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Authors: John Curran

Tags: #Biografía, Ensayo, Intriga

Los cuadernos secretos (6 page)

Productividad

Aunque nadie lo supiera en su día, y menos aún lo pudiera imaginar la propia Agatha Christie,
El misterioso caso de Styles
iba a ser tan sólo el primero de un ingente corpus de libros que irían saliendo de su máquina de escribir a lo largo de los cincuenta años siguientes. Cosechó el mismo éxito con la novela que con el relato breve, y es la única, entre sus coetáneos, que conquistó también el teatro. Creó dos detectives famosos, hazaña que no han igualado otros escritores de novela policíaca. En sus años de mayor apogeo era difícil que sus publicaciones se mantuvieran a la par del ritmo marcado por su creatividad: en 1934 se publicaron nada menos que cuatro títulos de detectives y un libro de Mary Westmacott, el seudónimo con el cual escribió seis novelas policíacas entre 1930 y 1956. Y esta producción tan notabilísima es otro de los factores de peso en su dilatado éxito. Es posible leer un título distinto de Christie cada mes durante siete años seguidos, al final de lo cual es posible empezar de nuevo con la certeza de que uno habrá olvidado los primeros. Y es posible asimismo ver una dramatización distinta de una obra de Agatha Christie cada mes durante dos años. Muy pocos autores, sea en el campo que sea, pueden igualar este récord.

Así las cosas, la obra de Christie continúa transcendiendo todas las barreras geográficas, culturales, raciales, religiosas, de edad y de sexo; se leen sus libros con idéntica avidez en las Bermudas y en Balham, la leen por igual los abuelos y los nietos, se la lee en libro electrónico y en el formato de la novela gráfica en el siglo
XXI
, y se la lee con la misma fruición con que se la leía en los Penguin de tapas verdes y en la revista
The Strand
en el siglo pasado. ¿Por qué? Porque no hay otro autor de novela detectivesca que lo haya hecho tan bien, que haya publicado tanto y durante tantos años; nadie ha igualado su combinación de legibilidad, trama elaborada a fondo, juego limpio y productividad. Y es poco probable que nadie llegue ni de lejos a igualar semejante hazaña.

2
El testigo mudo:
La prueba de los cuadernos

Como un mago, sacó de pronto de un cajón del escritorio dos desgastados cuadernos de ejercicios.

Los relojes
, capítulo 28

Aunque sus dos biógrafas, Janet Morgan y Laura Thompson, han reseñado su existencia, los cuadernos de Agatha Christie siguen siendo un tesoro celosamente protegido y en gran medida desconocido. A la muerte de su madre, Rosalind Hicks se cercioró de que estuvieran a salvo en Greenway House; con la excepción del Museo de Torquay, nunca se han expuesto en público. Sin embargo, la propia Christie los menciona en su
Autobiografía
:

Como es lógico, es preciso elaborar y resolver todos los detalles prácticos, y los personajes han de ir entrando sigilosamente en mi conciencia, pero siempre apunto mis deslumbrantes ideas en un simple cuaderno escolar. Hasta ahí todo marcha bien, pero siempre sucede algo que no cambia, y es que suelo perder ese cuaderno escolar. Por lo común tengo media docena a mano, y los utilizo para tomar nota de las ideas que se me ocurren, o algún apunte sobre un veneno o un medicamento, o bien una jugada inteligente en una estafa de la que he tenido noticia gracias al periódico. Lógicamente, si hubiese conservado todos estos elementos bien ordenados, clasificados y etiquetados, me habría ahorrado muchas complicaciones. De todos modos, es un gran placer encontrar algo garabateado deprisa y corriendo cuando repaso sin demasiado interés un montón de viejos cuadernos escolares, por ejemplo: «Trama posible… Hágalo usted mismo… Una chica que en realidad no es la hermana… Agosto…» y una especie de esbozo esquemático de una trama. Ahora mismo no logro recordar de qué trataba todo ello, pero a menudo me sirve de estímulo, si no para escribir una novela con una trama idéntica, sí al menos para escribir otra cosa.

Un examen más detallado de algunos de estos comentarios nos permitirá hacernos una idea más precisa de lo que quiere decir la autora. Empleando a manera de plantilla las palabras de la propia Christie, podemos comenzar a ver cuál es el papel que desempeñaron los cuadernos en su proceso creador.

