Read EL SEÑOR DEL TIEMPO: El Iniciado - TOMO I Online
Authors: Louise Cooper
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil
Tarod, Tarod, Tarod…
Una voz desconocida pronuncia este nombre martilleando sin cesar el cerebro del joven que no sabe cómo se llama ni por quién ha sido engendrado. El muchacho lo adopta como su nombre.
Tarod reside en un fastuoso castillo, situado en la Península de la Estrella, donde habitan los Sumos Sacerdotes de Aeoris, dios del Bien, dios del Orden, y es instruido en las artes arcanas, convirtiéndose en uno de los hechiceros de mayor rango. Es el
Iniciado
.
Pero un día la voz se materializa en una forma humana de espíritu demoníaco. Es Yandros, personificación del mal. Por él sabe el iniciado que ha sido designado para volver a introducir el Caos en el mundo.
Louise Cooper
El Iniciado
El señor del tiempo - Tomo I
ePUB v1.2
Mística26.07.12
Título original:
The Iniciate
Louise Cooper, 1985.
Traducción: J. Ferrer Aleu
Diseño/retoque portada: Mística
Editor original: Mística (v1.0 a v1.2)
ePub base v2.0
El signo de la Cruz del Sur lo inicio…
Cero, el Heróe, añadio leña al fuego…
Renacido estampó su sello.
Gracias, Tony y Geezer.
A lo largo de la Historia, las fuerzas gemelas de la Luz y las Tinieblas se manifestaron de muchas maneras diferentes: el Día y la Noche, el Bien y el Mal, el Orden y el Caos; y, en muchas de las antiguas religiones de nuestro mundo estuvieron personificadas en formas, a veces humanas, a veces no humanas, de deidades en guerra: Osiris y Set, Ahura-Mazda y Ahrimán, Marduc y Tiamat y muchos más. Cada personificación tiene sus seguidores, cada personificación es única; pero todas ellas toman su verdadera naturaleza de la misma fuente universal: las fuerzas eternamente conflictivas de una dualidad manifiesta.
Los Señores de estos reinos gemelos, sean cuales fueren los nombres bajo los cuales son adorados o vilipendiados, son dueños de las fuerzas de la Naturaleza; esas fuerzas que los humanos hemos llamado magia. Manipuladores del Tiempo y del Espacio, su influencia trasciende el mundo mortal, y su eterna lucha por la supremacía mantiene un equilibrio inestable en las muchas dimensiones que forman la estructura del Universo. Pero a veces, en cualquiera de estas dimensiones, la balanza se inclina demasiado hacia un lado y una fuerza triunfa y reina a expensas de la otra. Pero sin un adversario que la contrarreste, ninguna fuerza puede perpetuarse; la relación es simbiótica, y el Orden sin el Caos, o el Caos sin el Orden, conducen irremediablemente a la entropía.
En alguna parte, muy lejos de la Tierra conocida, existe un mundo donde la balanza se ha desequilibrado totalmente. Los Señores del Orden se alzaron con la victoria y desterraron todas las manifestaciones del Caos… o casi todas. Tal vez, en alguna parte, se conserva todavía un pequeño rescoldo; y si alguien lo encuentra y lo alimenta, llegará seguramente un día en que los Señores del Caos volverán, para desafiar de nuevo a su antiguo enemigo…
M
e queda poco tiempo para escribir este relato. Incluso mientras se seca la tinta en mi pergamino, siento que se aproxima el destino que se cierne sobre nosotros y, aunque no poseo la visión de un mago sé‚ que no confundo su causa ni su propósito. Es posible que nuestros días estén contados, pero como el más docto historiador de los Señores de la Península de la Estrella, es mi deber legar a la posteridad todo lo que pueda sobre los sucesos que ocasionaron nuestro final. No eludiré este deber, si los dioses del Caos me conceden un plazo suficiente.
El poder de este Castillo, durante tanto tiempo centro de las fuerzas que nuestros magos atrajeron a través de las puertas del propio Caos, se está derrumbando rápidamente. Cuando vuelva a salir la luna, veremos la horda en nuestro portal, vociferando por el triunfo de sus Señores y un certero instinto me dice que, antes de que asome el sol en el este, veremos la cara maldita de Aeoris y moriremos.
