Read El zen es la mayor patraña de todos los tiempos Online
Authors: Kodo Sawaki
Tags: #Autoayuda, Esoterismo.
Sea como sea, no podemos evitar hacer cosas por los demás: ¿no te has dado cuenta de que te sientes mejor cuando das que cuando recibes?
Cuanto más hagas por los demás más ganarás en tu vida. Cuanto más haces para ti mismo, más se escapa la vida a tu control.
Si tratamos de dominar la naturaleza por medio de nuestra civilización y ciencia, en algún momento esa naturaleza nos devolverá el golpe. ¿No observamos a menudo que quien sólo piensa en sí mismo acaba viendo cómo el mundo que le rodea acaba reaccionando arrebatándoselo todo? Por ejemplo, hay gente para quien todo su empeño en la vida es ganar dinero, pero cuando finalmente quieren disfrutar de su riqueza, sus hijos los echan de casa. Y, al contrario, uno que ha dedicado toda su vida a los demás experimenta que también esto tiene un efecto rebote: los demás se preocuparán igualmente por él.
Muevas hacia donde muevas el agua en la piscina, enseguida volverá a nivelarse. Si tratas de acercar el agua hacia ti, se escurrirá de tu lado. Si por el contrario la empujas hacia los demás, volverá a ti. Lo que haces por los demás, lo haces por tanto también para ti mismo; lo que haces por ti mismo, lo haces por los demás. No hay delimitación alguna entre ti y los demás, todo está unido sin suturas. Sacrificarse por los demás con ese espíritu significa tener el espíritu de un
bodhisattva
.
El mayor logro que puedes alcanzar consiste en hacerte uno con el universo entero. Una vez llegado a ese punto lo verás todo como parte de ti mismo y cualquier cosa que hagas por ti, la harás también por los demás. Esto quiere decir que el mayor beneficio particular que puedas alcanzar es a la vez lo más beneficioso para los demás. Y, a la inversa, si vives tu vida por completo para los demás, sin pensar ni una pizca en ti mismo, obtendrás el máximo beneficio particular posible. Tu espíritu hallará la paz, y nada faltará en tu vida.
Budeidad no quiere decir “yo solo”. Significa: “yo junto a todos los seres que sufren”.
Si arrojas sobre las cenizas frías un solo trozo de carbón ardiendo, se apagará. Pero si se juntas unos cuantos, encenderán un fuego. Así me ayudas tú a mí, y yo te ayudo a ti.
(Acerca de las relaciones entre hombres y mujeres.)
¡Ese problema es importante! Si encuentras una mujer con la que puedas estar seguro de que os ayudaréis mutuamente en vuestro camino espiritual, en tal caso no hay nada que oponer a que consolidéis la relación y os caséis. Pero, como he dicho, tiene que ser una relación que os permita a los dos avanzar.
A veces nos parece como si dar algo a los demás representara una pérdida para nosotros, cuando en realidad la dedicación a los demás representa la mayor dicha posible para una persona.
“Hasta hoy he creído que el mundo estaba ahí para mí; a partir de hoy voy a sacrificar mi vida por el mundo”
. Éste es el giro que hay que dar.
Si ahora, en el lugar donde te encuentres, lo das todo, no quedará ahí ya nada de ti. Si te entregas a esta práctica, te darás cuenta de que igualmente no hay ningún lugar en el que tú no estés.
Si tu espíritu es tan abierto y ancho como lo son el cielo y la tierra juntos, te reconocerás por todas partes, y en todas partes estarás sin nada de ti, con abnegación.
“Arroja lejos de ti tu pequeño yo. ¡Verás que tu cuerpo es tan grande como los tres mil mundos del gran cosmos!” Muso Kokushi
Una vez hayas comprendido esto, cuando orines en el retrete pensarás también en quien después ha de hacer la limpieza. Cuando te bañes, pensarás en quien después ha de usar la bañera. Quien da se pone en el lugar de quien recibe, y quien recibe se pone en el lugar de quien da. Es lo que se quiere decir cuando se habla de la luz que resplandece en todas direcciones. Te encuentras a ti mismo en cualquier parte de este mundo, pues cielo y tierra son tu verdadero yo.
Dicho de manera más concreta: hemos de perder tanto como podamos. No debes tener ningún éxito. Lo mejor es sacrificarte por los demás permaneciendo por completo oculto.
A menudo digo que satori significa perder. Ganar significa extraviarse. Quien tiene éxito en las apuestas o en la lotería, se perderá en la ilusión. ¿Por qué quiere la gente ganar y tener éxito? Si el mundo comprendiera de una vez que esto no es para nada necesario, tendríamos paz en la tierra.
La enseñanza del Buda significa que Buda se sacrifica por los seres que sufren. Fíjate en Sakiamuni. Nació príncipe, pero renunció al trono y se hizo mendigo. También Bodhidharma pasó de príncipe a mendigo. Sólo hallarás el Dharma del Buda allí donde te sacrifiques y pierdas. Donde hay algo que ganar, no hay ningún Dharma.
