El Congreso —tal y como funciona hoy— no representa los intereses de los mexicanos, sino los intereses de las élites partidistas. No entrega cuentas ni paga un precio por ello. No actúa de manera democrática, aunque se precia de hacerlo. En el mar de la democratización mexicana, los legisladores que no se enfrentan a la reelección son un archipiélago añejo. Para actualizarlo será necesario clamar: “Sufragio efectivo, reelección indispensable”.
Al no reconocer los vicios del sistema político actual, al ignorar las imperfecciones del “perro verde” muchos contribuyen a defender un sistema altamente imperfecto. Al no reconocer la opacidad con la cual los partidos se siguen comportando, muchos perpetúan la cleptocracia compartida. Al no reconocer la ausencia de mecanismos democráticos imprescindibles, muchos le dan palmadas en la espalda a una democracia incompleta. Una democracia poco representativa. Una democracia que con demasiada frecuencia termina capturada, precisamente porque no cuenta con el contrapeso de la ciudadanía.
¿Y a qué me refiero con eso? A la manera en la que una y otra vez el Congreso acaba aprobando iniciativas impulsadas por los intereses atrincherados. Como la supervivencia política no depende de la reelección en las urnas sino de la disciplina partidista o la buena relación con los poderes fácticos, demasiadas decisiones de política pública corren en sentido contrario al interés público. Sólo así se entiende la aprobación de la llamada ley Televisa en siete minutos, cero votos en contra, cero abstenciones por la Cámara de Diputados y de Senadores en el 2006.
Pocas cosas tan incómodas en la vida como estar de acuerdo con Manlio Fabio Beltrones, pero tenía razón cuando afirmó en el 2007 que —con la reforma electoral— la clase política se quitó una pistola de la sien. Una pistola peligrosa que los medios usaban para presionar, chantajear, acorralar. Una pistola cargada, con la cual subyugaban a políticos ávidos de aparecer en la televisión y obligados por el modelo de competencia electoral a centrar su campaña allí. Una pistola cada vez más dañina, cuya sola existencia evidenciaba el poder que ejercía el dinero en la política y cómo la había distorsionado.
Supuestamente el fin de la “spotización” pagada por los partidos a las televisoras entrañaría el fin del doblegamiento. Y traería consigo la posibilidad de transformar un sistema electoral que, en aras de promover la equidad, había producido el abuso. Más de 700 mil
spots
de campaña transmitidos en radio y television en la elección del 2006. Más de dos millones de horas de ataques y contra-ataques monitoreadas por el Instituto Federal Electoral. Más de dos mil millones de pesos desembolsados por los candidatos para mandar mensajes a través de los medios. Más de 280 mil
spots
, no reportados a la autoridad electoral y que nadie sabe quién pagó. Una crónica de caos, una historia de desorden, una larga lista de irregularidades pagada con el dinero de los contribuyentes. Una era de excesos que se había vuelto necesario trascender, y la nueva legislación —teóricamente— abría la oportunidad para hacerlo. Para limitar recursos, acortar campañas, reducir presupuestos, disminuir gastos y repensar la relación entre la política y los medios.
Marcha contra la “ley Televisa”.
Sin duda la reforma electoral de 2007 contiene diversos errores que hubiera sido importante corregir, y varias lagunas que hubiera sido indispensable llenar. Pero el retiro de un arma con la cual México se había acostumbrado a vivir junto a la sien fue un claro avance. Constituyó el primer paso en favor de un sistema menos caro y más representativo; menos sujeto a las presiones de la televisión y más dispuesto a regularla mejor. Había que destruir la pistola con una nueva ley de medios, y aprovechar la oportunidad que la Suprema Corte creó al declarar inconstitucional a la ley Televisa.
Pero como eso no ocurrió, hoy nos encontramos en una coyuntura crítica en la cual la reforma electoral comienza a ser cuestionada por sus propios artifices y se habla —en algunos partidos— de revertirla. ¿Por qué? La reforma electoral del 2007 actualmente está en jaque porque quien controla la pantalla de televisión puede todavía controlar los vericuetos del proceso político. Si antes de la reforma electoral las televisoras se habían vuelto una pistola en la sien de la clase política, ahora se han convertido en metralleta. Porque al no haber una Ley de Radio y Televisión y al no llenarse las lagunas y los huecos en la nueva legislación, los poderes fácticos que no fueron domesticados a tiempo, ahora regresan a la carga y con más fuerza.
