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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (41 page)

El último crucero de batalla síndico, en un estado aún peor que la
Invencible,
pasó dando tumbos junto a un campo de minas con la mayor parte de su propulsión reventada y los sistemas de combate inoperantes, pero con la potencia suficiente como para mantener un rumbo.

—Los espectros del
Vengativo
están en un radio de acción máximo de ese crucero de batalla. ¿Merece la pena intentar algún disparo?

Desjani asintió.

—Ese síndico no va a esquivar ningún misil. Es un blanco seguro.

—Igual que lo habría sido la
Invencible
para ellos —convino Geary—.
Vengativo,
aquí el capitán Geary. Entre en combate con espectros con el crucero de batalla síndico a la cabeza. A todas las demás naves, alto el fuego. Esta no puede ser toda la fuerza de persecución síndica. Pronto tendrán multitud de blancos con los que jugar.

Cuarenta segundos más tarde llegó la respuesta del
Vengativo.

—Sí, señor. Entrando en combate con el crucero de batalla a la cabeza. En su visualizador, Geary vio cuatro espectros saliendo disparados del acorazado de la Alianza y trazando largas y superficiales curvas en dirección a los puntos de interceptación con el síndico paralizado.

—No importa lo que les quede, perder doce cruceros de batalla va a hacer que las cosas se igualen mucho —observó Desjani.

—Sí. ¿Dónde está el resto? —se preguntó Geary.

La respuesta a sus palabras llegó casi de inmediato. La salida del salto, que ahora tenían a apenas siete minutos luz y medio, se llenó de repente de naves. Geary se obligó a estudiar cuidadosamente la formación enemiga. Un profundo y amplio rectángulo se encaraba con la flota de la Alianza, con los acorazados situados en las esquinas y en el centro y los huecos rellenados con unidades ligeras.

—Veinte buques de guerra —advirtió Desjani—. Dieciséis acorazados y cuatro cruceros de batalla. Treinta y un cruceros pesados. Cuarenta y dos cruceros ligeros y naves de caza asesinas.

—Más que suficiente para arrasar las naves de la Alianza que siguieron hasta aquí —observó Geary.

—¿Por qué no han enviado más? —preguntó Desjani—. Si cabía la posibilidad de que las naves fugadas se reunieran con nosotros, deberían haber sabido a qué podían acabar enfrentándose.

—Porque no sabían dónde estaba el resto de la flota. Tenían que encontrarnos y proteger cualquier otro lugar al que nos dirigiéramos. Al tratar de proteger todas las opciones que pudieran esperar, dedicaron una fuerza insuficiente a esta misión. Si no los hubiéramos estado esperando, les habría salido bien, porque podían haberse librado de combatir, pero estamos demasiado cerca para que se escapen sin tener que luchar. —Geary pulsó el comando de comunicación con la flota—. A todas las naves, aceleren hasta una décima de la velocidad de la luz a la una punto cinco. Destacamento especial Furiosa, ajuste rumbo y velocidad en la medida que sea preciso para bloquear la retaguardia de la formación síndica. No deje que den media vuelta hacia el punto de salto. A todas las unidades, tomen como primer objetivo los buques de guerra.

Comprobó la distancia hasta la
Invencible
y vio que todavía se encontraba a un minuto luz por delante, entre la flota de la Alianza en misión de ataque y los sorprendidos síndicos. A la velocidad actual de acercamiento, se encontrarían y sobrepasarían a la
Invencible
en siete minutos.

El cuerpo principal de los síndicos alcanzó el campo de minas y muchas de sus naves se escabulleron por entre los huecos barridos por los cascos de los doce cruceros de batalla de la primera oleada, y resultaron ilesas. Pero quedaban muchas minas.

Las naves de caza asesinas síndicas estallaron y se hicieron pedazos bajo la fuerza de las explosiones de las minas, dejando multitud de fragmentos rodando por el espacio. Tres cruceros pesados se cayeron de la formación, dos de ellos completamente destrozados y el tercero fuera de combate. Los acorazados y los cruceros de batalla síndicos recibieron impactos en sus proas; tuvieron tiempo de reforzar sus escudos delanteros gracias al sacrificio de las unidades más ligeras, y se adentraron en el campo de minas con los escudos debilitados, pero aparentemente sin daños.

—Eso por la
Doblefilo,
el
Estilete,
el
Mazo
y el
Blindado
—sentenció Geary. Una leve ovación se extendió a su alrededor cuando la tripulación del puente de mando del
Intrépido
se hizo eco de que las minas de la Alianza estaban vengando las naves perdidas a causa de las minas síndicas en el punto de salto de Sutrah.

