—A mí me parece que has tenido mucha suerte. Muchas mujeres darían cualquier cosa por un hombre como Jos.
—Dicho así parece que Jos fuera un premio de feria, Lily. Esto no es una competición, ¿sabes?
—¡Desde luego que sí! —exclamó ella—. No seas ingenua, Faith. De hecho, nuestra redactora de belleza, Arabella, estaba mirando las fotos que os hicieron a Jos y a ti y exclamó: «¡Madre mía! ¡Ese tío está buenísimo!».
—¿Eso dijo? —pregunté, algo indignada.
—Sí. Se le caía la baba con Jos. Como les pasa a otras chavalas del
Moi!
—Vaya. —No sabía si sentirme orgullosa o molesta.
—Así que ten en cuenta que estás compitiendo con otras mujeres. Pero de momento vas en cabeza. Ahora bien, Jos se alejará si cree que todavía quieres a Peter, así que yo en tu lugar no hablaría mucho del tema.
—Sí —suspiré—, puede que tengas razón.
—Claro que la tengo. —Lily observó sus brillantes uñas color rojo sangre—. Bien hecho —aseveró con una sonrisa. A continuación cogió a Jennifer Aniston, se la puso en el regazo y le apoyó las patas en la barra—. Aquí tienes a tu nueva clienta —le dijo a la manicura—. A Jennifer le gusta el rosa perfecto de Channel.
El viernes siguiente mis padres trajeron a casa a los niños. Ellos no tuvieron tiempo de entrar, porque al día siguiente se marchaban a Tierra del Fuego. Matt y Katie estaban muy morenos y habían crecido un poco. Graham se volvió loco al verlos, ladrando y gimiendo de alegría.
—¿Lo habéis pasado bien? —les pregunté, dándoles un abrazo.
—¡Ha sido increíble! —exclamó Matt.
—Vaya, me alegro. ¿Y la abuela? ¿Ha hecho lo que tenía que hacer?
—Sí —terció Katie—. Hemos estado hablando francés todo el rato.
—
Tout le temps
—sonrió Matt.
—Bueno…
tres bien
—dije yo—. Tenéis correo —anuncié, mientras llevaba sus cosas al primer piso. El día anterior había llegado un sobre azul de correo aéreo que les había enviado Peter.
—¿Se lo está pasando bien papá? —pregunté, con toda la indiferencia que pude fingir mientras Katie leía la carta en la cocina.
—¿Qué si se lo está pasando bien? Bueno, míralo tú misma —me contestó ella, tendiéndome el papel.
«Un sitio muy interesante —leí—. El enclave del primer asentamiento permanente europeo en Norteamérica (1607)… estado nombrado en honor de Isabel I, la Reina Virgen… también conocido como estado Old Dominion… uno de los trece estados originales de EE. UU. Primer productor de tabaco, cacahuetes, manzanas, tomates… madera… las minas de carbón son también muy importantes. Muchas ciudades históricas como Williamsburg, Jamestown y Fredericksburg… población de seis millones y medio… sus accidentes geográficos principales son la cordillera Blue Ridge… el río Shenandoah… la bahía Chesapeake… Los padres de Andie son muy agradables».
—Se ve que es un viaje fascinante —dije, devolviéndole la carta a Matt.
—Sí, papá está fascinado con la historia del estado —replicó Katie.
—Bueno, parece interesante.
—Y la flora y la fauna —añadió ella.
—Desde luego.
—Y la política.
—Mmmm.
—¿Conclusión? —preguntó Katie.
—Se lo está pasando fatal —contestó Matt.
Mi corazón brincó como un salmón nadando río arriba para poner los huevos.
—Es la típica omisión freudiana —explicó Katie—. No menciona a Andie para nada. Y eso de que «los padres de Andie son muy agradables»… Es obvio que le han caído fatal.
—¿Eso crees?
—No lo creo, lo sé. Pobre papá. Pero ella lo tiene bien agarrado y no piensa dejarlo marchar. ¿Cómo está Jos? —preguntó de improviso.
