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Authors: Albert Boadella

Tags: #Ensayo

Adiós Cataluña (28 page)

Ataque traicionero por la retaguardia

Finalmente, ya habían conseguido sentarme en un banquillo de acusado. Lo que no había logrado ni el régimen franquista, ni los militares, ni los clérigos, lo consiguieron los cómicos que un día interpretaron
La Torna
. Algunos miembros de aquel grupo que promovió el conflicto civil en el interior de la compañía aprovecharon la impagable circunstancia del bombardeo generalizado sobre mis posiciones para ponerme ante el juez. Creían tenerme acorralado en todos los frentes gracias al fuego cruzado de los batallones nacionalistas. Ellos, que habían hecho profesión de la quintaesencia del izquierdismo ácrata, pontificando siempre sobre la perversidad del sistema, así como del fascismo inherente a cualquier forma de poder, ya fuera policía o jueces, ahora se sometían a sus decisiones y proclamaban en rueda de prensa una fe absoluta en la justicia para dirimir su rechazo a mi insolidaria actitud.

La excusa era una demanda de coautoría sobre la obra
La Torna
. ¡Gran paradoja! Proclamaban ser coautores de un espectáculo que, por desgracia, era el que menos me gustaba de los que me había inventado a lo largo de mi vida. Con toda franqueza, me hubiera complacido no ser yo el autor; incluso lo volví a remontar hace unos años para comprobar si con la experiencia de la vejez conseguía mejorarlo, pero ni así.

El
Che
Rañé y
Virtudes
Solsona pasaron treinta años agazapados, esperando la ocasión propicia de ponerme en el punto de mira de sus rencores; rencores que, todo hay que decirlo, solo puedo interpretarlos como fruto de sus más íntimos naufragios. El
Che
contaba entonces con una situación estratégica inmejorable, pues su hermano ejercía de conseller en el Gobierno de la Generalitat tripartita. En la misma línea de componenda política, el concejal de Cultura del Ayuntamiento socialista de Barcelona, Ferran Mascarell, amparó las pretensiones del
Che
ante el delegado de la SGAE de Cataluña. Los denunciantes, con el fin de engrosar las filas del asalto traicionero, reclutaron, además de sus compinches de la obra, a tres o cuatro colegas de frustración de entre los más de cien miembros que habían pasado por la compañía en los cuarenta y cinco años de existencia. Naturalmente, los medios supieron aprovechar tan ventajosa circunstancia para presentarme no solo como pérfido anticatalán por mi participación en el frente de
Ciutadans
, sino que encima tenían a tiro a un usurpador de la creación ajena. ¡Además de traidor, estafador! Con aquella inestimable ayuda todo les cuadraba perfectamente; quedaba claro que el historial artístico de tantos años era fruto de la impostura. De esta forma, y aunque fuera solo por una vez, algunos anodinos crónicos del gremio, de los que durante treinta años nada se supo, conseguían salir en las fotos a toda página y de nuevo a costa mía.

A pesar de los más siniestros pronósticos sobre esta guerra, no había previsto una embestida de tal naturaleza por la espalda. Bien es cierto que la forma de ejercer mi oficio genera una convivencia y una cercanía en el trabajo que puede tender en igual medida los aprecios y las frustraciones. En general, casi todos los guerreros que han pasado por la compañía conservan una grata memoria de las batallas y recuerdan a su capitán con afecto; pero también, como en cualquier grupo humano, es ley natural que exista una proporción cismática. Eso lo acepto con toda modestia, porque, como queda patente a lo largo de estas páginas, no soy nada beatífico, aun así lo que más me cuesta asumir es que mi forma de proceder haya podido enquistar durante tanto tiempo un resentimiento capaz de impulsar la utilización de los tribunales para destapar, treinta años después, la revancha y el rencor. Jamás me hubiera imaginado poder pasar por el bochorno de escuchar de boca de uno de ellos (con el propósito de mostrar la objetividad de su declaración) que me aprecia como a un hermano. Hasta el juez quedó pasmado del alegato sentimental, y estuve a punto de exclamar teatralmente:
¿Tú también, Bruto?
La exudación pública de bondad es precisamente la maniobra de confusión que emplean en sus embestidas los legionarios de la mojigatería progre-izquierdista. A pesar del tiempo vivido, esta capacidad de malevolencia e indignidad de gente con la que has compartido tantas refriegas todavía tiene la facultad de dejarme atónito. Pero, como acostumbra a suceder en casi todo, la culpa siempre está en uno mismo. ¿Cómo fui tan estúpido para no preverlo?

Tuve que defenderme y demostrar lo que estaba comprobado públicamente a lo largo de cuatro décadas y media. En realidad, los testigos eran cientos de miles de espectadores. La contrapartida feliz fue encontrar antiguos y leales guerreros que testimoniaron en mi defensa como autor dramático. Allí estaban, auténticas reliquias de juventud, Fermí Reixach, Rafael Orri, Jordi Purtí, Antonio Valero y mis actuales colegas Jesús Agelet, Lluís Elias y Ramón Fontseré. También acudieron a testimoniar su opinión prestigiosos profesionales como Ángel Berenguer, Eduardo Galán y Javier Villán.

