Read Algo huele a podrido Online

Authors: Jasper Fforde

Algo huele a podrido (14 page)

—Allí estaré, a las nueve —le dije, riendo.

—Pues esperará mucho… yo llego a las once.

—A las once entonces.

Le di la mano y salí por la puerta convertida en una mujer libre. En ocasiones el auxilio llega de los sitios más inesperados.

7 Detectives Literarios

LA CORPORACIÓN GOLIATH LO DESMIENTE TAJANTEMENTE

La Corporación Goliath intentó ayer prevenir molestias y especulaciones que sólo consiguen hacer perder tiempo publicando el desmentido más amplio hasta la fecha. «Simplemente, lo negamos todo —dijo el señor Toedee, el jefe operativo de relaciones públicas de la Goliath—, incluida cualquier noticia actual o futura.» La medida de choque de Goliath es un indicio de la creciente inquietud por la impunidad de la corporación, sobre todo en lo que respecta a su departamento de armamento avanzado. «Es muy simple —añadió el señor Toedee—. Hasta que nos hayamos convertido en fe y podamos negarlo todo recurriendo a la excusa de que “la Goliath actúa de forma misteriosa”, expresamente negamos poseer o lo que sea que tenga que ver con ello el ovinador, tecnología anticastigo, tomates de “crecimiento rápido” o Diatrymas corriendo a sus anchas por el New Forest. Es más, ni siquiera sabemos qué son esas cosas.» Entre gritos de «¿qué es un ovinador?» y «¿tomates?», el señor Toedee dio por terminada la rueda de prensa, bendijo a todos los presentes y se fue.

The Toad on Sunday
, 3 de julio de 1988

Encontré a Bowden inquietándose en la oficina de Detectives Literarios y le conté lo sucedido.

—Vaya, vaya —dijo al fin—. Me parece que el viejo Braxton está prendado.

—¡Oh, para ya!

Estábamos sentados en una oficina que parecía la enorme biblioteca de una casa de campo. Tenía dos pisos de altura, con estantes repletos de libros que cubrían hasta el último centímetro cuadrado de pared. Una escalera de caracol llevaba hasta una pasarela que recorría toda la pared, permitiendo el acceso a los estantes superiores. Era un lugar ordenado y metódico… pero con menos actividad de lo que recordaba.

—¿Dónde están todos?

—La última vez que estuviste aquí éramos ocho. Ya sólo quedamos Victor, Malin y yo. A los demás los destinaron a otros puestos o los despidieron.

—¿Eso ha sido en todos los departamentos de OpEspec?

Bowden rio.

—¡Claro que no! Los matones de OE-14 siguen vivitos y coleando, y obedecen todas las órdenes de Yorrick Kaine. Tampoco ha habido muchos recortes en OE-1…

—¡Thursday, qué sorpresa tan maravillosa!

Era Victor Analogy, mi antiguo jefe en Detectives Literarios de Swindon. Era un anciano caballero de grandes patillas, vestido con un elegante traje de
tweed
con pajarita. Debido al calor del verano se había quitado la chaqueta, pero aun así seguía siendo elegante, a pesar de su avanzada edad.

—¡Victor, qué buen aspecto!

—Y tú también, querida. ¿A qué maldades te has dedicado desde que nos vimos por última vez?

—Es una larga historia.

—Esas son las buenas. Déjame adivinar: ¿dentro de la ficción?

—Dicho en pocas palabras.

—¿Qué tal es?

—La verdad es que está muy bien. A veces resulta confuso y en ocasiones se pasan momentos de extrema sobrecarga imaginativa, pero es variado y lo habitual es que haga buen tiempo. ¿Aquí podemos hablar sin problemas?

Victor asintió y nos sentamos. Les conté lo de Jurisficción, el Consejo de Géneros y todo lo que me había pasado en mi etapa como Bellman. Incluso mencioné por encima mi implicación en
La solución de Edwin Drood
, que los divirtió mucho.

