Read Blonde Online

Authors: Joyce Carol Oates

Tags: #Biografía, Drama

Blonde (116 page)

En el Hollywood de antes sí, lo indicaba.

El cuento de hadas
. La Actriz Rubia acabaría creyendo en este cuento de hadas que un hombre le había escrito en prenda de amor. Llegaría a creer no sólo que la luminosa Roslyn podía salvar la pequeña manada de caballos salvajes, sino también que los caballos podían salvarse. Los caballos; sólo quedaban seis de cientos y cientos, y uno no era más que un potro. Un potro que galopaba nervioso junto a su madre. Cazados y atados por hombres desesperados, y no obstante podían salvarse de la muerte. De la cuchilla del matarife y de convertirse en comida para perros. No había aquí aventuras del Salvaje Oeste, ni siquiera valor ni ideales masculinos, sino un «realismo» melancólico que se arrojaba a la cara del público estadounidense. Sólo Roslyn salvaría a los caballos con su lenta cólera femenina. Sólo Roslyn correría por el desierto en una escena cuidadosamente preparada por la Actriz Rubia y por el director, que le permitiría dar rienda suelta a su cólera ante la crueldad masculina. («Pero yo no quiero primeros planos. Mientras grito no.») Gritaría a los hombres: «¡Embusteros! ¡Asesinos! ¿Por qué no os matáis entre vosotros?». Gritaría al vacío del desierto de Nevada hasta que se quedara ronca. Hasta que le doliera por dentro la boca salpicada de llagas. Hasta que el corazón estuviera a punto de estallarle. «¡Os odio! ¿Por qué no os morís?»

Podía haber gritado igualmente a los hombres de su vida cuyo rostro recordaba y podía haber gritado igualmente a los hombres sin rostro que formaban el vasto mundo que había más allá de los bordes del fondo de terciopelo rojo y de las cegadoras luces del fotógrafo. Podía haber gritado a H, que había esquivado sus encantos. Podía haber gritado a un espejo. Había dicho al doctor Fell que no necesitaba ningún medicamento aquella mañana (para despejarse del aturdimiento de una noche de barbitúricos), y llena luego de compasión, horror y cólera a la vista de los caballos encerrados no le había hecho falta ningún fármaco. Creyó que ya no volvería a necesitar fármacos. ¡Ah, qué fuerza! ¡Qué alegría! Volvería a Hollywood sola, compraría una casa, su primera casa, viviría sola en ella y sólo trabajaría en lo que quisiera; sería la gran actriz que tenía la oportunidad de ser; ya no la retendrían los hombres; ya no le escamotearían su ser más auténtico. La Actriz Rubia expresaba ira, cólera. Por fin. Sólo que (dirían todos los presentes) no era cólera simulada, sino pasión auténtica que recorría su cuerpo como una descarga eléctrica.

—¡Embusteros! ¡Asesinos!
Os odio
.

Semanas de retraso. Cientos de miles de dólares por encima del presupuesto. La película en blanco y negro más cara de la historia.

—Y todo se lo debemos a nuestra Marilyn. Muchísimas gracias.

La última película de la Monroe no contaría esta vez con un estreno ceremonial.

