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Authors: Hunter S. Thompson

Tags: #Comunicación

La gran caza del tiburón

 

La reciente recopilación en un volumen (del que ofrecemos una antología) de los «papeles gonzos», o sea, los reportajes más famosos de Hunter S. Thompson durante los años sesenta y setenta, constituyó un extraordinario acontecimiento editorial en los Estados Unidos.

No en vano el Dr. Thompson, como gusta sardónicamente autotitularse, es una auténtica leyenda del «underground» norteamericano (incluso se ha rodado una película sobre su desorbitada vida:
Cuando el búfalo muge
) y el escritor que ha disputado a Tom Wolfe el liderazgo del Nuevo Periodismo. Hunter S. Thompson ha puesto en circulación, y llevado fervorosamente a la práctica, el concepto de «periodismo gonzo»; aquel en que el reportero pasa de mero espectador a participante y desencadenante de la ¡¡¡ACCIÓN!!!

Un espléndido ejemplo de este tipo de periodismo lo constituye el desmadrado reportaje
La gran caza del tiburón:
un encargo de
Playboy
, teóricamente para «cubrir» un torneo de pesca en alta mar frente a las costas de Yucatán.

En otros textos de este volumen, el periodista gonzo enfoca su ojo salvaje a figuras como Hemingway, Marlon Brando y el esquiador Jean-Claude Killy; investiga en el problema chicano al rojo vivo (las provocaciones, los tumultos, los «cerdos» en acción y las muertes «accidentales» de los líderes chicanos); organiza una alternativa de «poder freak» en Aspen, un pueblo de Colorado en el que Hunter S. Thompson, drogota recalcitrante, estaba hibernando hasta que decidió presentarse para… sheriff, con un programa muy especial, etc.

Hunter S. Thompson

La gran caza del tiburón

ePUB v2.0

chungalitos
07.09.12

Título original:
The Great Shark Hunt. Strange Tales from a Strange Time

Hunter S. Thompson, 1979

Traducción: J. M. Alvarez Flórez y Angela Pérez

© Hunter S. Thompson, 1979

Diseño portada: chungalitos

Editor original: chungalitos (v1.0 a v2.0)

Corrección de erratas: trips123

ePub base v2.0

NOTA DEL AUTOR

«El arte es largo y la vida corta,
y el éxito queda lejos»

J. C
ONRAD

Bueno… sí, aquí estamos de nuevo.

Pero antes de poner manos a La Obra, como si dijéramos, quiero cerciorarme de que sé manejar esta elegante máquina de escribir (y sí, parece que sé)… en fin, ¿por qué no hacer esta rápida lista de la obra de mi vida y largarme de la ciudad en el de las 11,05 camino de Denver? Sí, ¿por qué no?

Pero me gustaría decir en un momento, para que conste, que es una sensación muy rara ésta de ser un escritor norteamericano de cuarenta años y de este siglo y estar sentado aquí solo en este inmenso edificio de la Quinta Avenida de Nueva York a la una de la madrugada de la noche anterior al día de Nochebuena, a unos tres mil kilómetros de mi casa, haciendo el índice de un libro de mis Obras Completas en una oficina de altas puertas de cristal que dan a una gran terraza que domina The Plaza Fountain.

Es muy raro, sí.

Tengo la sensación de que podría estar igual sentado aquí cincelando las palabras de mi lápida… y que, al acabar, la única salida decente sería bajar directamente desde esa jodida terraza a la calle, 28 pisos y 200 metros por lo menos de aire sin obstáculos hasta la Quinta Avenida.

Nadie sería capaz de imitar ese número.

Ni yo siquiera… y en realidad la única manera de solventar este asunto es llegar a la razonable conclusión de que ya he vivido y terminado la vida que planeé vivir (me he pasado en 13 años, en realidad) y a partir de ahora todo será Una Nueva Vida, una cosa distinta, un asunto que termina esta noche y empieza mañana por la mañana.

Así que si decidiese tirarme a la calle al acabar esto, quiero dejar muy clara una cosa: me encantaría sinceramente dar ese salto, y sí no lo doy lo consideraré siempre un error y una oportunidad perdida, uno de los poquísimos errores graves de mí Primera Vida que ahora está terminando.

