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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky Volumen II (18 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky Volumen II
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El objeto que se propone el Trabajo es acrecentar la Conciencia mental. Hacemos lo que hacemos porque no somos apropiadamente conscientes. Somos la gente que vive en las tinieblas mencionada en los Evangelios. Una de las ideas fundamentales de esta enseñanza es que toda la humanidad está dormida y por eso suceden en la Tierra cosas tan horribles. ¿Cuál es la verdadera razón de todo ello? La verdadera razón radica en la
ausencia de Conciencia mental.
Si el Hombre pudiera despertar, si llegara a ser más consciente, todo cambiaría. Primero, sin embargo, debe despertar para sí mismo; su conciencia de sí, su percepción de sí se acrecentarán enormemente. Ahora bien, si se toma a sí mismo como una sola persona, esto es imposible. Seguirá siendo ciego a las muchas cosas diferentes que siempre hay en él. Hablando sobre la identificación, el Sr. G. dijo que era uno de los mayores males, una de las enfermedades más terribles, y que ante todo un hombre debe luchar contra la identificación consigo mismo. El Hombre, dijo, posee toda clase de ilusiones, toda clase de imágenes de sí mismo, y con estas ilusiones e imágenes está identificado. Se cree una sola persona que tiene Voluntad y plena Conciencia. Esto es identificarse consigo mismo. Es una de sus formas. Ahora bien, quizá sepa que no es así pero en realidad seguirá obrando y comportándose "como si tuviera Voluntad y plena Conciencia. Esto se debe a que el conocimiento aún no ha penetrado y está simplemente en la mente como conocimiento. Es sabido que la primera forma de recuerdo de sí es la comprensión de la propia mecanicidad. Esto es comprender directamente que no se tiene una Voluntad, sino muchas voluntades, y no se tiene verdadera Conciencia, sino muchas conciencias intermitentes y pequeñas.

Ahora bien, las gentes dicen que se observan a sí mismas y llegan a cierto punto, y luego les es imposible proseguir y se alejan de lo que han visto. Si ésta observación de sí es genuina, hallarán que son llevadas otra vez al punto por algún otro camino. Por otra parte, si no es genuina, si es meramente una ligera dramatización de sí, en ese punto mismo caerán en el sueño. Según mi parecer la enseñanza general de las influencias del Trabajo que obran sobre usted, una vez que ha empezado a trabajar sinceramente, siempre lo guiarán si no interfiere demasiado creyendo saber lo que más le conviene.

Ahora les diré algo cuya importancia es considerable; hablo otra vez a quienes desean trabajar sinceramente. Cada mañana, o al menos cada día, es preciso que se pongan deliberadamente bajo la influencia del trabajo. En nosotros hay estados de Trabajo y estados de vida. Ahora bien, si está en un estado de Trabajo, está, por así decirlo, protegido contra una cantidad de estados desagradables en los que de otro modo hubiera podido caer fácilmente. A veces, cuando uno está en el estado de Trabajo alcanza momentáneamente la posición central sobre la cual hablé, y se tiene la maravillosa experiencia de no estar identificado por un momento. Es preciso que cada uno se ponga, dije, todos los días en estado de Trabajo. Para hacerlo es preciso que encuentre la manera que más convenga a su propio caso. Hay, por ejemplo, el recuerdo de su propósito y al mismo tiempo la tentativa de recordarse a sí mismo. En su mente se repite siempre algo que ha oído y leído en relación con el Trabajo. Tiene siempre presente el día anterior o el recuerdo de que tiene que ser más consciente en relación con otra persona, y sobre todo, el sentimiento de estar en presencia del Trabajo y ver las cosas a la luz del Trabajo. Esto es una gran ayuda —de hecho, ayuda hasta un grado incalculable. Pero depende de la calidad del esfuerzo. Si no se da nada, nada se puede esperar.

