Read La búsqueda del dragón Online

Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (32 page)

D'ram dio a entender claramente al Arpista que había formulado una pregunta impertinente, pero G'narish no vaciló en contestar.

—Lo ha asumido el Lugarteniente M'rek, aunque el Weyr quedó tan debilitado que D'ram y yo discutimos el asunto y enviamos refuerzos. Podíamos permitírnoslo, ya que disponemos de bastantes dragones jóvenes que han empezado a masticar pedernal y nuestros escuadrones están completos. —G'narish miró al dragonero más viejo, como si de pronto se hubiera dado cuenta de que estaba hablando de asuntos del Weyr con un forastero. Se encogió de hombros—. Es lo más práctico, con las Hebras cayendo fuera de pauta y el Fuerte Crom desmoralizado. Solíamos hacerlo en la Antigüedad cuando un Weyr estaba debilitado. De hecho, yo volé con Benden una temporada como cadete.

—Estoy seguro de que los Fuertes de Crom y Telgar agradecerán vuestra cooperación, caudillos del Weyr —dijo Robinton—. Pero decidme, ¿habéis tenido suerte Impresionando a lagartos de fuego? Igen e Ista deberían ser buenos terrenos de caza.

—¿Impresionando lagartos de fuego? —La expresión de D'ram reflejó tanta incredulidad como la que Robinton había manifestado anteriormente.

—No hablas en serio, ¿verdad? —rió G'narish—. Mirad, ahí llegan Ramoth y Mnementh.

No era posible confundir a los dos animales que estaban planeando en las alturas del Fuerte. Y era evidente también que los dragones posados ya sobre el pináculo se apartaban a un lado para dejarles sitio.

—Bueno, es la primera vez... —murmuró G'narish entre dientes, y se interrumpió, debido a que el rumor de las conversaciones había amainado súbitamente, al tiempo que se hacían audibles siseos y susurros mientras la gente se giraba hacia el Portal.

Robinton contempló con una mezcla de orgullo y de afecto cómo Lessa y F'lar subían los peldaños hacia sus anfitriones. Los dos vestían de un suave verde-hoja, y el Arpista sintió deseos de aplaudir. Sin embargo, dominó su impulso y, haciendo una seña a los dragoneros, empezó a abrirse paso hacia los recién llegados. Otro dragón, seguido muy de cerca por un bronce, se presentó volando a una altura peligrosamente baja. Unas alas doradas asomaron por encima de la muralla exterior del Fuerte, y el viento de su carrera levantó nubes de polvo y las faldas de las damas más próximas al Portal. Resonaron gritos y furiosas protestas de los perjudicados, que se disolvieron en un ominoso murmullo.

Robinton, favorecido por su elevada estatura, observó que el Señor Larad vacilaba en el acto de inclinarse ante Lessa. Vio que el Señor Asgenar y las damas miraban con mucha atención más allá. Irritado al darse cuenta de que se estaba perdiendo algo, Robinton se abrió paso empujando a las personas que tenía más cerca.

Así logró llegar a la escalera, subió los cuatro primeros peldaños en dos grandes zancadas y se detuvo.

Resplandeciente en rojo, con los cabellos sueltos como los de una doncella, Kylara se aproximaba a la entrada del Vestíbulo, sonriendo con más malicia que placer Su mano derecha reposaba sobre el brazo de Meron, Señor del Fuerte de Nabol, cuya túnica rojiza era demasiado anaranjada para hacer juego con la de Kylara. Robinton recordó esos detalles más tarde. En aquel momento sólo tuvo ojos para los dos lagartos de fuego, con las alas ligeramente extendidas para conservar el equilibrio; uno dorado sobre el brazo izquierdo de Kylara, uno bronce sobre el de Meron. Bellos «verdaderos dragones en miniatura», provocando un sentimiento de envidia y de deseo en el Arpista. Tragó saliva apresuradamente, reprimiendo con firmeza aquellas indecorosas emociones.

El murmullo se hizo más intenso a medida que un mayor número de invitados veían a los recién llegados.

