Authors: Angie Sage
Estamos de nuevo en la guardería nocturna del ejército joven. En la penumbra de la guardería la comadrona mete al bebé Septimus en una cuna y se sienta, dando muestras de cansancio. Sigue mirando nerviosa la puerta, como si esperase que entrara alguien. Nadie aparece.
Al cabo de un minuto o dos se levanta de la silla y se acerca a la cuna, donde su propio bebé está llorando, y coge al niño en brazos. En ese momento la puerta se abre y la comadrona se da media vuelta, con el rostro demudado, asustada.
Una mujer alta, vestida de negro, está de pie en el umbral. Encima de las negras y planchadas ropas lleva un delantal de enfermera blanco, almidonado, pero ciñe su cintura un cinturón de color rojo como la sangre con las tres estrellas negras de DomDaniel.
Ha venido a buscar a Septimus Heap.
La enfermera llega tarde. Se ha perdido de camino a la guardería y ahora está nerviosa y asustada. DomDaniel no tolera los retrasos. Ve a la comadrona con un bebé, tal como le habían dicho. Lo que no sabe es que la comadrona está sosteniendo a su propio niño en brazos y que Septimus Heap está dormido en una cuna en las oscuras sombras de la guardería. La enfermera corre hacia la comadrona y le quita al bebé. La comadrona protesta. Intenta arrancarle el bebé a la enfermera, pero su desesperación es superada por el empeño de la enfermera en volver al barco de DomDaniel a tiempo para la marea.
La enfermera, más alta y joven, gana. Envuelve al bebé en una larga tela negra con las tres estrellas negras y sale corriendo, perseguida por la comadrona, que grita y sabe ahora exactamente cómo se sintió Sarah Heap solo unas horas antes. La comadrona se ve obligada a abandonar la persecución en la verja, donde la enfermera, mostrando sus tres estrellas rojas, hace que la arresten y desaparece en la noche, triunfante, llevando al niño de la comadrona a DomDaniel.
Otra vez en la guardería, la vieja que se supone que es la cuidadora de los niños se despierta. Tosiendo y resollando, se levanta y prepara los cuatro biberones de la noche para los niños que tiene a su cargo. Una botella para cada uno de los trillizos, los Muchachos 409, 410 y 411 y una botella para el más reciente recluta del ejército joven, Septimus Heap, de doce horas de vida, destinado, durante los próximos diez años, a ser conocido como el Muchacho 412.
Tía Zelda suspira. Aquello era tal como esperaba. Luego pide a la luna que siga al hijo de la comadrona. Había algo más que necesitaba saber.
La enfermera consigue volver al barco a tiempo. Una
cosa
se yergue en la popa de la barca y la cruza al otro lado del río remando a la manera de los viejos pescadores, con un solo remo. En el otro lado se encuentra con un jinete
negro
, a lomos de un enorme caballo negro. Monta a la enfermera y al niño a la grupa de su caballo y se internan a medio galope en la noche. Tienen por delante una larga e incómoda cabalgata.
Cuando llega a la guarida de DomDaniel, en lo alto de las viejas canteras de pizarra de las Malas Tierras, el bebé de la comadrona está llorando y la enfermera tiene un terrible dolor de cabeza. DomDaniel está aguardando para ver su trofeo, que confunde con Septimus Heap, el séptimo hijo de un séptimo hijo. El aprendiz con el que sueña todo mago y todo
nigromante.
El aprendiz que le dará el poder para regresar al Castillo y tomar lo que legítimamente le pertenece.
Mira al bebé berrean te con desagrado. Los llantos le dan dolor de cabeza y le resuenan en los oídos. Es un bebé grande para ser un recién nacido, piensa DomDaniel, y feo. No le gusta demasiado. El nigromante tiene un aire de desilusión mientras le dice a la enfermera que se lleve al bebé.
La enfermera deja al niño en la cuna que le aguardaba y se va a la cama. Al día siguiente se siente demasiado enferma para levantarse y nadie se molesta en alimentar al hio de la comadrona hasta bien entrada la noche siguiente. No hay cena del aprendiz para este aprendiz.
Tía Zelda se sienta junto al estanque de los patos y sonríe. El aprendiz está libre de su oscuro maestro. Septimus Heap está vivo y ha encontrado a su familia. La princesa está a salvo. Recuerda algo que Marcia siempre dice: «Las cosas tienen la costumbre de salir bien finalmente».
