Recopilación de artículos publicados por el autor en el Semanal durante el periodo que abarca desde el 2001 hasta el 2005.
« … Esta página no puede escribirse con bisturí. Carezco de talento para eso. Los ajustes de cuentas se hacen empalmando la chaira y acuchillando en corto, a lo que salga. En poco más de un folio, y con este panorama, uno pelea y apenas tiene tiempo de mirar a cuántos se la endiña. Sigue adelante, y que el diablo reconozca a los suyos. La justificación es que nadie me obliga, ni vivo de esto. Que podría firmar un libro cada dos años y observar la vida desde el escaparate de una librería. Pero ya ven. Unos domingos me divierto horrores, otros me desahogo, y otros digo en voz alta, o lo intento, lo que algunos no tienen medios para decir. Sin embargo, no es posible quedar bien con todos. Aquí no caben florituras ni sutilezas, si vas a lo que vas. Y menos en esta triste España, donde la gente sólo se da por aludida cuando le pateas los cojones. Pero mochar parejo trae daños colaterales. Víctimas inocentes. La justificación es que uno da la cara y se la juega sin red, sin Dios ni amo, en vez de llevárselo muerto por poner la foto y marear la perdiz, o por hacerle a los demagogos y mangantes que cortan el bacalao -o a quienes pretenden cortarlo-un francés con todas sus letras …»
ARTURO PÉREZ-REVERTE
Arturo Pérez-Reverte
No me cogeréis vivo
ePUB v1.0
Honrado mercenario02.05.12
Título: No me cogeréis vivo
© 2005, Arturo Pérez-Reverte
Diseño de portada: Manuel Estrada.
Han transcurrido catorce años desde que Arturo Pérez- Reverte publicó el primer artículo en las páginas de El Semanal con el título «La fiel infantería». En este tiempo, Pérez- Reverte ha publicado quince novelas, obras como El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El club Dumas, La piel del tambor o El capitán Alatriste, que han sido editadas en numerosos países y convertidas en guiones de cine. Entretanto, ha escrito cerca de seiscientos artículos, que han ido apareciendo cada siete días, con una disciplinada puntualidad, en las páginas de la revista El Semanal. Todos ellos están recogidos en los libros Obra breve/1, Patente de corso y Con ánimo de ofender, en los que se reúnen —con el mismo criterio que en éste— los artículos publicados hasta entonces, salvo aquellos que hacen referencia a temas muy puntuales y pierden sentido fuera del contexto en que se editaron.
Este libro continúa allí donde finalizó el anterior, en el año 2001, y recoge los artículos publicados hasta 2005, el primer lustro del siglo XXI, un tiempo turbulento, contradictorio y confuso, que nos ha dejado algunas imágenes desoladoras: desde los aviones secuestrados por terroristas islamistas el 11 de septiembre de 2001 estrellándose contra las torres gemelas de Nueva York y contra el Pentágono, hasta la bancarrota definitiva de Argentina, las guerras de Afganistán eIraq o la masacre terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
En los artículos de Pérez-Reverte suena el eco de todos esos acontecimientos. Los textos de este libro transmiten los latidos de un nuevo siglo, los temblores de los seísmos cotidianos en una época agitada, el vértigo de un tiempo acelerado y con síntomas de desorientación.
Porque estos artículos siguen siendo para el autor un medio para enfrentarse al mundo actual, para reconocerlo y para encararse con él cuando es preciso. Son una manera de explicar el mundo y de tratar de entenderlo. Hay en estas páginas un texto revelador en este sentido. Se titula «La aventura literaria de Ramón J. Sender», y en él reivindica la obra literaria de este escritor. ¿Y por qué? Porque «nadie en la literatura del siglo XX —afirma— nos explica España tan bien como él. [ …] Nadie consigue transmitirnos, como Sender en sus muchísimas páginas a veces irregulares, a veces mediocres, a menudo extraordinarias, la desoladora certeza de que el del español fue siempre un largo y doloroso camino hacia ninguna parte, jalonado de ruindad y de infamia».