No habría desfiles de coches por Hollywood Boulevard, entre millares de admiradores desgañitados. Ningún acontecimiento de gala en el Grauman. Ni una burbuja de espuma de Dom Pérignon resbalando por el antebrazo desnudo de la Actriz Rubia. Cuando se distribuyó la película, hacía unos meses que había muerto Clark Gable. La Monroe llevaba divorciada aproximadamente el mismo tiempo.
Vidas rebeldes
fue un fracaso de público. Fue una película detestada por La Productora, que la había financiado, aunque tuvo críticas inteligentes y respetuosas y se elogió la interpretación de Gable, Monroe y Clift. Se la acusó de ser especial, «artística». Poseía una coherencia a prueba de bomba. Los personajes recordaban a actores desahuciados. Caras famosas pero no ellas mismas. Se veía a Gay Langland y se pensaba: «¿No era ése Clark Gable?». Se veía a la rubia Roslyn y se pensaba: «¿No era ésa Marilyn Monroe?». Se veía a Perce Howland, el destrozado animador de rodeo, y se pensaba: «¡Pero si ése era Montgomery Clift!». Gente a la que el público conocía de la infancia. Gay Langland era el tío soltero; Roslyn Tabor, una amiga de la madre, una divorciada de provincias. Nostalgia provinciana y esplendor perdido. ¡Incluso cabía la posibilidad de que el padre hubiera estado enamorado de Roslyn Tabor! El público no lo sabría nunca. El animador de rodeo era un bala perdida, flaco, tristón y con una cara que parecía un mapa. Lo veían al caer la noche delante de la estación de autobuses, fumando y mirando a la gente con ojos turbios:
Eh, ¿me conoces?
Eran estadounidenses normales en los años cincuenta, pero enigmáticos durante la década siguiente porque el público de los sesenta los conocía de cuando el mundo era enigmático, e incluso la propia cara, vista entonces en el espejo, por ejemplo, de una máquina de tabaco de la misma estación de autobuses, o en el espejo salpicado de agua de unos lavabos, era un enigma que no iba a resolverse nunca.

Alojada en el 12305 de Fifth Helena Drive, Brentwood (Los Ángeles), Norma Jeane comprendería cierto día: «Todo lo que era Roslyn era mi vida».

Club Zuma

¿Qué? ¿Quién?

Pasmada al ver a su Amiga Mágica en el escenario y el baile delante de los espejos. Luces destellantes / giratorias.
I Wanna Be Loved by You
. M
ARILYN
M
ONROE
, con la blusa blanca sin espalda, la falda plisada flotando a causa de una ráfaga de aire que le deja las bragas blancas al descubierto. El público grita. Abiertas las bien torneadas piernas. Doblando la espalda, gimiendo de placer, y la multitud silba, vitorea, aporrea y patalea en medio de una nube de humo azul y música ensordecedora.
¿Por qué me han traído aquí? No quiero estar aquí
. Pelo platino resplandeciente en la bamboleante cabeza de la bailarina. Clavada a M
ARILYN
M
ONROE
si no fuera porque tiene más larga la enharinada cara de payaso, más sobresaliente la mandíbula y más grande la nariz. Pero tiene su rojitentadora boca y sus ojos sombreados de azul centellean como gemas. Y grandes pechos asoman por el vestido. La bailarina empieza a contonearse, a dar patadas con los tacones largos y afilados, a sacudir cantimploras y jamones. ¡Mari-
lyn
! ¡Mari-
lyn
!, la multitud la quiere.
No, por favor, no me queráis. Somos algo más que carne de la que reírse. ¡Lo somos!

La noche olía a jazmín y a colonia Jockey Club, y allí está Norma Jeane con gafas oscuras, un turbante de seda blanco para ocultar el pelo, pantalón de seda blanco y una chaqueta masculina de rayas que es propiedad de Carlo.
¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué me ha traído aquí si yo pensaba que me quería?
La bailarina es hábil, agita el cuerpo mamífero con el ritmo acelerado de la cópula. La pelvis como un martillo neumático. La húmeda y rosada punta de la lengua entre los labios. Jadeando, gimiendo. Acariciándose los grandes pechos bamboleantes. ¡Al público le encanta aquello! ¡Nunca tiene bastante!
¿Por qué hacemos que se rían de nosotras?
La bailarina está de coca hasta el cogote, se ve que tiene los ojos en blanco y el sudor le corre por el pecho dejando regueros semejantes a nervios vivos en el blanco maquillaje de payaso. ¡No puede parar aquel ritmo! La multitud es insaciable. Como en un polvo. El ritmo aumenta, no puede pararse. La bailarina de los espejos quitándose los guantes blancos y largos hasta el codo, arrojándolos a la multitud enfebrecida.
Quiero que me quieras solamente tú solamente tú solamente tú
. Quitándose las medias y arrojándolas. Quitándose la blusa sin espalda
(¡Ooooh!), y
el Club Zuma se viene abajo. El Club Zuma del Strip, saturado de humo azul. Del tabaco marroquí de Carlo. Carlo riendo con los demás. La bailarina se contonea entre los remolinos de humo y la música ensordecedora, sujetándose los cucurbitáceos y bamboleantes pechos, con pezones como uvas de color rosa de neón, y a continuación se arranca la falda plisada y la arroja, y da la espalda al público desgañitado sacudiendo el gordo culo, se inclina y entreabre las nalgas (
¡Aaaaah!
, grita, chilla el público), la bailarina, desnuda ya, cubierta de una brillante y aceitosa pasta de sudor y maquillaje, todavía de espaldas, se vuelve por fin con gestos de triunfo y enseña el largo y delgado pene pegado al afeitado pubis con cinta adhesiva color carne, y se arranca la cinta adhesiva gritando
quiero que me quieras que me quieras que me quieras
, y el gentío del Club Zuma se vuelve loco de verdad, gritando a la bailarina / el bailarín y al desesperado y bamboleante pene semierecto:

