Read Los señores de la estepa Online
Authors: David Cook
Bayalun palideció. Entre la sentencia de Yamun y la muerte había muy poca diferencia. De todos modos, la mujer sabía que no valía la pena protestar.
—No —susurró—. Agradezco cualquier destino que te aparte de mi vista.
—Todos los que se opongan a estas órdenes sepan que son la voluntad del Khahan —proclamó Yamun, de acuerdo con la fórmula ritual—. Quitadlos de mi vista. Sechen, ocúpate de que se cumplan las órdenes. —Mientras se llevaban a los condenados, Yamun se sirvió una taza de cumis y bebió en silencio; poco a poco, desapareció su ira. De pronto, al ver al sacerdote sentado en un rincón de la tienda, le preguntó—: ¿Qué te preocupa, Koja?
El lama miró a Yamun, sorprendido y avergonzado.
—Yamun, no comprendo por qué habéis perdonado la vida a Chanar y Bayalun. Es un acto muy noble a los ojos del Iluminado, pero también muy peligroso, ¿o me equivoco?
—He pensado mucho en las sentencias. Para Bayalun, la pérdida de su magia es un destino horrible.
—¿Y cuál es la justificación para condenar a Chanar?
—Chanar es mi
anda
—respondió Yamun con voz triste—. Es algo que no se puede cambiar, y, por lo tanto, no lo puedo matar. En otros tiempos, me quiso. Tendrá un mando menor, en algún lugar donde mis kashiks puedan vigilarlo sin muchos problemas. Chanar es ambicioso, pero no muy listo. Bayalun era la mano que dirigía las conspiraciones.
»¿Qué piensas hacer ahora, khazari? —preguntó Yamun, después de unos momentos de silencio—. ¿Te quedarás conmigo, o regresarás a tu tierra para hacer de sacerdote?
Koja se rascó el cráneo para aliviar el picor.
—No me llaméis khazari, porque sé que he dejado de serlo. Y quizá tampoco me quede mucho de sacerdote. No he sido un fiel servidor de Furo. No creo que el templo quiera aceptarme entre sus discípulos. —Forzó la sonrisa, mientras pensaba en lo que había perdido.
—Si tu país y tu dios no te quieren,
anda
, ¿a quién servirás? —lo interrogó Yamun.
—A vos, mi
anda
—repuso—. Si dejáis que me quede.
—Puedes convertirte en tuigano —ofreció Yamun, y esperó ansioso la contestación del sacerdote—. Puedes ver cómo conquisto Shou Lung. Escribir tu historia para que todo el mundo conozca mi grandeza.
Koja miró al Khahan. Resultaba imposible no hacer caso a la confianza que brillaba en sus ojos. El imperio de Shou Lung era inmenso, sus ejércitos muy numerosos, pero esta vez el sacerdote no puso en duda las palabras de Yamun.
—Sí —contestó, tras una larga pausa—. El mundo llegará a conocer tu grandeza.