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Authors: Martin Gardner

Tags: #Ciencia, Ensayo

¿Tení­an Ombligo Adan y Eva? (13 page)

Durante casi un año, el doctor Bowers me ha estado apremiando para que publique este artículo sobre el notable sistema de curación del doctor FitzGerald, conocido como terapia zonal. Sinceramente, yo no me creía lo que decían de la terapia zonal, ni pensaba que podríamos hacérselo creer a los lectores de la revista. Por fin, hace unos meses, fui a Hartford sin avisar y pasé un día en las consultas del doctor Fitzgerald. Vi pacientes que se habían curado del bocio; vi trastornos de la garganta y del oído que se aliviaban al instante con la terapia zonal; vi practicar operaciones nasales sin ningún tipo de anestesia; y —en la consulta de un dentista— vi cómo se extraían dientes sin más anestesia que la influencia analgésica de la terapia zonal. Después escribí a unos cincuenta médicos que ejercen en distintas partes del país y que habían oído hablar de la terapia zonal y la utilizan para aliviar toda clase de casos, incluso para calmar los dolores del parto. Tengo sus cartas archivadas en mi despacho.

A este primer artículo le seguirán otros en los que el doctor Bowers explicará las aplicaciones de la terapia zonal a diversas dolencias comunes. Ya sé que estos artículos recibirán críticas por dos partes: primero, de un pequeño porcentaje de médicos; segundo, de personas que hayan probado la terapia zonal sin éxito. Hemos considerado estas críticas por anticipado y estamos preparados para hacer caso omiso de ellas. Si los artículos sirven para reducir el sufrimiento de la gente en el sillón del dentista aunque sólo sea en un 10 por ciento, si ayudan mínimamente a aliviar los dolores más comunes de la vida cotidiana, estarán justificados de sobra.

No conocemos la explicación completa de la terapia zonal; pero sabemos que ha ayudado a muchísimas personas y que no hay peligro de que dañe a nadie.

Cito a continuación otros libros de reflexología publicados en Estados Unidos desde 1980:

Bayly, Doreen.
Reflexology Today: The Stimulation of the Body's Health Through Foot Massage
, 1984.

Byers, Dwight.
Better Health with Foot Reflexology
, 1983.

Carter, Mildred.
Helping Yourself with Foot Reflexology
, 1986;
Hand Reflexology: Key to Perfect Health
, 1986;
Body Reflexology: Healing at Your Fingertips
, 1983, edición revisada en 1994.

Gillanders, Ann.
The Joy of Reflexology
, 1995.

Hall, Nicola.
Reflexology: Foot and Hand Massage for Relaxation and Treating
, 1991;
Reflexology: A Patienfs Guide
, 1998.

Issel, Christine.
Reflexology: Art, Science, and History
, 1990.

Kunz, Kevin y Barbara.
The Complete Guide to Foot Reflexology
, 1982, edición revisada en 1990; Hand and Foot Reflexology, 1992.

Norman, Laura, y Cowan, Thomas.
Feet First: A Guide to Foot Reflexology
, 1998.

Rick, Stephanie.
Reflexology Workout: Hand and Foot Massage for Super Health and Rejuvenation
, 1980.

Mención especial merece
New Choices in Natural Healing
, editado por Bill Gottlieb, director editorial de la serie de libros de salud de la revista
Prevention
. Fue publicado en 1995 por Rodale, y reeditado en 1997 por Bantam. Este deplorable libro canta las alabanzas de la reflexología, con mapas de los puntos reflejos de pies y manos, y una lista de 68 dolencias diferentes que dicen que se pueden aliviar con la reflexología.

9. Urinoterapia

El capítulo anterior trataba de la reflexología, la técnica que pretende eliminar el dolor y otros síntomas de enfermedades aplicando presión a diversos puntos del pie. En éste hablaremos de una terapia igualmente disparatada, que también está embaucando últimamente a personas crédulas cautivadas por las medicinas alternativas.

Desde la antigüedad ha habido supersticiones populares acerca de las supuestas virtudes curativas de tres secreciones corporales: la saliva, los excrementos y la orina. La saliva ha sido, con gran diferencia, la más popular. Recuerden los pasajes evangélicos (Juan, 9; Marcos, 8) en los que Jesús devuelve la vista a un ciego aplicando su saliva a los ojos del hombre. En el relato de san Juan, Jesús mezcla la saliva con tierra, formando barro, que luego aplica a los ojos del ciego. En el de san Marcos, Jesús aplica la saliva directamente a los ojos.

En el Evangelio de san Marcos (7), se cuenta cómo Jesús curó a un hombre sordo y tartamudo, metiéndole primero los dedos en los oídos y después aplicando saliva a su lengua. Relatos similares de curaciones con saliva abundan en los mitos del hinduismo y el budismo, y en leyendas medievales sobre santos cristianos y sus milagros.