—Siempre me lo había preguntado —comentó Victor pensativo—. Pero ¿estás segura de que Kaine es ficticio?

Les dije que lo estaba.

Se puso en pie y se acercó a la ventana.

—Lo tendrás difícil para acercarte —dijo Victor—. ¿Sabe que has vuelto?

—Con toda seguridad —dijo Bowden.

—En ese caso podrías ser una amenaza tan grande para su puesto de gobernante absoluto de Inglaterra como el propio presidente Formby. Yo de ti tendría cuidado. ¿Podemos ayudarte de alguna forma?

Pensé un momento.

—Pues sí, la verdad. No hemos podido localizar el libro del que Kaine ha escapado. Podría estar empleando un nombre falso y deberíamos ponernos en contacto con cualquier lector que reconozca las locuras del canciller como propias de algún personaje desconocido que haya podido leer en alguna parte. En Jurisficción hemos estado recorriendo la Gran Biblioteca, pero sin resultado: todos los personajes de ficción están en su sitio.

—Haremos lo que podamos, Thursday. ¿Cuándo podrás volver con nosotros?

—No lo sé —respondí lentamente—. Tengo que recuperar a mi marido. ¿Recordáis que os dije que la CronoGuardia lo había erradicado?

—Sí; Lindane, ¿no?

—Landen. Si no fuese por él, probablemente me quedaría en la ficción.

Todos callamos un momento.

—Bien —dije con alegría—, ¿qué ha pasado en el mundo de los detectives literarios?

Victor frunció el ceño.

—No colaboramos con los quemalibros de Kaine. ¿Has oído lo de la orden de empezar a quemar toda la literatura danesa?

Asentí.

—Mientras hablamos, están requisando las obras de Kierkegaard. Le dije a Braxton que si nos ordenaban hacerlo dimitiríamos.

—Oh… ah.

—No estoy seguro de que me guste el tono en que has dicho eso —comentó Bowden.

Hice una mueca.

—He aceptado ser la agente de enlace con OE-14 en la captura de libros daneses para Flanker… lo siento. No tenía elección.

—Yo lo considero una buena noticia —dijo Bowden—. Puedes hacer que busquen en lugares donde no vayan a encontrar ningún libro danés. Pero ten cuidado. Flanker se ha mostrado suspicaz desde que le dijimos que estábamos demasiado ocupados para investigar si planeaban sacar de contrabando ejemplares de
El concepto de la angustia
a Gales para su conservación. —Rio y bajó la voz—: No era una excusa. Es verdad que estábamos muy ocupados… ¡reuniendo ejemplares de libros prohibidos para su transporte a Gales!

Victor hizo una mueca.

—La verdad es que no quiero oírlo, Bowden. ¡Si os pillan, caeríamos todos!

—Hay cosas por las que vale la pena ir a la cárcel, Victor —respondió Bowden con voz monótona—. Como detectives literarios, juramos defender y sostener la palabra escrita… no cumplir las peores fantasías paranoicas de un político demente.

—Simplemente, ten cuidado.

—Por supuesto —respondió Bowden—, podría quedar en nada si no encontramos la forma de sacar los libros de Inglaterra. La frontera galesa no debería ser un problema, porque Gales es aliada de Dinamarca. Supongo que no tendrás ninguna idea de cómo superar los controles fronterizos ingleses, ¿verdad?

—No estoy segura —respondí—. ¿Cuántos ejemplares quieres sacar?

—Como unos cuatro camiones.

Solté un silbido. Lo habitual era que los productos —como el queso, por ejemplo— entrasen de contrabando en Inglaterra. No sabía cómo sacar libros prohibidos.

—Lo estudiaré. ¿Qué más hay?

—Lo de siempre —respondió Bowden—. Milton, Jonson y Swift falsos… bandas callejeras de Montescos y Capuletos… Alguien encontró un primer borrador de
El molino del Floss
titulado
El chapuzón en la presa.
Además, la librería especializada en Daphne Farquitt ardió hasta los cimientos.

