El viejecito emergió de la oscuridad con los brazos cargados de ramitas; y tras él, la blanca cabeza del caballo.
—¿Y bien? —preguntó expectante, con cierto pudor propio del autor—. ¿La has leído? ¿Es una buena carta astral?
—Lo es, abuelo.
—Pues ya ves —respiró aliviado el viejecillo con satisfacción—. Todo saldrá bien. Bueno, gracias a dios, esperemos que así sea. —Dejó en el suelo el montón de leña y, murmurando alegremente, encendió una pequeña hoguera frente a la cabaña. De nuevo estaba afanándose en el carro; trajo un perol y trotó por agua—. En seguida, en seguida estará listo —murmuró diligente—. Hierve, hierve, tenemos un invitado. —Correteaba como un ama de casa sobreexcitada. En seguida regresó con el pan, y, olisqueándolo con placer, desenvolvió un trozo de tocino—. Y la sal, la sal. —Se dio una palmada en la frente y corrió de nuevo al carro. Finalmente se arrellanó junto al fuego, dio a Prokop una porción más grande y se puso a masticar despacio cada bocado.
A Prokop se le metía el humo en los ojos: lagrimeaba mientras comía; y el abuelo le daba uno de cada dos bocados al caballito, que inclinaba sobre él la brillante estrella de su frente. Y justo entonces, de pronto, Prokop lo reconoció en medio del velo de sus lágrimas: ¡pero si era aquel rostro avejentado, lleno de arrugas, que siempre veía en el techo de madera de su laboratorio! ¡Anda que no lo había contemplado veces mientras se iba quedando dormido! Y por la mañana, cuando se despertaba, ya no se distinguía, eran sólo nudos en la madera, y años, y humedad, y polvo…
El viejecillo sonrió.
—¿Te ha gustado? ¡Ah-ah, ya está poniendo mala cara otra vez! ¡Pero bueno! —Se inclinó sobre el perol—. Ya está hirviendo. —Se levantó con dificultad y fue cojeando hasta el carro; al momento estaba de vuelta con unas tazas—. Venga, sujeta esto.
Prokop cogió una taza; tenía dibujadas unas nomeolvides que festoneaban un nombre escrito en letras doradas: «Ludmila». Lo leyó veinte veces, y se le saltaron las lágrimas.
—Abuelo —murmuró—, ¿es… éste… su nombre?
El anciano lo miró con ojos tristes, afables.
—Para que lo sepas —dijo en voz baja—, sí.
—Y…, ¿la encontraré algún día?
El viejecito no dijo nada; tan sólo parpadeó rápidamente.
—Trae —dijo vacilante—, te serviré.
Con una mano temblorosa, Prokop acercó la taza, y el anciano le sirvió con cuidado té negro.
—Bebe —dijo dulcemente—, antes de que se te enfríe.
—Gra-gra-gracias —sollozó Prokop, y bebió un sorbo de aquella acre infusión.
El viejo se acariciaba pensativo su largo cabello.
—Es amargo —dijo lentamente—, muy amargo, ¿verdad? ¿No quieres un poco de azúcar?
Prokop meneó la cabeza, aquello le atenazaba la boca con la amargura de las lágrimas, pero por su pecho se derramaba un confortante calor. El viejecito sorbía ruidosamente de su taza.
—Pues mira —dijo para desviar la conversación hacia otra parte—, lo que tengo yo pintado. —Le dio su taza; tenía dibujados un ancla, un corazón y una cruz—. Son la fe, el amor y la esperanza. Venga, no llores más. —Estaba de pie frente a la hoguera con las manos entrelazadas—. Querido amigo —dijo en voz baja—, ya no llevarás a cabo lo más sublime ni liberarás todo. Estuviste a punto de romperte en pedazos por la propia intensidad de la fuerza; pero te quedarás enterito, y no vas a salvar ni a destruir el mundo. Muchas cosas quedarán encerradas dentro de ti, como el fuego dentro de una estufa; bueno, de acuerdo, has sacrificado eso. Quisiste llevar a cabo cosas demasiado grandes, pero harás cosas pequeñas. Así está bien.
Prokop se agachó ante el fuego sin atreverse a levantar la mirada; supo entonces que le hablaba Dios Padre.
—Así está bien —susurró.
—Así está bien. Harás cosas buenas para la humanidad. El que mira a lo más alto aparta su mirada de la gente. En vez de eso, tú trabajarás para ellos.
—Así está bien —suspiró Prokop de rodillas.
—Bueno, ya ves —dijo el viejecito complacido, y se sentó en cuclillas—. Mira, ¿para qué sirve esa…? ¿Cómo dices que has llamado a ese descubrimiento tuyo?
Prokop levantó la cabeza.
—Yo… ya lo he olvidado.