—Pues… bien, bien. Mañana viene a cenar.
—
Je m'en fou
—replicó Katie con un encogimiento de hombros muy francés—.
Cela m'est egal
.
—No parecéis muy contentos.
—No, la verdad —contestó Matt.
—Pues me parece que estáis siendo un poco injustos, porque Jos siempre se porta muy bien con vosotros. A ver, ¿qué tiene Jos de malo?
—No, nada —dijo Katie de mala gana—. Es que se esfuerza demasiado.
—Eso no es malo.
La cena no fue mal del todo. Jos había pintado para ellos una pancarta de «Bienvenidos a casa» y la había colgado en la barandilla de la escalera. La verdad es que yo preferiría que no lo hubiera hecho. Además les había comprado regalos. Les preguntó por el viaje y, como siempre, se esforzó muchísimo. Ellos, a su vez, estuvieron un poco fríos y distantes, pero eso es normal en los adolescentes, ¿no?
—¿Y qué hacíais por las tardes? —pregunté mientras comíamos nuestro
boeuf bourgignon
.
—Pues… jugar a las cartas —contestó Katie, toqueteando un trozo de carne en el plato.
—¿A las cartas? Qué divertido. ¿Y a qué jugabais, al rummy?
—Sí, sí, eso —dijo Matt, jugueteando con el pimentero.
—¿Os enseñó la abuela a jugar al bridge?
—Mmmm, sí —dijeron los dos.
—La cena estaba buenísima, mamá —comentó Katie mientras yo recogía los platos.
—Y que lo digas —terció Jos—. ¡De puta madre! —añadió con vehemencia. Yo le miré sobresaltada y los niños se echaron a reír—. Y hablando de eso, Faith, creo que deberíamos decirles lo de la… la operación de Graham.
—¿Qué operación? —preguntaron los dos asustados—. No estará enfermo, ¿verdad, mamá?
Matt corrió hacia Graham, que estaba tumbado en su cama.
—No, no. Está sanísimo.
—¿Entonces de qué estáis hablando? —quiso saber Katie.
—Bueno —comenzó Jos—, aunque Graham es un perro estupendo, tiene la mala costumbre de morder.
—No, no es ninguna costumbre —aseguró Katie—. Solo te muerde a ti.
—¡Katie! —exclamé.
—Pero si es verdad, mamá. Solo ataca a Jos.
—Bueno, no discutamos por eso —prosiguió Jos, sin perder su agradable sonrisa—. El hecho es que lo mejor para un perro con tendencias agresivas es…
—¡Jos! —le interrumpí, mirando inquieta a Graham—.
Pas devant le chien s'il vous plait!
—¿Eso qué quiere decir?
—Quiere decir «delante del perro no» —tradujo Matt.
—Eso ya lo sé. ¿Pero por qué no?
—Porque Graham entiende todo lo que decimos —repliqué bruscamente.
—No digas tonterías, Faith.
—Pero es verdad —apuntó Katie—. Graham entiende un montón de cosas. Tiene un cociente intelectual altísimo y creo que tiene un vocabulario de quinientas palabras por lo menos.
—Dudo mucho que «castración» sea una de ellas. —Jos seguía sonriendo, cosa que no me gustó nada.
—¿Castración? —repitió Katie.
—¿Eso qué es? —preguntó Matt.
—Pues cortarle los… en fin… sus cosas —contesté. Matt me miró con incredulidad y puro terror—. Se supone que el perro se torna más manso.
—¡Pero Graham es muy manso!
—No; tiene problemas de comportamiento —terció Jos—. Es una operación muy sencilla, no duele. Y Graham no los echará de menos, os lo prometo.
—¿Y tú cómo puedes saberlo? —le espetó Katie—. Tú los echarías de menos, ¿a que sí?
—¡Katie! —exclamé—. ¡No seas maleducada!
—Mira, Katie —explicó Jos, impasible a su brusco comentario—, mucha gente opera a sus perros. Es una operación buena, sobre todo porque así dejan de ir tras las chicas.
