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Authors: Denise Dresser

Tags: #Ensayo

El país de uno (33 page)

PREPARACIÓN:

• En una mezcla políticamente explosiva combinar el Partido Verde Ecologista con la pena de muerte, añadiendo un poco de sal a través de los vales para medicinas y la promesa de computadoras. Dejar fuera del recipiente el hecho de que el Estado mexicano está comprometido a respetar el derecho a la vida, según lo establecido en la Constitución y una serie de tratados internacionales que ha ratificado y que son de cumplimiento obligatorio. Con un mazo, machacar la mezcla día y noche en la televisión. Incorporar, poco a poco, los peores prejuicios de los mexicanos para que se sumen a la idea de que el Estado debe mimetizar conductas criminales e instituir la venganza como punto de partida de la acción gubernamental. Untar la salida falsa de que la pena de muerte puede remediar la ineficacia del sistema de justicia. Finalmente, cortar en pedacitos la idea de que legalizar la pena de muerte no produce efectos disuasorios contra la delincuencia.

• Colocar esta mezcla en el horno de una elección en la cual cada cocinero viola la reglas de comportamiento en la cocina, mientras los administradores del lugar se pelean entre sí o actúan demasiado tarde para frenar el desorden. Mientras tanto, atar en nudos a los consejeros del Instituto Federal Electoral y a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con fallos inconsistentes, y colocar sus alitas detrás de la espalda. Aumentar la temperatura del horno a 24 millones de
spots
. Elaborar algunos
spots
en casa con actores contratados para ser la cara del
PVEM
aunque en realidad no crean en sus propuestas.

• Mientras se cuece la mezcla, elegir candidatos con la textura y el olor requeridos para la “telebancada”, cuidando la consanguineidad, la cercanía laboral, la lealtad, o el desempeño previo en alguna área relacionada con las telecomunicaciones. Incorporar a la receta a personas cercanas a Javier Tejado Dondé —asesor jurídico de Televisa— como Lorena Corona Valdez, que trabajó durante años en el área jurídica de Televisa. O Miguel Orozco, hermano del senador Verde, Javier Orozco, que trabajó en el área jurídica de la
CIRT
. O Rodrigo Perezalonso, otro personaje cercano a Tejado Dondé. O Roberto García Requena, ex empleado de Cofetel. O Mariana Ivette Ezeta que también trabajó en Televisa. O Juan Gerardo Flores que trabajó en Cofetel. O Ninfa Salinas Pliego, hija del dueño de TV Azteca. Ya con estos ingredientes en mano, proceder a batirlos en la licuadora, con la propuesta de la pena de muerte, para darle mayor consistencia.

PRESENTACIÓN:

Después de cada elección, remover del horno y presentar el platillo ante millones de votantes como el manjar más exquisito. Es fundamental usar el horario triple
AAA
de la televisión y contar con la debilidad del
IFE
y del Tribunal para su promoción y degustación. Como paso previo será necesario colocar la “telebancada” en una salsa de democracia disuelta y un sistema de partidos freído a mano. En contraste con otras recetas de la temporada —la del
PT
, el Panal, el
PSD
, o Convergencia— esta versión es capaz de conservar su sabor durante los próximos tres años. Gracias a su preparación rápida y sencilla, es uno de los platillos preferidos de los oligarcas. También es popular entre los defensores de la democracia “representativa” y el sistema de partidos en México, aunque algunos reconozcan —en privado, por supuesto— que la “telebancada” les produce dolor de estómago. Por eso es necesario servirla de inmediato. No vaya a ser que algún comensal descubra la podredumbre que la receta contiene.

Temerosos frente al poder de quienes construyen telebancadas, los políticos mexicanos responden con ofrendas para sus dioses. Con tal de aplacar al Chac de la radio y al Tlaloc de la televisión, Manlio Fabio Beltrones ofrece una iniciativa legislativa a los concesionarios para modificar el Artículo 16 de la Ley de Radio y Televisión. Ofrece un regalo para los concesionarios con la esperanza de que premien al
PRI
por regresarles el poder que habían perdido. Beltrones sabe que después de la aprobación de la reforma electoral que canceló negocios multimillonarios de propaganda a través de los partidos, los dioses del espectro radioeléctrico quedaron furiosos. Quedaron molestos. Quedaron resentidos. Tenían sed de venganza y desataron su ira contra Santiago Creel, uno de los principales artífices de la reforma. Al borrarlo y sin recibir una sanción mayor por ello, demostraron que no habían perdido la capacidad para mutilar a cualquier mortal. La eliminación mediática entraña la muerte política.