¡M
ARI
-
LYN
! / / / / ¡M
ARI
-
LYN
! / / / / ¡M
ARI
-
LYN
!

El divorcio (segunda toma)

Una vez que se ha preparado y elaborado con detenimiento un personaje…, el actor lo interpretará correctamente, aunque no esté inspirado.

M
ICHAEL
C
HEKHOV
,

To the Actor

1

—Lo lamento. ¡Ay, perdonadme! No puedo decir nada más.

En este boletín especial, anunciado como la Conferencia de Prensa sobre el Divorcio, la Actriz Rubia aparece elegantemente vestida de negro y con la cara blanca de una
geisha
. Al igual que Cherie, en
Bus Stop
, ella está mucho más pálida que sus acompañantes, tanto que podría pasar por un maniquí o un payaso. Le han delineado los labios con un lápiz granate para hacerlos parecer más grandes y carnosos. Sus ojos, en apariencia irritados a causa del llanto, están pintados con sombra azul claro y rímel marrón oscuro, del mismo tono que sus cejas. El cabello es rubio platino, como siempre, y está muy brillante. Es M
ARILYN
M
ONROE
, pero a la vez, una mujer dolida y confusa. Su actitud es a un tiempo nerviosa y complaciente. Cualquiera diría que mientras pronuncia estas palabras cruciales para que las graben los periodistas olvida el guión. Olvida quién es: M
ARILYN
M
ONROE
. Luce un elegante traje de lino negro con un pálido pañuelo translúcido atado al cuello, medias oscuras y zapatos negros de tacón alto. No lleva joyas: sus temblorosas manos están sospechosamente desnudas de anillos. (Sí: arrojó su anillo de boda al río Truckee, en Reno, Nevada, igual que la divorciada Roslyn Tabor. ¡Una tradición ya consagrada en Reno!) Es sorprendente ver a M
ARILYN
M
ONROE
frágil y nada pechugona; han informado a los periodistas de que ha adelgazado «entre cinco y seis kilos». «Padece angustia» desde su divorcio mexicano del dramaturgo y desde la «trágica muerte» de su amigo y colega Clark Gable.

Una viuda. Debe presentarse ante esos cínicos como una viuda que ha sufrido una pérdida irreparable, en lugar de como una divorciada contenta de librarse de un matrimonio acabado
.

Aunque consigue responder con cierta coherencia a las preguntas sobre Clark Gable —qué clase de amistad los unía, qué tenía que decir respecto de las acusaciones de la viuda del actor, según la cual M
ARILYN
M
ONROE
era responsable del ataque al corazón de Gable, si eso había retrasado y complicado la producción de
Vidas rebeldes
y causado un gran estrés a la actriz, etcétera—, se niega a hablar de sus ex maridos, el Dramaturgo y el Ex Deportista. Salvo para decir en un murmullo, con voz tan queda que debe repetir las palabras su abogado —de pie a su lado, la Actriz Rubia apoyada en el brazo de él—, que siente «un profundo respeto» por los dos.

Compórtese con naturalidad. Diga lo que siente. Si no siente nada, diga lo que imagina que sentiría si no estuviera sedada con Demerol
.