El juez desestimó sus pretensiones. Entonces, al fracasar lo que ellos mismos habían denunciado, se dedicaron a recorrer los medios radiofónicos proclamando su desacuerdo con la decisión judicial. Para remate, publicaron un libro en el que, bajo la excusa de relatar las peripecias que desencadenó La Torna, me situaban como protagonista para convertirme así en el canalla de la película. No se percataron de que la escritura del libro por sí misma delataba su propia ineptitud como pretendidos autores. Los cinco componentes que protagonizaban el libro no fueron capaces entre todos ellos de escribir un texto para narrar sus propias vivencias. Al igual que hacen las folclóricas, Elisa Crehuet, Ferran Rañé, Gabi Renom, Andreu Solsona y Arnau Vilardebó necesitaron que las periodistas Rosa Díaz y Mont Carvajal les escribieran 170 páginas para demostrar su condición de autores.

A pesar de todo, en ningún momento tuve la impresión de ser atacado únicamente por estos personajes de forma individual. Representaban la fiel infantería de las huestes dogmáticas. Son los de la obediencia ciega a los gurús del credo y la razón colectiva. Las deidades podían llamarse Marx, Lenin, Mao,
Che
Guevara, Marcuse o Cohn-Bendit, poco importa, porque la munición no cambia con el tiempo; enseguida se convierte en anacrónica, ya que se empeñan en seguir la senda de la fe y no la del pensamiento libre. Es más fácil el credo que la ciencia. Fuera de su ámbito solo ven reaccionarios, asquerosos liberales y fachas. Al igual que en las religiones, sus proclamas son todas previsibles, circulan con el piloto automático conectado: están contra Israel y por Palestina, por Castro y contra Estados Unidos, por Picasso y contra Dalí, por la teología de la liberación y contra la Iglesia, por la negociación con asesinos, a favor de la multiculturalidad, por las vanguardias, por los derechos de los animales, contra la energía nuclear y por los molinos generadores; desprecian la idea de un Dios intangible y adoran la medicina alternativa. Su más perspicaz conclusión es que en España la culpa de todo la tiene el PP A pesar de tantos años tratando de rehuirlos, me persiguen obsesivamente. Padezco una aterradora confusión, pues no sé por qué extrañas razones me confunden a menudo con uno de los suyos. Desde hace cuatro décadas han significado mi mayor penitencia a una vida indiscutiblemente afortunada. ¿Será esto el purgatorio?

Alarmante embestida por el flanco izquierdo

En el momento en que la izquierda catalana se quitó la máscara y escoró descaradamente hacia el nacionalismo, comprendí que el cerco se abrochaba a mi alrededor. Los comandantes del regimiento cultural de la izquierda, que en otras épocas toleraban mis actitudes poco afines a sus postulados en compensación por la guerra contra el mariscal Pujol, no solo se pasaron sin ningún complejo a las filas enemigas, sino que encabezaron la nueva política independentista.

En muy escaso margen de tiempo me encontraba enfrentado a un adversario de una dimensión armamentística absolutamente descomunal. Tenía en la trinchera de enfrente una división que se había dedicado tenazmente a ocupar posiciones en todos los ángulos estratégicos de la política cultural. Entre los muchos oficiales al mando de este ejército sirva de ejemplo Ferran Mascarell, veterano devoto de las reliquias soviéticas, destino del cual desertó posteriormente para pasarse a la socialdemocracia del PSC. Este insigne dirigente cultural socialista se sumó también a la guerra general contra
Ciutadans
, protagonizando un par de embestidas contra mi posición; no lo hizo visiblemente, sino encubierto en las fingidas víctimas que desalojé de la compañía cuando
La Torna
, porque a los ex alumnos de la escuela soviética les chifla lo subrepticio.

Una rápida ojeada a sus efectivos personales de combate da idea de la magnitud del enemigo.

Ferran Mascarell ha ocupado las siguientes posiciones:

• Director de Publicaciones de la Diputación de Barcelona.

• Coordinador del Área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

• Miembro del Consejo asesor de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

• Delegado general en Cataluña de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).

• Director-gerente del Instituto de Cultura de Barcelona.

• Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

• Presidente del Instituto de Cultura.

• Presidente de la Comisión de Cultura y Educación.

• Presidente de la Comisión Ejecutiva del Consorcio de Bibliotecas.

• Presidente del Consejo Plenario del Distrito de Gracia.

• Presidente de Barcelona TV. Director del Diploma de Posgrado en Gestión y Dirección de las Instituciones, Empresas y Plataformas Culturales, organizado por el Instituto de Educación Continua de la Universidad Pompeu Fabra.

• Consejero-delegado del Fórum Universal de las Culturas 2004, y posteriormente, vicepresidente.

