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Authors: Nick Drake

Tags: #Histórico

El Reino de los Muertos (45 page)

Historiadores y arqueólogos de la Antigüedad nos han facilitado gran cantidad de información detallada sobre el Antiguo Egipto, y en particular sobre el Imperio Nuevo. Durante la Dinastía XVIII, Egipto constituía el imperio más poderoso, rico y sofisticado que el mundo antiguo había conocido. Se trataba de una sociedad muy compleja y organizada, que construyó monumentos asombrosos, creó arte, objetos y joyas hermosísimos, basó su preeminencia en la política del poder internacional y toleró una vida de lujo y riquezas para su élite, todo ello sobre las espaldas de una abundante mano de obra. Al otro lado de sus fronteras, gobernaba y administraba un inmenso territorio desde la tercera catarata, en lo que es ahora Sudán, hasta gran parte de Levante. Sus rutas comerciales de productos exóticos y mano de obra se extendían mucho más allá. Poseía un ejército avanzado, al mando del general Horemheb, y un sacerdocio extremadamente poderoso que administraba y recibía beneficios de inmensas tierras y propiedades, una administración pública compleja y algo parecido a una fuerza de policía nacional, los medjay.

En su origen, los medjay eran nubios nómadas. Durante el Imperio Medio, los antiguos egipcios valoraron su destreza en el combate, y los emplearon como rastreadores y soldados de infantería, además de utilizar su talento de exploradores para espiar a los extranjeros, sobre todo en las fronteras. Por suerte para nosotros, el Antiguo Egipto era una cultura burocrática, y todavía perdura un informe de esa época: «La patrulla enviada a explorar el borde del desierto […] ha regresado y me informa de lo siguiente: "Hemos encontrado el rastro de 32 hombres y 3 mulos"» (Kemp, 2006). Durante la Dinastía XVIII, el término
medjay
podía aplicarse con más amplitud para describir una especie de primitiva fuerza de policía urbana. Existen numerosos testimonios de corrupción y crimen durante el Imperio Nuevo, como en toda época y cultura, de modo que he extrapolado a partir de las pruebas disponibles una fuerza policial que funcionaba más o menos como las modernas, con una jerarquía codificada, una feroz independencia de otras formas de autoridad y, por supuesto, detectives de espíritu independiente, o «Buscadores de Misterio», de los cuales Rahotep es el mejor.

Todos los poderes terrenales, logros y triunfos del Imperio Nuevo fueron posibles gracias a las aguas vivificantes del Nilo, el Gran Río, que definía para los egipcios de la Antigüedad las «Dos Tierras»: la Negra, el fértil suelo de las tierras ribereñas, y la Roja, el en apariencia interminable desierto que los rodeaba, y que representaba las cosas que temían: la esterilidad, el caos y la muerte. El ciclo perpetuo del renacimiento diario del sol desde el este, la puesta del sol por el oeste, y el misterioso viaje nocturno del sol a través del peligroso territorio de la vida de ultratumba inspiraron su hermosa y compleja religión.

Sabemos que Tutankhamón heredó el trono cuando solo tenía ocho años. Sabemos que Ay, en esencia el regente, gobernó en su nombre. Y sabemos que Tutankhamón nació y creció en una época turbulenta. Heredó las dificultades de su reinado de su padre, Ajnatón. La introducción, o imposición, de la revolucionaria religión de Atón por parte de Ajnatón y Nefertiti, y la fundación de una nueva capital-templo en Ajtatón (hoy Amarna), habían creado una profunda crisis política y religiosa, que ya exploré en
El reino de las sombras
. Tras el final del reinado de Ajnatón, se restauró la antigua religión ortodoxa, mientras facciones poderosas luchaban por el poder y la influencia. Una clara indicación de la forma en que este contundente período de reforma afectó a Tutankhamón, así como la necesidad política de diferenciarse del reinado de su padre, fue que cambió su nombre de Tutanjatón («Imagen Viviente de Atón) y tomó el nombre de Amón, «el oculto», el dios todopoderoso cuyo complejo de templos de Karnak sigue siendo uno de los grandes monumentos del mundo antiguo.

Los antiguos egipcios temían el caos en grado sumo. Reconocían que sus fuerzas constituían una constante amenaza contra el orden natural y sobrenatural, y contra los valores de la belleza, la justicia y la verdad. La diosa Maat, que estaba plasmada como una mujer sentada con una pluma de avestruz, representaba el orden tanto en el nivel cósmico de las estaciones y las estrellas, como en el social de las relaciones entre los dioses, personificados en el rey, y los hombres. Una descripción gráfica de la sensación de caos que reinaba en el momento de la coronación de Tutankhamón se halla documentada en la Estela de la Restauración (una losa de piedra con inscripciones), que fue instalada en el complejo de Karnak durante los primeros años de su reinado. Su objetivo era, en parte, propaganda, por supuesto, pero su descripción del estado del mundo antes de la ascensión de Tutankhamón es de una intensidad increíble (un pasaje del texto forma el epígrafe de este libro). El deber del nuevo rey sería, como sucedió con todos los reyes antes que él, restaurar el
maat
en las Dos Tierras de Egipto. Tal como afirma la estela, «Ha expulsado el caos de todo el país… y todo el país ha vuelto a ser como era en la época de la Creación».

