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Authors: Margaret Weis,Tracy Hickman

Ala de dragón

 

Siglos atrás, unos brujos de gran poder dividieron el mundo en cuatro reinos (cielo, piedra, fuego y mar), y a continuación desaparecieron. Con el transcurso del tiempo, la magia perdió vigor y los hechiceros sólo realizaban conjuros en sus propios reinos, olvidándose de los demás. Hoy, únicamente los pocos que han sobrevivido al Laberinto y han atravesado la Puerta de la Muerte conocen la existencia a los cuatro reinos..., pero ni siquiera ellos han desvelado todos los misterios que guarda su mundo dividido. "Ala de Dragón" es la historia de Ariano, el reino del cielo, un mundo de islas que flotan en el aire donde humanos, elfos y enanos luchan por el control del bien más preciado: el agua. En esta lucha, un asesino humano, conocido como Hugh "la Mano", viola cualquier frontera en sus mortíferos viajes. "La Mano" accede a asesinar al hijo del rey sin saber que su víctima será un chiquillo de excepcional encanto. Tampoco espera encontrarse con el criado del príncipe Bane, que parece saber más de lo normal sobre asuntos de magia..., y sobre el mundo.

Ala de dragón es el primer volumen de la saga de fantasía épica titulada El ciclo de la Puerta de la Muerte y que está compuesta por otros seis volúmenes más.

Margaret Weis & Tracy Hickman

Ala de Dragón

El Ciclo de la Puerta de la Muerte

Volumen 1

ePUB v1.2

geromar
09.07.11

Título original: Dragón Wing (Volumen 1 The Death Gate Cycle)

Traducción: Hernán Sabaté

© 1990 by Margaret Weis and Tracy Hickman

Published by arrangement with Bantam Books, a división of

Bantam Doubleday Dell Publishing Group, Inc., New York.

© Grupo Editorial Ceac, S.A. 1991

Para la presente versión y edición en lengua castellana.

Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.

ISBN: 84-7722-644-X (Obra completa)

ISBN: 84-7722-645-8 (volumen 6)

Depósito legal: B. 6.371-1994

Printed in Spain

Esta obra está dedicada a

la memoria de mi madre,

FRANCÉS IRENE WEIS

Margaret Weis

A Dezra y Terry Phillips

POR TODO LO QUE HEMOS COMPARTIDO

Tracy Hickman

«La única prisión

que puede encerrar al alma

es uno mismo.»

Henry Van Dyke

PRÓLOGO

Tranquilízate, Haplo. Entra y acomódate. Toma asiento. Entre nosotros no son precisas las formalidades.

Permite que te llene la copa. Bebamos lo que en otro tiempo llamábamos la copa del estribo, un brindis por el largo viaje que vas a emprender.

¿Te gusta el vino? ¡Ah!, mis poderes son muchos y diversos, como sabes, pero empiezo a pensar que sólo el paso del tiempo, y no la magia, puede producir un buen vino. Al menos, eso es lo que enseñan los libros antiguos. No dudo que nuestros antepasados acertaban en esto, por muy equivocados que estuvieran en otras cosas. A esta bebida le echo en falta algo: una calidez, un sabor añejo que sólo proporciona el tiempo. Es demasiado áspera, demasiado agresiva; dos cualidades que cuadran al hombre, Haplo, pero no al vino.

Así pues, ¿estás preparado para el viaje? ¿Tienes alguna necesidad o deseo que pueda satisfacer? Dilo y lo tendrás. ¿No hay nada?

¡Ah!, de veras te envidio. Mis pensamientos estarán contigo en todo instante, despierto o dormido. Otro brindis. ¡Por ti, Haplo, mi emisario a un mundo confiado!

Y así debe seguir: confiado y sin recelos. Sé que ya hemos hablado de ello, pero voy a insistir una vez más. El peligro es grande. Si nuestros antiguos enemigos tienen el más leve indicio de que hemos escapado de su prisión, removerán tierra, mar, sol y cielo —como ya hicieron en una ocasión— para frustrar nuestros planes. Olfatea su presencia como ese perro tuyo husmea a las ratas, pero no permitas nunca que huelan el menor rastro de tu existencia.

Deja que vuelva a llenarte la copa para un brindis mas. Éste, por los sartán. ¿Dudas en beber? Vamos, insisto. Tu rabia es tu fuerza. Úsala: te dará energía. Así pues...

Por los sartán. Ellos nos han hecho lo que somos.

¿Qué edad tienes, Haplo? ¿No tienes idea?

Ya sé: el tiempo no tiene sentido en el Laberinto. Deja que piense... La primera vez que te vi, parecías rondar los veinticinco años. Una larga vida para los del Laberinto; una larga vida, que casi había llegado a su final.

Qué bien recuerdo ese momento, hace cinco años. Me disponía a entrar de nuevo en el Laberinto cuando tú emergiste de él. Sangrando, casi incapaz de caminar, agonizante. Pero me miraste con una expresión que nunca olvidaré: una expresión de triunfo. Habías escapado, los habías vencido. Aprecié aquel aire triunfal en tus ojos, en tu sonrisa exultante. Luego, te derrumbaste a mis pies.

Fue esa expresión lo que me atrajo de ti, querido muchacho. Yo sentí lo mismo cuando escapé de ese infierno hace tanto tiempo... Yo fui el primero que salió de él con vida.

Hace siglos, los sartán quisieron poner freno a nuestra ambición dividiendo el mundo que nos pertenecía por derecho y arrojándonos a su prisión. Como bien sabes, el camino para salir del Laberinto es largo y tortuoso. Llevó siglos resolver el zigzagueante rompecabezas de nuestra tierra. Los libros antiguos dicen que los sartán idearon ese castigo con la esperanza de que el tiempo y el sufrimiento moderaran nuestra desmedida ambición y nuestra naturaleza cruel y egoísta.

Debes recordar siempre su plan, Haplo. Eso te dará la fuerza necesaria para cumplir lo que te he pedido. Los sartán llegaron a convencerse de que, cuando emergiéramos del Laberinto a este mundo, estaríamos dispuestos a ocupar nuestro lugar en cualquiera de los cuatro reinos que escogiéramos.

Pero algo salió mal. Quizá descubras qué sucedió cuando penetres en la Puerta de la Muerte. Por lo que he podido descifrar de los libros antiguos, parece que los sartán tendrían que haber controlado el Laberinto y mantenido en orden su magia pero, bien con alguna intención malévola o por alguna otra causa, olvidaron su responsabilidad como celadores de nuestra prisión. Entonces, la prisión cobró vida propia; una vida que sólo conocía una cosa, la
supervivencia.
Así, el Laberinto llegó a considerarnos a nosotros, sus prisioneros, como una amenaza. Después de que los sartán nos abandonaron a nuestra suerte, el Laberinto, movido por el miedo y el odio que nos tenía, se volvió letal.

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