿Están nuestros coches? —Amelia asintió rápidamente—. Bill, ¿has llamado a Fangtasia y a todos los demás sheriffs?

Bill movió afirmativamente la cabeza.

—Sigo sin tener respuesta de Cleo. Arla Yvonne me ha respondido y ya había oído el rumor del ataque. Ha dicho que iba a esconderse y que intentaría llegar hasta Shreveport. Tiene con ella a seis de los suyos. Desde que Gervaise murió, sus vampiros han estado cuidando a la reina y su lugarteniente es ahora Booth Crimmons. Booth dice que esta noche estaba fuera y su hija, Audrey, que se había quedado con la reina y Sigebert, no responden. Ni siquiera contesta el delegado al que Sophie-Anne envió a Little Rock.

Nos quedamos un momento en silencio. La idea de que Sophie-Anne hubiese muerto resultaba casi inimaginable.

Bill se estremeció visiblemente.

—Por lo que debemos permanecer aquí —prosiguió— o encontrar otro lugar para vosotras tres. En cuanto esté seguro de que estáis a salvo, trataré de localizar a Eric lo antes posible. Si quiere sobrevivir a esta noche, necesitará todo par de manos que esté disponible.

A buen seguro había sheriffs que habían muerto ya. Eric podía morir aquella misma noche. Tomar conciencia de aquello fue como un bofetón en la cara. Empecé a jadear y me esforcé por mantenerme en pie. No podía permitirme pensar en aquello.

—No nos pasará nada —dijo Amelia muy decidida—. Estoy segura de que tú eres un gran luchador, Bill, pero nosotras no nos quedamos mancas.

Con todos los debidos respetos a las artes de brujería de Amelia, estábamos indefensas; al menos, contra los vampiros.

Bill se volvió de repente y se quedó mirando hacia el pasillo y la puerta trasera. Había oído algo que no había llegado a los oídos humanos. Pero, un segundo después, escuché una voz que me resultaba familiar.

—Déjame entrar, Bill. ¡Cuanto antes, mejor!

—Es Eric —dijo Bill con gran satisfacción. Moviéndose a una velocidad cegadora, se desplazó hasta la parte posterior de la casa. Eric estaba fuera y me relajé un poco. Estaba vivo. Me di cuenta enseguida de que no iba acicalado como siempre. Llevaba la camiseta rota e iba descalzo.

—No me han dejado llegar al club —dijo mientras él y Bill avanzaban por el pasillo para unirse a nosotras—. Mi casa no era un buen lugar, estando solo. No podía contactar con nadie. Recibí tu mensaje, Bill. Sookie, estoy aquí para solicitar tu hospitalidad.

—Por supuesto —dije automáticamente, aunque en realidad debería habérmelo pensado—. Pero a lo mejor deberíamos ir a... —Estaba a punto de sugerir que cruzáramos el cementerio para ir a casa de Bill, que era más grande y estaba mejor preparada para vampiros, cuando surgieron más problemas. Nadie había prestado más atención a Frannie desde que terminara su relato, y el bajón que había experimentado una vez comunicadas aquellas dramáticas noticias le había hecho pensar en el desastre potencial al que nos enfrentábamos.

—Tengo que salir de aquí—dijo Frannie—. Quinn me dijo que me quedara, pero vosotros sois... —El volumen de su voz iba subiendo. Se había puesto en pie y todos los músculos de su cuerpo estaban en tensión mientras la cabeza le daba vueltas.

—Frannie —dijo Bill. Posó sus dos blancas manos a ambos lados de la cara de Frannie. La miró a los ojos. Frannie se calló—. Quédate aquí, no seas estúpida, y haz lo que Sookie te diga.

—De acuerdo —dijo Frannie, ya más tranquila.

—Gracias —dije. Amelia miraba a Bill conmocionada. Me imaginé que nunca había visto a un vampiro hechizando a nadie—. Voy a buscar mi rifle —dije sin dirigirme a nadie en concreto pero, antes de que pudiera dar un paso, Eric se volvió hacia el armario que había junto a la puerta de entrada. Lo abrió y sacó el Benelli. Se volvió y me la entregó con una expresión de perplejidad. Nuestras miradas se encontraron.

Eric recordaba dónde guardaba el rifle. Lo sabía de cuando había estado en mi casa y había perdido la memoria.

Cuando conseguí apartar la vista, vi que Amelia estaba tímidamente pensativa. Aun teniendo en cuenta que llevaba poco tiempo conviviendo con ella, sabía que aquella expresión no me gustaba. Significaba que estaba a punto de hacer un comentario, un comentario que no me iba a hacer ninguna gracia.

—¿Estamos excitándonos por nada? —preguntó con aire retórico—. A lo mejor hemos caído presas del pánico sin tener motivo alguno para ello.

Bill se quedó mirando a Amelia como si se hubiese transformado en un mandril. Frannie se mostraba completamente indiferente.

