Read Wyrm Online

Authors: Mark Fabi

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Wyrm (36 page)

—¿Qué estamos esperando? -dije. Yo también estaba nervioso.

El Dodo nos guió hasta la sala principal, donde encontramos a Fishhead y a otro pirata llamado Beauzeau, que jugueteaban con los aparatos de realidad virtual.

Beauzeau resultó ser un poco tozudo.

—No creo que Phlegman quiera que le dé su número a cualquiera. -dijo.

—Pero nosotros no somos cualquiera – dijo Al, poniendo en marcha su encanto-. Y tenemos que hablar urgentemente con él.

Sonrió, y los hoyuelos de sus mejillas estuvieron a punto de vencer la resistencia, pero no del todo.

—Lo siento -insistió Beauzeau, negando con la cabeza-. Creo que no debo hacerlo, de veras.

—Mira, no es necesario que nos des su número -dije-. Llámale tú y pásamelo.

Meditó mis palabras; por fin, asintió.

—Vale. Pero sólo si quiere hablar contigo. No puedo prometerte nada.

Buscamos un teléfono público. Entonces, Beaureau encontró otro argumento al que aferrarse.

—Es una llamada de larga distancia -dijo.

—Usa esto -dijo Al, y le entregó una tarjeta telefónica.

Beauzeau la miró con mucha desconfianza.

—Si cargo la llamada a tu tarjeta, el número aparecerá en la factura.

—¡Oh, venga ya! -exclamé, y saqué un billete de veinte dólares de mi cartera-. Sólo tengo que hablar con él cinco minutos. Con esto debería bastar, salvo que esté en la Conchinchina o algo así.

Beauzeau reflexionó otra vez. Aceptó el dinero y descolgó el auricular. Mientras marcaba, todos miramos de forma ostensible hacia otro lado.

—Hola, Phleg… Sí, soy Beau… Bastante bien… Sí, quizás el año que viene… Oye, aquí hay unas personas que quieren hablar contigo… No, sobre Roger Dworkin… Sí. ¿Te va bien?

Al parecer, Phlegman dio su consentimiento, porque Beauzeau me pasó el auricular.

Me salté las presentaciones y fui al grano:

—Hola, Phlegman. Una persona me dijo que habías visto a Roger Dworkin en la DEFCON.

—No, la verdad es que no lo vi. Sólo oí que estaba por allí.

—¿Quién te lo dijo?

—No lo conozco. Sólo escuché una conversación en un ascensor del Marriott, el viernes por la noche.

—¿Qué dijo exactamente?

—No estoy seguro, pero escuché el nombre de Roger Dworkin y algo sobre su asistencia a la DEF CON.

—¿No sabes quién lo dijo?

—No. Pero creo conocer al tipo con el que estaba hablando.

—¿Quién es?

—Un tío mayor. Creo que su seudónimo es el Cuco, o algo parecido. Espera, no es el Cuco. ¿El Pingüino? La verdad es que no estoy seguro.

Empecé a tener un extraño presentimiento.

—¿El Dodo?

—¡Si! Eso es. Estoy seguro. El Dodo.

Le devolví el auricular a Beauzeau. No podía ver mi propia cara, como es obvio, pero a juzgar por las expresiones de Fishhead
y
el Dodo, debía de ser como un poema.

—¿Qué? ¿Qué? -decía Al-. ¿Has averiguado quién es?

—No sé dónde está -dije-. Pero creo saber quién inició el rumor.

—¿Quién?

—Bueno… creo que fui yo.

Noté que me subían los colores a la cara. Al también estaba enrojeciendo, pero no creo que fuese de vergüenza. No sé quién de los dos empezó antes a reír, pero acabamos apoyándonos el uno en el otro y nos alejamos con paso vacilante, mientras los tres piratas nos miraban con expresión consternada.

Encontramos un lugar donde pudimos sentarnos y recuperarnos del ataque de isa.

—Muy bien -dijo Al, enjugándose las lágrimas-. Dime cómo empezaste el rumor sobre Roger Dworkin de 1999.

—Lo único que hice fue preguntar al Dodo si había oído algo sobre él. Respondió que no.

—¡Alucinante! Me alegro que no comentases nada sobre Elvis.

—Muy bien, esto es todo lo que hay sobre la presencia de Roger Dworkin en la DEFCON. ¿Crees que vale la pena que nos quedemos un día más? ¿O prefieres subir esta noche a un tren con destino Nueva York?

—Michael, lo siento, pero tengo que regresar a la costa Oeste.

—¿El deber te llama?

—Me temo que sí.

—¿Cuándo?

—Mi vuelo sale mañana por la mañana.

—Bueno, pues vamos a divertirnos esta noche.