—¡Por la Primera Cáscara, llevan lagartos de fuego! —aulló Corman, Señor del Fuerte de Keroon. Irrumpió en el pasillo que se había abierto por la multitud delante del Portal y avanzó hacia la entrada del Vestíbulo para mirar más de cerca.

El lagarto alado dorado gritó ante su proximidad, y el pequeño bronce siseó de un modo amenazador. En el rostro de Meron apareció una sonrisa enojosamente petulante.

—¿Sabías que Meron tenía uno? —preguntó D'ram, en un ronco susurro al oído del Arpista.

Robinton alzó una mano, reclamando silencio

—Y aquí llegan Kylara del Weyr Meridional y el Señor Meron del Fuerte Nabol con ejemplares vivos de este modesto regalo que os hacemos con nuestros mejores deseos para la feliz pareja —declaró F'lar con voz resonante

Se produjo un silencio absoluto mientras Lessa y F'lar ofrecían unos paquetes envueltos en fieltro al Señor Asgenar y a su futura esposa, Dama Famira

—Están en pleno endurecimiento —añadió F'lar, en un tono que acalló los renovados murmullos—, y tienen que reposar sobre arena caliente hasta la Eclosión, desde luego. Llegan a vosotros a través de la generosidad de Toric, un colono pescador del Weyr Meridional, de una nidada que descubrió hace solamente unas horas. El caudillo del Weyr T'bor los ha hecho llegar a mis manos.

Robinton miró a Kylara. Su rostro enrojecido hacía juego ahora con la túnica de Meron, en tanto que él parecía dispuesto a matar. Lessa, sonriendo graciosamente, se volvió hacia Kylara.

—F'lar me dijo que había visto tu pequeño animal de compañía

—¡No es un animal de compañía! —exclamó furiosamente Kylara—. Ayer devoró Hebras en las Altas Extensiones...

El resto de la frase se perdió ante la reacción que sus palabras, «devoró Hebras», provocó entre los reunidos. Los roncos gritos de los dos lagartos de fuego aumentaron la cacofonía, y Kylara y Meron se las vieron y desearon para tranquilizar a sus animales. Para Robinton era evidente que la impresión que Meron de Nabol se había propuesto causar había sido estropeada: él no era el único Señor de un Fuerte que poseía «un verdadero dragón en miniatura».

Dos jefecillos de un Fuerte, de Nerat a juzgar por sus emblemas, se pegaron a D'ram y a G'narish.

—Por el amor de nuestros dragones, fingid que lo sabéis todo acerca de los lagartos de fuego —les dijo Robinton en voz baja y tono apremiante. D'ram empezó a protestar, pero los ansiosos jefecillos comenzaron a formular una serie de ávidas preguntas sobre cómo adquirir un lagarto de fuego igual que el de Meron.

Recobrando el dominio de sí mismo antes que su compañero, G'narish contestó con más serenidad de la que Robinton le habría atribuido. Apretándose contra la pared de piedra, el Arpista subió la escalera peldaño a peldaño, tratando de acercarse a las mujeres agrupadas alrededor del Señor Asgenar, su dama Famira y F'lar.


SEÑORES DE LOS FUERTES, DE TODAS LAS CATEGORÍAS, HAGAN EL FAVOR DE PRESENTARSE PARA EL CÓNCLAVE
—voceó estruendosamente el capitán de la guardia del Fuerte de Telgar. Un metálico coro de dragones hizo eco a aquellas palabras desde las alturas, sumiendo satisfactoriamente a los invitados en un momentáneo silencio.

El capitán repitió su llamada, y requirió a la multitud para que dejara espacios libres.

El Señor Asgenar entregó a Famira su huevo de lagarto de fuego, murmurando algo en su oído y señalando el Vestíbulo. Luego se apartó a un lado, indicando con un gesto a Lessa y a Famira que pasaran al interior. Lo hicieron muy a tiempo, ya que la muchedumbre se apiñaba ahora en la escalera. Robinton trató de advertir a F'lar de su presencia, pero el dragonero se estaba abriendo paso hacia Kylara, contra la corriente. Kylara discutía acaloradamente con Meron, el cual se encogió de hombros furiosamente, se separó de ella y echó a andar hacia el Vestíbulo, abriéndose paso a codazos y empujones.

