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Authors: John Marks
Evangeline Harker, una joven pero experta productora de uno de los programas más vistos y respetados de la televisión norteamericana, La hora, es enviada por su jefe a Rumanía para investigar la figura del legendario criminal Ion Torgu. Evangeline consigue entrevistarse con Torgu y a pesar de desconfiar del personaje decide aceptar su invitación de pasar unos días con él, en un lugar secreto de su propiedad, a cambio de la exclusiva periodística de la entrevista. A partir de este momento, desaparece de la faz de la tierra.
En las oficinas de La hora en Nueva York, la noticia de la desaparición de Evangeline no deja a nadie indiferente, empezando por la culpa que siente su jefe. Además, se empiezan a dar sucesos muy extraños: un compañero ha muerto súbitamente, en condiciones muy extrañas, y dos más se han suicidado. Encima, es imposible editar nada en las salas de vídeo, porque todas las cintas parecen infectadas por un extraño ruido que se filtra en las grabaciones…
John Marks
Tierra de vampiros
ePUB v1.1
NitoStrad19.05.12
Título original:
Fangland
Autor: John Marks
Traducción: Carol Isern
Primera edición: mayo de 2007
Editor original: NitoStrad (v1.0)
ePub base v2.0
Para Trevor
Luego que hube suplicado al linaje de los difuntos con promesas y súplicas, yugulé los ganados que había llevado junto a la fosa y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.
A continuación di órdenes a mis compañeros, apremiándolos a que desollaran y asaran las víctimas que yacían en el suelo atravesadas por el cruel bronce, y que hicieran súplicas a los dioses, al tremendo Hades y a la terrible Perséfone.
Homero
,
La Odisea
[1]
A quien pueda interesar
En primer lugar, y como feliz preludio de lo que por otra parte tenía una lúgubre perspectiva, debo dar las gracias. Sé que hablo en nombre de todos los miembros del comité al decir que mi gratitud hacia Ed Saxby no tiene límites. Su inquebrantable confianza condujo Omni Corp durante su periodo más difícil en los cuarenta años que llevo haciendo periodismo para la televisión. En una época en que los departamentos de noticias ya no existen tal y como eran antes, nosotros hemos conseguido sobrevivir al derrumbamiento de ese viejo modelo que, Dios lo bendiga, nos ha proporcionado a tantos nuestras residencias de vacaciones, nuestros veranos en Francia y una educación para nuestros hijos. Pagando un coste, hemos sobrevivido. La sagacidad de Ed para reinventar los principios más importantes y su asombrosa sensibilidad para el negocio, aliadas con una visión de futuro en una era en la cual el concepto de «noticias» ya no se corresponde con sus definiciones tradicionales, nos ha permitido continuar adelante mientras un competidor tras otro se doblegaban bajo el peso de las presiones financieras, de los enredos legales y, en el caso de nuestro mayor rival, de unos errores de dirección casi inexplicables. Diría que Ed merece ser felicitado, pero eso me parece calderilla. Se merece un homenaje, y éste es el motivo de que este documento, generado conforme al espíritu del Informe de la Comisión del 11-S sobre los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, tal y como nos pidió, esté dedicado a él.
Mi metodología es muy simple. Aunque he trabajado siguiendo el espíritu inquisitivo e independiente del Informe de la Comisión del 11-S, he elegido una estrategia narrativa distinta. Ese informe sigue un argumento lineal y es, verdaderamente, heredero de las grandes novelas realistas del siglo xix, una descripción tolstoiana de la calamidad. Este realismo está basado en una cantidad ingente de documentos y de imágenes que ofrecen un minucioso detalle de los rincones más oscuros de la historia. Yo no he tenido un lujo como ése. A pesar de que disponemos de documentos sobre nuestro caso -unos documentos realmente perturbadores- y a pesar de que, en muchos aspectos, me han parecido relevantes para la exposición de los hechos, en conjunto, las lagunas de nuestro conocimiento son bastante grandes. Para mi tenía mucho más sentido tejer esta historia, si se puede decir así, a partir de retazos de información claros y disponibles que confirieran una sensación de realismo a las circunstancias más generales; fragmentos de los correos electrónicos y diarios, partes de transcripciones y de memorias relevantes. Debo confesar que, con el fin de desvelar lo máximo posible, también he utilizado mi conocimiento personal de las personas y de los lugares. Durante un periodo de la década de 1980 trabajé como productor en
La hora,
donde conocí a muchas de las personas que, más tarde, acabarían involucradas en la debacle. Concretamente, tuve relación profesional con la señorita Evangeline Harker, a quien contraté durante un año como ayudante personal antes de que Austen Trotta la fichara y se convirtiera en productora asociada de
La hora.
Los documentos disponibles y estas relaciones personales han sido la base de mi interpretación de los hechos.
Al final ustedes deberán sacar sus propias conclusiones acerca del éxito de esta empresa. Pero antes de que lean este documento, y les sugiero que lo hagan inmediatamente, debo ofrecerles mis más profundas y sinceras disculpas por haber tomado una última decisión sin pasar por los canales habituales de consulta y discusión. Siento todavía más que este documento deba ir acompañado por la noticia de esa decisión. Ed, especialmente Ed, se merece otra cosa. Pero después de una larga época de horror y de tristeza, simplemente me agoté. Creo que se darán cuenta de que he realizado las cosas de tal forma con el fin de que sobre Omni no recaiga ningún tipo de mala reputación. Por favor, no se aproximen a mi familia ni para ofrecer ayuda ni para realizar preguntas. Todas sus necesidades materiales han sido resueltas.