Pasamos el resto de la tarde en la habitación del hotel y compartimos la cena que nos subieron. Después, nos dedicamos a satisfacer otras necesidades fisiológicas.

Al cabo de un rato o, mejor dicho, de varios ratos, apilamos las almohadas y nos sentamos en la cama, nos peleamos por el mando a distancia de la televisión y, en general, pasamos una velada fantástica.

—No me puedo creer que no tengan el canal de dibujos animados -protestó Al-. A esta hora suelen hacer
Reny Stimpy.

—Veamos lo que dan en el canal de los concursos -dije, e intenté arrebatarle el mando a distancia.

Ella se lo pasó a la otra mano y extendió el brazo lo más lejos que pudo sin dejar de hacer
zapping.

—Odio los concursos, y sobre todo a sus presentadores. ¡Oh!, tienen el canal de programas de entrevistas.

—¿Y dices que los presentadores de concursos son insoportables? Deberían destriparlos en público.

—¡Chist! Esto es interesante.

El programa en cuestión había invitado a varios representantes de diversas sectas, unidas por su convicción de que el año 2000 iba a ser el fin del mundo tal como lo conocemos. Había miembros de algunas extrañas sectas fundamentalistas cristianas, místicos orientales y un creyente de una secta satánica que pensaba que esta vez iban a ganar los malos.

—Entiendo que este programa sea interesante para alguien que estudió psicología en la universidad. Tengo que admitir que lo que más me interesa de chiflados como éstos es mantenerme lo más lejos posible de ellos.

—¿Es eso lo que se supone que has estado haciendo este fin de semana?


Touché.

Observamos cómo los participantes balbuceaban sus desquiciadas ideas, alentados por uno de esos presentadores especializados en seguir la corriente a sus invitados y que deberían ser considerados como los herederos espirituales de los que anunciaban a gritos el circo de los monstruos. La cháchara del presentador era difícil de soportar, pero tengo que admitir que aquellos chalados ejercían una extraña fascinación, más allá del obvio suspense de cuál de ellos sería el primero en escupir espuma por la boca.

—Al, ¿te acuerdas de lo que dijo Marión Oz? ¿Que las religiones eran virus de información que circulaban entre los humanos?

—Sí. ¿Por qué?

—¿Te lo creíste?

—Tengo que admitir que tenía cierto sentido.

—Yo también pensé lo mismo. ¿Sabes?, se me ha ocurrido una idea extraña.

—¿Quieres contármela ahora, o prefieres que esperemos a ver si puedes intervenir en este programa?

—Gracias, pero este fin de semana ya he satisfecho mi necesidad de ser humillado públicamente.

—Vale. En serio, ¿de qué se trata?

—Verás: hemos estado dándole vueltas a la posibilidad de que haya un virus informático inteligente; o quizás un gusano, o un caballo de Troya, o una combinación de estos tres tipos. -

¿Y bien?

—Pues que, si en teoría un virus puede volverse consciente, ¿no podría hacer lo mismo un virus de información?

—No estoy segura de entender lo que dices. Las personas ya tienen inteligencia. Bueno -lanzó una mirada al televisor-, quizá no todas.

—No estoy hablando de individuos. ¿Cómo puedo explicártelo? Nuestro hipotético gusano se ha vuelto consciente utilizando una pequeña fracción de la capacidad de millones de ordenadores, ¿verdad? Supongamos que algo como una religión pudiese, empleando parte de la capacidad de millones de cerebros, desarrollar una especie de inteligencia autónoma.

—Vale, creo que te empiezo a entender.

—¿No se ha dicho que sólo usamos un cinco por ciento de nuestras mentes? ¿Y si otra cosa está utilizando una parte de la capacidad desaprovechada?

—Ya lo dijo William James, aunque, si debo serte sincera, no creo que exista base científica para ese porcentaje que mencionas. De todos modos, Freud demostró que muchos procesos mentales son inconscientes.

—Me pregunto qué es lo que haría una religión si fuera consciente.

—No lo sé. Seguramente empezaría por eliminar el resto de religiones.

—Eso ya se ha intentado.

—Sí, ¿verdad? Creo que podrías encontrar argumentos a favor de tu idea en sucesos tales como las Cruzadas, sobre todo la llamada Cruzada de los Niños, piensa en ello: miles de pequeños decidieron espontáneamente que querían ir a liberar Tierra Santa.

—Entiendo lo que quieres decir, aunque no parece un buen ejemplo de inteligencia.

—Entonces, a ver qué te parece éste: a principios del siglo XIV se habían construido ocho grandes catedrales góticas en Francia. Todas estaban dedicadas a
Notredame,
es decir, a la Virgen. Siglos después, se ha descubierto que, si proyectas en el suelo la situación geográfica
de
las ocho catedrales, aparece la constelación de Virgo.