Siempre andamos a la greña debido a nuestras ilusiones. Con nosotros llevamos siempre una contradicción que no somos capaces de resolver. Y cualquier motivo puede hacer que esta contradicción estalle. En último término esto significa que no entendemos nuestra vida.
A los trece o catorce años empecé a atormentarme con mis penas personales y a los dieciséis el sufrimiento llegó a su punto álgido: “¿Cómo he de vivir? ¿Debo deshacerme de este cuerpo doliente? No, no es eso”. No me quedó otra que seguir mi camino con este cuerpo de pecado. Este cuerpo podría haberse convertido en un bandido capaz de apuñalar a su propio hermano. En vez de eso tomé la decisión de dedicarme al zazen. No es ninguna minucia. Esto no representa únicamente un beneficio para mí, sino también para los que me rodean.
Desesperar de la vida humana, dejar de ser humano, convertirse en Buda..., pero no es así de sencillo. Has de practicar como la persona que eres. No se trata de escapar del ciclo de la vida y la muerte. Esta vida y esta muerte son el escenario de tu práctica.
Pero no creas que practicas dentro de la vida y la muerte. Tu propia práctica es tu vida-y-muerte. Y la liberación consiste en la aceptación de esta vida-y-muerte, tal como es. Perderte en este mundo de la ilusión, en esta vida-y-muerte, es tu práctica. Todo lo que forma parte de él es parte de tu práctica, ya sea comer o hacer la contabilidad.
Todo es verdad. En el universo entero no hay nada que no sea la verdad. Todo predica esa verdad, las flores, los seres humanos, la luna, el agua. Si el mundo te parece un valle de lágrimas es porque lo contemplas sin adaptarte a su longitud de onda.
En el Dharma del Buda no se trata de conocer nada fuera de ti, se trata de conocerte a ti mismo. Si reflexionas en calma sobre ti mismo, comprobarás que no hay ahí ninguna sustancia que aprehender. En esta vida hay momentos en los que tu espíritu es uno con Buda y otros en los que es uno con los espíritus hambrientos, y aún otros en los que se lamenta de sus penas. Por eso es importante que adaptes tu longitud de onda a la del Buda. Has de pulir el espíritu que es uno con Buda hasta que resplandezca.
La gente piensa que hay entre ellos algunos que son los “malos”. Es un gran error. Quien es malo no lo es de forma fija e inamovible. Un simple movimiento de la mano puede hacer de ti un ladrón, pero también un ángel. Eso sucede muy rápidamente.
Hacia arriba o hacia abajo, depende de lo que hagas con tu palanca de mando: puedes orientarla hacia los Budas y Patriarcas, pero también puedes matar a alguien y orientarla así al infierno. O te dejas sencillamente llevar por tus impulsos, orientándola así hacia los espíritus hambrientos.
Tu eterna naturaleza de Buda ha tomado en algún momento el camino equivocado y, de repente, te das cuenta de que te falta algo: has caído en el camino de los espíritus hambrientos.
Quieres ganar dinero, quieres llevar una vida regalada, quieres hacer carrera. Eso representa desviarse del camino. En el Zen se trata de regresar a tu propio camino. ¡Acuérdate de tu propia naturaleza! Desde ese punto de vista te darás cuenta de que no naciste por ti mismo, ni de que no por respiras por ti mismo, y de que tampoco eres tú quien hace que te lata el corazón. “Hago sólo lo que me apetece”. No digas tonterías, los antiguos sabios nos enseñan que el universo no está separado de nosotros mismos.
Tu práctica diaria ha de consistir en ajustar tu actitud vital a la de los Budas y Patriarcas. Si tu orientación se ajusta de verdad a la del Buda, tú mismo serás Buda.
Si aceptas la enseñanza del Buda y con todo tu cuerpo te dejas llevar por los Budas y Patriarcas, tú mismo, tal cual eres, serás un patriarca budista.
Te dedicas afanosamente a tus estudios porque tienes una meta clara ante la vista. Además te motiva que otros vean tu éxito. Pero tan pronto alcanzas tu meta, te sobreviene de nuevo la melancolía. Aún hay algo que falta. Te reencontrarás con tu auténtico yo cuando rompas con este saco de carne maloliente y seas uno con el universo. Para ello lo que tienes que hacer es sentarte firmemente sobre tu culo. Cuando al fin te des cuenta de que eres uno con el universo y vivas tu vida cotidiana sobre la base de esta experiencia, entonces sentirás alegría, entonces experimentarás tu felicidad.
Permitís que esos sacos de carne jueguen con vosotros. En realidad esos sacos no están separados, sino que penetran libremente todo el universo. La cuestión para nosotros es ahora cómo trasladar esta vida cósmica a la vida diaria.
Poseer el espíritu de la fe significa tener el mismo nombre y la misma edad que Buda, comer la misma comida, tirarse los mismo pedos y vivir la misma vida. Zazen y la profunda reverencia en gasshô son lo que nos une directamente a Buda.
Es una lástima utilizar este cuerpo humano únicamente como tal. ¡Qué desperdicio si mueres con cincuenta, ochenta o cien años! En la Vía del Buda se trata de vivir la vida eterna de un Buda.