—¿Y por qué no debería Graham ir detrás de las chicas? —preguntó Katie indignada—. Tú lo haces.
—¡Katie! ¡Eso es muy desagradable! —la reprendí de nuevo.
—Además —dijo Matt—, a Graham no le gustan las chicas. ¡Él solo persigue a los gatos!
Al oír esto Graham se levantó de un brinco y salió disparado, gañendo, hacia la puerta trasera.
—No deberías haber dicho eso —gemí—. Graham, ahí no hay ningún gato, así que ven a tumbarte, por favor. —Graham me miró un momento y volvió a su cesta.
—De todas formas —dijo Jos, sin dejarse amilanar—, Faith y yo creemos que es lo mejor.
—Seguro que mamá no piensa eso —apuntó Katie.
—Katie, no hace falta que hables por mí, gracias. Mi opinión es que deberíamos… deberíamos… esperar hasta que vuelva papá.
Jos puso los ojos en blanco.
—Muy bien —dijo Katie—. Esperaremos a que vuelva papá. Pero estoy segura de que él no querrá saber nada. Aparte de todo, Graham no podría tener crías.
—Sí, pero eso no importa —replicó Jos—, porque Graham no es precisamente un perro de pedigrí.
—Jos —le interrumpió Katie con súbita altivez—, puede que Graham, como tú mismo has señalado, no tenga pedigrí. Pero es de muy buena cuna. Se nota que es todo un caballero.
—Está bien, está bien. —Jos alzó las manos—. Ojalá no hubiera dicho nada.
—Sí, ojalá —terció Matt, dándole a Graham su plato para que lo lamiera.
—¡No hagas eso, Matt! —exclamé—. ¡Es asqueroso!
—¡Más asqueroso es querer cortarle los huevos! Es para que se sienta mejor. Por si se ha deprimido.
—Pues a nadie le importa que yo me deprima —dijo Jos—. A nadie le importa que me muerda constantemente.
—¿Te ha hecho sangre alguna vez? —preguntó Katie.
—No.
—Entonces no te ha mordido de verdad.
—Sí, pero un día de estos me dará un buen bocado.
—Un buen bocado —murmuró Matt.
—¿Podemos olvidarnos de esta conversación y cambiar de tema? —propuse. Volvimos todos a la mesa y comencé a servir la
mousse
de chocolate. Graham había cerrado los ojos—. Bien, se ha dormido. Por cierto, Katie, ¿tú crees que los perros sueñan?
—Desde luego. Tienen movimientos rápidos del ojo, como nosotros. En las personas eso indica que están soñando, así que supongo que lo mismo pasa con los perros. Además, Graham a veces gime dormido, como si tuviera pesadillas, o mueve las patas como si estuviera persiguiendo conejos.
—Qué raros son los sueños, ¿verdad? —comenté.
—Por lo general significan deseos que queremos cumplir —informó Katie—. El ello, la parte infantil y hedonista del inconsciente, trata de realizar sus más profundos deseos.
Me quedé pensando en eso, mientras comíamos en silencio.
—Anoche tuve un sueño muy curioso —dije por fin—. Soñé que estaba planchando camisas. Pero sé muy bien por qué soñaba eso. —Aunque no lo expliqué.
—Si sueñas que estás planchando significa que quieres solucionar tus problemas —explicó Katie con una sinceridad que me resultó difícil de asimilar.
—Yo sí que tuve un sueño raro el otro día —terció Jos, decidido a derretir el hielo acumulado en torno a él en la última media hora.
Entonces contó el sueño en que se había desnudado en la ópera. Katie le miraba pensativa. Era evidente que no entendía muy bien su significado.
—Creo que significa que Jos es muy honesto —comenté—, puesto que está dispuesto a desnudarse en público. ¿Por qué no te traes tu libro de sueños, Katie? Así miramos lo que significa.
—No hace falta, mamá. Sé exactamente lo que significa.
—¿Ah, sí? —dijo Jos—. ¿Y qué es? Me encantaría saberlo.