Los artículos de Pérez-Reverte quieren ser también una explicación de la sociedad de nuestro tiempo, del largo y doloroso camino de la historia reciente, de la ruindad y la infamia que se manifiesta en muchas partes y de algunos atisbos de grandeza. Por eso en estos artículos están las sombras de una sociedad desconcertada y los claroscuros del pasado y toda la furia que reclama un presente gobernado en ocasiones por la estupidez.
Estos artículos son un escaparate del mundo actual. El autor comenta en ellos noticias del periódico, entrevistas escuchadas en la radio, programas de televisión. Glosa palabras del Parlamento, declaraciones y entrevistas de políticos; cuenta anécdotas personales; describe escenas y personajes callejeros. Toda la tradición de la literatura realista y testimonial en la prensa española, desde el costumbrismo decimonónico a los aldabonazos del 98 y el testimonio crítico de los escritores del Medio Siglo, se proyecta en estos textos.
No hay temas tabú en ellos, ni realidades intocables. Pérez- Reverte rehúye lo políticamente correcto. Se enfrenta a temas de opinión incómodos. No renuncia a expresar su postura favorable o crítica ante situaciones provocadas por la inmigración, el nacionalismo, el sexo, lo étnico, racial o eclesiástico. Tal denuncia inmediata e impulsiva no permite a veces el corte de bisturí. «Aquí no caben florituras ni sutilezas», escribe en «Víctimas colaterales». El riesgo que supone la toma decidida de posiciones lo asume el autor sin aspavientos: «Esta página también tiene sus fantasmas, y sus remordimientos. Alguna vez dije que todos dejamos atrás cadáveres de gente a la que matamos por ignorancia, por descuido, por estupidez. Cuando te mueves a través del confuso paisaje de la vida, eso es inevitable».
Esa contundencia puede suscitar —y de hecho así ocurre— polémicas y posturas encontradas con lectores de las páginas en las que se publican estos artículos, la revista El Semanal, distribuida por cerca de treinta periódicos y que es la revista de fin de semana que más lectores acumula en España, según el último Estudio General de Medios, que los cuantifica en 4.581.000.
¿Qué ha cambiado en estos artículos —podemos preguntarnos— en el largo período de catorce años que ha transcurrido desde la publicación del primero en 1991? Su diagnóstico del mundo actual sigue siendo poco optimista. «¿Cuánto hace que no oímos pronunciar palabras como honradez, honor o decencia? —se pregunta el 3 de julio de 2005— [ …], en una sociedad dislocada donde los auténticos valores, los únicos reales, son ganar dinero, fanfarronear, exhibirse».
La voluntad que predomina en los artículos sigue siendo la denuncia de esa sociedad dislocada por la ordinariez, la manipulación del poder, la estupidez política, la desmemoria histórica, el cainismo y la barbarie. Pérez-Reverte arremete en ellos contra las corruptelas, el dinero negro, el compadreo pícaro y la estafa canalla («Con o sin factura»); censura el tráfico de drogas y la injusticia («Maestros y narcos mejicanos», «La sonrisa del moro»); denuncia la falsedad de un mundo hipócrita y oportunista («Artistas (o artistos) con mensaje», «El subidón del esternón»). Desvela la vulgaridad de una sociedad infame, los comportamientos cazurros, la mala educación («Baja estofa»). Zarandea actitudes chulescas, gestos barriobajeros y costumbres de porqueriza, o desvela la mediocridad, el ambiente cutre y el territorio de la estupidez en que se han convertido no pocas parcelas de la vida contemporánea («La foto de la zorrimodel», «¿Cómo pude vivir sin Beckham?»).
