Llamó anoche.
—Soy yo, Rob —dijo sonando emocionada—. Estoy en Chattanooga.
—¿Chattanooga,
Tennessee
? —dije—. ¿Qué haces ahí?
—El fiscal que trabaja en el caso de la estafa piramidal está de viaje a Roanoke, así que no le veré hasta el lunes, y la junta de educación de Zion, es un pueblo cerca de aquí, intenta aprobar una ley exigiendo la enseñanza del diseño inteligente en las escuelas públicas. Lo de Zion es parte de un programa nacional que intentará introducir el diseño inteligente estado a estado. Por lo tanto, ya que no podía ver al fiscal, pensé que venir hasta aquí, está sólo a cincuenta millas de Chickamauga, y entrevistar a algunos de los profesores de ciencia para el artículo sobre «El juicio Scopes ochenta años después» del que hemos hablado.
—¿Y? —dije con cautela.
—Y, según la profesora de química, sucedió algo curioso durante la reunión de la junta de educación. Puede que no sea nada, pero pensé que debería llamarte para que reservases un vuelo a Chattanooga, por si acaso.
Por si acaso.
—Uno de los miembros de la junta de educación, un tal señor… —hizo una pausa consultando sus notas—, Horace Didlong, hablaba de la falta de pruebas científicas de la teoría de Darwin, cuando de pronto empezó a despotricar contra el público.
—¿La profesora de química dijo de qué habló? —preguntó con la esperanza de no saberlo ya.
—No recordaba todos los detalles —dijo Kildy—, pero el entrenador de baloncesto dijo que algunos de los estudiantes habían dicho que tenían intención de grabar la reunión y enviarla a la ACLU, y que intentaría ver si lo habían hecho y conseguirme una copia. Dijo que fue «un estallido muy extraño, casi
como
si estuviese poseído».
—O borracho —dije—. ¿Y ninguno de los dos recuerda lo que dijo?
—No, los dos lo recuerdan, sólo que no todo. Didlong aparentemente habló durante varios minutos. Dijo que no podía creer que todavía hubiese ignorantes trastornados que no creyesen en la evolución, y qué demonios habían estado enseñando en la escuela durante todo este tiempo. La profesora dijo que la tirada siguió así durante unos cinco minutos y luego se detuvo, en medio de una palabra, y Didlong siguió hablando sobre cómo la segunda ley de Newton hacía que la evolución fuese imposible.
—¿Has entrevistado a Didlong?
—No. Volveré en cuanto dejemos de hablar, pero la profesora de química dice que oyó cómo la mujer de Didlong le preguntaba qué había pasado, y él parecía no tener ni idea.
—Eso no demuestra que sea Mencken —dije.
—Lo sé —dijo ella—, pero
es
Tennessee y
es
evolución. Sería agradable que fuese él, ¿no?
Agradable. H. L. Mencken suelto en medio de Tennessee en medio de un debate creacionista.
—Sí —dije y sonreí—, lo sería, pero es mucho más probable que Horace Didlong haya estado fumando algo que crece en su patio trasero. O esté buscando publicidad, en plan juez Roy Moore y su monumento a los diez mandamientos. ¿Recuerdan que dijese algo más?
—Sí, hmm… ¿dónde está? —dijo—. Oh, aquí está. Llamó a los otros miembros de la junta una panda de gañanes sin luces… y luego dijo que siempre preferiría un mono a un consejo escolar cuyos cerebelos estuviesen paralizados por escuchar demasiadas tonterías teológicas… y justo al final, antes de cortar, la profesora dice que dijo, «Yo la verdad es que nunca vi el parecido con Alicia».
—¿Alicia? —dije—. ¿Están seguros de que dijo Alicia y no August?
—Sí, porque así se llama la profesora de química, y pensó que le hablaba a ella, y también lo pensó el presidente del consejo escolar, porque la miró y dijo, «¿Alicia? ¿Qué tiene que ver Alicia con el diseño inteligente?» y Didlong dijo: «Pero Jamie sí que sabía escribir, aunque el cabrón me robase a la chica. Es mejor que tengas cuidado de que no te robe yo la tuya». ¿Sabes lo que significa, Rob?
—Sí —dije—. ¿Cuánto tiempo hace falta para obtener una licencia de matrimonio en Tennessee?
—Lo preguntaré —dijo Kildy, parecía encantada—. Y luego el presidente añadió, «No puedes hablar de esa forma», y, según la profesora de química, Didlong dijo… espera un minuto, tengo que leértelo para asegurarme de que está bien… la verdad es que no tiene mucho sentido… dijo: «Te sorprendería lo que puedo hacer. Como soliviantar a los animales. Hablando de lo cual, por eso el bebé estaba metido en la nevera. Su madre lo metió allí para evitar que el tigre se lo comiese».
—Iré de inmediato —dije.
C
ONNIE
W
ILLIS
escribió su primera novela
Water Witch
(1982) en colaboración con Cynthia Felice con quien ha colaborado también en
Raid de Luz
(1989).
Ya en solitario, sus novelas más destacadas son
Los sueños de Lincoln
(1987) que obtuvo el Premio John W. Campbell Memorial,
El libro del día del Juicio Final
(1992) con la que logró los premios Nébula, Hugo y Locus;
Oveja mansa
(1996);
Por no mencionar al perro
(1998) galardonada con los premios Hugo y Locus y que fue finalista del Nébula; y
Tránsito
(2001) galardonada con el Locus y que fue finalista de los premios Hugo, Nébula y John W. Campbell Memorial.
Es, como puede verse, una de las autoras más galardonadas en la ciencia ficción y la fantasía modernas y no sólo por sus novelas, ya que también muchos de sus relatos han obtenido diversos premios. Así ocurrió con el relato
A Letter from Clearys
(1982, premio Nébula), la novela corta
The last of Winnebagos
(1988, premios Nébula y Hugo), el relato
At The Rialto
(1989, Premio Nébula) y los cuentos cortos
Even The Queen
(1992, premios Nébula, Hugo y Locus),
Death on the Nile
(1993, Premio Hugo) y
The Soul Selects Her Own Society…
(1996, Premio Hugo).
Gran parte de esos relatos se han recogido en antologías como
Fire Watch
(1985),
Impossible Things
(1993) y
Miracle and Other Christmas Stories
(2000). También son destacables otras de sus novelas cortas como
Territorio inexplorado
(1994) y
Remake
(1995) que fue finalista del Premio Hugo en 1996.