Pero, qué demonios, lo más probable es que no lo haga (por todos los peores motivos) y probablemente termine esto y me vaya a casa a pasar las Navidades y tenga que vivir luego 100 años más con todo este galimatías de mierda que estoy amontonando.

Pero sería una salida maravillosa, caramba… y si lo hago, vosotros, cabrones, me deberéis una salve (esta palabra es «salva», maldita sea, parece ser que no manejo esta elegante máquina tan bien como creía), una salva, repito, una salva descomunal con una buena pieza del 44…

Sabéis de sobra que podría hacerlo si tuviese un poco más de tiempo.

¿Vale?

Sí.

HST #i, R.I.P. 23-12-77

LA GRAN CAZA DEL TIBURÓN

Son ahora las cuatro y media en Cozumel; asoma ya la aurora sobre estas playas de un blanco suave orientadas hacia el oeste, en el estrecho de Yucatán. A treinta metros de mi patio del Cabañas del Caribe, se mueve el oleaje, muy suavemente, sobre la playa; ahí fuera en la oscuridad, pasadas las palmeras.

Esta noche hay aquí miles de malignos mosquitos y de niguas. En este complicado hotel a pie de playa hay sesenta unidades, pero mi habitación (la número 129) es la única llena de luz y de música y de movimiento.

Tengo las dos puertas y las cuatro ventanas abiertas de par en par: un imán luminoso e inmenso para todos los insectos de la isla… Pero no me pican. Tengo cubierto todo mi cuerpo (desde las plantas de mis sangrantes y vendados pies al extremo de mi cabeza achicharrada) con repelente de insectos 6-12, un aceite barato y fétido sin más características estéticas o sociales redentoras que la de que es eficaz.

Estos malditos insectos andan por todas partes: sobre el cuaderno, en mis muñecas, en los brazos, dando vueltas al borde de mi gran vaso de Bacardí Añejo con hielo… pero no hay picaduras. He tardado seis días en resolver este problema infernal de los insectos… lo que es una excelente noticia en el nivel uno, pero, como siempre, la solución de un problema no hace más que levantar otra capa y dejar al descubierto una zona nueva y más sensible.

Pero lo que menos me preocupa a estas alturas son cosas como los mosquitos y las niguas… porque de aquí a unas dos horas y veintidós minutos tengo que salir de este hotel sin pagar una factura inadmisible, recorrer casi cinco kilómetros costa abajo en un Volkswagen Safari alquilado que no puede pagarse, tampoco, y que puede que ni siquiera llegue a la ciudad, debido a graves problemas mecánicos; y luego sacar a mi asesor técnico Yail Bloor del Mesón San Miguel sin pagar su factura, tampoco, y luego seguir los dos hasta el aeropuerto en ese maldito cacharro Safari para coger el vuelo de Aeroméxico de las siete cincuenta para Mérida y Monterrey, donde cambiaremos de avión camino de San Antonio y Denver.

Así que nos espera un día muy agitado… hay más de tres mil kilómetros entre esto y nuestra casa, no tenemos un céntimo, diez días brutalmente caros en tres hoteles con la cuenta de crédito de Yates de Aluminio Striker, que nos arrebataron en cuanto el equipo de relaciones públicas local decidió que actuábamos de forma demasiado rara para ser lo que pretendíamos (con lo que hemos quedado reducidos a unos cuarenta y cuatro dólares extra entre los dos), con mi factura en el Cabañas rondando los seiscientos cincuenta dólares y la de Bloor en el San Miguel no mucho menos; más once días de ese coche destartalado que le debemos al representante local de Avis, que me sacó cuarenta dólares en efectivo por un parabrisas roto, y que sólo Dios sabe cuánto me pedirá cuando vea en qué condiciones está ahora el coche… más unos cuatrocientos dólares de coral negro que encargamos en Chino: puño de dos pulgares, cucharillas de coca, dientes de tiburón, etc., y esa cadena de oro de dieciocho quilates de ciento veinte dólares en el mercado… además del collar de coral negro de Sandy. Necesitaremos todo el dinero disponible para el coral negro… así que cosas como las facturas de hotel y el alquiler del coche tendremos que dejarlas de lado y pagarlas con cheques, sí alguien los acepta… o cargárselas a Yates de Aluminio Striker, que fue quien en realidad me metió en este embrollo. Pero la gente de Striker ya no está con nosotros; hay una hostilidad clara y abierta. Bruce, Joyce… incluso ese hipócrita disoluto de Eduardo. ¿Cómo destruimos la imagen?

