Maestra del Alma (Spanish Edition) (27 page)

59. Estrategia

El golpe de las emociones de los soldados dentro de la mente de Alina hizo que se marearse, pero Dai la sostuvo con firmeza mirando fijamente hacia el ejército enemigo. En la mañana le había pedido que levantase la ilusión de silencio que le había puesto pensando que sería más conveniente sentir las emociones de aquellos alrededor en la batalla. Ahora se arrepentía, pero no permitiría que ninguno de los hermanos gastara fuerzas en ella durante la batalla que se avecinaba.

Dai y Suke intercambiaron una misteriosa mirada y comenzaron a caminar hacia el conjunto de líderes arrastrando a Alina tras ellos.

—Apenas si puedo verlo, pero poco más de la mitad de este ejército es una ilusión –anunció Dai en susurros.

—¿Estás seguro? –preguntó Mayra con efusividad.

—Solo logro distinguirlo usando todo nuestro poder combinado, pero si, muchos de los soldados de la sombra son ilusiones. Además, parte de ellos son nuevos reclutas, gente común y corriente recientemente vinculada a la sombra. No había tantos cuando yo estaba ahí, no serán buenos luchando —agregó Suke olvidando nuevamente que Mayra se estaba dirigiendo a Dai.

—Es una buena noticia, lo informaremos a los soldados para calmar su ansiedad —anunció Murdock haciendo un amague de dirigirse a las brigadas pero siendo detenido por Joy que no dejaba de agarrar su brazo.

Optó entonces por llamar a uno de los generales de las brigadas y darle órdenes para avisar al resto.

—En silencio, infórmenlo en susurros, no queremos que la sombra sepa que sabemos —solicitó Mayra.

—No hará mucha diferencia, seguramente la sombra tenga espías entre los soldados... Se volverán en contra de sus propios compañeros en la batalla –agregó Dai, pero prefirieron ser cuidadosos de todas maneras.

Alina sintió en los siguientes minutos como la ansiedad y la desesperanza comenzaba a disminuir entre los soldados. Por supuesto que los battousanios seguían con sus ganas de batalla de siempre incluso parecían un poco abatidos por no mostrar su valía frente a un ejército más numerosos, pero al ser en su mayoría gaeleanos era mejor tranquilizarlos.

A su lado, Suke se sentó en el césped en la forma más relajada que podía y cerró sus ojos dándole toda su energía y poder a Dai.

—Las ilusiones están aglomeradas, hay como "agujeros" en el ejército de la sombra. Debe haber trampas allí, puedo distinguir algunas pero no todas. Malditos engendros, sí que han planeado… —dijo señalando ciertos puntos.

—Demonio, necesito la posición exacta de esos agujeros. ¿Qué clase de trampas pueden tener? –preguntó Rashieka acercándose a Dai.

—Acabo de decir que puedo distinguir únicamente algunos, bruto espécimen de mujer. Por más que mi poder supere al de la mayoría de tu patética gente solo puedo decir algunas de las áreas y aun así no estaría del todo seguro –respondió Dai con sarna.

—Trampas pueden incluir agujeros en el piso, explosivos, la imaginación de la sombra no tiene límites –agregó Suke levantándose del piso.

Rashieka se abalanzó sobre Dai pero fue detenida por las fuertes manos de las tres flores de Battousania que se habían acercado con curiosidad. Lejos habían quedado las relajadas mujeres recostadas en almohadones y frente a ella tres guerreras lucían su armamento en esplendor. Sus caras pintadas y su pelo recogido y adornado las hacía resplandecer en el sol de la mañana.

Mirando hacia Alina, las tres le lanzaron un beso y observaron con reprobación a Rashieka.

—Linda, el demonio está de nuestro lado por ahora, no podemos matar a nuestra mejor fuente de información. Cuando todo esto acabe… vemos.

Ni Dai ni Suke se inmutaron.

—Empecemos a organizar, no podemos quedarnos mirando todo el día. Si no atacamos nosotros nos atacarán ellos y no estaremos preparados –dijo el eleutheriano con el ceño fruncido.

—¿Por qué caverna tienen que entrar? –preguntó el Príncipe Mental dirigiéndose a Dai y Suke.

—Aquella, la que casualmente tiene más soldados reales defendiéndola –respondió Suke señalando.