La
Enciclopedia de religión y ética
editada por James Hastings dedica cinco páginas del tomo 11 a las supersticiones sobre la saliva en todo el mundo. El erudito romano Plinio el Viejo, en su
Historia naturalis
en 37 volúmenes (año 77 d.C.), describe numerosas propiedades curativas de la saliva, en las que mucha gente creía en aquellos tiempos. He aquí unos cuantos ejemplos: si a uno le muerde un perro rabioso, se puede evitar la hidrofobia bebiendo la saliva del perro; la saliva de caballo cura las dolencias del oído, las escoceduras causadas por montar a caballo y los trastornos del útero; frotándose con saliva detrás de las orejas se serena el espíritu. Plinio incluye docenas de supersticiones acerca de la saliva atribuidas a diversas culturas. Se citan también las propiedades medicinales de la saliva de los santones indios. En cuanto a los milagros medievales atribuidos a la saliva, hay una buena relación en el libro de E. Cobham Brewer,
A Dictionary of Miracles
.

La saliva sigue estando considerada como un eficaz agente curativo en la medicina ayurvédica, la antigua medicina popular de la India, insistentemente divulgada por el Maharashi Mahesh Yogi, el gurú de la Meditación Trascendental, y en muchos libros de Deepak Chopra. Según cuenta Kurt Butler en su
Consumer Guide to Alternative Medicine
(«Guía para el consumidor de medicina alternativa»; Prometheus Books, 1992), Chopra asegura que se pueden evitar e incluso curar las cataratas cepillándose los dientes, raspándose la lengua, escupiendo en un vaso de agua y lavándose los ojos repetidamente con la mezcla. Una catarata es un opacamiento irreversible del cristalino del ojo. Pretender dar marcha atrás al opacamiento es como intentar desfreír un huevo.

Las supuestas propiedades curativas de la saliva, los excrementos y la orina se detallan hasta la saciedad en la monumental
History of Magic and Experimental Science
de Lynn Thorndike. Aquí sólo me ocuparé de la orina, ya sea tragada, inyectada o aplicada externamente a la piel. Empezaré con algunos datos extraídos de Thorndike.

Plinio el Viejo, en su
Historia naturalis
, ensalza las virtudes curativas de la orina de un muchacho virgen. Arnaldo de Villanova, un astrólogo, alquimista y médico español del siglo XII, aseguraba que las verrugas desaparecen si se les aplica orina de perro. También decía que se podía mejorar mucho la visión lavándose los ojos cada mañana con la orina propia. Thorndike cita también un antiguo tratado árabe en el que se comentan los poderes curativos de la orina de elefante blanco.

La orina era una medicina casera muy popular en el siglo XVII.

Thorndike ofrece numerosas referencias. Emmanuel Konig, de Basilea, en su libro
El reino animal
(1683), recomendaba beber la propia orina para curar el ardor de estómago, la depresión, la gota, los dolores de muelas, los cólicos, la ictericia y la fiebre alta. El médico alemán Daniel Bockher publicó en 1622 una obra que alcanzó gran popularidad, titulada
Medicus Microcosmos
, en la que se ensalzan las propiedades curativas de la orina, los excrementos, los piojos, el semen, las lombrices intestinales y la cera de los oídos.

Pierre Fauchard, un dentista parisino, está considerado como el fundador de la odontología moderna. En 1728 publicó El médico dentista, un texto clásico que no se tradujo al inglés hasta después de 1940. En esta obra se burla de varios remedios ridículos contra el dolor de muelas, y a continuación describe un método propio. Cito del interesante libro de James J. Walsh,
Cures: The Story of the Cures that Fail
(«Curaciones: Historia de las curas que no funcionan», 1923):

He proporcionado un considerable alivio a numerosos pacientes que tenían caries en casi todos sus dientes y que, como consecuencia, eran frecuentemente atormentados por dolores […] mediante el siguiente remedio. Consiste en enjuagarse la boca cada mañana y cada noche […] con unas cucharadas de su propia orina, justo después de evacuarla. […] Es cierto que no resulta muy agradable, pero se compensa porque proporciona un claro alivio.

A continuación, Fouchard dice que algunos de sus pacientes que habían utilizado este remedio le habían dicho que la orina aliviaba también otros problemas de salud. Por ejemplo, «la experiencia ha demostrado que la orina de las personas sanas es muy efectiva para aliviar los dolores de la gota y eliminar obstrucciones de varios tipos en todo el cuerpo».

Robert Boyle (1627-1691) fue un gran científico británico, que los físicos actuales conocen sobre todo por su ley de Boyle, que especifica que el volumen de un gas varía en proporción inversa a su presión. Thorndike cita los siguientes pasajes de las
Obras
de Boyle:

Para enumerar e insistir en las virtudes medicinales de la orina humana, tanto en ingestión interna como en aplicación externa, se necesitaría todo un libro, y no una simple parte de un ensayo.

Aquí sólo añadiré que yo conocí a una anciana dama que, habiendo casi perdido las esperanzas de recuperarse de sus diversas enfermedades crónicas […] le aconsejaron por fin que en lugar de recurrir a medicinas más caras tomara cada mañana unos tragos de su propia agua; con este sistema se recuperó sorprendentemente y, que yo sepa, sigue estando bien. Y tú mismo conoces a una persona de gran calidad y belleza que no hace ascos a ese mismo remedio; y eso después de haber viajado hasta el Spaw por motivos de salud.

