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Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson

Tags: #ciencia ficción

La batalla de Corrin (21 page)

BOOK: La batalla de Corrin
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Ticia vio a Norma y vaciló un instante, y entonces inició su discurso con una voz que parecía atronar con cada aliento. La audiencia se estremeció ante tanto poderío.

—Durante años, las hechiceras hemos dado nuestras vidas para destruir a los cimek allá donde trataran de atacarnos. He visto perecer a muchas de mis hermanas, desatando sus mentes para llevarse con ellas a los cimek, incluyendo a los titanes. Yo misma estaba preparada para hacerlo. De haber llegado un nuevo enemigo, yo habría sido la próxima… Pero desde hace décadas, la amenaza de los cimek se ha debilitado.

Brevin O'Kukovich aplaudió.

—Las hechiceras de Rossak habéis realizado un gran servicio por la humanidad.

Ticia le dedicó una mirada asesina, furiosa por la interrupción.

—Como tantos otros, señor. Bien, debo señalar que, ante esta devastadora plaga que se ha desatado, las hechiceras podemos ofrecer nuestra experiencia en otra área. Debido a la dureza de nuestro entorno y nuestros registros precisos sobre diferentes linajes a lo largo de generaciones, tenemos un gran conocimiento sobre genética, el material más importante de la raza humana. Si la plaga de Omnius se agrava, podríamos perder las mejores ramas de nuestra especie… no se trata de simples bajas, sino de nuestro futuro.

»Ahora que familias, ciudades enteras caen en un mundo tras otro, ninguna reacción será demasiado precipitada o enérgica. Nuestra raza corre un grave peligro. Aunque concentremos nuestros esfuerzos en encontrar una cura para esta terrible arma biológica, también debemos actuar con contundencia para preservar las mejores líneas genéticas antes de que se pierdan para siempre… proteger y almacenar muestras de las más fuertes, porque de lo contrario es posible que la enfermedad las destruya por completo. Debemos crear un programa para proteger la información genética de los diferentes pueblos en todos los planetas. —Alzó el mentón—. Y las hechiceras estamos capacitadas para llevar a cabo ese programa.

Norma miró la elevada figura de su medio hermana, y se preguntó qué ganaría ella con aquella propuesta. Aunque no era una persona particularmente compasiva, estaba entregada en cuerpo y alma a la Yihad, igual que Zufa.

Ticia paseó sus ojos claros y eléctricos por la sala, evitando expresamente a Norma.

—Propongo que vayamos a lugares donde la epidemia todavía no haya llegado y rescatemos a candidatos sanos. Podemos crear una base de datos con esas muestras, preservar las características genéticas de cada raza, por si no se pudiera salvar a las razas en sí. Más adelante, cuando hayamos superado la epidemia, utilizaríamos esta inmensa biblioteca genética para recuperar la población.

El Gran Patriarca no parecía acabar de entenderlo.

—Pero incluso si la epidemia matara a la mitad de la población… seguiría habiendo supervivientes de sobra. ¿Es realmente necesaria una operación de semejante magnitud?

Tras respirar hondo, Ticia dijo:

—Pero ¿será la mitad adecuada la que sobreviva? Tenemos que prepararnos para lo peor, Gran Patriarca. Debemos hacer lo que digo antes de que el tiempo se nos acabe… como hizo Noé en la Antigüedad, solo que a una escala infinitamente mayor. Debemos conservar muestras de los rasgos más fuertes en cada planeta, antes de que la plaga se extienda más. Si queremos garantizar la suficiente diversidad para conservar la buena salud de nuestra especie, necesitaremos todo el ADN que podamos salvar.

—¿Y por qué no limitarnos a curar esa condenada epidemia? —preguntó uno de los representantes, muy afectado—. ¡Está apareciendo por todas partes!

—¿Y qué pasa con los planetas que ya están infectados? Tendríamos que concentrar nuestros esfuerzos también allí. ¡Ellos son quienes más lo necesitan!

El Gran Patriarca llamó al orden.

—Estamos preparando equipos masivos de ayuda para ayudar al personal médico desbordado de los planetas afectados. Quizá la hechicera también podría tomar muestras en estos planetas.

Ticia lo miró como si estuviera loco.

—Es demasiado tarde. Parte de la población sobrevivirá, pero sus caracteres genéticos de base quedarán tocados. Tendríamos que concentrar nuestros esfuerzos donde puedan hacer más bien. No lograremos nada en los planetas donde la epidemia ya se ha manifestado.

—Bien, bien —dijo el virrey interino, fijándose deliberadamente en el reloj—. No veo razón para que las hechiceras no puedan unir sus esfuerzos a nuestros planes de ayuda en los mundos de la Liga. ¿Habrá suficientes voluntarias en Rossak para hacer lo que dice?

—Más que suficientes.