Birdlip, 10 de junio, 1944
Etapas del despertar en el trabajo

Estamos acostumbrados a nuestro olor. Ahora bien, mientras sigamos viviendo confortablemente en la espesa y nauseabunda atmósfera de nosotros mismos, dando todo por supuesto, incluso a nosotros mismos, no podremos despertar. ¿Por qué es esto así? Es porque nunca nos hemos preguntado qué somos o cuál es el significado de todas las cosas. Nos limitamos a comer y dormir, luchar y querellar, hablar y oír, ver y tocar, mover y sentir. Damos todo esto por supuesto, sin tener la menor idea de que es extraordinario. A este respecto no cuesta nada satisfacernos. Nos movemos sobre la superficie de las cosas y tenemos simpatías y antipatías, amores y odio, etc. y eso es todo, en lo que nos concierne a nosotros; todo es dado por supuesto. No hay sentido de extrañeza en todas las cosas. Si es así, entonces estamos verdaderamente dormidos y se necesitará mucho dolor y cosas muy desagradables, muchos choques pesados, muchas experiencias sorprendentes, para despertarnos a nuestra verdadera conciencia.

La vida contiene muchos choques naturales de los cuales uno es la muerte. El tener que afrontar la muerte nos hace a veces pensar de un modo real. Pero el torrente de los sentidos, y el griterío de la vida moderna, embota y ensordece este punto de pensamiento, de tal modo que rara vez emerge y se hace sentir. Por cierto nos encolerizamos al no poder hacer lo que queremos en cuestiones que nos atañen de cerca, pero esto no nos hace pensar en qué somos y dónde estamos, sino que, al contrario, nos adormece más que nunca. Nos sumergimos otra vez en la vida esperando que nuestros deseos serán cumplidos por último y contemplamos todos los fracasos temporarios y continuos como si fueran excepcionales. No obstante, todo ello es necesario —
mientras
no empecemos a pensar. Luego tiene comienzo en nosotros una nueva situación.
Hemos empezado a pensar.
El objeto de este Trabajo es hacernos pensar —no pensar en desquitarnos de alguien que nos ha engañado o en atraer a alguien que nos ignora o en lograr más poder personal, más aliciente o más placer, más confort, mejor posición, o en decir cosas desagradables a los otros— no, este Trabajo estriba en hacernos pensar exactamente en todo este aspecto de nosotros, mediante la observación de sí, de modo que empecemos a ver qué somos y dónde estamos. Sin embargo, esto necesita mucho tiempo, y nada es peor que
fingir
que ya sabemos. Una persona que finge tener o conocer lo que es ni tiene ni conoce —tal persona se ha forjado una imagen de sí misma. Esto detiene todo lo que hay de genuino en todas las direcciones de desarrollo. De toda la expulsión de los demonios mencionada en los Evangelios, la expulsión de las imágenes de uno mismo de seguro debe estar en primer lugar, porque las imágenes obstaculizan toda experiencia nueva y toda línea de desarrollo interior. Todos tenemos imágenes de nosotros mismos. Dondequiera que estén, allí detienen el desarrollo en un sentido más real de lo que pudiera hacerlo una tonelada de cemento que no dejara crecer cosa alguna debajo de ella. Pensamos en la imaginación como si fuera una ligera insignificancia. Pero la imaginación es muy poderosa —muy real— como el cemento. Las imágenes tienen su origen en la imaginación, bajo el control de la vanidad. Hay formas fijas de imaginación, tejidas por la vanidad. En nosotros la vanidad es una fuerza espantosa y la imaginación es la poderosa constructora que echa los cimientos de la vanidad. Construye imágenes de nosotros mismos. Entonces ya no podemos trasladarnos a nuevas etapas, a nuevas ideas, sentimientos, experiencias y significados. No vemos desde luego ni nuestra vanidad ni las imágenes que nos forjamos de nosotros mismos. Están demasiado cerca de nosotros. Somos días. Podemos ver los
resultados
de la vanidad, pero no la vanidad. Vemos los resultados de la vanidad cuando somos insultados o cuando nos dan por supuestos. Presuponemos nuestra existencia, pero no nos gusta que los otros lo hagan —a primera vista parece una paradoja, pero en realidad es así. En suma, cuando somos vanos, somos ciegos para con nosotros mismos. Nadie piensa que es vano, nadie cree realmente tener imágenes dominantes a cuyo servicio está el día entero. Están demasiado cerca, son demasiado nosotros mismos.

