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Authors: Maj Sjöwall,Per Wahlöö

El policía que ríe (32 page)

— No soy el único que miente aquí —dijo Gunvald Larsson—. La decisión de matar a Göransson y al subinspector primero Stenström la tomó con semanas de antelación, ¿no es cierto?

— Sí.

— ¿Cómo sabía que Stenström era policía?

— Ya lo había estado observando antes, sin que Nisse se diera cuenta.

— ¿Y cómo sabía que trabajaba en solitario?

— Porque nadie le relevaba. Deduje que trabajaba por cuenta propia. Para hacer carrera.

Gunvald Larsson guardó silencio durante medio minuto.

— ¿Fue usted quien ordenó a Göransson no llevar ningún tipo de documentación encima?

— Sí, esa orden se la di ya la primera vez que me llamó.

— ¿Cómo aprendió a manejar las puertas del autobús?

— Me fijé en cómo lo hacían los conductores. Pero todo estuvo a punto de irse al carajo. Porque el autobús era de otra clase…

— ¿Dónde viajaba usted dentro del autobús? ¿Abajo o arriba?

— Arriba. Me quedé solo bastante pronto.

— ¿Y luego bajó la escalera con la metralleta preparada?

— Sí, la cubrí con mi propio cuerpo, para que Nisse y los demás que viajaban en la parte trasera del autobús no la vieran. Pero aún así uno tuvo tiempo de levantarse. Hay que estar preparado para esas cosas.

— ¿Y si se hubiera quedado encasquillada? En mis tiempos, pasaba a menudo con este tipo de trastos…

— Estaba seguro de que funcionaría. Conocía el arma y la había estado revisando a fondo antes de llevármela a la oficina.

— ¿Cuándo se llevó el arma a la oficina?

— Una semana antes.

— ¿Y no tuvo miedo de que alguien pudiera descubrirla?

— Nadie se atreve a meter la nariz en mis cajones —dijo Forsberg en tono autoritario—. Además, estaba envuelta.

— ¿Y dónde la había guardado hasta entonces?

— En una maleta cerrada con llave, en el desván. Junto con mis otros trofeos de guerra.

— ¿Cómo escapó del lugar tras acabar con la vida de aquella gente?

— Recorrí a pie Norra Sationsgatan, en dirección este, luego cogí un taxi en la terminal de Haga, recogí mi coche en la oficina y me volví a mi casa de Stocksund.

— Y durante el trayecto se deshizo de la metralleta—dijo Gunvald Larsson—. Pero puede usted estar tranquilo: la encontraremos.

Forsberg no respondió.

— ¿Y qué sintió usted? —volvió a preguntar Rönn sin alterarse—. Quiero decir, después de los disparos…

— Que actuaba en defensa propia y de mi familia, mi casa y mi empresa. ¿Se las ha visto usted alguna vez arma en mano, consciente de que en quince segundos tiene que precipitarse sobre una trinchera repleta de enemigos?

— No —respondió Rönn—. Nunca.

— ¡Pues entonces no entiende usted nada! —gritó Forsberg—. ¡No tiene ni siquiera derecho a hablar! ¿Cómo va a poder entenderme un idiota como usted?

— Esto no puede seguir —intervino el médico—. Hay que someterle a tratamiento.

Hizo sonar un timbre y entraron un par de enfermeros. Mientras sacaban la cama de la habitación, Forsberg no paraba de gritar. Rönn comenzó a recoger el magnetófono.

— Odio a ese desgraciado —dijo de repente Gunvald Larsson.

— ¿Cómo?

— Mira, voy a confesarte algo que nunca le he dicho a nadie —prosiguió Gunvald Larsson—. La mayor parte de la gente que tenemos ocasión de conocer en este oficio me da más bien pena. Son unos pobres diablos que preferirían no haber nacido. Si no se enteran de nada y la vida es una mierda, tampoco es culpa suya. Pero son precisamente los tipos como éste los que destruyen su existencia. Hijos de puta egoístas que sólo piensan en su dinero, en su casa, en su familia y en lo que ellos mismos denominan «su posición». Que creen que pueden disponer a su antojo de los demás simplemente porque da la casualidad de que están mejor situados. Hay un montón de tipos como éste, aunque la mayor parte no son tan tontos como para ir por ahí estrangulando a putas portuguesas. Y por eso nunca les pillamos. Sólo vemos a sus víctimas. Este caso es una excepción.

— Pues sí —dijo Rönn—. Puede que sea así.

Salieron de la habitación. Delante de una puerta situada en la otra punta del corredor había dos policías uniformados, con las piernas abiertas y los brazos cruzados.

— Anda, pero si sois vosotros —exclamó malhumorado Gunvald Larsson—. Claro. Este hospital está en Solna.

— Al final lo habéis pillado —dijo Kvant.

— Sí —dijo Kristiansson.

— Nosotros no —replicó Gunvald Larsson—. Stenström lo hizo prácticamente todo.

Una hora más tarde, Martin Beck y Kollberg estaban sentados bebiendo café en uno de los despachos de Kungholmsgatan.

— En realidad, fue Stenström quien resolvió el caso Teresa —dijo Martin Beck.

— Sí —dijo Kollberg—, pero de todos modos actuó de forma estúpida. Trabajar en solitario de esa manera, y sin dejar ni un solo papel. Es raro, pero siguió siendo un crío hasta el final.

Sonó el teléfono. Martin Beck respondió.

— Hola. Soy Månsson.

— ¿Se puede saber dónde andas?

— Aquí, en Västberga. Acabo de encontrar el papel.

— ¿Dónde?

— En el escritorio de Stenström. Bajo la placa para escribir.

Martin Beck no dijo nada.

— Pensaba que vosotros ya habíais registrado esto —dijo Månsson en tono de reproche—. Y…

— ¿Sí…?

— Que en la hoja hizo también un par de anotaciones a lápiz. En el margen superior derecho dice: «Debe restituirse a la carpeta del caso Teresa». Y abajo hay escrito un nombre: Björn Forsberg, seguido de un signo de interrogación. ¿Os dice algo?

Martin Beck no respondió. Se quedó sentado, con el auricular en la mano. Luego comenzó a reír.

— Muy bien —dijo Kollberg rebuscando en sus bolsillos—. El policía que ríe. Toma, tu propina.

Maj Sjöwall & Per Wahlöö

(Martin Beck 04) 

El Policía Que Ríe

Traducción de Martin Lexell y Manuel Abell

  Título original: Skrattande polisen

  © Maj Sjöwall y Per Wahlöö, 1968

  Publicado por acuerdo con Salomonsson Agency

  © Prólogo, Jonathan Franzen, 2009

  © Traducción, Martin Lexell y Manuel Abella, 2009

  © De esta edición, RBA Libros, S.A. 2009

  Santa Perpetua, 12 - 08012 Barcelona

  

[email protected] / www.rbalibros.com

  Primera edición: enero 2009

  Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

  Ref.: OAFI298

  ISBN: 978-84-9867-394-4

  Composición: Víctor Igual

  Impreso por Liberdúplex

  Depósito legal: B-271-2009

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