—Excelente. Y ahora, por lo que veo, el siguiente punto del programa quizá resulte algo más esperanzador. El comandante supremo Vorian Atreides y… ¿una tal Norma Cenva? —Evidentemente, O'Kukovich no sabía quién era Norma, pero nunca había tenido buena memoria—. ¿Tienen más detalles sobre el uso de la melange contra la epidemia?

Vor acompañó a Norma a la zona de comparecencia y Ticia pareció abochornada al ver que le quitaban protagonismo. Aunque su informe había llegado unas semanas antes, Vor hizo un breve resumen de su viaje a Parmentier y el descubrimiento de su nieta Raquella.

—De acuerdo con los informes que llegan de otros mundos afectados, parece que la conclusión es acertada. En todos los planetas hay focos inexplicables de inmunidad… y todos tienen un común denominador. Las personas que consumen melange tienen una mayor resistencia frente al virus, cuando no inmunidad. Especia. Una cara droga de uso recreativo. ¡Y una poderosa arma contra la epidemia!

Vor se apartó a un lado y cedió el podio a Norma. Ella no vaciló.

—Por tanto, necesitamos mucha más melange, y hay que distribuirla con la mayor rapidez posible. Por eso ofrezco los servicios de VenKee Enterprises.

—Esto no es más que un plan para incrementar la demanda de especia… ¡y vuestros beneficios! —gritó un hombre con mal humor desde la cuarta fila de gradas.

—Es cierto que VenKee es el principal proveedor de especia de la Liga, y también que controlamos las naves que pliegan el espacio, que podrían distribuir la especia con la suficiente rapidez para cambiar las cosas. —Con una súbita sensación de frustración, Norma pensó que si la Liga, con sus miedos irracionales y su exceso de celo, no la hubiera obligado a retirar los sistemas de navegación informatizados, el nivel de seguridad de sus naves superrápidas podría aumentar de forma drástica. Quizá podía colar secretamente alguno de aquellos sistemas en las naves—. Ya he dado instrucciones para aumentar en lo posible la producción de especia en Arrakis —siguió diciendo con voz firme—. En nombre de mi amado esposo, el patriota Aurelius Venport, VenKee donará la melange a los planetas afectados por la epidemia como gesto humanitario. —Un rumor de sorpresa se extendió por la sala. Norma volvió la mirada hacia el hombre sin rostro que había lanzado la acusación—. Espero que esto aplacará sus quejas por los beneficios que vamos a sacar de esta tragedia.

Adrien, con su agudo sentido de los negocios, seguramente se habría opuesto, porque VenKee ya había sacrificado bastante. Pero en aquellos momentos a Norma no le interesaban los beneficios. Aquello era lo correcto.

Los representantes lanzaron vítores, pero Ticia Cenva, que ahora estaba sentada en la primera fila, no se unió a ellos. Con aire conspirador, se inclinó para decir unas palabras al Gran Patriarca. Los ojos de aquel hombre regordete se iluminaron y asintió vigorosamente. Xander Boro-Ginjo se puso en pie y llamó al orden.

—Apreciamos la oferta de VenKee, pero dadas las circunstancias, este gesto no sería suficiente. Incluso con un esfuerzo sobrehumano, una sola empresa no podrá producir la suficiente especia para solventar la crisis, si es que realmente es cierto que la melange protege frente al virus. Se trata de incrementar exponencialmente la producción. —Se aclaró la garganta, y una sonrisa perversa se extendió por su rostro—. Por tanto, por el bien de la humanidad y la supervivencia de nuestra especie, declaro que Arrakis queda anexionado a la Liga de Nobles, y que cualquiera que lo desee, puede ayudar a arañar un poco de especia de sus arenas. No es momento de mostrarse conservador ni cauteloso con este recurso. La raza humana necesita hasta el último gramo de melange.

Norma vio que Ticia parecía satisfecha con aquel giro de los acontecimientos, como si se acabara de apuntar una victoria. Dada la gravedad de la situación, no podía recriminarle al Gran Patriarca lo que acababa de hacer, pero esperaba que aquello no fuera una sentencia de muerte para VenKee Enterprises.

Poco sospechaban los habitantes del remoto planeta de Arrakis lo que les esperaba.

23

Algunos dicen que la sangre Harkonnen que corre por mis venas me desmerece, pero no acepto las mentiras que he oído, los intentos de ensuciar el papel de mi abuelo. Los actos de Xavier Harkonnen a mí me hablan de honor, no de cobardía.

A
BULURD
H
ARKONNEN
, carta al comandante
supremo Vorian Atreides

La plaga de Omnius se extendía por los mundos de la Liga con mayor rapidez de la que podían imponerse cuarentenas o evacuarse poblaciones.

Siguiendo la idea de preservación genética de Ticia Cenva, el ejército de la Yihad envió naves de reconocimiento y rescate a tantos mundos no afectados como fue posible. Las hechiceras voluntarias reunían muestras representativas de las diferentes poblaciones para así poder salvar al menos muestras con los caracteres genéticos de las diferentes líneas. A algunos esto les parecía una táctica derrotista, era como aceptar la posibilidad de que la epidemia se extendiera a todas partes.