Estamos presenciando el mismo poder de veto, la misma capacidad de presión, la misma postura del duopolio que busca preservar el modelo existente. El mismo desafío a la autoridad. El mismo reto al Estado. Reto reiterado con el ataque inmisericorde y tramposo a los artífices de la acción de inconstitucionalidad contra la ley Televisa. El ataque a los miembros de la Suprema Corte en el contexto del debate sobre esa ley. La denostación al senador Gustavo Madero cuando impulsaba la Ley del Mercado de Valores, que incluía elementos de regulación que no le gustaban al señor Salinas Pliego. El ataque tramposo a Isaac Saba por el supuesto monopolio de las medicinas, justo en el momento en el que buscaba asociarse con Telemundo para abrir una tercera cadena de televisión. La denostación al ex secretario de Hacienda Francisco Gil en el momento en el que se preparaba a multar al señor Salinas Pliego por las irregularidades cometidas con la transacción Unefon. La denostación a la reforma electoral y a quienes la han apoyado: les recuerdo la forma en la cual Santiago Creel —un senador de la República— fue borrado de la pantalla.
Noche tras noche, Televisa y TV Azteca se dedican a atacar, tergiversar, distorsionar. Noche tras noche los conductores destazan a sus críticos sin permitirles el derecho de réplica que cualquier persona linchada por los medios se merece. Noche tras noche la televisión evidencia los problemas que la aquejan y que la reforma electoral aprobada no logró encarar: la falta de pluralidad, la ausencia de debate, la editorialización que sustituye a la información, el uso de un bien público para la defensa de intereses privados, el uso de la pantalla para agredir a los enemigos y cohibirlos. El poder que las televisoras han acumulado y ahora desatan contra cualquiera que cuestiona la forma anti democrática como lo usan.
Santiago Creel “borrado” de la pantalla.
Recuerden la famosa cortinilla mostrada durante el Súper Tazón donde Televisa y TV Azteca, quisieron hacer explícita su posición en la correlación de fuerzas políticas y económicas del país. Y qué mensaje mandaron:
Que quede claro: estamos por encima de las instituciones representativas, de las autoridades electorales, del Congreso, del
IFE
, de la Secretaría de Gobernación, de la Constitución, del presidente mismo. Aunque ustedes no votaron por Emilio Azcárraga o Ricardo Salinas Pliego, ellos mandan. Aunque lamentamos interrumpir el Súper Tazón y el partido de futbol
soccer
, se ha vuelto imperativo hacerlo. Es importante que el país lo entienda; estamos dispuestos a poner en jaque a la democracia con el objetivo de proteger nuestros intereses, valiéndonos del púlpito más importante del país que es la pantalla de televisión.
Todos sabemos que las televisoras llegaron a un acuerdo con el
IFE
en el cual quedó establecido que no sería necesario interrumpir la programación de eventos deportivos y culturales para transmitir los
spots
de los partidos. El
IFE
no las obliga a transmitirlos de manera continua, como lo hicieron. Más aún, las televisoras diseminaron el argumento de la “saturación” de forma tramposa, sabiendo que en realidad se trataba de anuncios que se transmitirían a lo largo del país y durante cinco meses. Pero no les importó el Cofipe. No les importó el consenso al cual llegaron todas las fuerzas políticas del país en torno a la reforma electoral. Si desde hace años han estado por encima de la ley o la han doblado a conveniencia y sin sanción. A Televisa y TV Azteca no les importa respetar las reglas ni cumplir con las obligaciones marcadas por la Constitución. Exigen el apego estricto a la legalidad cuando de otros se trata, pero en su caso, defienden el derecho a la excepcionalidad. Vaya, ni que fueran una concesión pública. Cuentan con el privilegio de mandar.
