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Authors: Fredric Brown

Tags: #Ciencia ficción

Universo de locos (28 page)

BOOK: Universo de locos
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Estaba sentado en un pequeño pasadizo con una barandilla de acero, que daba a la cámara principal de la nave almirante, observando cómo Dopelle y un gran número de otros hombres preparaban rápida y eficientemente algo que parecía una versión completamente modificada y mucho mayor de algo que había visto en una revista científica en la Tierra, en su propia Tierra. Un potenciomotor Burton. Y había sido en la revista científica donde había visto el esquema eléctrico y la fórmula que explicaba el campo eléctrico.

La esfera Mekky flotaba por encima de los que trabajaban, junto al hombro de Dopelle y a unos veinte metros de donde estaba Keith. Pero le hablaba a Keith dentro del cerebro. Aparentemente la distancia no significaba nada para Mekky.

Y Keith tenía la sensación de que Mekky estaba llevando más de una de esas conversaciones telepáticas al mismo tiempo, porque era evidente que dirigía a Dopelle y a los operarios mientras hablaba con Keith.

—Te resulta difícil de comprender, desde luego —decía Mekky—. Es difícil de comprender del todo el infinito. Y, sin embargo, hay un número infinito de universos.

—¿Pero dónde? —preguntó Keith—. ¿En dimensiones paralelas o qué?

—La dimensión es simplemente un atributo de un universo —dijo Mekky— que tiene validez sólo dentro de ese universo particular. Desde otro lugar, un universo, en sí mismo un espacio infinito, no es más que un punto, un punto sin dimensión. Hay un número infinito de puntos en la cabeza de una aguja —continuó Mekky—. Hay tantos puntos en la cabeza de una aguja, por lo tanto, como en un universo infinito o en una infinidad de universos infinitos. Y la infinidad elevada a la enésima potencia es aún solamente la infinidad. ¿Me entiendes?

—Casi —dijo Keith.

—Hay, por lo tanto,
un número infinito de universos coexistentes
. Esos universos incluyen este mundo y el mundo del cual tú procedes. Todos son igualmente reales e igualmente verdaderos. Pero ¿puedes concebir lo que significa una infinidad de universos, Keith Winton?

—Bien, sí y no —dijo Keith.

—Significa que, dentro de lo infinito,
todos los universos concebibles existen
. Hay, por ejemplo, un universo en el cual esta misma escena está siendo repetida, excepto que tú, o tu equivalente, lleva zapatos castaños y no negros. Hay un número infinito de permutaciones de esa variación; un universo en el cual tú tienes un ligero rasguño en el dedo índice, y otro donde tienes cuernos rojos y…

—Pero ¿todos ellos son yo mismo?

—No, ninguno de ellos es tú, del mismo modo que el Keith Winton en este universo no es tú mismo. No debí haber usado ese pronombre. Todos son entidades individuales. Como el Keith Winton de aquí. En esta particular variación hay una amplia diferencia física; ningún parecido, en realidad. Pero tú y tu prototipo aquí tienen aproximadamente la misma historia —prosiguió—. Y han encontrado, con disgusto, que los dos han escrito los mismos cuentos. Y existen semejanzas entre mi amo Dopelle y un aficionado a la fantasía científica en tu universo llamado Joe Doppelberg: pero ellos no son la misma persona.

—Si hay un número infinito de universos —dijo Keith, pensativo— entonces todas las posibles combinaciones deben existir. Entonces, en algún lugar, todo debe de tener existencia real. Quiero decir que sería imposible escribir una historia fantástica porque por muy extraña que fuera eso mismo tiene que estar sucediendo en algún lugar, ¿no es verdad?

—Desde luego que es verdad —dijo Mekky—. Hay un universo en el cual Huckleberry Finn es una persona real, haciendo las mismas cosas que Mark Twain escribió. En realidad existe un infinito número de universos en los cuales un Huckleberry Finn está haciendo todas las posibles variaciones de lo que Mark Twain escribió que hacía. No importa qué variaciones Mark Twain hubiera introducido en su libro siempre habrían resultado ser verdad.

La mente de Keith Winton se tambaleó.

—Entonces, ¿hay un número infinito de universos en los cuales nosotros o nuestros equivalentes están construyendo aparatos Burton para luchar contra el ataque de los arturianos? ¿Y en algunos de esos universos triunfaremos y en otros seremos derrotados?

—Cierto. Y hay un número infinito de universos, desde luego, en los cuales no existimos; es decir, no existe ninguna criatura parecida a nosotros. Universos en los cuales la raza humana no existe. Hay un número infinito de universos, por ejemplo, en los cuales las flores son la forma predominante de vida, o en los que nunca se ha desarrollado ninguna forma de vida ni tampoco se desarrollará en el futuro. E infinidad de universos donde los estados de existencia son tales que no tenemos palabras ni ideas para describirlos ni siquiera para imaginarlos.