El lado de lo que en realidad somos, y el lado de lo que presuponemos e imaginamos que somos, son dos lados contradictorios. Estos lados contradictorios, sin embargo, existen sin excepción alguna en toda persona. La acción del Trabajo, en cuanto, se comienza a desearlo, nos hace percibir gradualmente esta contradicción —por muchos años. Entonces aparecen los vestigios del verdadero sufrimiento —entremezclados con toda clase de tentativas de auto-justificación y excusas y reacciones— hasta que lleguemos a cansarnos, por el sabor interior, de la auto-justificación. Esto señala una etapa en el Trabajo, un punto definido en el desarrollo de sí. Aquí las imágenes se debilitan. Durante mucho tiempo el Trabajo fue algo exterior. Se toman notas, se trazan diagramas y se hacen preguntas sobre el significado de las palabras. Luego, o comienza a penetrar en la comprensión o no lo hace. Si lo hace, y se lo desea, el Trabajo penetra dentro de uno mismo. Entonces comienza, por así decirlo, a juzgarlo, a señalarle esto o aquello, muy suavemente al comienzo, más distintamente después. Se trata de evitarlo, claro está. Pero una vez que ha penetrado dentro de sí, al tratar de evitarlo sólo se acrecientan las propias dificultades interiores, y se comprende que ya no es posible prescindir de él y que verse privado de su suave corriente de nuevas significaciones es peor que la muerte. Se entiende entonces lo que significa estar muerto en el sentido del Trabajo. Esta etapa es fácilmente imitada y ocurre a menudo que lo sea. Entonces se habla mucho de las propias dificultades, etc. Después se vuelve uno más silencioso. Hablar de las propias dificultades es la señal de que no se ha entendido gran cosa. Pero es una etapa necesaria por la cual todos deben pasar. El Trabajo es una serie de etapas de comprensión. Si no penetra sigue siendo palabras, actuando en la superficie. Entonces se discute todo. Pero sus ideas son espermáticas —esto es, capaces de penetrar y fertilizar la mente y el sentimiento con una verdadera enseñanza. Corresponde a algo que hemos olvidado, a algo que espera en nosotros, a algo para lo cual nos hemos adormecido desde hace mucho, a algo encubierto por la vida incesante. Esta es la razón por la cual esta antigua enseñanza es capaz de despertarnos. Todo despertar es desagradable. Siempre se puede evitar lo desagradable por medio del aparato de la Falsa Personalidad —por discusiones ingeniosas y hasta estúpidas, por la falta de sinceridad, por los topes, por la auto-justificación, por las actitudes negativas, por recurrir a toda clase de cosas con tal de no interrumpir nuestro sueño. Pero si el Trabajo penetra, esto se hace cada vez más difícil. Se llega a percibir que el Trabajo nos está diciendo en realidad algo difícil de aprehender y que lo que nos dice es quizá muy cierto. Esto es penoso. Cuesta mucho soportarlo y es al mismo tiempo una experiencia maravillosa. Es penoso para un lado de nuestra persona, maravilloso para el otro.