Atentamente,
James O'Malley
Vicepresidente de asuntos de empresa,
Omni News & Entertainment Network
El agente del cambio
¿C
ómo empezar esta exposición? Tengo que hacerlo de forma rápida y arbitraria. En vísperas de mi partida hacia Europa del Este, Robert me propuso matrimonio. Nos casaremos a principios de verano del año que viene, en la iglesia de San Ignacio de Loyola, y el convite se realizará en Wave Hill. Tan pronto como llegue a casa tenemos que iniciar una larga campaña para asegurarnos de que el evento se lleva a cabo de forma civilizada. Ninguna de las familias debe acabar sintiéndose desplazada, decepcionada o enojada. Tenemos un problema de número: al haber un máximo de ciento cincuenta plazas para el convite, ya he empezado a mantener hostiles negociaciones acerca de la lista de invitados, siguiendo el principio heredado de mi madre según el cual aquellos que no están casados no deben llevar acompañantes a las bodas. No hay anillo, no hay acompañante, como ella dice.
La música, la comida y el tipo de ceremonia son temas de discusión. Robert quiere clásicos de jazz, yo prefiero a un grupo de
honky-tonk
de Austin. Este es uno de los momentos en los que el hecho de haberme criado en Texas parece ser una gran molestia, incluso una vergüenza, para él. La mayoría de las veces adopta el punto de vista opuesto y utiliza mi relativamente exótica herencia como hija del petróleo para conseguir un gran efecto en las cenas con los amigos. Por supuesto, la comida será fuente de debate. En calidad de alabado pastelero de una de las mejores cocinas de la ciudad, Robert mantiene minuciosas trifulcas sobre aspectos específicos del pastel de boda y ejerce el despotismo culinario cada vez que intento sacar el tema. Ha descartado la carne ahumada de todo tipo, a pesar de mi deseo de hacernos mandar pechugas y costillas desde mi templo favorito de la barbacoa, el Texas BBQ, para la cena de la víspera de la boda. Incluso en estos momentos, y a 6.400 kilómetros de la ciudad de Nueva York, la cabeza me da vueltas cuando pienso en la cantidad de disputas que tendremos que mantener desde ahora hasta el próximo junio. Su familia, los judíos más laicos que jamás he conocido, se han mostrado repentinamente ofendidos por la perspectiva de una boda por la iglesia, mientras que mi familia, que carece totalmente de fe, se plantea en susurros la conversión. Pero a la luz de mis actuales circunstancias, me quedo con lo bueno. Todo esto es muy bueno; maravilloso, en verdad.
Robert me pilló desprevenida. Habíamos ido al Sammy's Roumanian, el lugar donde nos citamos por primera vez, y le pidió al teclista que tocara
San Antonio Rose,
dedicado a su novia tejana. El teclista realizó una ardiente interpretación. Nos comimos un grasiento plato de hígado y tomamos esas costillas fritas, de hueso grande y protuberante, que tienen forma de hacha. En general, fue una comida agradable, aunque sí hubo un momento de tensión relacionado con una caja de regalos que me había traído de Ámsterdam hacía poco tiempo. Digamos simplemente que se trataba de un montón de ropa interior de una clase que yo nunca había visto y que nunca hubiera elegido, y que incluía un artilugio fabricado con un material asociado típicamente con la hípica. Expresé una ligera, aunque juguetona, sorpresa por ese giro de la situación, ante lo cual Robert se mostró repentinamente huraño y dijo que devolvería a Ámsterdam el conjunto completo de artículos y que olvidase que me lo había regalado: había sido un error tremendo. Me sentí mal. Dejamos el tema.
Mientras nos tomábamos unos batidos, me preguntó si estaba ansiosa por lo de Rumania. Le dije que había tenido una inquietante pesadilla que tenía que ver con el Informe Price Waterhouse sobre Transilvania. En mi sueño leía una línea tras otra, y cada una de ellas decía lo mismo: «Se informa de desapariciones en las principales ciudades». Él sugirió que quizá yo estaba dando demasiado crédito a los estereotipos nacionales, y yo repuse que no tenía ni idea de qué estereotipo correspondía a Rumania. Como si fuera una respuesta, él sacó una cajita azul.
Yo ya lo sabía, pero ¿podía ser verdad? La abrí, intrigada. El anillo brilló, un diamante cortado y engastado en oro blanco de veinticuatro quilates. Yo le di mi respuesta. Sammy susurró al micrófono: «Un
goy,
una Eva, un amor». Todo el mundo aplaudió. Robert tenía un coche esperando y volvimos a mi apartamento, donde yo empaqueté unas cuantas cosas, incluido el montón de artículos de Ámsterdam, y luego fuimos al hotel Maritime. Me conoce. No hay nada que me guste más que envolverme, recién bañada, en un albornoz, sacar una botella de vodka Gray Goose del mini bar, abrirla e instalarme a ver una película de Hollywood por el canal de pago. Después de tres años viviendo del escaso salario que me da ser productora asociada de
La hora,
ésa es mi idea del dulce pecado.