Keith cerró los ojos y trató de visualizar universos que no podía visualizar porque ni siquiera podía imaginarlos. Volvió a abrir los ojos cuando Mekky dijo:

—Todas las posibles combinaciones deben existir en el infinito. Por lo tanto, hay un número infinito de universos en los cuales vas a morir dentro de la próxima hora, conduciendo un cohete contra la nave monstruo de Arcturus. Del mismo modo que vas a conducir uno aquí.

—¿Qué?

—Sí. A pedido tuyo. Eso puede llevarte a tu propio universo. Y tú quieres regresar; lo veo en tu mente. Te daremos la oportunidad que ansías. Pero no me preguntes si tendrás éxito. Yo no puedo ver el futuro.

Keith sacudió la cabeza para aclararse las ideas. Había aún un millón de preguntas que deseaba hacer. Su mente volvió al principio e hizo otra vez una de las primeras preguntas que había hecho al salir de la hipnosis. Quizá ahora, con una base mejor de comprensión, la respuesta significaría algo más que la primera vez.

—¿Quieres explicarme, Mekky, cómo he llegado aquí?

—El cohete que lanzaron de tu Tierra a la Luna debe de haber vuelto a caer en la Tierra, muy cerca de donde estabas. Quizá a unos pocos metros. El aparato Burton funcionó al aterrizar. No fue exactamente una explosión, aunque algunos de los efectos fuesen similares. Pero puedo ver, por mi análisis del aparato, que algunos de los efectos eléctricos serían bastante peculiares. Una persona que quede en el centro del relámpago y no en los bordes no resulta muerta. Es simplemente lanzada fuera de su universo, hacia otro del infinito número de universos.

—Pero ¿cómo puedes saber eso —preguntó Keith— si el efecto Burton es nuevo aquí?

—En parte por deducción de lo que te ha pasado. Y en parte por análisis de la fórmula Burton, un análisis mucho más profundo del que se le podría dar en tu Tierra. La sola deducción sería suficiente sin la comprobación teórica. Estabas allí, y ahora estás aquí. Y en tu mente veo la razón por la que, entre una infinidad de universos, has caído en este.

—¿Quieres decir que no ha sido pura casualidad?

—Nada se rige por la casualidad. Todo se debe a que, en el mismo instante del relámpago, estabas pensando en este universo especial. Es decir, estabas pensando en el aficionado a la fantasía científica, en Joe Doppelberg, y te preguntabas qué clase de universo estaría él soñando, qué clase de universo le gustaría a él. Y es éste. Lo que no quiere decir que este universo no sea real, tan real como el tuyo. Ni Joe Doppelberg ni tú han soñado este universo. Ya era; ya existía. Pero es el único universo, dentro de la infinidad de universos existentes, que es exactamente igual al que estabas pensando en el momento del relámpago, es decir, pensando en él como el universo que soñaría Joe Doppelberg.

—Creo que ahora entiendo —dijo Keith.

Keith pensó en muchas cosas a la vez; todas se ajustaban a lo que había oído, y no podía decirlas todas.

Dopelle era exactamente lo que Doppelberg habría soñado ser. Hasta el embellecimiento de su nombre.

Y había tantos pequeños detalles que eran comprensibles ahora. Joe Doppelberg había estado en las oficinas de Borden mientras no estaba Keith. Por lo tanto nunca había visto a Keith y no sabía cómo era. Pero se había formado una imagen mental de él y el Keith Winton de este universo sería como aquella imagen: más alto y delgado que Keith, con un aspecto más estudioso a causa de las gafas, más típicamente un editor, en suma. Si Joe hubiera visto a Keith, entonces la imagen se habría correspondido; Keith Winton aquí hubiera sido el doble físico del Keith Winton en el otro universo. O, más exactamente, Keith habría sido transportado al universo (en lo demás idéntico a este) en el cual Keith Winton era su doble físicamente.

Joe Doppelberg había visto, sin duda, a Betty Hadley en las oficinas de Borden. No sabía que ella sólo hacía pocos días que trabajaba allí, de modo que en este universo eso no era verdad. No sabía que la residencia de Borden estaba en Greeneville, y por lo tanto en este universo la residencia no estaba en Greeneville sino en otro lugar. Debía de tener una en alguna parte.

Sí, todo encajaba, hasta las mejoras en las portadas de
Historias sorprendentes
, que mostraban los monstruos siderales con el sutil horror que Doppelberg quería que tuvieran.

Y, además, en muchos otros sentidos, este era el mundo que hubiera soñado cualquier adolescente aficionado a la fantasía científica. Fords T y naves interplanetarias. Los Nocturnos. Aire en la luna. Automáticas calibre cuarenta y cinco en la Tierra, y Dios sabe qué armas fantásticas para la lucha en el espacio. Jugo lunar y el W.B.I.

Y Doppelberg convertido en Dopelle, dueño de un universo, excepto por la oposición de Arcturus. Dopelle, supercientífico, creador de Mekky, el único hombre que había estado en Arcturus y regresado vivo.

Dopelle, prometido de Betty Hadley. Era natural que se hubiera enamorado de ella al verla el día que la había encontrado en las oficinas de Borden. Y eso era algo por lo que Keith no lo criticaba.