—Da igual —lo consoló el anciano—. A cambio descubrirás otras cosas. Espera, ¿qué quería decir? Ahá. ¿Para qué una explosión tan grande? Podrías hacer daño a alguien. Pero busca e investiga; quizá descubras…, bueno, por ejemplo una especie de pof, pof, pof —le mostró el viejecito resoplando con sus blandas mejillas—, ¿ves? Algo que hiciera sólo puf, puf … e impulsara un objeto para que la gente pudiera trabajar mejor. ¿Entiendes?
—Quiere decir —musitó Prokop—, un combustible barato, ¿no?
—Sí, barato, barato —aprobó el anciano alborozado—. Para que fuera de gran utilidad. Y para que también diera luz, y calentara, ¿sabes?
—Espere —caviló Prokop—, yo no sé… Habría que probar… desde el otro extremo.
—Justo eso. Probar desde el otro extremo, y listo. Pues ya ves, ya tienes qué hacer. Pero ahora deja eso, mañana será otro día. Te prepararé la cama. —Se levantó y fue al trote hasta el carro—. Jato, jot, pe-que-ño —canturreó—, vamos a dormir. —Regresó con un esponjoso edredón bajo la barbilla—. Venga, ven —dijo, cogió el farol y entró en el pequeño cobertizo de madera—. Bueno, hay paja de sobra —murmuró mientras hacía la cama—, para los tres. Gracias a dios.
Prokop se sentó en la paja.
—Abuelo —exclamó abriendo los ojos como platos—, ¡mire!
—¡Qué ocurre!
—Ahí, en los tablones. —En cada tablón del cobertizo estaba escrita con tiza una letra mayúscula, y Prokop leía en medio de las titilantes oscilaciones del candil: K… R… A… K… A… T…
—No es nada, no es nada —farfulló el ancianito en tono tranquilizador, y borró inmediatamente las letras con la gorra—. Ya ha desaparecido. Acuéstate, yo te taparé con el saco. Así.
Se puso de pie junto a la puerta:
—Dadada pe-que-ño —dijo en tono cantarín y tembloroso; y el caballo introdujo a través de la puerta su hermosa frente plateada y frotó su morro contra el abrigo del anciano—. Venga, entra, entra —le ordenó el viejo—, y échate.
El rocín entró, escarbó con los cascos junto a la pared opuesta y dobló las rodillas.
—Yo me acostaré después entre vosotros dos —dijo el viejecito—; sentirás la respiración del caballo y estarás calentito, sí.
Se sentó en silencio en la puerta; tras ella todavía brillaban en medio de la oscuridad las brasas del fuego, que se iba extinguiendo, y se podían ver los ojos del caballo, dulces, sabios, que se giraban hacia él afectuosos. Y el anciano susurraba algo para sí mismo, musitaba y balanceaba la cabeza.
A Prokop se le llenaron los ojos de lágrimas por una ternura heladora. «Pero si es… ¡pero si es mi difunto padre!», le vino a la cabeza. «¡Dios, cómo ha envejecido! Su cuello no es ya más que pellejo…».
—Prokop, ¿estás dormido? —susurró el anciano.
—No —respondió Prokop, estremecido de amor.
Entonces el viejecito empezó a entonar suavemente una canción queda y extraña: «Lala jou, dadada pan, binkili bunkili jou ta ta…».
Prokop se sumió por fin en un tranquilo y fortificante descanso libre de sueños.
N
o hemos creído necesario aturdir a nuestros lectores con una edición anotada exhaustiva que incluiría decenas de datos sobre Geografía, Filosofía, Medicina, Historia de la Ciencia, teorías del átomo, Física cuántica, Teosofía y fórmulas químicas, muchas de ellas completamente inverosímiles y fruto de la imaginación del autor (no es de extrañar si tenemos en cuenta que el protagonista de la novela, según sus propias palabras, es de la opinión de que hay que hacer caso omiso de la teoría de valencias y de que todo es posible). Dejamos a la voluntad y la curiosidad del lector comprobar estos datos, al fin y al cabo fácilmente encontrables en cualquier enciclopedia en los casos en que son reales, y nos limitaremos a aclarar sólo algunas citas y ciertos extranjerismos, que hemos mantenido tal y como aparecían en el texto original, en alemán (al.), francés (fr.), inglés (ingl.), italiano (it.), japonés (jap.), latín (lat.) o ruso (ru.).
Para no hacer farragosa la lectura de la novela, hemos decidido prescindir de las notas al pie y agruparlas en estas páginas finales, por capítulos y de forma secuencial. En aquellos casos en que el autor ha usado una palabra o expresión repetidamente, se incluye en aquel capítulo en que aparece por primera vez.
Capítulo III
[1]
En masse.
(Fr.) En masa.
[2]
¡En avant!
(Fr.) ¡Adelante!
Capítulo VII
[3]
El saludo de Ulises a Nausícaa, correspondiente al canto sexto de la
Odisea,
aparece en la versión de Antonio López Eire: Homero,
Odisea.
Madrid, Espasa Calpe, 1991.
Capítulo VIII
[4]
Exitus.