GRINGE, EL GUARDIAN
Gringe siguió siendo el guardián de la puerta norte durante todos los levantamientos del Castillo. Aunque preferiría saltar a una cuba de aceite hirviendo antes que admitirlo, a Gringe le encantaba su trabajo y proporcionaba a su familia un hogar seguro en la garita del guarda, tras varios años de vivir toscamente debajo de los muros del Castillo. El día que Marcia le dio media corona resultó ser un día importante para Gringe. Ese día, por primera y única vez en su vida, Gringe se guardó parte del dinero del puente, la media corona de Marcia para ser exactos. Había algo en el sólido y grueso disco de plata que se asentaba cálido y pesado en la palma de la mano que hizo que Gringe se negara a guardarlo en la caja de los impuestos. Así que se la metió en el bolsillo, diciéndose a sí mismo que lo añadiría a la recaudación del día esa noche. Pero Gringe no podía desprenderse de la media corona. De modo que la media corona se quedó en su bolsillo durante muchos meses hasta que Gringe empezó a considerarla suya. Y allí se habría quedado la media corona de no haber sido por un cartel que Gringe encontró clavado en la puerta norte una fría mañana, casi un año más tarde:
EDICTO DE RECLUTAMIENTO DEL EJÉRCITO JOVEN
TODOS LOS MUCHACHOS ENTRE LOS DOCE Y LOS DIECISÉIS AÑOS
QUE NO SEAN APRENDICES DE UN OFICIO RECONOCIDO
DEBERÁN PRESENTARSE EN LOS CUARTELES DEL EJÉRCITO JOVEN
MAÑANA ALAS 6.00 HORAS.
Gringe se sintió mareado. Su hijo, Rupert, acababa de celebrar su undécimo cumpleaños el día anterior. La señora Gringe se puso histérica cuando vio el cartel. Gringe también estaba histérico, pero, cuando vio a Rupert palidecer al leer la noticia, decidió que debía conservar la calma. Hundió las manos en los bolsillos y pensó. Y cuando, por costumbre, su mano se cerró alrededor de la media corona de Marcia, Gringe supo que tenía la respuesta.
En cuanto el astillero abriera aquella mañana, tendría un nuevo aprendiz: Rupert Gringe, cuyo padre acababa de asegurar siete años de aprendizaje con Jannit Maarten, un constructor de barcos para la pesca del arenque, por la sustancial cuota de entrada de media corona.
LA COMADRONA.
Después de ser arrestada, la comadrona fue conducida al sanatorio del Castillo para personas alucinadas y afligidas debido a su estado de consternación mental y obsesión por el robo de bebés, que no se consideraba una obsesión cabal para una comadrona. Tras pasar unos años internada, se le permitió abandonar el sanatorio porque éste estaba abarrotado. Se produjo un enorme incremento de personas alucinadas y afligidas desde que el custodio supremo tomó el mando del Castillo, y la comadrona no estaba ni tan alucinada ni tan afligida como para merecer la plaza. Así que Agnes Meredith, antigua comadrona, ahora vagabunda sin trabajo, empacó sus muchas bolsas y partió en busca de su hijo perdido, Rodney.
EL CRIADO NOCTURNO
El criado nocturno del custodio supremo fue arrojado a una mazmorra después de dejar caer la corona y añadirle otra melladura. Lo soltaron al cabo de una semana, por error, y fue a trabajar a las cocinas de palacio como marmitón, pelando patatas, para lo cual demostró valer, por lo que pronto progresó hasta convertirse en jefe de pelapatatas. Disfrutaba con su trabajo, a nadie le importaba si se le caía una patata.
LA JUEZ ALICE NETTLES
Alice Nettles conoció a Alther Mella cuando era pasante de abogado en el juzgado del Castillo. Alther tenía que convertirse aún en el aprendiz de DomDaniel, pero Alice podía decir que Alther era especial ya entonces. Incluso después de que Alther se convirtiera en el mago extraordinario y se hablase mucho de «ese horrible aprendiz que empujó a su maestro desde la torre», Alice siguió viéndole. Sabía que Alther era incapaz de matar a nadie, ni siquiera a una mosca. Poco después de que Alther se convirtiera en mago extraordinario, Alice logró su ambición de ser juez. Pronto, sus carreras empezaron a mantener a Alther y a Alice cada vez más ocupados y dejaron de verse con la frecuencia que les había gustado, algo que Alice siempre lamentó.
Fue un golpe terrible y doble para Alice cuando, en el espacio de pocos días, los custodios no solo mataron al amigo más querido que había tenido en su vida, sino que también acabaron con su vida laboral cuando prohibieron a las mujeres entrar en el juzgado. Alice dejó el Castillo y se fue con su hermano al Puerto. Después de algún tiempo se recuperó de la muerte de Alther y aceptó un trabajo como consejera jurídica de la aduana.
Fue después de un largo día, en que se ocupaba de un peliagudo problema relacionado con un camello de contrabando y un circo ambulante, cuando Alice reparó en la taberna El Áncora Azul antes de regresar a la casa de su hermano. Fue allí, para su felicidad, donde se encontró por fin con el fantasma de Alther Mella.
LA ASESINA
La Asesina sufrió una pérdida completa de memoria después de ser alcanzada por un rayocentella de Marcia. También quedó muy chamuscada. Cuando el cazador recogió la pistola de la Asesina, la dejó tumbada donde la encontró, inconsciente sobre la alfombra de Marcia. DomDaniel hizo que la arrojaran fuera, sobre la nieve, pero los barrenderos del turno de noche la encontraron y la llevaron al hospicio de las monjas. Con el tiempo se recuperó y se quedó en el hospicio trabajando como ayudante. Por suerte para ella, nunca recuperó la memoria.
LINDA LAME.