—Al fin y al cabo —dijo Amelia con una sonrisita de superioridad—, ¿por qué tendrían que venir a por nosotras? ¿O, más concretamente, a por ti, Sookie? Porque me imagino que los vampiros no vendrían a por mí. Pero dejando a un lado este detalle, ¿por qué tendrían que venir aquí? Tú no formas parte esencial del sistema de defensa de los vampiros. ¿Qué razón tendrían para querer matarte o capturarte?

Eric había hecho un recorrido repasando puertas y ventanas. Terminó en el momento en que Amelia daba por finalizado su discurso.

—¿Qué ha pasado? —preguntó.

—Amelia está explicándome que no existe un motivo racional por el que los vampiros pudieran querer venir a por mí en su intento de conquistar el estado —respondí.

—Por supuesto que vendrán —dijo Eric, sin apenas mirar a Amelia. Examinó un instante a Frannie, movió afirmativamente la cabeza dando su aprobación y se situó a un lado de una ventana del salón para ver el exterior—. Sookie tiene un vínculo de sangre conmigo. Y ahora yo estoy aquí.

—Sí —replicó con intensidad Amelia—. Muchas gracias, Eric, por venir directamente a esta casa.

—¿No eres una bruja con mucho poder, Amelia?

—Sí, lo soy —respondió Amelia con cautela.

—¿Acaso no es tu padre un hombre rico y muy influyente en este estado? ¿Acaso no es tu mentora una bruja importante?

¿Quién se había dedicado a buscar por Internet? Eric y Copley Carmichael tenían algo en común.

—Sí —dijo Amelia—. De acuerdo, les encantaría poder acorralarnos. Pero aun así, si Eric no hubiese venido aquí, no creo que tuviéramos que preocuparnos por poder sufrir algún daño físico.

—¿Te preguntas si corremos de verdad peligro? —dije—. ¿Con vampiros excitados y sedientos de sangre?

—No les serviremos de nada si no estamos vivas.

—A veces ocurren accidentes... —dije, y Bill resopló. Nunca lo había oído emitir un sonido tan vulgar y me quedé mirándolo. Se relamía ante la perspectiva de una buena pelea. Tenía los colmillos extendidos. Frannie se había quedado mirándolo, pero la expresión de Bill no se alteró. Si hubiera existido la mínima posibilidad de que Frannie se mantuviera tranquila y cooperara, le habría pedido a Bill que la sacara de aquel estado artificial. Me encantaba que Frannie permaneciera quieta y calladita... pero aborrecía que careciera de voluntad.

—¿Por qué se ha ido Pam? —pregunté.

—Puede ser de más valor en Fangtasia. Los demás han ido al club y ella podrá decirme si están o no encerrados allí. Ha sido una estupidez por mi parte llamarlos a todos y decirles que se reunieran; tendría que haberles dicho que se dispersasen. —Por su aspecto, adivinaba que era un error que Eric nunca volvería a cometer.

Bill se acercó a una ventana; escuchaba los sonidos de la noche. Miró a Eric y sacudió la cabeza. Aún no había nadie.

Sonó entonces el teléfono de Eric. Se quedó un minuto a la escucha y dijo:

—Buena suerte. —Y colgó.

—Casi todos los demás están en el club —le dijo a Bill, que asintió.

—¿Dónde está Claudine? —me preguntó Bill.

—No tengo ni idea. —¿Por qué Claudine aparecía unas veces cuando yo tenía problemas y otras no? ¿Estaría agotándola?—. Pero no creo que venga con tanto vampiro. No tiene sentido que se presente a defenderme si Eric y tú no podéis quitarle los colmillos de encima.

Bill se puso rígido. Sus agudos oídos acababan de captar alguna cosa. Se volvió e intercambió una larga mirada con Eric.

—No es la compañía que yo habría elegido —dijo Bill con su fría voz—. Pero montaremos un buen espectáculo. Lo siento por las mujeres. —Y me miró, con sus ojos oscuros llenos de una emoción intensa. ¿Amor? ¿Lástima? No podía adivinarlo, pues su cerebro silencioso no me daba ni una pista.

—Aún no estamos en nuestras tumbas —dijo Eric con la misma frialdad.

También yo escuché entonces que se acercaban coches por el camino de acceso. Amelia emitió un sonido involuntario de miedo y los ojos de Frannie se abrieron aún más, aunque siguió en su asiento, como si estuviera paralizada. Eric y Bill se concentraron.

Los coches se detuvieron delante de la casa y escuché el sonido de puertas abriéndose y cerrándose, de alguien caminando hacia la casa.

Hubo una llamada rápida... pero no en la puerta, sino en uno de los postes del porche.

Me acerqué lentamente hacia allí. Bill me agarró por el brazo y se situó delante de mí.

—¿Quién hay ahí? —gritó, y de inmediato voló a un metro de distancia de donde yo estaba.

Esperaba que alguien irrumpiera por la puerta.

Pero no pasó nada.

—Soy yo, el vampiro Víctor Madden —dijo una voz alegre.

Inesperado. Y sobre todo para Eric, que cerró brevemente los ojos. La identidad y la presencia de Víctor Madden habían significado muchas cosas para Eric, aunque yo no sabía qué.

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