Un universo al gusto de Doppelberg.

De nuevo Keith se rectificó: Un universo al gusto de Doppelberg, tal como él, Keith, lo había concebido, consciente e inconscientemente. Joe, en realidad, no tenía ninguna participación en todo eso. Este era simplemente el universo que Keith había imaginado que Doppelberg soñaría. Hasta en los detalles en que él no había pensado.

Mekky tenía razón; todo encajaba demasiado bien.

Los hombres que trabajaban en aquella gran cámara, debajo del pasadizo, estaban ahora dando los toques finales al aparato que estaban haciendo, una cosa de complicadas bobinas y aparatos eléctricos que sólo vagamente se parecía a la fotografía que había visto una vez del potenciomotor Burton. Sin duda Mekky, después de comprender los principios fundamentales, había hecho un aparato mucho más potente y eficiente.

Mekky flotó ascendiendo y se colocó cerca del hombro de Keith.

—Ahora lo instalarán en la proa de una nave —dijo— un aparato de propulsión a cohete. No puedo anticipar qué efecto produciría un viaje por teleportación en el campo Burton, de modo que no podemos arriesgarnos a colocar el aparato en una nave más grande. Y no tenemos tiempo para hacer experimentos. Alguien, y tú tendrás la preferencia si te presentas como voluntario, deberá sacar el cohete de la nave nodriza, esta misma nave, y dar unas cuantas vueltas hasta que el aparato Burton se cargue lo suficiente. Acumulará una potencia inmensa.

—¿Y cuánto tiempo llevará eso? —preguntó Keith. Estaba ya decidido a presentarse como voluntario.

—Sólo minutos. Para ser exacto, estará completamente cargado en cuatro minutos y cuarto. Hacer funcionar la nave un tiempo mayor ni aumentará ni disminuirá el potencial máximo. Después de ese tiempo el cohete debe quedarse cerca de la nave almirante, que será el primer objetivo de la nave monstruo de Arcturus. Y cuando se materialice aquí para atacarnos, la nave cohete debe lanzarse contra el monstruo arturiano. La nave arturiana está desprovista de inercia —prosiguió Mekky—. Cualquier aparato de la flota terrestre podría estrellarse contra ella sin causarle el menor daño. Ninguna de nuestras armas puede afectarla. Sembrará la muerte y la destrucción en nuestra flota, y entonces irá hacia los planetas, incluso la Tierra, después de destruir nuestras naves. A menos que el aparato de Burton, que es tan desconocido para ellos como para nosotros, pueda destruirla.

—¿Lo conseguiremos? —preguntó Keith.

Si era posible para la voz mecánica de Mekky sonar seca y sombría; entonces fue sombría y seca en la mente de Keith.

—Creo que sí. Lo sabrás cuando te estrelles contra el cohete. Leo en tu mente que vas a presentarte como voluntario para hacerlo, y es tu única posibilidad de regresar a tu propio mundo. Este es un gran privilegio. Todos los hombres de la flota se han presentado como voluntarios, si es que tú no quieres ir.

—Pero ¿sabré hacer funcionar el cohete? —preguntó Keith—. No conozco los mandos; ni siquiera he visto uno de esos aparatos. ¿Son mucho más complicados que un Ehrling?

—Eso no tiene importancia —dijo la voz de Mekky—. Voy a infundirte los conocimientos necesarios para que puedas hacerlo funcionar antes de que entres en el cohete. Tendrás reflejos automáticos, y por lo tanto ni siquiera tendrás que pensar. En realidad necesitarás esos reflejos para volver a tu mundo, y no simplemente salir de este. Tu mente tiene que estar libre de la necesidad de concentrarte en los mandos de la nave.

—¿Por qué? —preguntó Keith.

—Porque debes concentrarte en el universo al que deseas regresar, recordar las cosas que lo forman. Concéntrate en el mismo lugar donde estabas hace una semana cuando el cohete lunar se estrelló a tu lado. No en el mismo momento desde luego; ten en cuenta el lapso. De otro modo podrías llegar allí en el preciso momento de ser lanzado de nuevo por el relámpago del cohete lunar. Puedes explicar tu ausencia de una semana diciendo que has tenido amnesia como consecuencia de la conmoción causada por la caída del cohete. Y desde Greeneville puedes ir a Nueva York y a Betty Hadley, tu Betty Hadley, si es que puedes conseguirla.

Keith se sonrojó ligeramente. Había una desventaja en que le pudieran leer a uno los pensamientos tan profundamente, aunque fuese por un cerebro electrónico.

Los operarios estaban ya colocando el cohete en la pista de lanzamiento.

—¿Tardarán mucho? —preguntó Keith.

—Diez minutos, o menos. Tranquilízate ahora y cierra los ojos, Keith Winton. Voy a poner en tu mente los conocimientos necesarios para que puedas controlar la nave que vas a conducir.

Keith Winton cerró los ojos y relajó los miembros.

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