—¿Es eso cierto?

—Bueno, no lo he comprobado, pero lo leí en un libro de texto cuando estaba en la universidad.

—¿Qué estabas estudiando? ¿Astronomía o arquitectura medieval?

—Psicología -contestó sonriendo-. Era un manual sobre la conducta humana. Piénsalo: los constructores de aquellas catedrales no conocían el patrón que estaban creando. Cabe defender la idea de que debían de estar guiados por alguien o algo que sabía el patrón y tenía la influencia suficiente.

—Hablando de astronomía: ¿qué me dices de Stonehenge y otros lugares semejantes?

—¿Qué tienen de particular?

—Siempre me pareció un poco raro que aquellos pueblos primitivos tuvieran conocimientos tan precisos de cosas como los equinoccios y tal. ¿Y si las personas no los tenían, sino que eran guiadas? ¿Cómo podría llamarse algo así?

—No lo sé, una supermente o algo parecido.

—Sería como un
daemon
informático porque se estaría ejecutando todo el tiempo como un proceso en segundo plano.

—¿Qué te parece
daemon
de inteligencia en red de grupo humano?

—Está bien, pero las siglas no son fáciles de recordar. ¿Qué tal
daemon
de individuos operativos sincronizados?

—¡Oh, qué bonito! Pero también da un poco de miedo.

9

Wyrm en el pozo

El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente

como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como

de hombre; el cuarto Viviente es como un águila en vuelo.

APOCALIPSIS 4,7

A la mañana siguiente fuimos a pie a la estación de Market East y tomamos el tren del aeropuerto. Di un beso de despedida a Al y luego bajé en la estación de 30th Street para esperar el tren que debía llevarme a Nueva York. Nuestras despedidas todavía conservaban parte del dolor que había notado por vez primera en Francisco, aunque era reconfortante saber que ella sentía lo mismo que yo.

Durante nuestra asistencia a la DEF CON, Al y yo habíamos recopilado bastante
shareware subterráneo,
es decir, disquetes que se intercambiaban los participantes. Bastantes de ellos eran lo que se conoce en la jerga informática como
rudeware
, programas con imágenes pornográficas, juegos, etcétera. La probabilidad de que estos disquetes contuvieran virus, caballos de Troya y otros productos repugnantes era astronómica. Estaba convencido de que la mayoría de aquel
rudeware
aparentemente tan atractivo tenía la finalidad de seducir a algunos usuarios para infectar sus ordenadores. La mayor parte de los piratas presentes en la DEF CON lo sabían. Para ellos ejecutar estos programas era un reto a su habilidad. Para Al y para mí, suponía la oportunidad de estudiar unos virus que no tardarían en dispersarse por todas partes.

En el tren examiné en mi portátil algunos disquetes. Como los programas de
rudeware
parecían especialmente sospechosos, empecé por ellos. Por desgracia, mientras los ejecutaba no me fijé en que a mi lado estaba sentada una corpulenta señora, que miraba la pantalla por encima de mi hombro. Uno de los programas contenía un gráfico que era, digamos, muy gráfico. Mostraba de forma bastante realista un acto que, si bien no era biológicamente imposible, desde luego era improbable, claramente antinatural y, sin la menor duda, ilegal. Oí un fuerte bufido a mi izquierda y, al volverme, vi que la mujer se alejaba por el pasillo en busca de un compañero de viaje que tuviese el buen gusto de mantener sus perversiones para los momentos de intimidad.

Al cabo de un rato, me cansé de explorar el
rudeware
y empecé a probar el programa de siglas recursivas del Dodo. Las componía en ambas direcciones; también creaba unas siglas para un conjunto de definiciones, y proponía nuevos significados para otras ya dadas. Decidí ver qué era lo que podía hacer con WYRM. Después de varios esfuerzos poco afortunados como «Washington yace risueño en Marsella» y «William yuxtapone rimas melifluas», al final propuso «WYRM ya repite matriz», que me pareció bastante interesante, puesto que
matriz es
un término que se ha utilizado a veces para hacer referencia al ciberespacio. También generó las frases «WYRM ya reitera mente», que era algo defectuosa, y «WYRM y ruptura del milenio», que sonaba como un mal presagio.

Other books

Best Left in the Shadows by Gelineau, Mark, King, Joe
Ghostboat by Neal R. Burger, George E. Simpson
Runaway by Bobbi Smith
Five Days Dead by Davis, James
Sweet Girl by Rachel Hollis
Rose by Leigh Greenwood
The Case of the Stinky Socks by Lewis B. Montgomery


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024