Tu cuerpo y tus fuerzas son limitados. En la Vía del Buda se trata de ir más allá de tus límites y consagrarte a lo ilimitado.
Practicar la Vía del Buda significa utilizar este cuerpo no sólo con sus limitaciones, vivir esta vida no sólo en su precariedad. Lo nuestro es la eternidad, no meramente una vida sana que alcance los ochenta años.
¿Cómo ha de vivir una persona? Tú no tienes ni idea. Tu esposa no tiene ni idea. Tus hijos no tienen ni idea. El mundo está lleno de gente que no tiene la menor idea de cómo debe vivir.
“¿No tienes suficiente para vivir? Muérete entonces”
. Cuando una vez le dije esto a una persona, puso cara de terror. ¿Vives para trabajar o trabajas para vivir? La mayoría de la gente parece pasar toda la vida preocupándose de procurarse el sustento. De esta manera vives tu vida a la defensiva, combatiendo en una guerra perdida. Cuando vives, vive para tu tareas y para esta tarea debes también comer.
Como persona también debes pensar en algún momento para qué vives realmente esta vida. ¿Por qué vives? ¿Tienes claro el sentido de esta vida y te alegras de haber nacido como persona?
Vivimos nuestra vida como niños que juegan al escondite: buscar, atrapar y ser atrapado. En nuestra búsqueda nos enredamos más y más en la maleza y, antes de que en medio de ese jaleo consigamos atrapar algo, nos encontramos ya en el ataúd.
Distingues entre lo que te gusta y lo que no te gusta. Persigues lo que te gusta y huyes de lo que no te gusta. Tu ilusión es como el juego del escondite. Vivir sereno e impertérrito equivale a poner fin a ese juego. Incluso en medio del dolor no debes esperar nada mejor. No trates de disminuir el dolor, huir de él o correr tras algo diferente. En eso consiste la auténtica serenidad.
Quien siempre quiere degustar nuevos manjares lo pasa mal cuando éstos le faltan. Hay quien quiere siempre disfrutar de la vida, pero en algún momento ese disfrute se esfumará. Halla la felicidad quien, nacido pobre, pasa por una dura escuela. Él comprende que la escasez no es necesariamente escasez y que la satisfacción no es necesariamente satisfacción. Es la persona corriente la que hace mucho teatro por nada. Constantemente da vueltas en círculo, corre tras lo que le gusta, huye de lo que le disgusta. La mayor felicidad consiste en meterse de lleno en lo que venga.
No hace falta que te pases la vida buscando
“paz de espíritu”
como si buscaras un agujero en el que esconderte. Si tu vida diaria consiste en preocuparte, entonces encuentras la paz de espíritu en medio de esas preocupaciones.
Tratar de obtener un
satori
personal, sólo para ti, es un gran error. Ni siquiera tu cuerpo te pertenece a ti solo. No vives separado de todo. El
satori
ha de ser una raíz que compartes con el cielo y la tierra.
satori
es un cuerpo que compartes con las diez mil cosas. De ahí que todo lo que posees individual y personalmente es una ilusión carente de valor, por mucho que tú lo valores.
Cuando llueve, llueve. Cuando hace viento, hace viento. ¿Quién sabe si eso es bueno o malo? Lanzas maldiciones. Sí, ¿y qué? Tu punto de partida ha de ser ese
“¿y qué?”
Forcejeamos y nos empeñamos en buscar algo en un mundo en el que no hay nada que encontrar…
Nos revolvemos como si tratáramos de zafarnos de algo y llamamos a esa agitación nuestras
“emociones”
. Deja de porfiar y hallarás la paz. Si no la encuentras es porque no paras de porfiar.
El mundo de las distinciones no es más que un Fata Morgana. Vivimos en este mundo como quien en sueños monta un gran teatro, sin darse cuenta de que está soñando.
Para la persona corriente no hay ninguna realidad. En medio de la realidad de todas las cosas ve sólo alucinaciones.
En el mundo no hay felicidad ni infelicidad. Es como si en sueños te enamoras o te separas de tu pareja. Cuando despiertas no hay nada de eso. Una figuración.
¿Por qué se presentan precisamente de esa manera los diez mil fenómenos de este mundo? Si te lo preguntas verás que no hay la menor razón. ¿Qué sentido tiene que cada uno de nosotros sea como es? ¡Absolutamente ninguno! Todo es como es, sin sentido ni finalidad.
La vida es la melodía de lo no nacido. No tiene ningún “sentido”. No digas que es “dulce” o “amarga”, “bella” o “ardua”. Lalalí, lalalá. No es tan complicado.
Mu”
no significa “nada”. Significa lo que los humanos no podemos imaginar.
“Del nacimiento hasta la muerte: sólo esto.
¡Esto!
”
Dijo el maestro Sekito Kisen.
Es irrelevante que te guste o que no te guste. Las cosas son como son. No hay lugar para preferencias. La maleza no se inquieta por nada, simplemente crece.