(Lat.
exitus letalis)
Término médico que significa literalmente «salida mortal» y que se utiliza, especialmente en medicina forense, para cerrar una historia clínica cuando la enfermedad ha desembocado en muerte.
[5]
Finis.
(Lat.) Fin.
Capítulo X
[6]
¡Bon!
(Fr.) ¡Bueno!
Capítulo XI
[7]
Berühmt.
(Al.) Célebre, eminente.
[8]
Célèbre.
(Fr.) Célebre, famoso.
[9]
Highly esteemed.
(Ingl.) Muy respetado.
Capítulo XV
[10]
Erwarte Dich, P. S. Achtung, K. aus Hamburg eingetroffen.
(Al.) Te espero, P.D. Atención, ha llegado K. de Hamburgo.
[11]
Sonst wird K. dahinterkommen.
(Al.) Si no, K. lo descubrirá.
Capítulo XVI
[12]
Auf Befehl des Herrn Tomeš.
(Al.) Por orden del señor Tomeš.
[13]
«Dem einem ist sie… ist sie…».
(Al.) «Para uno ella es… ella es…». Probablemente se refiere a la siguiente cita de Friedrich Schiller acerca de la Ciencia: «Para uno es la diosa sublime y grandilocuente, para el otro una vaca eficiente, que lo provee de mantequilla». («Dem einen ist sie die hehre erhabene Göttin, dem anderen eine tüchtige Kuh, die ihn mit Butter versorgt»).
Capítulo XVII
[14]
Yessr.
(Ingl.
Yes, sir)
Sí, señor.
[15]
Go to the town for our car!
(Ingl.) ¡Ve a la ciudad a buscar nuestro coche!
Capítulo XVIII
[16]
Detto, ditto.
(It., ingl.) Lo mismo, igual, ítem.
[17]
Item.
(Lat.) ítem más.
Capítulo XIX
[18]
A big man.
(Ingl.) Un gran hombre, un triunfador.
Capítulo XX
[19]
Very glad to see you.
(Ingl.) Encantado de verle.
[20]
Gentleman.
(Ingl.) Caballero.
[21]
Well.
(Ingl.) Bien.
[22]
Dear sir.
(Ingl.) Estimado señor.
[23]
Beg your pardon.
(Ingl.) Le ruego que me disculpe.
Capítulo XXIII
[24]
Déjeuner.
(Fr.) Almuerzo.
[25]
Jockey Club.
(Ingl.) Club de Hípica.
Capítulo XXIV
[26]
Bloodhound.
(Ingl.) Perro sabueso.
[27]
Laissez-passer.
(Fr.) Salvoconducto.
[28]
Chaise longue
. (Fr.) Diván.
[29]
Consommé de tortue.
(Fr.) Consomé de tortuga.
Capítulo XXVII
[30]
Jockey.
(Ingl.) Jinete.
Capítulo XXVIII
[31]
>
Par excellence.
(Fr.) Por excelencia.
[32]
Cousin.
(Fr.) Primo.
[33]
(Mon) oncle.
(Fr.) (Mi) tío.
[34]
Amateur.
(Fr.) Aficionado.
[35]
Très grand artiste.
(Fr.) Grandísimo artista.
[36]
Maître de danse.
(Fr.) Profesor de baile.
[37]
Une vitrine.
(Fr.) Una vitrina.
[38]
Le bon oncle.
(Fr.) El buen tío.
[39]
Soirée.
(Fr.) Velada, fiesta.
[40]
Coup.
(Fr.) Golpe, jugada.
[41]
All right.
(Ingl.) Bien.
Capítulo XXX
[42]
Le bon prince.
(Fr.) El buen príncipe.
Capítulo XXXI
[43]
¡C'est bête!
(Fr.) ¡Qué tontería!
Capítulo XXXIV
[44]
Knjaz.
(Ru.) Príncipe.
[45]
Rex.
(Lat.) Rey.
[46]
Dîner.
(Fr.) Cena.
[46b]
Kakemono
(Jap.) También llamado
kakejiku.
Tipo de pintura japonesa, realizada sobre rollos de pergamino pensados para ser contemplados en sentido vertical (al contrario que el
makimono,
que es horizontal) y que pueden ser colgados de las paredes como decoración de interiores.
Capítulo XXXVI
[47]
Le bon oncle.
(Fr.) El buen tío.
[48]
Mon prince.
(Fr.) Mi príncipe.
Capítulo XXXVII
[49]
Dernier cri.
(Fr.) Último grito.
[50]
Statu quo.
(Lat.) Término utilizado en diplomacia para expresar la situación vigente en un determinado momento.
Capítulo XLII
[51]
Très aimable.
(Fr.) Muy amable.
[52]
Bunchuk.
Insignia rematada con pelo de yak o caballo y que culmina en un tridente, bola o media luna, utilizado como bandera por tribus nómadas euroasiáticas y, entre los siglos XII y XVIII, como símbolo de poder por los
khanes
de Mongolia y Crimea, los sultanes turcos, los atamanes ucranianos, etc.