Desde luego todo esto parece muy extraño a aquellos que asisten a las reuniones con la esperanza de que el Trabajo les va a curar su reumatismo o mejorar sus negocios o ayudarlos a pasar un tiempo más divertido o decirles exactamente qué deben comer y beber. No veo cómo se puede llegar a algún lugar contemplando el Trabajo desde ese nivel. Toda esta manera de concebir el Trabajo es demasiado estrecha, demasiado egoísta, demasiado auto-centrada. Se necesita un sentido más profundo de la vida —un sentido que pueda eventualmente captar las tres líneas del Trabajo— trabajar para y sobre si, trabajar con y para los otros, y trabajar en y para el Trabajo mismo. Hay en el Trabajo una frase que afirma que es preciso transmutar el "plomo" en "oro". Esto es hablar en términos del antiguo lenguaje alquímico. El sujeto de la
verdadera
Alquimia era el Hombre y su transformación interior. Pero el Trabajo agrega que una persona ya debe tener oro para hacer más oro. Una persona puede tener como punto de partida una especial comprensión. Esto es llamado la posesión de un
Centro Magnético
que es el primer signo de un Ser
diferente.
Es conveniente reflexionar sobre este punto y discutirlo. Hablando desde otro ángulo, el Trabajo apunta a desarrollar el Hombre Mecánico, 1, 2, y 3, hasta llegar al Hombre Nº 4 —esto es, el Hombre Equilibrado. A este respecto se espera que se harán ciertos esfuerzos además del trabajo sobre sí en la línea de la no identificación, del Recuerdo de Sí, de la separación interior.

Repetiré nuevamente aquí que el
Recuerdo de Sí
es el punto más importante y que tiene muchos grados y etapas. A todos les es posible, en grado limitado, empezar a practicar y comprender el Recuerdo de Sí. El pleno Recuerdo de Sí es una cosa, pero hay muchas gradaciones en la manera de encararlo. Obedecer al Trabajo en un momento crítico es una forma de Recuerdo de Sí. El Hombre Nº 4 se refiere a un hombre cuyos centros tienen todos el mismo desarrollo, de modo que la persona no es unilateral, o sea meramente un buen jugador de golf, o un buen científico, o un artista; para alcanzar esa meta es preciso
educarse
a sí mismo como dijo el Sr. Ouspensky en una ocasión: "¿Cómo espera llegar a poseer el Gran Conocimiento si no ha hecho ningún esfuerzo para lograr el conocimiento ordinario que es accesible a todos?"

Ahora bien, si separamos el trabajo de un hombre, en trabajo sobre la línea de su Conocimiento y en trabajo sobre la línea de su Ser, cabe la posibilidad de comprender que el trabajo sobre la línea de Conocimiento puede incluir no sólo el Conocimiento especial de este Trabajo, sino también el conocimiento ordinario que aún no domina —esto es, el conocimiento de toda clase de cosas. Esto exige un esfuerzo normal, pero los esfuerzos de esta clase son necesarios. A veces la gente entra en el Trabajo poseyendo algunos rudimentos de conocimiento ordinario. Entonces carecen de medios para comparar el conocimiento especial de este Trabajo con el conocimiento ordinario. Carecen del poder de juzgar y así confunden el conocimiento que se les enseña con el conocimiento ordinario. No están prontos para recibir cosa alguna. Esta es una gran dificultad pues, al carecer del poder de contrastar, toman el Trabajo como si fuera el conocimiento ordinario, lo cual significa que es recibido en las partes ordinarias de los centros, del mismo modo como suele ocurrir a la tabla de multiplicar o a una receta para preparar huevos, o separar el hidrógeno del agua, o extraer una raíz cuadrada. Cuanto más se estudia el conocimiento ordinario, más se ve que todo lo que el Trabajo enseña es un conocimiento extraordinario, muy por encima de las ideas del conocimiento ordinario que suelen estar por completo desconectadas. Pero al llenar los rollos en los centros mediante el esfuerzo de llegar a conocer lo que puede ser conocido, toda la máquina se hace más fuerte y se acrecienta la amplitud de la mente. Vuelvo a repetir que no se puede emprender el Trabajo desde una base demasiado estrecha, sea ella emocional o intelectual. Además, el conocimiento ordinario a veces sustenta directamente el Trabajo, como cuando se ven las conexiones e ilustraciones, y a veces lo hace indirectamente, mostrándonos que lo estamos comprendiendo de una manera equivocada. En el Trabajo,
todo
puede llegar a ser útil —una vez que el Trabajo ha empezado a penetrar en nuestra mente y voluntad y ser, y ya no está más en la memoria. Entonces "toda la vida se convierte en maestra", como dijo G. una vez.

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