—Cuando sueñas con estar desnudo —explicó ella con toda tranquilidad— es porque tienes miedo de que alguien descubra algún secreto que intentas ocultar.
Jos la miró un momento y luego bajó la cabeza a su plato.
—La
mousse
está deliciosa —comentó—. ¿Me pones un poco más?
«Querido Alfie —escribía el lunes, después de mi último boletín—. Un rayo es una descarga de electricidad estática entre una nube y el suelo, o entre dos nubes. Si la electricidad sale de una nube es un rayo en zigzag, si se produce entre dos nubes es un relámpago. Espero que esto te ayude en tu trabajo de vacaciones».
«Querida Vicki, los truenos hacen tanto ruido porque durante una tormenta los rayos calientan el aire hasta alcanzar temperaturas increíbles (cinco veces superiores a la de la superficie del sol). Este calor hace que el aire se expanda de pronto, a velocidad supersónica, lo cual produce el estampido que llamamos trueno. Es lo mismo que sucede cuando pasa volando el Concorde. Espero que esto te ayude en tu trabajo de vacaciones».
«Querida Anil, la escarcha es rocío helado. Es blanca porque los cristales de hielo están llenos de aire. Si hace mucho frío, los cristales de hielo toman la forma de afiladas agujas. Esto es la escarcha. Gracias por escribir, y buena suerte con tu trabajo».
Alcé la vista del ordenador mientras se imprimían las cartas y sonreí al ver a Sophie.
—¿Más cartas de admiradores? —me preguntó.
—No exactamente. Son niños que tienen que hacer un trabajo en vacaciones y lo están terminando ahora, una semana antes de que empiecen las clases.
—A mí no me escribe nadie —comentó de mala gana.
—Mujer, alguna carta debe de llegarte.
—No, prácticamente nada.
—Me sorprende. Aparte de todo, yo imaginaba que recibirías un montón de propuestas de matrimonio.
—¿Matrimonio? —dijo Terry, que en ese momento pasaba por allí—. Bah, a Sophie eso no le interesa, ¿verdad, Sophie?
—No —contestó ella muy tranquila—, desde luego que no. A mis veinticuatro años soy demasiado joven. —Terry dio un respingo. Sophie había dado en su talón de Aquiles—. Tengo tiempo de sobra. De momento lo primero es mi carrera.
—No estés tan segura —dijo Terry con una carcajada hueca—. Igual te encuentras con una pausa para publicidad. Yo que tú no me acostumbraría mucho a esta casa, Sophie.
—No, no te preocupes —contestó ella con ambigüedad. Entonces le dio la espalda y siguió hablando conmigo.
—¡Bien dicho! —susurré mientras Terry se alejaba.
—Gracias.
Pero aunque Sophie parecía tranquila, le temblaban las manos.
—¿Y a ti cómo te va todo? —preguntó, sentándose en el borde de mi mesa.
—Muy bien, gracias. Muy bien. Jos está muy ocupado —añadí—. Está haciendo
Madame Butterfly
.
—¿
Madame Butterfly
?
—Es una producción nueva en el Opera House. Se estrena dentro de tres semanas. Esta mañana se va a llevar a los niños a ver los ensayos. Ha sido un detalle por su parte.
—¿Ah, sí? —dijo ella, como sorprendida, jugueteando con mi casita del tiempo.
—Sí, la verdad es que es estupendo con los niños. Se desvive por ellos. Y eso que Katie y Matt son bastante desagradecidos a veces, pero con los adolescentes ya se sabe.
—Así que se porta bien con los niños, ¿eh?
—Sí, sí, de miedo.
Matt y Katie habían recibido con educado entusiasmo el ofrecimiento de Jos de llevarles a hacer un tour por las bambalinas de la ópera. Todavía estaban un poco fríos con él por el asunto del perro, pero tuvieron que reconocer que era una buena idea. Yo esperaba que el viaje a Covent Garden les ayudara a hacerse amigos. Tal vez al ver a Jos en su contexto profesional, al ver lo mucho que la gente le respetaba, se llevarían una mejor impresión de él.