La
Invencible
atravesó amodorrada la formación de la flota de la Alianza. Geary se estremeció cuando se tomó un instante para observar los daños que había sufrido la nave. La
Invencible
había recibido tantos impactos que Geary no podía creer que el crucero de batalla pudiera seguir en movimiento. Se preguntó si sería apropiado hacer una mención especial a la tripulación de una nave que había abandonado la flota; entonces decidió que no le importaba si era o no apropiado.

Una vez superadas las minas de la Alianza, la formación síndica empezó a curvarse hacia arriba con el objetivo de superar la flota de la Alianza para que no pudiera disparar contra las naves superiores y permanecer fuera del alcance de la mayoría de los buques de guerra de la Alianza.

—Eso no va a funcionar —declaró Geary en alto—. Aviso a todas las unidades del cuerpo principal, alteren el rumbo de la formación en sentido ascendente tres cinco grados a las cuatro punto siete.

A la hora ordenada, la formación en taza giró en torno al eje que constituía el
Intrépido,
orientando el centro de la formación en taza de la Alianza, una vez más, hacia el punto de interceptación en el medio de la formación síndica, aproximándose a ellos desde abajo y de frente.

—Veamos si se dan cuenta a tiempo para intentar evitarnos.

—Tiempo estimado de contacto, veinte minutos.

Los espectros del
Vengativo
llegaron por fin al crucero de batalla síndico gravemente dañado por las minas, abalanzándose contra ellos sin encontrar el impedimento de los escudos. Cuatro enormes explosiones surgieron en la nave síndica, machacando cualquier sistema que siguiera funcionando y reduciendo la nave a un amasijo que se fue tambaleando de costado.

Las fuerzas síndicas que quedaban se vieron ampliamente superadas en número, pero quedaron dispuestas en una configuración más diseminada. La formación de la Alianza que se dirigía hacia allí solo podría atacar a la mitad de la formación síndica si Geary o el comandante síndico no cambiaban nada. Geary no veía modo alguno de que el comandante síndico fuera a permitir que eso ocurriera, puesto que aquello le otorgaría a la Alianza una apabullante superioridad de potencia de fuego en el punto de contacto.

—Los síndicos se están moviendo otra vez. Parece que están reajustando la trayectoria a babor y en sentido descendente.

En el visualizador de Geary, la formación síndica viró hacia arriba y en dirección contraria, tratando de posicionarse de manera que un lado de la formación de la Alianza ascendiera a toda velocidad y pasara de largo junto al lado plano de la formación síndica. Geary admitió para sí mismo que no era un mal movimiento. Evidentemente, este director general síndico no era ningún estúpido.

—A todas las unidades, viren nueve cero grados a estribor, modifiquen rumbo en sentido descendente seis cero grados a las cero punto seis. Destacamento especial Furiosa, ajuste su rumbo en la medida que sea preciso para evitar que la formación síndica dé la vuelta y se dirija al punto de salto hacia Tavika.

Tenía que asumir que los síndicos romperían filas y huirían, y con el punto de salto que habían utilizado para salir bloqueado aún por las minas de la Alianza, el punto de salto de Tavika era la siguiente mejor opción.

—Ocho minutos para contacto.

Los síndicos habían terminado su maniobra de rotación y cada nave estaba dando media vuelta en la formación para presentar sus proas a la flota de la Alianza que se cernía sobre ellos, de manera que ahora las naves de guerra síndicas se deslizaban de costado en su formación rectangular. El lado plano del rectángulo síndico estaba ahora situado casi en vertical «arriba» y «abajo», de cara a la formación de la Alianza.

Geary sopesó la opción de intentar utilizar la potencia de fuego de su nave de una forma imaginativa, pero decidió no hacerlo.

—A todas las unidades, empleen sus armas a discreción. Los objetivos primordiales son los acorazados. Mantengan la formación excepto para maniobrar en la medida que sea preciso para esquivar el fuego enemigo. Tienen permiso para abrir fuego cuando se presenten opciones favorables de entrar en combate.

—Seis minutos para contacto.

Los síndicos seguían adaptando su formación, sin duda preocupados por que los pillaran en medio de otra maniobra cuando la flota de la Alianza entrara en su radio de acción. Geary siguió con la vista clavada en su pantalla mientras las dos flotas se abalanzaban la una contra la otra, con la taza de la Alianza superponiéndose a la mitad trasera de la formación síndica. Había posicionado sus naves y su flota, había dado a sus comandantes el permiso de abrir fuego y ahora no tenía nada que hacer más que observar cómo los buques de guerra síndicos y la flota de la Alianza se apresuraban a entrar en contacto.