… ideas en un simple cuaderno escolar…

Si se consideran en tanto que notas previas, borradores y esbozos del corpus más grande de ficciones de detectives que nunca se haya escrito (y de muchos casos de obras que no se llegaron a escribir), estos cuadernos son un material literario de primerísima magnitud y de valor incalculable. En su condición de objetos físicos resultan bastante menos impresionantes. Los tengo delante de mí ahora que escribo estas palabras, y mirándolos de pasada recuerdan un montón de cuadernos escolares recogidos al finalizar la clase por cualquier profesor en cualquier parte del mundo. Y es que la inmensa mayoría son justamente eso, meros cuadernos de ejercicios escolares: rojos y azules, verdes y grises, cuadernos sin tapas, con páginas rayadas en azul, o bien pequeños cuadernos negros de bolsillo, de las marcas típicas en la Inglaterra de entonces y de mucho tiempo después: The Minerva, The Marvel, The Kingsway, The Victoria, The Lion Brand, The Challenge, The Mayfair, con precios que oscilan entre uno de la marca The Kingsway (Cuaderno 72) comprado por dos peniques hasta otro de The Marvel (Cuaderno 28), por un chelín (cinco peniques); el Cuaderno 5 resultó especialmente barato, pues por cuatro unidades se pagaron siete peniques y medio. Las guardas suelen llevar información «de utilidad»: por ejemplo, un mapa del Reino Unido, las capitales del mundo, las tablas de conversión al sistema decimal (evidentemente comprados poco antes o justo después de la introducción del sistema decimal en la moneda de cambio en el Reino Unido, en febrero de 1971). Algunas cubiertas llevan como ilustración el perfil de los rascacielos de Nueva York (Cuaderno 23) o un volcán de México (Cuaderno 18).

Algunos son más dignos receptores del contenido que se volcó en ellos: son cuadernos de tapas duras, con las páginas numeradas y las cubiertas de papel de aguas, o bien encuadernados en espiral, con las cubiertas en relieve. Otros ostentan con cierta altanería la palabra «Manuscrito» en cubierta. El Cuaderno 7 se describe en el interior de la contracubierta como «cubierta esponjosa de PVC hecha especialmente para WHS», y el Cuaderno 71 es un
cahier
en cuyo interior de cubierta se lee: «Agatha — Miller 31 Mai 1907»; contiene en parte sus ejercicios de francés, que datan de la época de juventud que pasó en París. El Cuaderno 31 es un volumen impresionante, en tapas duras, de color burdeos, comprado en la papelería de Langley and Sons Ltd., en Tottenham Court Rd., por un chelín y tres peniques.

En muy pocos casos la disponibilidad de los cuadernos y su absoluta falta de pretensiones son un inconveniente, puesto que han sufrido la erosión natural del viaje que han hecho a través de los años: algunos han perdido la cubierta (y acaso algunas páginas, es imposible saberlo), en otros se han oxidado las grapas, se ha borrado el trazo del lápiz, y a veces la propia calidad del papel, junto con el uso de un bolígrafo defectuoso, implica que las notas escritas en el anverso hayan traspasado al reverso de una hoja. Por otra parte, muchos datan de los años de la guerra, y en aquel tiempo la calidad del papel era ciertamente ínfima.

Da la impresión de que algunos de los cuadernos pertenecieron originalmente a Rosalind, la hija de Christie, o que al menos estuvieron temporalmente en sus manos, puesto que el nombre y dirección figuran con su letra clara en el interior de la cubierta (Cuaderno 41). Y el Cuaderno 73, que está casi en blanco en su totalidad, ostenta el nombre de su primer marido, Archie Christie, en el interior de la cubierta. El nombre y la dirección que aparecen en la cubierta del Cuaderno 19, en la casilla reservada a tal fin, es éste: «Mallowan, 17 Lawn Road Flats».

El número de páginas que utilizó Christie en cada uno de los cuadernos presenta grandes variaciones: el Cuaderno 35 tiene 220 páginas de notas, mientras el Cuaderno 72 tan sólo tiene cinco. El Cuaderno 63 tiene abundantes notas a lo largo de más de 150 páginas, pero en el Cuaderno 42 sólo se emplean 20. La media suele estar entre las 100 y las 120.

Aunque en su conjunto se denominen «los Cuadernos de Agatha Christie», no todos ellos tienen relación con su producción literaria. Los Cuadernos 11, 40 y 55 constan exclusivamente de fórmulas químicas, y parecen datar de sus tiempos de aspirante a empleada de farmacia; el Cuaderno 71 contiene los citados deberes en francés y el 73 está completamente en blanco. Por si fuera poco, muchas veces los utilizó para tomar notas casuales, a veces en las guardas: así, hay una lista de «muebles para el n.° 48» [de Sheffield Terrace] en el Cuaderno 59; el Cuaderno 67 contiene notas en las que se recuerda a sí misma que ha de llamar a Collins para concertar una cita; el Cuaderno 68 contiene una lista de trenes de Stockport a Torquay. Y su esposo, Max Mallowan, ha escrito con caligrafía apretada y clara «El misterio de Pale Horse» en la cubierta del Cuaderno 54.

… suelo perder ese cuaderno…

En una trayectoria literaria que abarca más de 55 años a caballo de dos guerras mundiales es inevitable que sobrevengan algunas pérdidas, aunque en este caso tenemos confianza en que hayan sido muy pocas. Como es natural, no podemos estar del todo seguros de cuántos cuadernos tendría que haber en total, aunque los 73 que se conservan siguen siendo un legado impresionante.

