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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (9 page)

Geary meneó la cabeza tratando de dar énfasis a su respuesta.

—No —respondió lacónico Geary.

Seis minutos después, Geary vio como el director general de la flota síndica fruncía el ceño a modo de respuesta ante su escueta negativa.

—Muy bien. En ese caso el
Intrépido
será destruido. Ahora, si no le importa, voy a hablar con otras naves que, a buen seguro, sí desean rendirse —añadió el director general.

—Las naves de esta flota están todas bajo mi mando, no el suyo, y por ende lucharán todas bajo mis órdenes —aseveró Geary, tratando de revestir su tono de voz de ese hielo que antes lo había inundado por dentro.

Geary era consciente de que su respuesta llegaría mucho antes a sus propias naves que al lejano buque enemigo y, con un poco de suerte, eso coartaría a cualquier comandante que pudiera sentirse tentado a declarar la rendición de su nave a título individual

—La flota de la Alianza no está derrotada y no se va a rendir —agregó el capitán.

Geary esperaba que sus palabras transmitieran una confianza que, en realidad, no sentía. El caso era que, mientras que él proyectara tal confianza hacia el exterior, ni sus propias naves ni las de los síndicos sabrían qué le estaba pasando realmente por la cabeza.

La conversación a larga distancia se prolongó durante casi veinte minutos hasta que Geary vio que el director general de los síndicos miraba hacia algún lugar fuera de la pantalla, aparentemente comprobando algo en una de las suyas propias.

—Parece que tendré que volver a preparar a mi personal de Inteligencia. No encuentro ninguna ficha que coincida con usted en mi base de datos de oficiales de la Alianza —comentó el director general.

—Eso es que no está mirando en el lugar adecuado. —Geary esbozó una pequeña sonrisa que no tenía nada de divertido—. Pruebe a mirar entre los oficiales fallecidos. Busque todo lo atrás que se remonten sus archivos.

Otros seis minutos.

—¿Está usted muerto, entonces? —El director general meneó la cabeza—. ¡Qué táctica tan idiota y qué manera de perder el tiempo! Estoy buscando en toda la base de datos, incluyendo a todos los oficiales de la Alianza de los que se sabe que han servido en algún momento en esta guerra, y sigue sin haber coincidencias en ab…

El director general de los síndicos dejó de hablar, con los ojos todavía clavados en la pantalla virtual que estuviese mirando.

Geary volvió a sonreír, esta vez dejando al descubierto los dientes.

—Veo que ya me ha encontrado —anticipó Geary—. Hace más o menos un siglo.

Cuando llegó la última respuesta del director general de los síndicos, su cara había enrojecido de furia.

—Vaya truco más simple y estúpido. Si se cree que voy a ser tan tonto como para creerme esto, se equivoca terriblemente. No está haciendo más que entretenerme para ganar tiempo. No voy a tolerar más retrasos —amenazó el director general.

—Me da igual lo que crea usted. —Geary siguió su discurso dejando que las siguientes palabras fluyeran muy despacio, consciente de que el resto de su propia flota estaba escuchando la conversación—. Soy el capitán John Geary. Estoy ahora al mando de la flota de la Alianza. Es conmigo con quien está usted tratando ahora. Estas son mis naves. Así que retírese.

El director general fruncía el ceño cuando llegó su último mensaje.

—Aunque usted fuera esa persona, no podría hacer nada. Somos superiores en número, en armas y, además, ustedes se encuentran aislados. ¡No les queda más opción que rendirse! Repito, no voy a tolerar más retrasos. Mi paciencia está llegando a su fin —advirtió el director general.

Geary usó sus mejores artes para no parecer impresionado por aquello.

—Yo ya he vencido a los síndicos en una ocasión y puedo hacerlo una vez más —declaró Geary.

Geary sabía lo que tenía que decir. No en vano seguía hablando tanto para sus propias naves como para el director general de los síndicos. Tal vez así haría que los síndicos se lo pensaran dos veces y, con suerte, le insuflaría de paso algo más de confianza a su flota. Lo cierto es que Geary descubrió que estaba disfrutando un poco con esa situación. Ser
Black Jack
Geary a los ojos de los tripulantes de la Alianza había sido como someterse a un juicio constante, pero emplear su leyenda para meterles miedo a los síndicos tenía realmente un punto divertido.

—Un buen comandante siempre puede hacer algo —prosiguió Geary—. Se lo repito, esta flota no está derrotada. Si son ustedes lo suficientemente estúpidos como para intentar atacarnos, se encontrarán con que estamos listos para darles una patada que los mande directos al próximo sistema estelar.

Geary sabía que aquello no era cierto, pero estaba claro que las medias tintas no iban a hacer que consiguiese nada llegados a este punto.

Seis minutos más. El director general de los síndicos posó su mirada sobre Geary con evidente cautela, si bien seguía intentando proyectar esa seguridad arrogante tan suya.