—Son gra-grandes hombres. Grandes estadounidenses. Los respeto porque son seres humanos que han hecho cosas importantes y son célebres en su profesión, aunque, como mujer, no po-podía seguir casada con ellos.

Se echa a llorar. Se enjuga las lágrimas con un arrugado pañuelo de papel (no, es un pañuelo de tela blanco). Una periodista de voz estridente, enviada por un periódico sensacionalista, se atreve a preguntar si M
ARILYN
M
ONROE
siente que «ha fracasado como mujer, esposa y madre» y la concurrencia da un respingo colectivo ante semejante audacia (¡la pregunta que todos se morían por hacerle!); el abogado de la Actriz Rubia frunce el entrecejo; un representante de prensa / asesor de imagen de La Productora, situado pocos pasos detrás, frunce el entrecejo; es obvio que la Actriz Rubia no está obligada a responder a una pregunta tan grosera, pero ella, valientemente, alzando sus doloridos ojos en busca de su torturadora, dice:

—Durante toda mi vida he procurado no fracasar. ¡Me he esforzado tanto! Luché para que me sacaran del orfanato y me adoptaran. Me refiero a la Casa de Expósitos de El Centro Avenue. En el instituto traté de destacar en los deportes. Intenté ser una buena ama de casa para mi primer marido, que me abandonó cuando yo tenía diecisiete años. Me he esforzado mucho por ser una buena actriz, y no una rubia más. Saben que he hecho todo lo posible, ¿no? Marilyn Monroe era una
pin-up
, ¿recuerdan? Fui chica de calendario a los diecinueve años, me pagaron cincuenta dólares por ser Miss Sueños Dorados y eso estuvo a punto de arruinar mi carrera, dicen que fue la foto de calendario más vendida de la historia y la modelo sólo recibió cincuenta dólares por ella en 1949, pero no siento re-rencor. Supongo que estoy alterada, pero no resentida, ni enfadada, ni… No dejo de pensar en cómo habría sido tener un hijo y… oh, el señor Gable ha muerto ¡y dicen que Marilyn Monroe ha tenido la culpa!…, aunque yo lo quería… como amigo…, aunque había tenido otros ataques al corazón antes…, ay, lo echo de menos…, creo que lo echo de menos más que a mi matrimonio…, mis matrimonios…

Ya está bien. Queremos un tono elegíaco, no melodramático. Si el género es trágico, es clásico, griego; los desastres ocurren fuera de escena y sólo permanece el reflejo
.

—Lo lamento. ¡Ay, perdonadme! No puedo decir nada más.

Está llorando de verdad. Se tapa la cara. Durante la conferencia de prensa, los flashes de las cámaras se han disparado intermitentemente, pero ahora todos destellan a la vez, produciendo el efecto de una bomba atómica en miniatura. La Actriz Rubia, escoltada por dos de sus acompañantes masculinos, se dirige a una limusina que la espera (la Conferencia de Prensa sobre el Divorcio se ha celebrado en el jardín delantero de la residencia de Beverly Hills donde se aloja temporalmente la Actriz Rubia por gentileza de su agente, Holyrod, o quizá de Z, o de La Productora o de un «devoto admirador de Marilyn») y los periodistas, decepcionados por la brevedad de la entrevista, la siguen, desmadrándose como una jauría de perros rabiosos, una jauría de reporteros, columnistas, locutores de radio, fotógrafos, cámaras, muchos más que el selecto grupo que ha sido invitado para este exclusivo acontecimiento; en la grabación se oyen histéricos gritos aislados —«¡Señorita Monroe, una pregunta más, por favor!» «¡Marilyn, espere!» «Marilyn, cuénteles a nuestros oyentes radiofónicos: ¿Marlon Brando será su próximo marido?»—, y a pesar de los esfuerzos de los guardias de seguridad de La Productora, que intentan contener a la multitud, un astuto reportero con pinta de italiano y orejas de sátiro consigue pasar una mano por debajo del brazo del abogado y le pone el micrófono en la cara a la Actriz Rubia con tanta fuerza que le da de lleno en la boca (¡le astilla un diente, que tendrá que arreglar el dentista de La Productora!) mientras grita en un inglés con acento extranjero:

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