—¿Para estafar al seguro?

—No… probablemente fuesen los opositores a Farquitt.

Farquitt había escrito su primera novela de amor picante en 1932, y desde entonces básicamente se había limitado a escribirla de nuevo una y otra vez. Amada por muchos y odiada por una minoría vitriólica, Farquitt era la principal novelista romántica de Inglaterra.

—También se ha producido un enorme incremento entre los novelistas del consumo de drogas para mejorar el rendimiento —añadió—. Al ganador del Premio Booker del año pasado de escritura rápida le quitaron el galardón porque dio positivo en Cartlandromina. Y justo la semana pasada estuvieron a punto de suspender durante dos años a Handley Paige porque no pasó un control aleatorio de drogas.

—A veces me pregunto si no tenemos demasiadas reglas —musitó Victor pensativo, y los tres nos quedamos sentados, asintiendo ensimismados.

Bowden rompió el silencio. Sacó un trozo de papel manchado en una bolsa para pruebas y me lo pasó.

—¿Qué te parece?

Lo leí, sin reconocer las palabras pero reconociendo el estilo. Era un soneto de Shakespeare… y muy bueno, la verdad.

—Shakespeare… pero no es isabelino; la mención de una rana llamada Gustavo así lo sugiere… pero parece suyo. ¿Cuál fue el veredicto del Analizador de Metro Poético?

—Hay una probabilidad del noventa y uno por ciento de que Will sea el autor —respondió Victor.

—¿De dónde ha salido?

—Del cadáver de un don nadie llamado Shaxpert, asesinado el martes por la noche. Creemos que alguien ha estado clonando a Shakespeare.

—¿Clonando a Shakespeare? ¿Estáis seguros? ¿No podría tratarse de un «secuestro temporal» de la CronoGuardia?

—No. Los análisis sanguíneos nos indicaban que todos estaban vacunados al nacer de la rubéola, las paperas y demás.

—Esperad… ¿hay más de uno?

—Tres —dijo Bowden—. Ha sido una oleada reciente.

—¿Cuándo podrás volver al trabajo, Thursday? —preguntó Victor, solemne—. Como ves, te necesitamos.

Callé un momento.

—Primero necesitaré una semana para ordenar mi vida, señor. Hay algunos asuntos urgentes de los que debo ocuparme.

—¿Qué, si puedo preguntar —dijo Victor—, es más importante que bandas callejeras de Montescos y Capuletos, Shakespeares clonados, sacar a Kierkegaard de contrabando y que los autores tomen sustancias prohibidas?

—Encontrar una guardería de fiar.

—¡Cielos! —dijo Victor—. ¡Felicidades! Tienes que traer por aquí al pequeño gritón. ¿Verdad, Bowden?

—Por supuesto.

—Plantea un pequeño problema —comentó Victor—. No podemos tenerte corriendo por ahí y que tengas que dejarlo a las cinco para preparar el té de junior. Quizá será mejor que nos ocupemos nosotros de todo.

—No —dije con una seguridad que les hizo dar un salto—. No, voy a reintegrarme al trabajo. Sólo tengo que resolver algunos asuntos. ¿OpEspec tiene guardería?

—No.

—Ah. Bien, supongo que ya pensaré en algo. Si recupero a mi marido no habrá problema. Os llamaré mañana.

Una pausa.

—Bien, supongo que tenemos que respetar su decisión —dijo Victor, solemne—. Simplemente nos alegramos de que hayas vuelto. ¿No es así, Bowden?

—Sí —respondió mi antiguo compañero—. Nos alegramos mucho.