Querido señor Thompson… Adjuntamos algunos datos informativos sobre el crucero y el torneo de pesca internacional de Cozumel… Respecto al programa del crucero, unos catorce Strikers saldrán de Fort Lauderdale el 23 de abril, llegarán a Key West por la noche, saldrán de Key West al mediodía del 25, para asegurarnos de que bordearán la costa cubana de día, y llegarán a Cozumel a media tarde del 27 o el 28. Además de la pesca de pez vela confirmada, habrá un día dedicado sólo al marlín, el sábado 6 de mayo, en una tentativa inicial en la base de cualquier cuantía de determinar cómo está la pesca del marlín azul… Durante el torneo, todas las noches habrá cócteles a los que asistirán unas doscientas cincuenta personas, mariachis y música de la isla, etc… Nos complace mucho que pueda usted hacer el viaje… Hay vuelos diarios desde Miami a Cozumel con salida a las dos cuarenta y cinco. Necesitará usted una tarjeta de turista mexicana, que puede recoger en el Departamento de Turismo Mexicano, Bulevar Biscayne 100, departamento 612, Miami. No hacen falta fotos.

Atentamente,

Terence J. Byrne

Delegado de relaciones públicas

Yates de Aluminio Striker

Fort Lauderdale, Florida

Ciertamente… ninguna foto: sólo una tarjeta de turista, abundancia de Coppertone, un par de flamantes zapatos, una magnífica sonrisa de gringo para los funcionarios de aduana. La carta conjuraba visiones de deporte fuerte en alta mar,
mano a mano
con peces vela gigantes y marlines de récord mundial… Sacar del agua a los cabrones, izar a los tiburones con grandes garfios, fijados a una silla especial blanda Naugahyde blanca en la cabina de un crucero de alto copete… luego vuelta al puerto al oscurecer a echar un trago de ginebra con tónica, a beber unos buenos tragos en el crepúsculo, haraganeando por las frescas sillas de cubierta mientras la tripulación prepara los cebos y una banda ambulante de mariachis recorre el muelle, gimiendo quejumbrosas canciones olmecas de amor…

Oh, sí, estaba dispuesto para aquello, no había duda. Dieciséis semanas de pura política me habían dejado tambaleante al borde de la crisis nerviosa. Necesitaba un cambio, algo completamente aparte de mi línea de trabajo habitual. Cubrir la política es una prueba diabólica que acaba con la salud de uno y que exige a menudo ocho o nueve tomas seguidas (dos o tres veces por semana en la temporada punta), así que la inesperada misión de «cubrir» un torneo de pesca en alta mar en las costas de Yucatán, en Méjico, fue un alivio que agradecí después de los horrores de la campaña presidencial de 1972.

Sí. Las cosas serían distintas: buen sol, brisa marina, acostarse temprano y madrugar… Daba toda la impresión de ser un chollo: volar hasta el Caribe como invitado de los ricos ociosos, haraganear en sus barcos una semana o así y luego fabricar un articulillo para cubrir los gastos y poder comprar una moto nueva y volver a las Rocosas. El artículo en sí quedaba un poco nebuloso, pero el editor de
Playboy
dijo que no había que preocuparse. Casi todos los que habían sido lo bastante desdichados como para haber tenido tratos conmigo desde el final de la campaña parecían convencidos de que yo tenía la urgente necesidad de tomarme unas vacaciones (un período de recuperación, una posibilidad de refresco) y este torneo de pesca de Cozumel parecía lo ideal. Me sacaría la política de la cabeza, decían, y me obligaría a seguir nuevo rumbo: a salir del valle de los muertos y a volver a la tierra de los vivos.

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