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Authors: Mark Fabi

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Wyrm (33 page)

También me llamaron otras cuatro empresas de asesores bursátiles de Wall Street; mientras, Al trabajaba con dos de Nueva York y otras dos de Chicago. A menudo comparábamos nuestras anotaciones.

El viernes lo pasé en Gerdel Hesher Bock, la mayor parte del tiempo con los brazos cruzados porque ya había hecho todo lo que estaba en mi mano. Vi muchas axilas con ropa de Armani empapada, pero todo fue bastante bien hasta media tarde cuando muchas empresas bursátiles empezaron a desconectarse de la red. Busque mis clientes y los de Al; parecían estar funcionando sin problemas, aunque era evidente que el virus seguía circulando.

Al y yo hicimos una autopsia muy particular el sábado por la mañana, mientras desayunábamos y hojeábamos el
New York Times y el Wall Street Journal.
Esta vez habían sido dieciocho las empresas atacadas, con unos resultados que iban desde la parálisis parcial al coma profundo.

Algunas empresas intentaron solucionar el problema del virus cambiando la fecha de sus sistemas -dijo Al-. No les salió bien.

—Si, lo sé. Me pregunto por qué.

Se me ocurrían varios recursos que tenían ciertos virus de vencer esa estrategia. Era interesante saber cuál de ellos había utilizado.

—¿Has conseguido invertir la compilación?

—He estado trabajando en ello.

—Aquí hay una información interesante -dijo Al-. ¿Sabes que ninguna de las compañías afectadas tenía instalado un sistema operativo de Macrobyte?

—¿Sabes que no me sorprende en absoluto?

Al y yo nos despedimos al día siguiente; me esperaban varios clientes en Nueva York, y ella tenía que ir a trabajar a Chicago y a Houston. La perspectiva de no volver a verla hasta dentro de dos semanas no era agradable y me dio nuevos motivos para esperar las sesiones nocturnas de juego que habíamos acordado realizar; sería la oportunidad más parecida a estar juntos que íbamos a tener.

Las semanas pasaban despacio. Nuevos clientes me iban llamando de manera bastante constante. En mi tiempo libre, estudiaba la estructura de Cecil. En un momento dado, dejamos de llamarlo Cecil y empezamos a llamarlo sólo Gusano y después, Wyrm. No sé de dónde había salido este nombre; debimos de leerlo en algún sitio.

Además de jugar a Ajenjo cada noche con Al y George, mantenía un contacto bastante frecuente con ellos por teléfono. También intenté continuar la relación con Josh Spector de Macrobyte, pero dejó de devolver mis llamadas y estaba «ausente de su despacho» cada vez que lo llamaba. Un auténtico misterio, que sólo azuzó mis sospechas de que algo olía a podrido en Oakland. De todos modos, no podía hacer gran cosa al respecto, al menos por el momento.

Por fin llegó el viernes. Era el fin de semana de DEF CON 6, e iba a encontrarme con Al en Filadelfia. Dudé entre ir en coche o tomar el tren. Me decidí por este último, sobre todo porque no quería preocuparme por dónde dejaba aparcado el coche. Al tenía que venir en avión a la mañana siguiente, no sabía desde dónde. No entendía cómo podía aclararse con su ruta de viajes; yo no podía.

Había reservado una habitación en el hotel Marriott. Sabía que allí se iban a hospedar muchos piratas porque se encontraba en un lugar idóneo, más que su homónimo de San Francisco respecto al centro de convenciones. Muy a menudo, se obtiene información más interesante por los pasillos del hotel que en la propia convención. La ceremonia de apertura estaba prevista para el sábado por la mañana, pero muchos piratas habían llegado antes y se formaron varios corros en distintos lugares del hotel. Yo iba deambulando de un lado a otro, renovando viejas amistades y haciendo otras nuevas. En un ascensor me encontré con un tipo al que reconocí de inmediato: el Dodo. Estaba en la cincuentena; era un pirata de primera o segunda generación. Alto y con los cabellos blancos de una forma un tanto prematura, tenía ojos grandes y lánguidos como un perro de caza, y la fofa complexión de quien pasaba todas las horas del día sentado frente a un monitor.

—Saludos, Engelbert -dijo al verme. Me llamó por el seudónimo que había adoptado para asistir a este tipo de reuniones, entre otras actividades-. Me alegro de verte en la fiesta de este año.

—No me la habría perdido por nada del mundo, Dodo. ¿Qué diversión nos han preparado para esta ocasión?

—Creo que hay un programa especial sobre cifrado y descifrado de códigos. También se hablará de transmisión de datos a través de fibra óptica, virus, inteligencia artificial, etcétera. Y, por supuesto, la dosis habitual de
vaporware de
los ejecutivos. Y
nohacatismo.

Vaporware
era una palabra del argot de los piratas que definía los productos de software que se anunciaban a bombo y platillo pero que todavía no estaban a la venta. En cambio, nunca había oído hablar de
nohacatismo.
Le pregunté el significado.