—¿Estamos seguros que la sombra no está escondida dentro de su ejército? –preguntó Gair.

—No, no estamos seguros de nada, pero en principio la sombra tiende a quedarse en la retaguardia, iremos con esa suposición –dijo Mayra.

Elio estaba a su lado, pero no participaba en la discusión, su mirada estaba fija en el ejército y su mano aferraba fuertemente el puño de su espada. Tenía miedo, pero no por él. Alina no supo que decirle.

—Avisen a las logias que preparen el campamento para empezar a recibir heridos. eleutherianos, tomarán los cielos, tengan cuidado entre las rocas que debe haber arqueros y algún arma más potente preparados para derribarlos –comenzó Mayra intentando no tartamudear.

—Estamos preparados, iluminada —respondió el representante eleutheriano

—Battousanios y gaeleanos se dividirán en tantas aglomeraciones como Dai encuentre, manteniendo una retaguardia de reserva. Olvídense de los que están frente a la entrada pero pongan foco en las aglomeraciones a los lados de ella más cercanas. Ustedes también eleutherianos, focalicen su ataque en las aglomeraciones más cercanas a las de la entrada. Príncipe Mental, elijan también un grupo de hombres para intentar rodear el ejército por ambos costados —continuó Mayra.

—Battousanios iremos en la vanguardia, nadie nos sacará el honor de dar el primer golpe –respondió Rashieka golpeando su pecho.

—Gair, de tu pueblo necesito un esfuerzo mayor.... Estoy pensando en ojo por ojo. ¿Pueden hacer que parezca que vamos desorganizados y directo a sus trampas? –preguntó Mayra.

—Lo intentaremos, iluminada –contestó Gair poco conforme pero dispuesto.

—Que algunos de ustedes acompañe a los refuerzos laterales para intentar disimular su movimiento –agregó Mayra.

¿De dónde había salido esta General? Alina se sorprendió por la mente estratégica de su amiga pero permaneció en silencio sin interrumpirla ni distraerla. Los diferentes líderes se acercaron a sus brigadas para transmitir las órdenes y prepararse, quedando únicamente Murdock, Joy, Elio, Dai, Suke y Alina mirando en primera fila el ejército enemigo.

Desde las filas de soldados, una pequeña figura encapuchada se acercaba corriendo. Jadeando, Hikaru se paró al lado de la iluminada, que lo miraba calculadoramente.

—Oh no –dijo Dai exasperado–. No el crio, va a generar un montón de problemas. A alguien se le va a escapar una espada y vamos a terminar todos muertos.

—Tu lugar es en la retaguardia cuidando heridos pequeño –agregó Suke.

—No, nos acompañará. Incluso puede disuadir a algunos atacantes –dijo Mayra ignorando los resoplidos sincronizados de los dos hermanos.

—¿Existen demonios suicidas sabes? –dijo Dai, Mayra hizo caso omiso.

—¿Cuál de los dos es Dai? Y no se me ofendan, no tengo tiempo de lidiar con sentimientos heridos –preguntó Mayra mirándolos fijamente.

Por un momento los dos hermanos sincronizaron sus movimientos, pero en seguida Dai levantó la mano. Alina también lo señaló confirmando.

—No te despegues de Alina, aunque quise que entrenara lo máximo que hizo fue levantar un palo y pegarle a cualquiera que se le cruzara. Elio protegerá a Hikaru –ordenó—. Suke, tu quédate aquí e infórmanos de cualquier avance vía tu vínculo con Dai —continuó dirigiéndose a cada uno por separado.

—¿Y cómo llegaremos hasta la entrada? –preguntó Suke olvidándose que él no era Dai y no acompañaría a la iluminada.

—Para eso tenemos a Joy –reveló Mayra con un deje de lástima mirando como el hombre temblaba ante la mención de su nombre—. Murdock, realmente nos vendría bien tu conocimiento en liderar las brigadas....

—Mi lugar está en otro lado –respondió cortante el general.

Mayra no discutió, pero se era obvio que estaba claramente decepcionada.

—¿Tienes todo preparado? ¿Necesitas algo más? –preguntó.

—No, Mayra, gracias –respondió.

Mayra asintió y se volteó para enfrentar al ejército, mirando a los líderes frente a cada una de las brigadas de su pueblo. Todos tenían en la mano uno de los cetros y parecían brillar como la iluminada misma, observándola expectantes. Cuando vio que los preparativos habían concluido Mayra les hizo una seña para que se prepararan y se volvió hacia Joy.