—Eso son tonterías, como usted bien sabe. Su situación no tiene salida. Si no se rinden ahora, morirán. Esta conversación ha llegado a su fin. Espero que en su próxima respuesta quede expresada su rendición —insistió el director general.

Geary ignoró el ultimátum.

—Lamento decepcionarlo. La flota síndica ya creía haberme matado en una ocasión. ¿Qué le hace pensar que tendrán más suerte esta vez? Usted, en cambio, ni siquiera ha muerto una vez. Y, después de ver lo que le hizo al almirante Bloch, me haría más que feliz mandarlo a hacer una visita anticipada a sus antepasados.

El director general había conseguido mantener su expresión cuidadosamente bajo control, pero a Geary le había parecido leer en ella también un cierto resquicio de inseguridad. Lo cual, de ser cierto, estaba muy bien. Hacer tambalear la confianza de un comandante enemigo era el primer paso para asegurar su derrota.

Por otro lado, la capitana Desjani y el resto de los miembros de la tripulación del
Intrépido
que estaban dentro del círculo de visión de Geary parecían debatirse entre la felicidad que les provocaba el modo en el que Geary se jactaba ante el comandante síndico y la preocupación que les producía pensar que aquellas burlas podrían acabar desatando un ataque síndico inmediato.

Geary se quedó a la expectativa, observando con el rabillo del ojo como las naves de la Alianza seguían reubicándose lentamente. ¿Cuánto más sería capaz de entretener al director general antes de que sus naves estuviesen preparadas para lanzarse hacia el punto de salto?

—No tengo ni tiempo ni paciencia para tratar con un idiota —vomitó finalmente el director general de los síndicos seis minutos después. Acto seguido, cortó la conexión.

Geary suspiró y relajó su postura rígida.

—Capitana Desjani, ¿en cuánto tiempo estarán todas nuestras naves en posición?

Desjani revisó sus propias pantallas virtuales.

—Sus,
ejem,
negociaciones con el comandante síndico nos han hecho ganar una media hora, pero creo que hará falta otra media hora más, señor. La
Titánica
se está quedando rezagada, no obstante. Tiene daños muy importantes —añadió Desjani rápidamente.

—Ya veo —dijo Geary, revisando el estado de la
Titánica
.

Tal vez debería ordenar a su tripulación que evacuara el navío… No.
La
Titánica
era una nave auxiliar móvil que servía para reconstruir y reparar los daños en la flota. En esencia, era un pequeño astillero que acompañaba a la flota para reparar daños demasiado graves como para que las naves los subsanaran por su cuenta, así como para producir piezas de repuesto. Geary comprobó que había dos naves del estilo de la
Titánica
dentro de la flota. La otra había quedado reducida a pedazos en la última batalla. Todavía quedaban otras naves de reparación y reconstrucción, pero ninguna de ellas tenía todas las capacidades de la
Titánica. Si quiero llevar a esta flota a casa me va a hacer falta poder disponer de la
Titánica.
Pero va tan despacio… y encima ahora que tiene daños en el motor va todavía más despacio. Solo me queda rezar para que le haya metido el suficiente miedo a ese síndico idiota como para que su flota se quede quieta otra media hora más.

Hasta donde Geary sabía, la flota síndica seguía sin moverse. Mantenía la misma posición con respecto a la flota de la Alianza. Como resultado de su reorganización, las naves de Geary habían cambiado su formación en media luna a algo que parecía más o menos un óvalo. En las pantallas, aquello parecía un escudo protector que cubría a las naves más dañadas y lentas de la Alianza, las cuales, a su vez, habían emprendido su camino, con un poco de suerte de manera discreta, hacia el punto de salto. Geary observó los símbolos que representaban a sus naves avanzando por el espacio y rezó para que tuvieran un poco más de tiempo.

—Estamos detectando un cambio de posición de las naves síndicas. Movimiento azul.

Eso significaba que los navíos síndicos habían incrementado su velocidad en dirección hacia la flota de la Alianza. Geary blasfemó algo entre dientes y se quedó mirando a la pantalla virtual sobre la que se proyectaba la posición de las fuerzas enemigas. No era que la flota síndica hubiese cambiado su formación, que seguía siendo aquel muro de artillería; pero, fijándose bien, Geary se dio cuenta de que los sensores ópticos de largo alcance del
Intrépido
estaban detectando vectores de movimiento asociados a un navío tras otro, lo que significaba que estaban acelerando con dirección a la flota de la Alianza. Como en todos los demás navíos que Geary había conocido, el comandante deseó tener un sistema mágico de detección que le pudiera proporcionar información a una velocidad superior a la de la luz. Pero, al igual que ocurría con las comunicaciones, los sensores en el espacio normal seguían estando limitados a la velocidad de la luz.
Lo que significa que se empezaron a mover hace menos de tres minutos
,
así que ahora ya nos tendrán a tiro.