No obstante, no existe nada en formato de notas previas o borradores en el caso de
Asesinato en el campo de golf
(1923),
El asesinato de Roger Ackroyd
(1926),
Los cuatro grandes
(1927) o
El misterio de las siete esferas
(1929). En lo tocante a los años veinte sólo se conservan las notas previas de
El misterioso caso de Styles
(1920),
El hombre del traje marrón
(1924),
El secreto de Chimneys
(1925) y
El misterio del Tren Azul
(1928). Si se tiene en cuenta que
El asesinato de Roger Ackroyd
se publicó justo antes de la traumática desaparición de Christie y de su posterior divorcio, tal vez no sea de extrañar que esas notas ya no se conserven. Esto mismo es lo más probable en el caso de
Los cuatro grandes
, a pesar de que esta novela en episodios había aparecido con anterioridad en forma de relatos breves. Y no hay nada que apunte a la génesis de la primera aventura de Tommy y Tuppence en
El misterioso señor Brown
(1922); en el caso de una colección de 1929,
Matrimonio de sabuesos
, tan sólo se conservan notas muy esquemáticas. Ésta es una decepción un tanto especial, ya que de haberse conservado nos hubieran aportado una visión profunda de los pensamientos de Agatha Christie acerca de otros escritores, a los cuales parodió afectuosamente en esta colección.

A partir de los años treinta, en cambio, los únicos títulos que no tienen antecedentes en los cuadernos son
Asesinato en el Orient Express
(1934),
Cartas sobre la mesa
(1936) y
Matar es fácil
(1939). (De esta última novela existe tan sólo una referencia de pasada en el Cuaderno 66.) Esta situación parece dar a entender que se han perdido en efecto muy pocos cuadernos. Aparte de
Matar es fácil
, el resto de los títulos datan de mediados de los años treinta, y es posible que los hubiera escrito en un mismo cuaderno. Sin embargo, puesto que las novelas inmediatamente anteriores y posteriores a
Matar es fácil
están documentadas en los cuadernos, la razón de que este título no figure en ellos no deja de ser un misterio por sí misma.

En algunos casos, las notas son esquemáticas y constan de poco más que una lista de personajes (
Muerte en el Nilo
, en el Cuaderno 30). Algunos títulos tienen notas en abundancia:
Intriga en Bagdad
(100 páginas),
Cinco cerditos
(75 páginas),
La muerte visita al dentista
(75 páginas). Otros títulos perfilan el desarrollo del libro terminado de manera tan exacta que tengo la tentación de suponer que debieron de existir notas preliminares más esquemáticas aún, pero que no han sobrevivido. Uno de estos casos es
Diez negritos
(también conocida como
Y no quedó ninguno
). En su
Autobiografía
escribe lo siguiente: «Había escrito
Diez negritos
porque me resultó tan difícil de confeccionar que la idea llegó a fascinarme. Tenían que morir diez personas sin que aquello resultara ridículo y sin que el asesino fuese obvio. Es un libro que escribí tras un tremendo esfuerzo de planificación». Por desgracia, no se conserva ni rastro de este trabajo preliminar. Lo que se conserva en el Cuaderno 65 (véase capítulo 4) sigue casi al pie de la letra el desarrollo de la novela. Es difícil creer que lo pudiera haber escrito como está directamente sobre la página, con tan pocas supresiones y tan pocos comentarios y deliberaciones de las posibles alternativas. Tampoco existe, por desgracia, ninguna nota con vistas a la adaptación teatral de esta novela tan famosa. De cara al resto de su trayectoria sí tenemos la suerte de contar con notas relativas a todas las demás novelas. En el caso de los títulos de la última época, las notas son extensas, detalladas y relativamente fáciles de descifrar.

Son menos de cincuenta, entre los casi ciento cincuenta relatos cortos en total, los que se documentan en las páginas de los cuadernos. Es posible que esto indique que muchos de ellos Christie los escribió directamente a máquina sin ayuda de notas preliminares, o bien que trabajó a partir de hojas sueltas de las que posteriormente se deshizo. Cuando escribió los primeros relatos breves no se consideraba una escritora profesional. Sólo tras el divorcio, cuando tuvo la consiguiente necesidad de ganarse la vida, se dio cuenta de que la escritura era en efecto una «profesión». Así pues, las primeras aventuras de Poirot que se publicaron en 1923 en la revista
The Sketch
no figuran en ninguno de los cuadernos, aunque por fortuna tenemos notas detalladas en lo referente a su mayor colección sobre Poirot,
Los trabajos de Hércules
(véase capítulo 11). Y muchas de las ideas que esbozó de cara a los relatos cortos no llegaron a materializarse más allá de las páginas de los cuadernos (véase «La casa de los sueños», capítulo 9).

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