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Authors: Bruce Sterling & Greg Bear & James Patrick Kelly & John Shirley & Lewis Shiner & Marc Laidlaw & Pat Cadigan & Paul di Filippo & Rudy Rucker & Tom Maddox & William Gibson & Mirrors
Tags: #Relato, Ciencia-Ficción
En Mirrorshades (1986), Bruce Sterling propone un recorrido sobre el estilo ciberpunk a través de la lectura de varios autores del género. En la introducción Sterling plantea algunos aspectos destacables de este tipo de literatura.
"Al contrario, y en abierta oposición, la tecnología es para los ciberpunkis algo visceral. Ya no es el genio de la botella de los inventores de la Gran Ciencia. Por contra, ahora es ubicua y llamativamente íntima. No está fuera de nosotros, sino dentro, bajo nuestra piel y.a menudo,en el interior de nuestra mente. La propia tecnología ha cambiado. Ya no es para nosotros esas gigantescas maravillas que escupían vapor, como la presa Hoover, el Empire State Building o las centrales nucleares. La tecnología de los ochenta se pega a la piel, responde al tacto: los ordenadores personales,los walkman de Sony, el teléfono móvil o las lentes de contacto blandas. Ciertos temas centrales aparecen con frecuencia en el ciberpunk: el problema de la invasión del cuerpo con miembros protésicos, circuitos implantados, cirugía plástica o alteración genética. Similar y quizás aún más poderosa es la invasión de la mente: interfaces mente — ordenador, inteligencia artificial, neuroquímica... son técnicas que redefinen radicalmente la naturaleza humana, la naturaleza del yo. Como señaló Norman Spinrad en su ensayo sobre el ciberpunk, muchas drogas,así como el rock and roll, son productos definitivamente tecnológicos. Ninguna contracultura del tipo Earth Mother nos ofreció el ácido lisérgico,sino que vino de los laboratorios Sandoz, y cuando se escapó corrió por la sociedad como un fuego incontrolable. Timothy Leary calificó los ordenadores personales como «el LSD de los ochenta » ; ambos representan tecnologías de un potencial aterradoramente radical. Y, como tales,son elementos de referencia continua para el ciberpunk. Los ciberpunkis,al ser en sí mismos híbridos, están fascinados por las zonas intermedias,las áreas donde,en palabras de Gibson, «la calle usa las cosas a su modo »: son los sucios e irreprimibles grafitos callejeros, producto de ese artefacto industrial clásico,el bote de spray;es el subversivo potencial de la impresora,de la fotocopiadora doméstica y la música scratch, cuyos innovadores marginales convierten al propio tocadiscos en un instrumento,generando la música arquetípica de los ochenta, donde el funk se encuentra con el método de collage de Burroughs. «Todo está en la mezcla » es cierto para gran parte del arte de los ochenta,y del mismo modo también es aplicable al ciberpunk, como lo es al punk, la moda «retro » de mezclar -y- ensamblar, y a la grabación digital multipista. Los ochenta son una época de afianzamiento, de integración, de influencias hibridadas, de liberación de viejas nociones al sacudirlas y reinterpretarlas con una nueva sofisticación,desde una perspectiva más amplia. Los ciberpunkis buscan un punto de vista global y de gran alcance."
"Los ciberpunkis son quizás la primera generación de la ciencia ficción que ha crecido no sólo con esta tradición literaria sino que, además, vive en un auténtico mundo de ciencia ficción."
(Bruce Sterling, Mirrorshades, 1986 )
Bruce Sterling y Varios
Mirrorshades
Una antología cyberpunk
ePUB v1.3
OZN12.08.12
Título:
Mirrorshades: Una antología ciberpunk
Título original:
Mirrorshades: The cyberpunk Anthology
Bruce Sterling
&
Greg Bear
&
James Patrick Kelly
&
John Shirley
&
Lewis Shiner
&
Marc Laidlaw
&
Pat Cadigan
&
Paul di Filippo
&
Rudy Rucker
&
Tom Maddox
&
William Gibson
, 1981-1998
Editorial:
Siruela
, 1998.
Traducción: Andoni Alonso e Iñaki Arzoz.
Diseño/retoque portada: Gonzalez / Preferido
Editor original: OZN (v1.0 a v1.1)
Corrección de erratas:
ePub base v1.0
Nota Preliminar, Mirrorshades
, 1998 -
Andoni Alonso
&
Iñaki Arzoz
Prólogo, Mirrorshades
(
Preface, Mirrorshades
, 1986 -
Bruce Sterling
) [Prólogo]
El Continuo de Gernsback
(
The Gernsback Continuum
, 1981 -
William Gibson
) [Relato Corto] (Premio 24º
Locus
1982)
Ojos de Serpiente
(
Snake-Eyes
, 1986 -
Tom Maddox
) [Relato Corto]
Rock On
(
Rock On
, 1984 -
Pat Cadigan
) [Relato Corto]
Cuentos de Houdini
(
Tales of Houdini
, 1981 -
Rudy Rucker
) [Relato Corto]
Los Chicos de la Calle 400
(
400 Boys
, 1983 -
Marc Laidlaw
) [Relato Corto]
Solsticio
(
Solstice
, 1985 -
James Patrick Kelly
) [Relato]
Petra
(
Petra
, 1982 -
Greg Bear
) [Relato Corto] (Premios: 2º
Nebula
1983; 2º
World Fantasy
1983; 6º
Locus
1983)
Hasta que nos despierten voces humanas
(
Till Human Voices Wake Us
, 1984 -
Lewis Shiner
) [Relato Corto]
Zona Libre
(
Eclipse
, 1985 -
John Shirley
) [Novela (fragmento)]
Stone Vive
(
Stone Lives
, 1985 -
Paul di Filippo
) [Relato]
Estrella Roja, Órbita Invernal
(
Red Star, Winter Orbit
, 1983 -
Bruce Sterling
&
William Gibson
) [Relato] (Premio 19º
Locus
1984)
Mozart con Gafas de Espejo
(
Mozart in Mirrorshades
, 1985 -
Bruce Sterling
&
Lewis Shiner
) [Relato Corto]
- Andoni Alonso e Iñaki Arzoz -
La primera edición de
Mirrorshades,
la mítica antología ciberpunk, es de 1986, lo cual supone un lapso de doce años transcurridos hasta la presente edición en castellano; toda una eternidad para un género tan fértil y dinámico como la Ciencia Ficción (CF). Resulta un tanto incomprensible que en todos estos años no se haya editado en castellano un libro tan célebre, y eso a pesar del auge y vigor editorial que la CF ha alcanzado en nuestro país. La única excepción parcial al respecto fue la antología
Burning Chrome
(1986), no tan representativa como ésta, ya que está centrada en un solo autor, William Gibson, pero que sí ha merecido una reciente traducción (
Quemando cromo,
Minotauro, 1994), y en la cual se inclinen precisamente dos versiones ligeramente diferentes de dos cuentos incluidos en
Mirrorshades.