8 El tiempo no espera a nadie

OpEspec-12 es la CronoGuardia, el departamento gubernamental encargado de preservar la estabilidad del tiempo. Su trabajo es mantener la integridad de la Línea Histórica Estándar (LHE) e impedir que se produzca algún cambio o que se dé un uso no autorizado de la línea temporal. Nadie conoce sus trabajos más geniales, ya que los cambios en el pasado dan la impresión de haber sido siempre así como son. No es raro que en algún turno de trabajo de la CronoGuardia la historia se flexione de forma muy dramática antes de volver a la LHE. Los cataclismos capaces de destruir el planeta se producen por lo general dos veces por semana, pero agentes especializados de la CronoGuardia los evitan con maestría. Los ciudadanos jamás se percatan de nada… lo que, sinceramente, es lo mejor.

CORONEL NEXT, QT, CG (inexistente),

Tiempoarriba/Tiempoabajo
(obra inédita)

Todavía no había terminado con OpEspec. Todavía tenía que descubrir lo que mi padre me había contado sobre el primer encuentro. Dar con un viajero en el tiempo puede ser muy complicado, pero ya que pasaba frente a la oficina de la CronoGuardia casi exactamente tres horas después de nuestro anterior encuentro, parecía el lugar perfecto donde buscar.

Llamé a la puerta y, al no recibir respuesta, entré. Cuando trabajé por última vez en OpEspec, casi nunca oíamos nada sobre los miembros algo excéntricos de la élite de viajeros en el tiempo; pero cuando trabajas en el negocio del tiempo no lo malgastas tontamente… es demasiado valioso. Mi padre siempre decía que el tiempo era, con diferencia, lo más valioso que poseíamos, y que el derroche temporal debería ser un crimen capital… por lo que ver
Intercambio de riñones de famosos
o leer las novelas de Daphne Farquitt es un crimen por definición.

La sala estaba vacía y, en apariencia, llevaba así varios años. Al menos, ése era el aspecto que tenía cuando la mirabas por primera vez… segundos después unos pintores la decoraban por primera vez, un segundo más tarde estaba en ruinas, luego llena, luego vacía otra vez. La habitación siguió así mientras la miraba, saltando a momentos diferentes de su historia pero sin permanecer jamás más que unos segundos en un estado determinado. Los agentes de la CronoGuardia no eran más que manchas de luz que se movían y retorcían, momentáneamente visibles para mí cuando saltaban del pasado al futuro o del futuro al pasado. De haber sido miembro de la CronoGuardia, quizá todo hubiese tenido más sentido para mí, pero no lo era y no lo tenía.

Había un mueble que permanecía inmutable mientras todo lo demás corría, se movía y se difuminaba en una confusión incesante. Se trataba de una mesita con un teléfono antiguo, de los verticales. Avancé y descolgué el receptor.

—¿Hola?

—Hola —dijo una voz pregrabada—, ha contactado con la CronoGuardia de Swindon. Para satisfacer su petición disponemos de vanas opciones. Si ha sido víctima de una deformación cronológica, marque uno. Si desea denunciar una anomalía cronológica, marque dos. Si cree que se ha visto involucrado en un cronocrimen…

Me ofreció varias posibilidades más, pero ninguna que me permitiese ponerme en contacto con mi padre. Cuando terminó la larga lista, me ofreció la opción de hablar con un agente, así que ésa fue la que escogí. El movimiento difuso de la sala se detuvo instantáneamente y todo encajó en su lugar… aunque el mobiliario y la decoración eran más propios de los años sesenta. Había un agente tras la mesa, un hombre alto e innegablemente guapo vestido con el uniforme azul de la Crono-Guardia, con las franjas de capitán en los hombros. Como él mismo había predicho, era mi padre, tres horas más tarde y tres horas más joven. Al principio, no me reconoció.

Other books

The Girl from Cotton Lane by Harry Bowling
Eoin Miller 02 - Old Gold by Stringer, Jay
The Nine by Jeffrey Toobin
The Shocking Miss Anstey by Robert Neill
The Eye: A Novel of Suspense by Bill Pronzini, John Lutz
White Lily by Ting-Xing Ye
When Dreams Collide by Sinclair, Brenda
Upland Outlaws by Dave Duncan
Moscow Machination by Ian Maxwell


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024