Había otro éxodo, observó Robinton, de Maestros Artesanos que se congregaban cerca de la cocina.

F'lar necesita al Arpista

Robinton miró a su alrededor, preguntándose quién había hablado, asombrado de que una voz tan suave hubiera llegado hasta él por encima de la algarabía. Fue alertado por un disonante pulsar de cuerdas y, volviendo su cabeza hacia el sonido, localizó a Brudegan en el pasillo de los centinelas en compañía de Chad. ¿Había encontrado el Arpista residente del Fuerte de Telgar la manera de escuchar lo que se hablaba en el Cónclave?

Mientras Robinton cambiaba de dirección hacia la escalera de la Torre, un dragonero se encaró con él.

—F'lar quiere verte, Maestro Arpista.

Robinton vaciló, mirando a los dos arpistas que le hacían señas apremiantes para que se diera prisa.

Lessa escuchará.

—¿Decías algo? —le preguntó Robinton al caballero.

—Sí, señor. F'lar desea que te reúnas con él. Es importante.

El Arpista miró hacia los dragones, y Mnementh agitó su cabeza arriba y abajo. Robinton sacudió la suya, tratando de asimilar otra de las asombrosas impresiones de este día. Un penetrante silbido llegó hasta él desde lo alto

Robinton frunció los labios y dio la secuencia «adelante», añadiendo en su diferente compás la melodía para «informar más tarde».

Brudegan rasgueó un acorde de «comprendido», con el cual Chad se mostró en aparente desacuerdo. Bien por el oficial, pensó Robinton, y silbó la estridente nota de «conforme». Deseó que los arpistas tuvieran un código tan flexible como el que había desarrollado para el Herrero... ¿y dónde estaba Fandarel?

El Herrero era un hombre fácilmente localizable en una multitud pero, mientras Robinton seguía al dragonero, no vio a un artesano herrero en ninguna parte. Desde luego el impacto del aparato de escritura a distancia resultaría anticlimático para la presentación de los lagartos de fuego. Robinton lo lamentaba por el Herrero, perfeccionando silenciosamente un ingenioso medio de comunicación... sólo para que quedara ensombrecido por los dragones miniatura devoradores de Hebras. Animales que podían ser Impresionados por gentes ajenas al Weyr. La mayoría de los perneses quedarían más impresionados por un sucedáneo dragonil que por cualquier milagro mecánico.

El dragonero le había conducido a la torre de vigilancia situada a la derecha del Portal. Cuando Robinton miró hacia atrás por encima de su hombro izquierdo, Brudegan y Chad no eran ya visibles en el pasillo de los centinelas.

El piso inferior de la torre era una sola habitación muy espaciosa, y la escalera de piedra que ascendía hasta el lado derecho del pasillo de los centinelas se encontraba en la pared del fondo. Había pieles para dormir amontonadas en un rincón, dispuestas para los huéspedes que podían tener que alojarse allí aquella noche. Dos estrechas ventanas, una enfrente de la otra en los largos lados de la habitación, la iluminaban insuficientemente. G'narish, el caudillo del Weyr de Igen estaba colgando una lámpara en el techo cuando entró él Arpista. Kylara, debajo de ella, miraba furiosamente a T'bor.

—Sí fui a Nabol. Mi lagarto alado reina estaba allí. Y lo hice muy a tiempo, ya que Pridith vio señales de Hebras a través de la Cordillera de las Altas Extensiones...

Todo el mundo estaba pendiente de ella. Sus ojos llameaban, tenía la barbilla belicosamente erguida y, observó Robinton, su voz había perdido su habitual sonido estridente. Kylara era una mujer de aspecto atractivo pero había en ella un aire despiadado que repelía al Arpista.