A Linda Lañe le dieron una nueva identidad y la trasladaron a unas lujosas estancias con vistas al río, como recompensa por haber encontrado a la princesa. Sin embargo, unos meses más tarde fue reconocida por la familia de una de sus anteriores víctimas y una noche, muy tarde, mientras se sentaba en su balcón con una copa de su vino favorito, proporcionado por el custodio supremo, Linda Lañe fue empujada y cayó al río de rápida corriente. Nunca la encontraron.
LA PINCHE MÁS JOVEN.
Después de que la pinche de cocina más joven viera a Maxie en el conducto de la basura, empezó a tener pesadillas con lobos. Estas le hacían dormir tan mal, que un día se quedó dormida mientras se suponía que tenía que dar la vuelta al espeto, y todo el cordero ardió en llamas. La pinche más joven fue degradada a ayudante de pelapatatas y tres semanas más tarde se fugaba con el jefe pelapatatas para empezar juntos una vida mejor en el Puerto.
LOS CINCO MERCADERES DEL NORTE
Tras su precipitada huida del salón de té y cervecería de Sally Mullin, los cinco mercaderes del norte se pasaron la noche en su barco, guardando en lugar seguro las mercancías y preparándose para salir por la mañana temprano con la marea alta. Los habían pillado en desagradables cambios de gobierno antes y no tenían ningún deseo de quedarse y ver lo que ocurría esta vez. Según la experiencia de los mercaderes siempre eran un mal negocio y, a la mañana siguiente, mientras pasaban por los restos humeantes del salón de té y cervecería de Sally Mullin, supieron que estaban en lo cierto. Pero apenas repararon en Sally, mientras partían río abajo, planeando su viaje hacia el sur para escapar de la gran helada y pensando ilusionados en los climas más cálidos de los países lejanos. Los mercaderes del norte habían visto todo aquello antes y no dudaban de que lo volverían a ver.
EL MUCHACHO LAVAPLATOS
El muchacho lavaplatos contratado por Sally Mullin estaba convencido de que el local se había quemado por su culpa. Estaba seguro de que debió de dejar los trapos secándose demasiado cerca del fuego, como ya había hecho anteriormente. Pero no era alguien a quien estas cosas preocuparan durante mucho tiempo. El lavaplatos creía que cada revés era una oportunidad disfrazada. Así que construyó una pequeña cabaña sobre ruedas y cada día bajaba hasta los cuarteles de la guardia custodia y vendía pasteles de carne y salchichas a los guardias. Los contenidos de los pasteles y de las salchichas variaban según lo que pudiera conseguir el lavaplatos, pero trabajaba duro, haciendo pasteles hasta última hora de la noche y todo el día vendía muchísimo. Si la gente empezó a darse cuenta de que sus gatos y sus perros estaban desapareciendo a un ritmo alarmante, nadie lo relacionó con la súbita aparición del furgón de los pasteles de carne del muchacho lavaplatos. Y, cuando las filas de los guardias custodios fueron diezmadas por envenenamiento alimentario, se culpó al cocinero de la cantina del cuartel. El lavaplatos prosperó y nunca jamás comió uno de sus propios pasteles de carne ni una salchicha.
RUPERT GRINGE
Rupert Gringe era el mejor aprendiz que jamás había tenido Jannit Maarten. Jannit construía barcos para la pesca del arenque en aguas poco profundas, barcos que pudieran pescar en las aguas próximas a la costa y atrapar los cardúmenes de arenques acorralándolos hacia los bancos de arena, justo en la parte exterior del Puerto. Cualquier pescador de arenques que poseyera una barca de Jannit Maarten podía estar seguro de ganarse bien la vida, y pronto corrió la voz de que si Rupert Gringe había trabajado en el barco, habías tenido suerte: el barco se asentaría bien en el agua y navegaría rápido con el viento. Jannit reconocía el talento cuando lo veía y pronto confió en Rupert para que trabajara por su cuenta. El primer barco que Rupert construyó enteramente solo fue el
Muriel,
que pintó de verde oscuro, como las profundidades del río, y le puso velas rojas, como las puestas de sol de las postrimerías del verano en el mar.
LUCY GRINGE.
Lucy Gringe conoció a Simón Heap en la clase de baile para jóvenes damas y caballeros cuando ambos tenían catorce años. La señora Gringe había enviado allí a Lucy para que no se metiera en líos durante el verano. (Simón había ido a la clase por error. Silas, que tenía ciertos problemas con la lectura y a veces se le mezclaban las letras, había creído que era una clase de trance y cometió el error de mencionárselo a Sarah una noche. Simón lo oyó y, después de darle mucho la lata, Silas lo apuntó a la clase.)
A Lucy le encantaba el modo en que Simón estaba decidido a ser el mejor bailarín de la clase, tal como Simón estaba siempre decidido a ser el mejor en todo. Y también le gustaban sus ojos verdes de mago y su cabello rubio y rizado. Simón no tenía ni idea de por qué, de repente, le gustaba una chica, pero por algún motivo descubrió que no podía dejar de pensar en Lucy. Lucy y Simón continuaron viéndose cada vez que podían, pero mantuvieron sus encuentros en secreto. Sabían que sus familias no lo aprobarían.