—Están manteniendo la formación. Las naves más lentas están marcando el paso —advirtió Geary.

Desjani asintió, con el rostro rígido por la tensión.

—Eso puede querer decir que no sospechan que esté poniendo en marcha su plan —apuntó Desjani.

Mi plan. Eso es. Espero que funcione.

—¿Cómo puedo hablar con la flota? —le preguntó a Desjani.

—Ya puede hacerlo —respondió Desjani después de pulsar los botones pertinentes.

Geary respiró hondo.

—Llamando a todas las naves, aquí el comandante de la flota, el capitán John Geary. A la recepción, ejecuten «Obertura» inmediatamente. Repito, a la recepción, ejecuten «Obertura» inmediatamente —ordenó Geary.

No había tiempo para ejecutar una maniobra de manera impecable, coordinada de antemano de tal modo que cada nave tuviera tiempo para recibir la señal antes de que la flota entera se moviese al unísono. Con todo, la flota tampoco estaba tan dispersa. Todas las naves recibían el mensaje en un plazo de un minuto y empezarían a moverse en cuanto escucharan la orden.

Las naves se fueron iluminando con puntos verdes en la pantalla virtual de Geary a medida que iban recibiendo la orden. La oleada verde se fue extendiendo desde el
Intrépido
en todas las direcciones, lo que daba a entender que a las naves les estaba llegando la orden y daban el correspondiente acuse de recibo. Del mismo modo, a partir de las naves que se encontraban más próximas al
Intrépido
. la flota de la Alianza comenzó a moverse de manera irregular hacia el punto de salto. Igualmente, el
Intrépido
puso sus motores en marcha y se colocó en el centro de la formación. Geary observó que sus naves aceleraban, comprobando como las más rápidas se colocaban alrededor de las más lentas para cubrirles las espaldas, siempre sin quitar ojo del avance síndico para ver en qué momento el enemigo se daba cuenta de lo que estaban intentando hacer, de que la flota de la Alianza no estaba simplemente retrocediendo en un intento por postergar una batalla inevitable dentro de su sistema, sino que planeaba pegar un salto que la sacara de aquel peligro inminente.

—La
Titánica
sigue quedándose atrás —le informó Desjani.

Geary asintió con la cabeza para responder a Desjani, mientras sentía cómo se le formaba un nudo en el estómago al ver el movimiento torpe y lento de la nave.

—Hubiera estado bien que se hubiese podido acercar un poco más al punto de salto —apostilló Geary.

—Teniendo en cuenta la cantidad de daños que ha sufrido, la
Titánica
se ha acercado todo lo que ha podido dado el tiempo que tenía a su disposición y las limitaciones del propio plan —lo justificó Desjani.

Los dientes de Geary rechinaron, pero no de rabia hacia Desjani. La capitana se estaba limitando a hacer exactamente lo que tenía que hacer: decirle la verdad tal y como ella la estaba viendo. Pero era él quien le había dado el visto bueno al plan. En el poco tiempo que había tenido para estudiar el plan, Geary sí se había percatado de la presencia de la
Titánica
dentro del marco de operaciones, pero no había llegado a hacerse a la idea de que la enorme nave de reparación pudiese convertirse en un motivo de preocupación. No sabía que se movía tan lentamente. También era verdad que ni habían tenido mucho tiempo para desplazarla ni habían podido hacerlo de manera directa, sino que había sido preciso camuflar sus movimientos, lo cual había supuesto un elemento más de ralentización. Pero el caso es que el visto bueno definitivo al plan se lo había dado él, lo cual, sumado al hecho de que no habían sido capaces de distraer a los síndicos el tiempo suficiente, y ahora la
Titánica
se encontraba en un serio aprieto.

Geary empezó a ver señales de que el enemigo estaba reaccionando, dándose cuenta por fin de que la flota de la Alianza estaba huyendo hacia el punto de salto. Las imágenes del muro de acorazados síndicos, que a Geary le llegaban con el desfase propio de la distancia, mostraban que estos estaban perdiendo la formación que, a su vez, se iba estirando a medida que las naves más rápidas empezaban a destacarse de las más lentas.
Han tardado tres minutos en darse cuenta de lo que estábamos haciendo, algo más en imaginarse qué significaba y otros tres minutos más hasta que hemos visto cómo reaccionaban ante tal información. Ahora mismo deben de estar realmente cerca de nosotros y la información irá llegando cada vez con menos retraso, pero eso tampoco es una buena señal, ya que significa que el enemigo se está acercando lo suficiente como para ponerse a tiro de nuestras naves más rezagadas.
Geary no podía considerarlas una retaguardia, porque las naves que se encontraban en esa posición lo estaban porque no podían ir más deprisa, no porque formasen parte de una estrategia.

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