«Estrella Roja, Órbita Invernal» y «El continuo de Gernsback».
Por otro lado, si atendemos a la opinión del antólogo y principal teórico de esta corriente, Bruce Sterling, el ciberpunk ya no existe como tal, sus autores han seguido otros caminos literarios más personales, siendo ahora los verdaderos ciberpunkis «los libertarios de Internet, o los artistas por ordenador, o los diseñadores de videojuegos, o los críticos culturales»
[1]
. Así, aparentemente, podría parecer un poco tardía esta traducción, ya que la época dorada del ciberpunk, al menos en Norteamérica, fue la década de los ochenta. Pero éstas son las paradojas de la cultura de nuestro país, para la que, a pesar de todo lo que la CF ha aportado a la literatura universal y a pesar de la inteligencia y dedicación de perspicaces editores como Miquel Barceló (muy crítico por cierto con el ciberpunk) por presentarla al nivel que merece, todavía se la clasifica como de divertimento superficial y, por supuesto, indigna de la atención de un «verdadero intelectual»
[2]
.
Estos años pasados, que en ciertos aspectos pesan en la obra, ofrecen, sin embargo, la suficiente distancia crítica como para preguntarnos, con una cierta perplejidad y escepticismo, si realmente ha muerto el ciberpunk, si ha podido desaparecer justamente en plena era de la globalización. Internet y Windows 98. Resulta muy difícil creerlo, precisamente ahora que muchas de las preocupaciones del ciberpunk parecen más urgentes y tangibles que nunca. Disentimos en parte de Sterling y estamos de acuerdo con P. Nicholls y J. Chite en que «si el ciberpunk está muerto en los noventa —como varios críticos afirman—, será el resultado de una eutanasia desde dentro de la propia familia. Desde luego, los efectos del ciberpunk, tanto dentro de la CF como fuera, en el mundo en general, han sido vigorizantes; y dado que la mayoría de estos escritores continúa escribiendo —aunque no necesariamente bajo esta etiqueta—, podemos asumir con segundad que el espíritu del ciberpunk sigue vivo»
[3]
.
Por todo ello hay excelentes razones para que
Mirrorshades
sea publicado en este momento, a pesar del tiempo transcurrido, porque es justamente ahora cuando, en muchos aspectos, es la sociedad, más que la propia CF, la que se está convirtiendo al ciberpunk. Esta antología, más incluso que el célebre
Neuromante,
se ha convertido en el libro de referencia del ciberpunk, al tiempo que se asienta como un «clásico vivo», pues todavía puede ofrecer sugerentes lecciones a la siguiente generación de la CF e iluminar el origen de la época en que vivimos. Es un clásico que ha logrado introducir definitivamente, por ejemplo, lo sociológico y lo artístico en la CF, rivalizando con la concepción «dura», más interesada en las ciencias positivas y en la pura maravilla tecnológica. Tampoco es extraño que esta corriente literaria se haya desarrollado paralelamente a otras vertientes «posmodernas» de la ciencia —sin darle un matiz peyorativo— de autores como Bruno Latour o Stephen Woolgar, o que también surgiera al tiempo que asistíamos al auge de los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
Tanto para los escritores como para «los filósofos de la tecnología», el impacto de la tecnociencia en nuestra sociedad se ha convertido en el motivo principal de reflexión. Y todos estos teóricos posmodernos parecen estar de acuerdo en lo mismo que el ciberpunk, esto es, en que vivimos en una era extraña donde una todopoderosa ciencia y una ubicua tecnología en alianza nos asaltan y transforman, por lo que una aproximación puramente racional o positivista no nos satisface ni puede tranquilizarnos en absoluto, por lo que exigimos saber mínimamente dónde estamos y qué cabe esperar o, al menos, hacernos la ilusión de que lo podemos asumir. Esos doce años pasados —catorce si contamos a partir de la primera vez que Bruce Bethke acuñó el término «ciberpunk»— han conseguido que la academia y la CF converjan, dando lugar a estudios sociales, filosóficos y culturales ciberpunk. Así, en la actualidad, por ejemplo el «cyborg», uno de los iconos del ciberpunk, se ha convertido en un horizonte especulativo real, las redes informáticas se hallan sometidas a un permanente debate o la definición de lo «humano» se ha puesto entre interrogantes
[4]
. ¿Cómo no nos va a interesar ya el ciberpunk si, después de la premonitoria CF, nuestro mundo y nuestro futuro, nosotros mismos, somos, aun sin desearlo, cada vez más ciberpunk?