—Volé inmediatamente a T'kul. —El rostro de Kylara se crispó de rabia—. ¡No es un dragonero! Se negó a creerme. ¡A mí! Como si cualquier Dama del Weyr no conociera las señales cuando las ve. Dudo de que se molestara siquiera en enviar caballeros de patrulla. Se aferró al hecho de que las Hebras habían caído hacía seis días en el Fuerte Tillak, y no podían estar cayendo tan pronto en las Altas Extensiones. De modo que le hablé de las Caídas en los pantanos occidentales y al norte del Fuerte de Lemos, pero él insistió en su incredulidad.

—¿Se movilizó el Weyr a tiempo? —la interrumpió fríamente F'lar.

—Desde luego —y Kylara se irguió, haciendo que sus agresivos senos tensaran la tela de su vestido—. Yo hice que Pridith diera la alarma. —Su sonrisa era maliciosa— T'kul tuvo que actuar. Una reina no puede mentir. ¡Y no hay un solo dragón macho que se atreva a desobedecer a una reina!

F'lar aspiro una gran bocanada de aire, apretando los dientes. T'kul, de las Altas Extensiones, era un hombre taciturno, cínico, cansado. Por justificada que estuviera la actitud de Kylara, sus métodos carecían de diplomacia Y ella pertenecía a un Weyr contemporáneo. Oh bueno, T'kul era una causa perdida de todas maneras. F'lar miró por el rabillo del ojo a D'ram y a G'narish, para comprobar qué efecto ejercía sobre ellos la conducta de T'kul. Seguramente ahora... Parecían estar en tensión.

—Eres una buena Dama del Weyr, Kylara, y actuaste bien. Muy bien —dijo F'lar, en un tono tan convencido que Kylara empezó a pavonearse, satisfecha de sí misma. Luego miro fijamente a F'lar.

—Bueno, ¿qué vas a hacer con respecto a T'kul? No podemos permitir que ponga en peligro a todo Pern por su actitud.

F'lar esperó, deseando que D'ram tomara la palabra. Si uno solo de los Antiguos...

—Creo que será mejor que los dragoneros convoquen también un Cónclave —dijo finalmente, dándose cuenta de que Kylara empezaba a impacientarse y de que todas las miradas estaban concentradas en él—. T'ron, del Weyr de Fort, debería enterarse de esto. Y tal vez deberíamos ir al Weyr de Telgar, para recabar la opinión de R'mart

—¿Opinión? —preguntó Kylara, enfurecida por aquella aparente evasiva—. Tendrías que salir de aquí ahora mismo, acusar a T'kul de flagrante negligencia y...

—¿Y qué, Kylara? —preguntó F'lar, cuando Kylara se interrumpió.

—Y... bueno... tiene que haber algo que puedas hacer.

¿Para una situación que no se había producido nunca?, F’lar miro a D'ram y a G'narish.

—Tenéis que hacer algo —insistió Kylara, volviéndose hacia los otros hombres.

—Los Weyrs son tradicionalmente autónomos...

—Un pretexto excelente para escurrir el bulto, D'ram...

—Nadie pretende escurrir el bulto —replicó D'ram secamente—. Estoy de acuerdo en que habrá que hacer algo. Pero por parte de todos nosotros. Cuando llegue T'ron.

¿Más contemporización?, se preguntó F'lar.

—Kylara —dijo en voz alta—, has mencionado que tu lagarto devoró Hebras. —Había mucha más materia de discusión en este hecho que en la increíble conducta de T'kul—. ¿Puedo preguntarte ahora cómo supiste que tu lagarto había regresado a Nabol?

—Me lo dijo Pridith. Ella había nacido allí, de modo que cuando tú la asustaste en el Weyr Meridional regresó al Fuerte de Nabol.

—Pero tú la llevaste al Weyr de las Altas Extensiones...

Other books

Queen of the Mersey by Maureen Lee
The Army Doctor's New Year's Baby by Helen Scott Taylor
Death on the Pont Noir by Adrian Magson
Aurora's Promise by Eve Jameson
Desert Divers by Sven Lindqvist
All-American Girl by Meg Cabot


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024