—El enemigo está disparando —informó innecesariamente el consultor de armamento al tiempo que el visualizador de Geary se iluminaba con los avisos. Metralla, concentrada en los puntos donde en breve se encontrarían algunas de las naves de guerra de la Alianza. Había sido disparada desde un radio de alcance extremadamente efectivo. Geary albergaba la esperanza de que los comandantes de esas naves empleasen el poco tiempo de que disponían para alterar ligeramente el curso y evitar lo peor de la ráfaga. Brotaron más símbolos de alarma: misiles síndicos.

En el visualizador empezaron a parpadear puntos luminosos a medida que la metralla síndica se estrellaba contra los escudos de la Alianza. Geary vio como sus propias naves disparaban, datos que llegaban con un desfase temporal de varios segundos en el caso de las naves más alejadas.

La capitana Desjani tenía los ojos fijos en su propio visualizador. Destacó un acorazado síndico.

—Ese es nuestro objetivo —informó a sus consultores—. Vamos a hacerle daño.

Los laterales de la taza de la Alianza se estaban internando en el rectángulo síndico; cada una de las naves de la Alianza quedaba expuesta al fuego enemigo por un breve instante al atravesarlo, mientras que las naves síndicas que había en esas zonas recibían el castigo de una nave tras otra. Las unidades síndicas más ligeras se resquebrajaron bajo las reiteradas detonaciones, estallando y desapareciendo en torno a las islas más fuertes formadas por los acorazados síndicos que seguían en pie.

Entonces la fuerza principal de la flota de la Alianza alcanzó a la formación síndica.

Después de unos largos y lentos minutos en que las enormes distancias finales se acortaron, los momentos de lucha propiamente dicha pasaron tan rápidamente que llegaban a desorientar. De no ser por la capacidad de los sistemas de combate para apuntar y disparar a velocidades mucho más elevadas de lo que cualquier ser humano podría lograr, probablemente nunca se conseguirían blancos cuando dos flotas se cruzaran a una fracción de la velocidad de la luz considerable. Geary se sintió como si el momento de combate hubiera llegado y hubiera pasado en un abrir y cerrar de ojos, y al momento siguiente, el
Intrépido
seguía temblando por la incidencia del armamento sobre sus escudos y haciendo recuento de los daños ocasionados por algún disparo esporádico que se había abierto paso a través de algún fallo en el escudo.

A su espalda, el acorazado síndico contra el que había disparado Desjani también había recibido impactos de otras muchas naves de la Alianza, incluyendo el
Arrojado,
la
Terrible
y el
Victorioso
. Bajo ese torrente de fuego, la poderosa nave de guerra síndica, un acorazado clase S, había perdido en primer lugar sus escudos y luego había recibido una aluvión de disparos. Algo impactó en el lugar equivocado y el núcleo energético del acorazado síndico saltó por los aires mientras algunas de las naves de la Alianza seguían aproximándose.

Estaban demasiado cerca cuando sucedió. Geary se quedó mirando la pantalla, viendo que el crucero de batalla que quedaba descolgado de la formación de la Alianza, la
Terrible,
había estado disparando muy cerca de la nave síndica, acribillándola con fuego de lanzas infernales de corto alcance. La
Terrible
había recibido ya muchos impactos, lo que había debilitado considerablemente sus escudos. La onda de choque causada por la explosión de la nave síndica le dio de lleno al crucero de batalla de la Alianza como si de una gran mano se tratara, y lo lanzó dando tumbos. Podía haber superado esa situación; sin embargo, uno de los cruceros de batalla síndicos que habían sobrevivido se encontraba demasiado cerca y avanzaba justamente por la trayectoria equivocada. Ni siquiera los ordenadores ultrarrápidos responsables de las maniobras de las naves destinadas a sortear colisiones pudieron evitar el resultado. La
Terrible
y la nave síndica chocaron ante la mirada horrorizada de Geary.

La colisión, que se produjo a una velocidad relativa de una seis centésimas de la velocidad de la luz, o apenas dieciocho mil kilómetros por segundo, transformó a las dos naves en una única y titánica bola de calor, luz y fragmentos desperdigados que se transformó, reluciente sobre el fondo oscuro del espacio, en una nebulosa hecha por el hombre que iba a alumbrar por un breve instante el vacío del sistema estelar Ilión.

Un suspiro colectivo de conmoción y consternación recorrió el puente de mando del
Intrépido.
Geary oyó como una voz decía:

—Mierda, mierda, mierda —y se dio cuenta que era la suya propia—. Que vuestros antepasados os protejan y que las estrellas del firmamento os den la bienvenida —le murmuró a la tripulación de la
Terrible
que había perecido.

Desjani, que parecía afligida por primera vez, por lo que Geary recordaba, desde que habían escapado del sistema interior síndico, se puso a dar órdenes para reconducir a su tripulación.

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