Y aunque Beltrones en algún momento apoyó aquella reforma cuyo objetivo era distanciarse de los dioses y quitarles parte de su poder, ahora busca acercarse a ellos. Ahora intenta llegar a acuerdos particulares, a negociaciones tribales, a una situación donde las deidades lo ayuden a conquistar ciudades enemigas y a establecer la hegemonía del
PRI
allí. Como guerrero profesional que es, Beltrones sabe que en la temporada electoral que se avecina, llegó la hora de hacer sacrificios aunque entierren el pacto establecido —a través de la reforma electoral— entre las fuerzas políticas del país. Llegó el momento de hacer las paces con los más fuertes, para que ayuden a los candidatos del
PRI
a posicionarse mediante las pantallas, y así, ganar curules y gubernaturas. Por ello propone una iniciativa legislativa para ofrecer una “prórroga” de las concesiones existentes por veinte años. Propone eliminar el prerrequisito de la licitación y suplantarlo con una supuesta “contraprestación”. Propone revivir pedazos de una ley fallida que el tribunal supremo declaró inconstitucional.

Lo hace porque puede. Lo hace porque Felipe Calderón no fue capaz de aprovechar el fallo —a favor de la competencia y en contra de los monopolios— que la Suprema Corte le proveyó. Ése era el momento para elaborar una nueva ley de medios y forjar el consenso para su aprobación. Ésa era la coyuntura para establecer los lineamientos de una legislación que limitara el poder de dioses sanguinarios. Pero al presidente le faltó audacia y le sobró cautela. Pensó que era más importante promover una reforma energética que una reforma mediática y por ello prefirió someterse otra vez a los designios de los dioses, en lugar de contener su poder. Con ello contribuyó a crear un vacío que ahora Beltrones —y lo peor del
PRI
que resucita consigo— logra llenar. Debido a la falta de visión de Felipe Calderón, sus enemigos actualmente son capaces de recrear las condiciones que él mismo padeció como candidato presidencial. Los dioses exigen sangre y todos los que quieren ganar su elección están dispuestos a vertirla. Con leyes “a modo”, con sacrificios humanos, con posturas que les ofrecen “certidumbre jurídica” a los concesionarios, pero ponen en peligro el interés público que la Corte intentó defender y ahora nadie enarbola.

El vacío y la indefinición que el Poder Ejecutivo generó, promueve la postración de la clase política entera. Como la reforma electoral no fue acompañada por una reforma mediática indispensable, el contexto se ha vuelto regresivo. Los dioses sobrevivieron el golpe, acallaron la insubordinación, sofocaron la rebelión partidista en su contra y se erigen con más poder que nunca. Desde la pantalla o desde la estación de radio lanzan mensajes fulminantes a cualquiera que ose cuestionarlos. Y en plena lucha electoral nadie quiere hacerlo. Al contrario; todos pelean para aparecer, para ser entrevistados, para ser promovidos. Felipe Calderón convocando a la batalla contra el crimen organizado. Marcelo Ebrard horneando galletas e inaugurando pistas de hielo con las cámaras y los micrófonos detrás. Enrique Peña Nieto paseando con “La Gaviota” y usando a la televisión para darle alas a su ambición presidencial. Todos ellos violando la letra y el espíritu de una reforma electoral que buscaba emancipar a los políticos, pero se quedó trunca y por ello no lo logra.

Como Manlio Fabio Beltrones comenzó con la política de ofrendas, otros políticos no han tenido más remedio que seguir su ejemplo. Todos saben que desde la era precolombina, los sacrificios humanos tenían la intención de ganar el favor de los dioses en el campo de batalla. Todos piensan que si se arrodillan a tiempo podrán —mediante la asistencia mediática— convertirse en guerreros nobles del Calmecac, con la capacidad de subyugar a sus adversarios y esclavizarlos. Todos suponen que al ofrecer iniciativas a la medida de los intereses divinos, las deidades intervendrán de su lado, arma en mano.

Lo que queda claro es que tanto los partidos como las autoridades electorales han contribuido a la construcción de la metralleta mediática. Allí está la ley de medios archivada. Allí está una situación sorprendente donde ya ni los partidos políticos defienden la reforma electoral, a raíz del chantaje renovado que han propiciado. Allí está un
IFE
que suele doblar las manos, cuya regulación se vuelve una simple exhortación. Allí están los consejeros refiriéndose al escándalo de la cortinilla del Súper Tazón como una simple “conducta atípica”; en ese caso lo único que la autoridad logró hacer fue publicar un desplegado que nadie leyó y rogar que los representantes de las televisoras asistieran a una “audiencia”. Allí están los consejeros aún debatiendo qué van a hacer para aplicar las normas abigarradas que los partidos crearon. La legislación es tan compleja y contiene tantas lagunas que ha entrampado a la autoridad electoral aún más.