En la actualidad, la urinoterapia se utiliza abundantemente en la medicina popular hindú. En el número de marzo/abril de 1995 del boletín del NCAHF (Consejo Nacional Contra los Fraudes Sanitarios), William Jarvis informaba de que el ex primer ministro de la India (1977-1979) Morarji Desai, que en febrero de 1995 había cumplido 99 años, atribuía su longevidad a la costumbre de beber su propia orina. El 21 de agosto de 1995,
Newsweek
informaba de que también Mohandas Gandhi había sido un bebedor de orina, pero esto fue desmentido más tarde por el Instituto Gandhi en India.

En el número de julio/agosto de 1991 del boletín del NCAHF, Jarvis citaba numerosos remedios a base de orina bebida, fomentados por la medicina ayurvédica. El alcoholismo, la anorexia, las náuseas, las malas digestiones, los edemas y otras enfermedades responden a las «heces de cabra preparadas lavándolas en orina».

Para el estreñimiento, se bebe una mezcla de leche y orina. La epilepsia y otros ataques responden a la orina de asno. En la medicina ayurvédica, a la orina se la llama «el agua de la vida».

G. K. Thakker, director de la fundación Agua de Vida en Bombay, cree que bebiendo orina se pueden curar todas las enfermedades, desde el resfriado hasta el cáncer.

Helen Kruger, en su excelente libro
Other Healers, Other Cures: A Guide to Alternative Medicine
(1974), dice lo siguiente acerca de la urinoterapia:

Los chinos solían beber la orina de un chico joven como remedio curativo. En algunas partes del sur, se lava la cara de los niños con orina para proteger la piel. En todos los demás sitios se utiliza para hacer gárgaras contra las molestias de garganta, y para el acné, los cortes y las heridas. (No se burlen. Los médicos recetan a veces un ungüento que contiene urea, el principal componente de la orina, para los problemas de la piel). Una mujer de Brooklyn que ahora tiene sesenta y tantos años recuerda que de pequeña tuvo que hacer gárgaras con su propia orina cuando contrajo la difteria. Los franceses tenían la costumbre de empapar una media en orina y envolver con ella el cuello para aliviar las molestias de garganta. Y en Sierra Madre, los campesinos mexicanos preparan una cataplasma para los huesos rotos, haciendo que un niño orine en un cuenco de maíz carbonizado y pulverizado. Con esta mezcla se hace una pasta que se aplica a la piel. Hay gente que se ha aplicado orina a los ojos para «curarse» las cataratas, una práctica que provoca escalofríos a mi oculista. Según él, podría hacer que la catarata se volviera más densa. Y hace poco oí hablar de un nuevo tratamiento adelgazante, administrado por un doctor de Florida. Al paciente obeso se le inyecta orina de una mujer embarazada para «romper las células grasas» (no obstante, al mismo tiempo se somete al paciente a una dieta de hambre). Por último, una curandera de Texas me dijo (ella se lo había oído a «una fuente fidedigna» que está enterada) que ciertas bellezas de Hollywood, ya en sus años de madurez, conservan su aspecto juvenil a base de, según sus palabras, «beberse su propio desagüe».

Entre la avalancha de libros recientes sobre urinoterapia, uno de los más impresionantes es el enorme volumen de Martha M. Christy,
Your Own Perfect Medicine: The Incredible Proven Natural Miracle Cure That Medical Science Has Never Revealed!
(«Su propia medicina perfecta: La increíble y demostrada cura milagrosa natural que la ciencia médica jamás ha revelado»). Este libro se publicó en 1994, editado por Wishiand Inc. Mi ejemplar es una quinta edición de 1998. Se puede adquirir escribiendo a Wishiand, P.O. Box 13927, Scottsdale, AZ 85267 (libre de impuestos en 1-800-544-CURE), por 19,95 dólares, más cinco dólares por gastos de envío y entrega. La empresa vende también otro libro de Christy,
Healing Yourself with Homeopathy and Scientific Validation of Urine Therapy
(«Cómo curarse uno mismo con homeopatía y confirmación científica de la urinoterapia») y una cinta de audio titulada
The Scientific Validation of Urine Therapy
(«Confirmación científica de la urinoterapia»).

Entre las frases promocionales de la contracubierta de
Your Own Perfect Medicine
figuran los siguientes comentarios de David G. Williams, doctor en medicina, publicados en el boletín Alternative Health Newsletter: «Si este año sólo compra usted un libro sobre salud, éste es el libro que debería adquirir. Describe una terapia que puede utilizar cualquiera, en cualquier parte, para prácticamente cualquier dolencia conocida». Otro comentario, «Se ha comprobado que este agente salva vidas sin duda alguna», se le atribuye al doctor Manucher J. Javid, identificado como neurocirujano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin en Madison.

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