Hemos servido bien y fielmente al Caos durante generaciones; pero ahora ni siquiera estos siete grandes Señores pueden salvarnos, pues su poder se ha debilitado. Merced a la traición de aquellos a quienes gobernamos, el demonio Aeoris y sus seis hermanos han vuelto al mundo; el eterno enemigo, el Orden, ha desafiado al Caos y ha prevalecido. Nuestros dioses se están retirando y no pueden salvarnos. Hemos apelado a las más poderosas fuerzas ocultas que conoce nuestra raza, pero no pueden ayudarles. Y aunque tal vez podamos destruir uno, diez o cien enemigos mortales, somos impotentes contra el inmenso poder del Orden.
Y así nos prepararemos para abandonar este mundo y afrontar el destino que nos depare la vida futura. Los que vendrán, los ciegos partidarios del Orden, destruirán el arte y la sabiduría que hemos acumulado durante los muchos siglos de nuestro gobierno. Se regocijarán con la destrucción de nuestra hechicería, celebrarán la aniquilación de nuestros conocimientos. Morarán en nuestra fortaleza, se considerarán líderes y creerán que son nuestros iguales. Nosotros, que situamos orígenes por encima y más allá de su mortalidad, casi podríamos sentir compasión por la ignorancia y el miedo que acarrearán su ruina, con tanta seguridad como han ocasionado la nuestra. Pero no puede haber compasión para esos humanos traidores que han vuelto la espalda a los verdaderos caminos para seguir a falsos dioses. Habrá derramamiento de sangre; habrá terror; habrá muerte… Pero nuestra hechicería no puede hacer frente por sí sola a los Señores del Orden, invocados para que abandonen su largo destierro y desafíen al Caos. Prevalecerán; y nuestro tiempo habrá llegado a su fin.
Nuestros dioses se encaminan al exilio; nosotros vamos hacia la destrucción. Pero nos consuela la certidumbre de que el rígido y estancado reino del Orden no puede durar eternamente. Pasarán cinco generaciones o cinco mil, pero el círculo se cerrará una vez más. Nuestros dioses son pacientes, pero a su debido tiempo se lanzará el desafío. El Caos volverá.
Firmo este documento de mi puño y letra el día de nuestra caída: Savrinor, historiador.
Este manuscrito es uno de los pocos fragmentos que se salvaron de la purga realizada en el Castillo de la Península de la Estrella hace cinco años, después de la caída definitiva y la aniquilación de la raza a la que llamamos los Ancianos.
Los que, por la gracia de Aeoris, sobrevivimos a la guerra del Justo Castigo (como ha sido llamada) y desde entonces hemos vivido y prosperado en la misma sede del poder de los tiranos, tenemos conciencia de la gran responsabilidad que nos han atribuido los dioses, cuyas manos nos elevaron del reino de la esclavitud al del gobierno. Los males causados a nuestro pueblo por los Señores del Caos y los hechiceros que siguieron sus nefastas doctrinas son múltiples; ha habido sufrimiento, terror y opresión. Ahora es nuestro sagrado deber, en nombre de la Luz y la Cordura, bajo el brillante estandarte de Aeoris, enderezar nuestro mundo y borrar el nombre del Caos de todos los corazones y todas las mentes.
Con este fin, se ha celebrado el primer Gran Cónclave de los Tres en la Isla Blanca, en el mismo lugar donde el propio Aeoris tomó forma humana en respuesta a nuestras plegarias de salvación. Mientras caminó por nuestra tierra en carne mortal, el gran dios nos ordenó que gobernásemos con prudencia y defendiésemos sus leyes, y puso bajo nuestra custodia un cofre de oro que debía ser guardado cuidadosamente en la Isla. Si nuestra tierra vuelve a enfrentarse con el terrible peligro del Caos, debemos abrir el cofre y al hacerlo así, invocaremos de nuevo al gran Aeoris para que acuda a nuestro país.