—Sí, hombre: «No Hagas Caso del Tipo».
No-Ha-Ca-Tismo.
Se aplica a charlatanes e ilusionistas.

—¿Te refieres a los que presentan
demos
trucadas?

—Exacto.

Se abrieron las puertas del ascensor y entró un hombre de mi edad. No lo reconocí, pero el Dodo y él se saludaron con un movimiento de cabeza como si se conocieran.

—Pero se dice que el plato fuerte de este año será una exhibición de un hardware de realidad virtual nuevo y muy potente -añadió el Dodo.

—¿Qué tiene de particular?

—Bueno, en realidad lo de siempre: cascos, gafas, guantes y trajes completos. Pero son más refinados y potentes. Y algunos hablan de una nueva generación de hardware: interfaces neurales directas, y ese tipo de cosas.

—Parece divertido. ¿A quién has visto por aquí?

—Aparte de a ti, he visto a Bupky, Fishhead, Shadowhacker y Graviton. También corre el rumor de que HfH ha venido este año… de forma anónima, por supuesto.

—¿Has oído si está Roger Dworkin por aquí?

—No. ¿Lo está?

—No lo sé. Esperaba que sí. Si oyes algo, dímelo, ¿vale?

—Desde luego. ¡Ah!, por cierto, ¿descubriste lo que te producía aquel error con la función de borrado?

—No, pero creo que era un
heisenhug.

—Lo mismo pensaba yo. Toma. -Me entregó un disquete-. Es un programita que he escrito en Lisp. Quizá lo encuentres divertido.

—¿Qué hace?

—Crea siglas recursivas.

—¡Qué mono! ¿Cómo lo has llamado?

—Todavía no lo he decidido, pero él se llama a sí mismo Programa de Siglas Recursivas PSRP.

—¿Qué quiere decir PSRP?

—Quiere decir «Programa de Siglas Recursivas PSR».

—¡Uf! No me puedo creer que haya picado con algo así.

Los piratas suelen estar fascinados por la recursividad, o sea, todo aquello que nace referencia a sí mismo. Las siglas recursivas son especialmente populares. Por ejemplo, en el MIT se utilizan dos editores de texto. Uno de ellos es EINF., que supuestamente quiere decir «EINE Is Not EMACS» (EINE no es EMACS). Por cierto, EMACS era un editor más antiguo. El sucesor de EINE fue otro programa llamado ZWEI, siglas de «ZWEI Was EINE Initially» (ZWEI era antes EINE)
[12]
. Hay otras formas de crear siglas recursivas como, por ejemplo, STL («Sigla de Tres Letras») u OJS («Otras Jodidas Siglas»).

Al tomar el disquete, me fijé que el Dodo llevaba las manos manchadas por una sustancia blanquecina.

—¿Qué es eso? -le pregunté.

—¿Esto? ¡Oh!, en el piso trece están celebrando una fiesta de
ooblick.

El
ooblick
es una extraña sustancia que se crea con facilidad al mezclar agua y almidón de maíz. La pasta resultante tiene extrañas propiedades, como su ambigüedad entre ser una sustancia líquida y sólida; aunque es suave y fluida, se resquebraja si recibe un golpe. A los piratas les encanta manipular este material. Me despedí del Dodo y fui al decimotercer piso. Al llegar, seguí a los que llevaban restos de sustancia blanca en las manos y la ropa. Debían de haber traído un par de maletas llenas de almidón de maíz, porque habían llenado de
ooblick
una bañera entera. No sabía cómo pensaban sacarlo de allí; lo más probable es que creyeran que era un problema del servicio de limpieza del hotel. Incluso había un tío que estaba dentro de la bañera, chapoteando en aquel líquido viscoso. Otros habían llenado cubos de diversos tamaños. La fiesta se había organizado en grupos de piratas que conversaban alrededor de un cubo lleno de
ooblick y
que manoseaban la sustancia por turnos.

Mientras me paseaba por la habitación, oí fragmentos de las conversaciones:

—Si no eres parte de la solución, eres parte del concentrado…

—El cristal es en realidad un líquido extremadamente viscoso. Si miras los vitrales de las catedrales del siglo XIII…

—Si Dios hubiera querido que nos metiéramos en la realidad virtual, habría creado una interfaz digna…

Deambulé entre varios grupos más y recogí algunos datos dispersos, pero nada sobre Dworkin. Poco después de la una de la madrugada, decidí irme a dormir.

A primera hora de la mañana siguiente, cuando había acabado de vestirme y me disponía a bajar a desayunar, llamaron a la puerta. Era Al. Soltó las maletas y prácticamente saltó a mis brazos. Unos minutos después, cuando recuperé el uso de mis labios, dije:

—No te esperaba hasta dentro de dos horas.

—Podía tomar otro avión que salía antes y lo tomé. ¡Ah!, tengo que enseñarte algo -dijo, y sacó un papel doblado del bolsillo exterior de la maleta de su ordenador portátil-. Mira esto.