• Consejero de Cultura del Gobierno de la Generalitat.

• Diputado del Parlamento de Catalunya.

• Patrón de la Fundación Barcelona Cultura.

• Patrón de la Fundación Barcelona Media de la Universidad Pompeu Fabra.

• Presidente del Consejo de Publicaciones y Ediciones del Ayuntamiento de Barcelona.

• Vicepresidente del Consejo de Patrimonio Cultural de Barcelona.

• Vicepresidente del Consorcio de Comunicación Local.

• Miembro del Consejo rector de Casa Asia.

• Miembro del Consorcio del Auditorio y la Orquesta.

• Vocal del Consorcio del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.

• Vocal de la Fundación Mies van der Rohe.

• Vocal del Consorcio de la Fundación de la Ciudad del Teatro.

• Miembro del Consejo asesor de la Fundación Campalans.

• Miembro del Patronato del Consorcio del Museo Nacional de Arte de Cataluña.

• Miembro de la Junta de Gobierno del Consorcio del Gran Teatro del Liceo.

Este insigne jefe del estado mayor de la cultura ha participado también en las siguientes empresas:

• Consejero de Olimpíada Cultural, S. A. Apoderado de Comunicación Audiovisual Capa Barcelona, S. A.

• Administrador de Artual Comunicación Audiovisual, S. L. (Esta sociedad nunca ha presentado sus cuentas anuales ante el Registro Mercantil de Barcelona.)

• Miembro del Consejo de administración de Barcelona Promoció Instal-lacions Olímpiques, S. A.

• Vicepresidente de Fórum Universal de las Culturas de Barcelona 2004, S. A.

• Taleia Cultura, S. L.

• Consejero de Caixa d'Estalvis i Pensions de Barcelona.

• Consejero de Barcelona Emprén, SCR de Régimen Común, S. A.

• Consejero de Societat Municipal de Gestió Urbanística, S.A.

• Consejero de Informació i Comunicació de Barcelona, Societat Privada Municipal.

• Consejero de Agencia de Comunicació Local, S. A.

• Consejero de Compañía de Emisiones y Publicidad, S. A.

• Consejero de Servéis Culturáis del Liceu, S. L.

• En la actualidad trabaja como consejero en RBA Contenidos Audiovisuales, S. A.

El futuro estaba cantado. Rodeado en todos los frentes por la totalidad del régimen y luchar además contra adversarios de tales dimensiones no es ya cuestión de valentía, sino de insensata temeridad. Esa clase de tramas soterradas se manifestaba letal. La retirada era inminente.

Cerco, capitulación y repliegue

El público del Festival Iberoamericano de Cádiz estaba en pie haciéndole palmas a la compañía. Llevaban ya largo rato ovacionando rítmicamente el final de
En un lugar de Manhattan
y no parecían cansarse de aplaudir. Si exceptuamos Barcelona, la entusiasta acogida era parecida en todas partes de España, pero en Cádiz gastan un salero especial. Ante aquella demostración de estima los componentes de Els Joglars experimentábamos una mezcla de emoción e indignación. Hacía pocos días que habíamos salido de Cataluña, donde nuestros conciudadanos nos hicieron sentir su desdén dejándonos vacío el teatro. Mis colegas estaban prevenidos, pero aun así acusaron la embestida, quizá porque el desprecio les cogió enardecidos aún por el reciente triunfo de Madrid. A pesar de mis advertencias, pues me hallaba en plena guerra de
Ciutadans
, no podían figurarse que la temporada de Barcelona se desarrollaría actuando en aquellas difíciles condiciones. La falta de costumbre de representar ante tan escasa audiencia hizo mella en su ánimo, porque, además del menosprecio, empezaban a intuir las consecuencias que seguirían al boicot.

A diferencia del que habían organizado por España con el cava, donde por lo menos nadie ponía en duda su calidad, en nuestro caso, encima del repudio, algunos serviles miembros del batallón mediático afirmaban que la gente no acudía porque la obra era mala. En esta línea las siniestras plumas del régimen de Joan Antón Benach, Pilar Rahola y Josep María Espinàs aprovecharon tan formidable ocasión para disparar públicamente su añeja hostilidad hacia nuestra posición artística y política. La ignorancia de todo lo que pasaba fuera de la región les llevaba a creer que una vez desahuciados Els Joglars de Cataluña ya estaban liquidados para siempre. Por mi parte, la estricta realidad de los acontecimientos me hacía deducir que la capitulación estaba ya muy cercana. Lo demostraba precisamente este revoloteo de buitres que, deleitándose ante una posible descomposición de la compañía, habían empezado a exhibir públicamente su animosidad en aras de su tributo al poder nacionalista. En Cataluña el impuesto revolucionario para los que quieren sobrevivir en el cotarro pasa por presentar periódicamente, a costa de lo que sea, su adhesión a los sobreentendidos fundamentales de la tribu. El menosprecio hacia Els Joglars y un servidor hace tiempo que se ha convertido en una demostración de lealtad al régimen.

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