Espero y ruego de todo corazón que ese día no llegue nunca. El Caos fue desterrado del mundo; nos incumbe la tarea de asegurarnos de que no volver jamás. Somos tres los encargados de atender a nuestro pueblo y traer de nuevo la Luz del Orden a esta tierra desgarrada. Yo doy humildemente gracias todos los días por el honor que se me confirió al designarme para formar parte del gran trío.
En el lejano sur, en su nuevo palacio de la Isla de Verano, mora nuestro Alto Margrave, a quien sean dados todo honor y toda gloria. Benetan Liss luchó al lado del propio Aeoris en nuestra última gran batalla y demostró ser un guerrero y un conquistador digno de convertirse en el primer gobernante del país. Él administrará la justicia debida a su pueblo y rezo para que sus descendientes continúen su noble linaje. Nuestra Señora Matriarca, Shammana Oskia Mantrel, es superiora de la recién instituida Hermandad de Aeoris, ese grupo de buenas y devotas mujeres que mantendrán la llama del amor de Aeoris eternamente encendida en nuestros corazones. Y yo, Simbrian Lowwe Tarkran, como primer Sumo Iniciado del Círculo, encargado por el propio Aeoris de limpiar todo rastro de hechicería en este Castillo y en el mundo, tengo conciencia, desde el amanecer hasta la noche, de la magnitud de mi tarea. Los Ancianos nos dejaron un legado de oscuridad y misterio. Hay que deshacer muchas cosas; sólo un tonto negaría que sus negras artes superaron incluso a las de nuestros más grandes Adeptos. Pero triunfaremos; sacamos la fuerza de la justicia y la sabiduría del Orden nos sostendrá en nuestra labor. El Círculo, pequeño pero creciente cuerpo de magos y filósofos del que estoy, creo que justamente, orgulloso, se ha comprometido a fomentar el conocimiento y la justicia en todas las cuestiones relacionadas con nuestra religión y nuestro credo. Mientras mantengamos las divinas leyes dictadas por Aeoris, los secuaces del Caos no volverán a poner los pies en esta tierra y la pesadilla del pasado será olvidada un día en la pureza y la paz del Orden.
El camino que se extiende ante nosotros es largo y arduo; nuestros logros son todavía relativamente pocos. Pero mis sueños están llenos de esperanza. El día ha amanecido al fin; el delito y la locura ya no forman parte de nuestras vidas y hemos salido a la luz desde las tinieblas de la esclavitud. La mano que registró y lamentó la muerte del Caos ha muerto también; nosotros vivimos, creceremos y prosperaremos. Y de ello daré eternamente gracias.
Escrito el primer día de primavera del quinto año de paz por Simbrian Lowwe Tarkran, primer Sumo Iniciado del Círculo por la gracia de Aeoris.
Pero el Caos volverá…
C
on el amanecer del primer día de primavera, mejoró el tiempo húmedo que habían padecido en la provincia de Wishet desde mediados del invierno. Hombres que se las daban de sabios y aseguraban que habían anunciado el cambio lo consideraron un buen augurio y, en la intimidad de sus hogares, los habitantes más piadosos de la provincia dieron gracias a Aeoris, el más grande de los Siete Dioses.
Siguiendo una tradición de siglos, todas las ciudades y los pueblos del país celebrarían ese día la llegada de la primavera. El pequeño distrito de Wishet, situado a unas siete millas tierra adentro de la capital de la provincia, Puerto de Verano se había preparado con mucha anticipación para las largas ceremonias. Como siempre, una nutrida procesión, presidida por el Margrave provincial, con un séquito de ancianos y dignatarios locales, desfilaría por la ciudad hasta el río, donde se realizaría el revestimiento ritual y la adoración de las estatuas en madera de los Siete Dioses. Los ritos del Día Primero del Trimestre podían ser presenciados por toda la población, desde los más encumbrados personajes hasta los más humildes vecinos, incluso por Estenya, una viuda pobre que vivía con su hijo ilegítimo en el barrio más mísero de la ciudad y dependía para su sustento de la reacia caridad de los miembros más afortunados de su clan.