Era la fotocopia de una página de un libro. En la parte superior había una reproducción de un dibujo desgarrado de una serpiente mordiéndose la cola, que rodeaba una telaraña con una enorme araña en el centro. El pie de la ilustración decía lo siguiente:

108. Maya, tejedora eterna del ilusorio mundo da los sentidos, rodeada por el Ouroboros. Imagen deteriorada de una colección de aforismos brahmánicos.

—¿Dónde lo has encontrado? -le pregunté.

—Es una página del libro de Jung
Psicología y alquimia.
Lo encontré mientras investigaba lo del ouroboros. Jung escribió mucho acerca de éste; al parecer, era un símbolo alquímico bastante importante.

—¿Suele representarse con una telaraña en el centro?

—Que yo sepa, no Cuando lo vi, se me puso la carne de gallina.

—No me extraña. Yo también he leído un poco al respecto. Mitología, sobre todo. ¿Recuerdas lo que dijo Robin sobre Jormungandr?

—¿La serpiente de Midgard?

—Sí, la que rodea el mundo mordiéndose la cola. Según los mitos nórdicos, hay otra mainifestación de Jormungandr llamada Nidhoggr, que quiere decir «temible mordedora». Vive en la base de Yggdrasil, el árbol del mundo, y mordisquea sus raíces.

—Creo que entiendo lo que quieres decir. Las raíces del árbol son una red, como Internet.

—Exacto.

—¡Válgame Dios! -dijo, mirándome como si me viese por primera vez-. ¿Qué llevas puesto?

Llevaba unos viejos pantalones cortos de color caqui, de esos que tienen demasiados bolsillos, y unas zapatillas deportivas altas y negras. Este impresionante conjunto lo completaba una camiseta estampada, recuerdo de un concierto de un grupo de
heavy metal
de los ochenta llamado Black Silicon. Estaba cargada de esas imágenes diabólicas que molestan tanto a esos tipos susceptibles que creen que el
rock and roll
es en realidad una conspiración secreta para atraer a los niños al satanismo.

—Debería llamar la atención sobre el elemento que nos interesa, ¿no?

—¿Fuiste
a
ese concierto?

—¿Verdad que no llevo ningún audífono? Me la vendieron unos chicos de Long Island que vendían cosas viejas en el patio de su casa.

—No pretendo ofenderte, Michael, pero si vas a ir vestido así, no sé si quiero que me vean contigo. Crecí muy cerca de aquí y podríamos encontrarnos con algún conocido.

Me eché
a reír.

—Odio tener que desvelarte este secreto, pero la mayoría de los piratas con los que te vas a mezclar este fin de semana irán vestidos así.

—Eso es distinto. Siempre puedo explicar a mis amigos más tarde lo que estoy haciendo aquí. Pero ¿cómo puedo explicar que tengo un novio con esta pinta?

—Entiendo. Lo más probable es que te despojen de tus derechos ciudadanos. ¿Tienes el valor de bajar a desayunar?

—Vamos a pedir que nos lo traigan a la habitación.

—Todo esto lo estás diciendo en serio, ¿verdad?

—No, en realidad no. Sólo se me había ocurrido lo que podríamos hacer mientras esperamos y no tiene nada que ver con la ropa.

Después de desayunar, fuimos al centro de convenciones para registrarnos en la DEF CON. Comprobamos que Roger Dworkin no estaba apuntado. Como suele suceder en la mayoría de convenciones, nos dieron carnés de identificación con nuestros nombres. En cambio, a diferencia de lo que ocurre normalmente, la mayoría de los asistentes sacaban la tarjeta de la funda de plástico, escribían su seudónimo en la otra cara y volvían a meterla del revés para enseñar el nombre ficticio y ocultar el verdadero. Esta costumbre me iba de perlas porque existía la remota posibilidad de que alguien me reconociese por mi verdadero nombre, bien por haber asistido a una de mis conferencias sobre virus o por haber leído mis artículos.

—Será mejor que no estemos juntos todo el tiempo -dije a Al, que llevaba un carné con el seudónimo Medea.

—¿Para que podamos cubrir más terreno?

—Por eso y por otra razón: si la gente nos ve juntos, supondrá que eres mi pareja y no podrás actuar porque los piratas se mantendrán lejos de ti.

—No entiendo cómo puede pensar alguien que salgo con un tipo vestido así -comentó ella, arrugando la nariz.

—Medea, un nombre muy bonito. ¿No es la que mató a sus propios hijos?

—¡No lo hizo! Los corintios sobornaron a Eurípides para que escribiera eso. Fueron ellos quienes los mataron.

—¡Bueno, cálmate! Sólo es un mito ¿recuerdas?

—¿Qué? Porque sea un mito ¿piensas que es menos real?

Echamos un vistazo al programa y decidimos a qué seminarios y talleres íbamos a asistir. Era evidente que ambos estábamos interesados en los virus, de modo que, para ser justos, nos repartimos los actos relacionados con el tema. A Al le interesó una charla sobre nuevos métodos de criptografía, mientras que yo decidí asistir a una tabla redonda sobre realidad virtual. Acordamos encontrarnos de forma periódica para estudiar cómo iban las cosas.

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