Aunque no era más que un joven cuarto, Abulurd Harkonnen dirigió una de estas misiones, acompañado por la inflexible hechicera suprema. Su rango era demasiado bajo para esperar un puesto tan importante, pero el caso es que se encontró al frente de una pequeña expedición a Ix, como tantas otras naves enviadas urgentemente para ocuparse de los miles de detalles que implicaba aquella crisis.

En la Liga, sin duda algunos suponían que debido a su ascendencia estaba destinado a tener una importante carrera militar, pero el primero Quentin Butler no apoyaba las aspiraciones militares de su hijo pequeño. Abulurd supuso que el comandante supremo Vorian Atreides había tenido algo que ver en aquel nombramiento… para una misión segura. Vorian tenía la costumbre de darle un empujoncito siempre que veía la ocasión. Sin embargo, Abulurd habría preferido ayudar a los afectados por la epidemia, llevar ayuda médica, voluntarios, cargamentos de melange.

Su jabalina fue enviada a Ix con instrucciones para la cuarentena, para iniciar los preparativos y preservar las líneas genéticas más valiosas entre los endurecidos supervivientes de generaciones de dominación mecánica. Hacía casi setenta años que aquel planeta había sido liberado del control sincronizado. Ticia parecía especialmente interesada, puesto que el material genético de la población autóctona aún no había quedado plenamente incorporado a la población general de la Liga.

Por desgracia, cuando la nave de Abulurd llegó a Ix, ya se habían manifestado los primeros síntomas: paranoia y comportamiento irracional de las masas, pérdida de peso, lesiones y decoloración en la piel. No estaba claro si habían estallado en la atmósfera los cilindros con el virus o si habían sido mercaderes u otros refugiados infectados los que habían traído la epidemia a Ix. Localidades enteras habían sucumbido; otras estaban a punto de hacerlo.

Abulurd gimió desde el puente de mando de su jabalina.

—¡Solo tenemos una nave! ¿Cómo vamos a rescatar a toda esta gente?

La hechicera suprema frunció el ceño, reconsiderando sus prioridades.

—Ix solo es un planeta, con una población mucho más numerosa de la que podríamos conservar. No vale la pena intentarlo. Debemos partir. No conseguiré nada si ya están tocados.

Sin embargo, Abulurd quería ayudar.

—¿Marcharnos? Hemos pasado semanas en tránsito solo para llegar aquí.

—No tendría sentido, cuarto Butler.

Al lado de aquella mujer imponente, parecía joven e inexperto, pero pensó en lo que Vor habría hecho.

—Señora hechicera, afortunadamente aquí quien está al mando soy yo. La suya no es la única misión de la nave. —Sí, tal vez él no veía una imagen global como la hechicera, pero ante una catástrofe humanitaria como aquella, la compasión era más importante que nunca. Para él la vida de una persona era algo mucho más tangible que una línea genética—. No veo ningún motivo para que no ayudemos en lo que podamos. ¿Por qué no elegir una de las poblaciones más aisladas donde todavía no se hayan detectado síntomas de la epidemia? Podríamos distribuir los suministros de melange que llevamos entre la gente a la que no podamos llevarnos. Seguro que se puede salvar algo.

—Eso requeriría tests exhaustivos, aislamiento, procedimientos extremos.

Abulurd se encogió de hombros.

—Entonces que así sea. Estoy seguro de que podemos hacerlo.

La hechicera lo miró con enfado, pero no dijo nada y esperó mientras desde el puente enviaban señales a los diferentes asentamientos repartidos por la superficie y recibían las respuestas. Tras revisar los informes, Ticia se concentró en un asentamiento que era en su mayor parte subterráneo.

—Si insiste en este curso de acción, cuarto, entonces propongo que empecemos por aquí. Los informes indican que la población está limpia, aunque dudo que tengan capacidad para detectar los síntomas iniciales de la epidemia. Elegiremos nuestros sujetos entre esta gente y los aislaremos hasta tener la total seguridad de que no están infectados. Los mantendremos separados de los demás, haremos pruebas y seleccionaremos a los que no estén contaminados. Y tomaré muestras de sangre de muchos otros.

Abulurd asintió y dio la orden. Parecía demasiado joven para dar órdenes a los otros yihadíes, pero era un Butler, y los soldados le obedecieron.

Los alojamientos de la tripulación estaban en una sección separada de la nave, tras unas gruesas paredes estériles. Abulurd dio instrucciones para que los soldados compartieran sus catres y dejaran así sitio para más refugiados. No se dejaría vencer por la idea de que era un esfuerzo inútil como Ticia parecía pensar, pero incluso a su máxima capacidad, la jabalina solo podría acoger a unos pocos cientos de personas. Aquello no era una evacuación, sino un gesto simbólico.

Mientras la jabalina realizaba las maniobras de aproximación, Abulurd contempló la silueta del planeta. Nunca había estado en Ix, pero era consciente de su importancia histórica.

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