—Es hora Joy –dijo gravemente–. Cuando Joy termine corremos todos hacia la entrada sin mirar atrás. ¿Entendido?

—¿Termine lo qué? ¿Qué es lo que hará? –se animó a preguntar asustada por el tumulto de emociones provenientes de Joy.

—Ya te enterarás –respondió Mayra que lentamente se acercó al hombre y le dio un beso en la mejilla.

—Mucha suerte, flor de loto –le dijo Joy temblando con una media sonrisa forzada.

—Contrólate Joy, recuerda de dejarlo ir —respondió ella.

Joy y Murdock dieron unos pasos vacilantes al frente y pararon observando el ejército enemigo. Murdock se colocó a su espalda y pasó una mano por la cintura de Joy como afirmándolo al suelo y sosteniéndolo a la vez.

—¿Estás listo? –le preguntó suavemente.

—No –respondió Joy.

—Te tengo, no te preocupes.

Joy lanzó una risita nerviosa y volvió a mirar el ejército, lágrimas de susto en sus ojos, su mirada volviéndose desenfocada al concentrarse en la mayor aglomeración de demonios.

Fue entonces cuando el mundo comenzó a temblar.

60. Joy, Maestro del Espacio

El pulso que se sintió era igual al que despedían Dai y Suke cuando usaban su poder en grandes cantidades de golpe o cuando perdían su control, pero mil veces más fuerte. Frente a ellos, donde la mayoría de los soldados reales de la sombra se aglomeraban en la entrada principal a las cavernas, un gran agujero en el piso se abrió engulléndolos a todos en un mar de gritos.

Mirándolo mejor, no era un agujero, era un portal, una de las ventanas de Joy pero gigante, que abarcaba casi toda la brigada de soldados que defendían la entrada principal a las cavernas. Alina no entendía, Joy había dicho que no podía hacer más que pequeños portales y que no podía transmitir seres vivos. ¿Qué era esto frente a ella? ¿Le había mentido respecto a poder volver a su mundo? ¿Había sido engañada?

Sintió también la confusión y admiración del ejército, cuyos ánimos ahora ansiaban la batalla. A una señal y grito de la iluminada, atacaron. Los gaeleanos y battousanios comenzaron a correr con un grito de guerra; el Príncipe Mental y Rashieka a caballo, con sus cetros en una mano y espada en la otra, encabezaban el ataque brillando como luciérnagas en la noche. eleutherianos se elevaron a los aires con sus arcos, carcajes a la espalda, también enfocándose en las aglomeraciones más cercanas a la entrada, usando el poder del viento para desviar las flechas que le lanzaban arqueros escondidos. Distinguió cómo la ilusión de los faerlingas creaba desconcierto en el enemigo, haciéndoles ver atacantes donde no había, dando la oportunidad a los soldados de la iluminada para ser más eficientes.

—Joy, déjalo ir. ¡SUELTALO! –gritó Murdock fervientemente.

Alina se acercó un poco a ellos para descubrir a Joy con los ojos en blanco y sacudiéndose en espasmos incontrolables. Su nariz y sus oídos sangraban y Alina no sentía ninguna emoción provenir de él. Asustada, se acercó aún más y sin piedad le pegó una fuerte cachetada a Joy, intentando con su poder hacer que nuevamente el hombre volviese en sí. Por suerte tuvo el efecto que quería puesto que Murdock parecía a punto de ensartarla con su espada por atreverse a poner una mano en Joy.

El hombre volvió en si apenas, pero lo suficiente para cerrar su descontrolado poder y hacer desaparecer el portal. Sus piernas perdieron su fuerza pero fue sujetado por el firme brazo de Murdock. Tras un gemido de dolor, Joy se volteó y vació su estómago, y llevándose sus manos a la cabeza comenzó a gritar descontrolado. Joy sufría un dolor físico y sentimental.

Murdock lo levantó como si pesase lo mismo que una pluma y se encaminó a un caballo que uno de los soldados sostenía de las riendas esperando expectante; sin mirar atrás departieron en sentido opuesto a la batalla. Aunque Alina sentía la confusión de todos excepto Mayra, nadie dijo nada.