En otros critica la chapuza, el desinterés, el poco amor al trabajo bien hecho. Lanza sus diatribas contra la imprevisión, la medianía, la desgana, la improvisación y la falta de profesionalidad («Mejorando a Shakespeare», «La sorpresa de cada año», «Un país de currantes», «Dos llaves de oro», «Se busca Ronaldo para Fomento», «Vienen tiempos duros»). O espolea ciudades dormidas, ensimismadas y en cierto modo incultas («El ombligo de Sevilla»).
Todos estos temas y estas ideas están expresados desde los primeros artículos que escribió Arturo Pérez-Reverte. Hay una línea de pensamiento coherente y contumaz que se reitera en ellos. ¿Qué ha cambiado, entonces, en estos textos desde aquel lejano «La fiel infantería» de hace catorce años?
Ante un panorama descrito a veces con tintes desoladores, los artículos basculan entre el enfado y la burla; conjugan la denuncia, el sarcasmo, el improperio, la nostalgia ocasional, la resignación a veces. Pero el tono se ha vuelto más radical, más agrio, más desesperanzado. Parece derivar hacia un arraigado escepticismo. «Les juro que a estas alturas ya me da igual —escribe en “Sushis y sashimis”—. O casi me lo da, porque hace tiempo comprendí que es inútil. Que los malos siempre ganan la batalla, y que el único sistema para no despreciarte a ti mismo como cómplice consiste en escupirles exactamente entre ceja y ceja, y de ese modo estropearles, al menos, la plácida digestión de lo que se están jalando».
La visión de España se hace más desgarrada en estos artículos publicados en los primeros años del siglo XXI. El que da título general a este libro es paradigmático en este sentido. Fue escrito el 20 de abril de 2003, y es un análisis certero de lo que estaba pasando en el país entonces. Tiene, además, un carácter premonitorio de algunas de las situaciones que iban a ocurrir un año más tarde, tras los atentados del 11-M en Madrid y tras las elecciones del 14 de marzo. «Lo que nos espera —escribirá meses después— es el desmantelamiento ruin de la convivencia».
En estos artículos se diagnostica con reiteración el asomo del fanatismo, el rencor y la revancha en la vida nacional. «Esta tierra violenta, analfabeta y de tan mala leche, abonada para el linchamiento», escribe. Y en varios artículos se posiciona frente al nacionalismo insolidario («Istolacio, Indortes, Lutero», «La carta de Iker», «Hay diez justos en Sodoma»). Escribe: «España no es comprensible sino como plaza pública, escenario geográfico, encrucijada con la natural acumulación mestiza de lenguas, razas y culturas diferentes, donde se relacionan, de forma documentada hace tres mil años, pueblos que a veces se mataron y a veces se ayudaron entre sí. Pueblos a los que, si negáramos ese ámbito geográfico-histórico de hazañas y sufrimientos compartidos, sólo quedaría la memoria peligrosa de los agravios».
Pérez-Reverte desenmascara el cainismo de una sociedad encrespada. «Cómo nos odiamos —escribe en “No me cogeréis vivo”—. He vuelto a comprobarlo estos días con lo de Iraq. Observando a unos y a otros. Porque aquí, al final, todo acaba planteándose en términos de unos y otros. Pero es mentira eso de las dos Españas, la derecha y la izquierda. No hay dos, sino infinitas Españas; cada una de su padre y de su madre, egoístas, envidiosas, violentas, destilando bilis y cuyo programa político es el exterminio del adversario. Que me salten un ojo, es la única ideología cierta, si le saltan los dos a mi vecino».
A quienes considera responsables de alentar estas situaciones no les ofrece tregua en la crítica de la falsa diplomacia, el compadreo político y tanto pasteleo egoísta. «La primera pregunta —comenta— que cualquiera con sentido común se hace ante el panorama es: ¿de verdad no se dan cuenta? Luego, al rato de meditarlo, llega la atroz respuesta: se dan cuenta, pero les importa un carajo».
Por eso hay en estos artículos una constatación dolorida de la repetición histórica. «Tanta lucha y tanto sufrimiento para nada —escribe—: De aquellos sueños de redención del hombre sólo queda eso: la desesperanza».