Los datos para una biografía de Tutankhamón son muy incompletos, y la mayoría de las referencias son interpretaciones basadas en fragmentos de pruebas muy ambiguas. Muchos misterios apasionantes continúan sin resolverse. ¿Cómo y por qué murió Tutankhamón tan joven? Recientes TAC de su momia han desautorizado la antigua teoría de que lo mató un golpe en la base del cráneo. Las nuevas pruebas científicas insinúan una pierna rota y septicemia. Si es así, ¿cómo ocurrió? ¿Se produjo un accidente? ¿O fue víctima de un siniestro crimen? Solo podemos hacer conjeturas acerca de por qué los preparativos del funeral fueron tan apresurados: las pinturas de la tumba toscas y sin terminar, los muebles funerarios elegidos al azar, las partes del sepulcro de oro dañadas cuando fueron ensambladas, y los dos fetos momificados sin identificar enterrados con él. ¿Por qué estaba el vino agriado, y por qué había tantos bastones en la tumba? ¿Cuál fue el papel de su esposa Anjesenamón, quien también era su hermanastra, e hija de la gran reina Nefertiti y Ajnatón? ¿En qué se basó Ay para reclamar el poder, y en qué circunstancias se convirtió en el siguiente rey? ¿Dónde estuvo la poderosa figura del general Horemheb durante todo ese tiempo oscuro y extraño?

El gran poeta Robert Graves escribió que sus novelas históricas eran intentos de resolver rompecabezas históricos crípticos. Deben de quedar pocos misterios históricos mayores que el de la vida y la muerte de Tutankhamón, y esta novela ha sido mi tentativa de desentrañarlo mediante la imaginación, un cuidadoso intento de ser lo más fiel posible a la historia, así como el deseo de plasmar vivos en su época a esos personajes muertos hace tanto tiempo, de ofrecer una solución al misterio del joven que durante un período tan breve sostuvo el báculo y el látigo del poder terrenal en sus manos, y que después se perdió para la historia hasta aquel día de 1922 en que se abrieron los sellos de su tumba.

Es famosa la respuesta de Howard Carter cuando le preguntaron si podía ver algo: «Sí… ¡Cosas maravillosas!». Todos cuantos han contemplado desde entonces la máscara mortuoria dorada de Tutankhamón recuerdan los ojos: compuestos de cuarzo y obsidiana, adornados con lapislázuli, dan la impresión de mirar a través y más allá de los simples mortales que pasan por delante, maravillados. Da la impresión de que contemplan la luz de la eternidad.

Agradecimientos

Durante la redacción de este libro me ayudó mucha gente:

Bill Scott-Kerr, Sarah Turner, Deborah Adams, Lucy Pinney y Matt Johnson, de Transworld, forman el equipo soñado de todo escritor. Gracias fervorosas por su paciencia, apoyo, grandes notas y entusiasmo.

Sin mi excepcional agente, Peter Straus, este libro no existiría. Quiero dar las gracias también a Stephen Edwards y Laurence Laluyaux, de Rogers, Coleridge y White. Muchas gracias asimismo a Julia Kreitman, de The Agency.

Carol Andrews, mi sabia experta en Egipto, compartió con generosidad sus notables conocimientos, examinó cada borrador y corrigió mis equivocaciones con gran firmeza. Debería decir, como es habitual, que cualquier error que haya quedado solo es responsabilidad mía.

Broo Doherty, David Lancaster, John Mole, Paul Rainbow, Robert Connolly, Iain Cox y Walter Donohue tuvieron la amabilidad de leer borradores de la novela, y sus respuestas perspicaces y precisas me guiaron hacia delante. Jackie Kay me dio apoyo y aliento constantes. La familia Dromgoole, Dom, Sasha y las gloriosas muchachas Siofra, Grainne y Cara, me inspiraron. Gracias de todo corazón a Edward Gonzales Gómez. Como dice una canción del Imperio Nuevo, «desde lo más hondo del corazón».

Me gustaría brindar con todos ellos con la gloriosa copa de alabastro de Tutankhamón, conocida como la «copa de los deseos», con su hermosa inscripción:

Vive tu
ka,

y que pases millones de años
,

amante de Tebas
,

con la cara vuelta hacia la fría brisa del norte
,

contemplando la felicidad
.

Notas

[1]
Aleación de oro y plata, similar al oro blanco de la actualidad. (N. del T.)
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