—¡AHORA! ¡VAMOS! –gritó la iluminada y el grupo despegó hacia la entrada principal.

Alina corrió como nunca antes lo había hecho, su vida dependiendo de ello, Dai a su lado con una larga espada desenvainada, Elio, Mayra y Hikaru frente a ellos. Al acercarse a la batalla comenzaron a correr por el gran espacio que Joy había despejado y que los soldados intentaban mantener así, con mucho esfuerzo.

De todas maneras, varios demonios los alcanzaron, siendo cortados sin piedad por Elio o Dai, o lanzados, o tambaleados por el poder de la tierra y del viento de Mayra. Uno de los demonios con un grito de locura intentó cortar a Hikaru, quien logró esquivarlo para luego dar paso al ataque de Elio desasiéndose del hombre con un gran movimiento de su espada.

Cuanto más se adentraban en la batalla, más sangrienta y cruel se volvía. Alina vio como caían o desmembraban hombres en ambos bandos. En un momento, frente a ellos calló un eleutheriano desde los cielos, sus hermosas alas manchadas de sangre quebrándose con el impacto. Volteando la cabeza, pudo ver como algunos agujeros en el piso se abrían dando paso a cientos de demonios que salían de adentro de la tierra donde habían estado escondidos en las trampas de las que Dai había hablado.

Alina quería gritar, las emociones que sentía tanto propias como ajenas le daban náuseas y lo único que quería era acurrucarse en el piso y llorar desconsolada. Pero no emitió sonido alguno y se enfocó únicamente en correr. Cuando vacilaba o sentía que no podía seguir, Dai la empujaba por la espalda recordándole lo que estaba en juego y volvía a seguir adelante.

Su costado empezó a doler y su respiración a fallar, pero quedaban pocos metros para la entrada de las cavernas. A su lado Dai gritó y llevó su mano al brazo donde un gran tajo había aparecido de la nada pero no se detuvo, Suke había sido herido. Varios de los enemigos a su alrededor, caían ante el uso del poder de Dai, pero en menor medida que en otras ocasiones, seguramente su poder enfocado en Suke ayudándolo en la batalla cuerpo a cuerpo.

A unos metros de su objetivo, varios demonios intentaron atacar a Dai y Alina separándolos un poco del resto del grupo, pero fueron despachados por Dai con destreza y poder. Mayra, Hikaru y Elio entraron a la caverna al fin, pero cuando Dai y Alina se acercaron, el piso tembló y desde encima de la montaña varias rocas y tierra cayeron con un estruendo cerrando la entrada y atrapando a los que habían entrado.

Alina quedó inmóvil desorientada por un segundo mientras Dai lanzaba una sonora maldición. La agarró del brazo y la arrastró hacia la izquierda, hacia la batalla, con la espada en mano abriéndose camino. Dai tomó el poder de Suke y mientras corrían, tanto enemigos como amigos caían de rodillas en un grito de pavor abriéndoles paso hacia una pequeña abertura.

Entraron rápidamente, Alina pidiéndoles a todos los dioses que no los siguieran. Al parecer la habían escuchado y ambos cayeron rendidos al suelo respirando entrecortadamente. Dai se mantuvo unos minutos en el piso con los ojos cerrados, seguramente ayudando a Suke a salir de algún aprieto. En su mejilla un nuevo tajo había aparecido y parte de su labio se estaba hinchando.

—Es una trampa, ¿no es así? –preguntó cuando Dai se hubo incorporado.

—Sí. Esta es la segunda entrada más cercana de las que conozco, y por más que sea bueno luchando, el camino hacia aquí fue demasiado fácil –dijo cansado.

Estaba preocupado, tanto por él como por ella.

—Dai, vuelve. Conmigo no tienes chance afuera, pero sólo puedes sobrevivir la batalla. Yo seguiré adelante. Ve a ayudar a Suke.

—No te me hagas la iluminada en este momento, no tenemos tiempo para sentimentalismos baratos. Suke está bien, está al lado de Rashieka ayudando a los battousanios con nuestro poder para que puedan hacer el mayor daño. Si te dejo aquí no vivirás ni cinco minutos –respondió él cortante.

Juntos miraron el túnel que se abría paso frente a ellos y se mantuvieron en silencio durante unos minutos. Dai comenzó a caminar y Alina, aferrándose de su trenza, lo siguió hacia la oscuridad que los deparaba.

 

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