Ante ello las televisoras al parecer han logrado su cometido: un buen acuerdo personal con cualquier político dispuesto a revertir la reforma electoral. Ahora arranca la carrera presidencial y muchos políticos buscarán protegerse de las ráfagas de un arma letal. Mimetizarán a Manlio Fabio Beltrones que, en aras de quedar bien, promete prorrogar concesiones a perpetuidad. Imitarán a Enrique Peña Nieto que, en busca de la candidatura presidencial, paga sumas multimillonarias para aparecer en la pantalla. Emularán a Marcelo Ebrard que, para posicionarse electoralmente, canaliza 90 por ciento de los recursos de comunicación del gobierno del
DF
a la televisión. Empezarán a discutir cómo echar abajo la reforma electoral, como ya lo hace Josefina Vázquez Mota con la bancada del
PAN
en la Cámara de Diputados. Nadie quiere ser el siguiente Santiago Creel, el próximo José Esteban Chidiac, el nuevo blanco de una metralleta que obliga a México a ser un país tan mal gobernado.

El resultado de todo esto es una democracia capturada, unos medios que coluden con el poder en vez de escrutarlo, un presidente acorralado, una clase política asustada y por ello constantemente subyugada por intereses creados. Y un replanteamiento regresivo del papel de las televisoras a partir de la reforma electoral que debería ser motivo de preocupación porque implica retroceder parte del camino andado y que tanto trabajo costó trazar. Todo lo que he descrito y todo lo que ha ocurrido desde el 2007 ha sepultado el deseo explícito —que animó a la reforma electoral— de regular mejor a los medios y reducir su poder de chantaje sobre la clase política. Ha llevado a la posposición indefinida de una nueva Ley de Radio y Televisión a pesar de que la Suprema Corte abrió la puerta para legislar de forma moderna en la materia. Ha implicado la claudicación del gobierno y de los partidos ante los intereses a los cuales se enfrentó en el 2007, y con los cuales hoy parecería que prefieren aliarse.

Ha implicado también el fortalecimiento de los poderes fácticos con los cuales la clase política pacta para gobernar. El espaldarazo a cambio del duopolio. El apoyo sin cuestionamientos a cambio de la continuidad sin competencia. La venta de conciencias periodísticas a cambio del negocio que las paga bien. Un México secuestrado a cambio de un espectro radioeléctrico que el Congreso no logra regular de manera eficaz. Una reforma electoral adulterada que todos tienen incentivos para violar. Y la construcción de una candidatura desde y para la televisión.

LA TELEVISIÓN Y SU MODELO BOMBÓN

El copete acicalado. La sonrisa diamantina. La novia famosa. El gobierno dadivoso. La publicidad omnipresente. La pantalla alquilada. La alianza del guapo y los corruptos. Los componentes centrales del modelo de competencia política que el
PRI
construye y con el cual logra ganar. Los ingredientes fundamentales de la estrategia que el
PRI
despliega y con la cual logra regresar. Una ecuación cuidada, perfectamente planeada:

cara bonita + dinero + televisoras + publicidad

+
PRI
dinosáurico = triunfo electoral.

Una fórmula concebida en el Estado de México y ahora instrumentada exitosamente a nivel nacional. Una fórmula patentada por los artífices de la “experiencia probada”, en busca de algo que puedan vender como “nueva actitud”. El modelo bombón. El modelo
golden boy
. El modelo Peña Nieto.

Con resultados a la vista y confirmados en elecciones recientes. Distrito tras distrito, presidencia municipal tras presidencia municipal, diputación tras diputación, estado tras estado. Corredores azules que se vuelven tricolores; bastiones panistas que pasan a manos priístas; territorios del
PAN
que dejan de serlo. El
PRI
, beneficiario del voto de castigo por una economía que no provee el empleo suficiente. El
PRI
, beneficiario de la inseguridad que la guerra calderonista no logra remediar. El
PRI
, beneficiario de un
PRD
que se devora a sí mismo y un
PAN
que se traiciona a sí mismo. Pero más importante aún, el
PRI
beneficiario de la mejor inversión que ha hecho en tiempos recientes: la campaña publicitaria permanente que lleva a miles de mujeres a exclamar —en mítines de campaña—. “Peña Nieto bombón, te quiero en mi colchón”.

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