El costo de la estrategia anti institucional para Televisa y TV Azteca es menor: si ya pudieron borrar a un senador y la multa sólo fue de 2 000 pesos o algo así; si ya pudieron tomar el cerro del Chiquihuite y devorar al Canal 40 sin problema. Como no se ha reformado la Ley de Radio y Televisión por el miedo que los legisladores les tienen, el gobierno actualmente no cuenta con instrumentos para sancionarlas de verdad. Como el Tribunal Federal Electoral y el
IFE
optan por no multar su comportamiento, las televisoras no lo cambian. Mientras tanto siguen haciendo lo que se les da la gana, como tantos otros poderes fácticos en este país. Si alguien intenta criticar su conducta, dirán que es una “venganza” de la clase política y quién sabe por qué se ha dado; repetirán que todos los problemas del país provienen de la partidocracia. Y bueno, por lo visto ya están pactando con Enrique Peña Nieto y con Manlio Fabio Beltrones para preservar sus privilegios.
Y qué decir sobre la construcción por parte de las televisoras de una “telebancada” propia dentro de la Cámara de Diputados, con ingredientes hechos en casa. Ahora el señor Azcárraga y el señor Salinas Pliego —o sus apoderados— no tienen que esforzarse para buscar un diputado desconocido que presente como suyas las iniciativas elaboradas en los despachos jurídicos de las televisoras. Ahora cuentan con diputados en el Congreso que trabajan directamente para ellos. Ahora Ricardo Salinas Pliego cuenta incluso con el apoyo de su propia hija para sacar iniciativas al gusto de la casa, como la siguiente receta lo comprueba:
R
ECETA PARA PREPARAR TELEBANCADAS AL GUSTO
En la tradición mexicana, y en la historia culinaria de la transición democrática, los partidos políticos y los poderes fácticos muchas vecen se sirven un solo plato. La combinación de partidos doblegados y televisoras agresivas ha producido platillos tan memorables como la ley Televisa, puesto sobre la mesa por primera vez en el 2006. Pero este manjar —que dejó un amargo sabor de boca— resultó difícil de preparar y llevó a una controversia constitucional, mediante la cual la Suprema Corte eliminó algunos de sus ingredientes. Ante ese problema, los “chefs” optaron por un nuevo enfoque: la preparación de una “telebancada” propia dentro de la Cámara de Diputados, con ingredientes hechos en casa. El objetivo es eliminar los preparativos complicados del platillo previo y de manera simple y sencilla, producir algo al gusto de los dueños del restaurante República Capturada.
Rinde para varios sexenios.
I
NGREDIENTES:
• 1 Partido Verde Ecologista Mexicano expulsado por la Unión de Partidos Ecologistas Europeos debido a su posición en favor de la pena de muerte.
• 1 actriz de mediana fama, dispuesta a ser la vocera de las propuestas del
PVEM
, aunque su familia haya sido acusada de provocar daño al medio ambiente.
• 1 actor elegido por Televisa mediante un
casting
, al cual se selecciona por su capacidad para vender un producto, aunque en realidad el actor en cuestión manifieste su desacuerdo con la pena de muerte y se pronuncie en favor de anular el voto, como lo declaró el actor Raúl Araiza.
• 1 Instituto Federal Electoral que no logra sancionar a tiempo al
PVEM
por la publicidad política disfrazada en revistas del corazón, ni le retira el registro ante las múltiples irregularidades cometidas a lo largo de su escandalosa historia.
• 1 Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial que con un fallo cuestionable, autoriza que el Partido Verde viole la ley electoral y permita a sus diputados presentar
spots
publicitarios encubiertos como “informes” de trabajo.
• 2 cadenas de televisión que buscan emprender una contra reforma electoral —entre otras iniciativas legislativas— mediante la construcción de una bancada “a modo” en el Congreso.
• 1 Partido Revolucionario Institucional que, en alianza con el
PVEM
, quiere establecer una posición mayoritaria en el Congreso, desde donde planear su regreso a Los Pinos, con el beneplácito de Televisa, TV Azteca, Enrique Peña Nieto y Mamá Gaviota.