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Authors: Lois Lowry

Tags: #Cienica ficción , Juvenil

El mensajero (15 page)

Giró el rostro en dirección al centro del Bosque, al lugar donde Mati y Nora estaban atrapados, y se esforzó en mirar más allá. Era lo único que podía hacer.

Capítulo 20

—¿Qué ves? —preguntó Mati con voz ronca.

Nora no contestó de inmediato. Tenía los ojos cerrados. Sus dedos se movían como en un sueño. La aguja entraba y salía, entraba y salía.

Él levantó la cabeza intentando ver, pero tenía los ojos hinchados y, cuando se enderezó, volvió a sangrarle la nariz. Así que se echó hacia atrás, gimiendo por el esfuerzo, y al hacerlo sintió que el cuerpo flácido del cachorro se deslizaba dentro de su camisa.

Mati jamás había sentido una tristeza tan inmensa. Su otro perro había muerto a edad avanzada, en paz y preparado. Pero Juguetón era sólo un cachorro, acababa de empezar la vida, y había sido tan vivaracho, tan curioso, tan retozón. Parecía imposible que se hubiera convertido en algo inerte en tan poco tiempo.

Pero era lo mismo que pasaba con todo, pensó. De ahí su tristeza: por Pueblo, que ya no era el lugar feliz que había sido; por Nora, que ya no era la joven fuerte y animosa de siempre. ¿Y Líder? Se preguntó qué le estaría pasando.

De repente, Nora pareció más espabilada. Musitó:

—Viene. Está cerca.

Mati oyó la voz detrás de él, al lado de su oído, porque estaba acurrucado junto a Nora. Pero al mismo tiempo parecía muy lejana, como si los separara una gran distancia.

* * *

La enredadera de su tobillo apretó aún más, mordiéndole la carne, andándole al suelo, enviando un nuevo brote hacia arriba. Otra salió serpenteando de los arbustos y se enroscó en su pie. Líder no lo notó. Estaba inmóvil, alerta. Tenía los ojos abiertos, pero ya no veía los árboles ponzoñosos que le rodeaban, las hojas infectas, ni el barro hediondo que pisaba. Miraba más allá y veía algo hermoso.

—Nora —dijo, aunque fue su mente la que habló, porque su voz humana era ya inaudible y su boca estaba dolorosamente hinchada por las llagas abiertas.

—Te necesitamos —contestó ella, y fue también su mente la que habló. Mati, a su lado, sólo escuchó el suave revoloteo de sus dedos sobre la tela.

En el lugar llamado Más Allá, la conciencia de Líder se encontró con la de Nora, y ambas se entrelazaron como volutas de humo, dándose la bienvenida.

—Estamos heridos —dijo ella—, y perdidos.

—Yo también estoy herido, y atrapado —contestó él.

Con el intercambio de palabras, se separaron peligrosamente. Líder notó en ese momento la enredadera. Su rodilla se dobló ante el repentino mordisco de un zarcillo de dientes como cuchillas. Trató de alcanzarlo, pero también sus manos estaban atrapadas.

Con tremendo esfuerzo, su conciencia tocó de nuevo la de Nora.

—Pide ayuda al chico —le dijo.

—¿A Mati?

—Sí. Aunque ése no es su nombre verdadero. Dile que necesitamos su don. Que nuestro mundo lo necesita.

Mati sintió que Nora se agitaba a su lado. La joven abrió los ojos. Él la observó mientras ella movía la lengua para humedecerse los labios llenos de ampollas. Cuando habló, lo hizo con voz tan débil que Mati no pudo descifrar sus palabras.

Con dificultad se inclinó hacia ella, hasta poner el oído junto a su boca.

—Necesitamos tu don —susurró.

Mati fue presa de la desesperación. Había seguido las instrucciones de Líder. No había derrochado el don. No había curado a su amigo, no había arreglado la pierna de Nora, ni siquiera había tratado de salvar a su propio perro. Y ahora era demasiado tarde. Su cuerpo estaba tan maltrecho que apenas podía moverlo. Era incapaz de levantar los brazos. ¿Cómo iba a poner las manos sobre nada? ¿Y, en cualquier caso, que pretendía ella que tocara? Todo estaba perdido.

Roto de dolor y desesperanza, se separó de ella y rodó por la manta hasta caer en el espeso fango maloliente. Con los brazos extendidos y las manos sobre la tierra, esperó la muerte.

Entonces notó que sus dedos empezaban a vibrar.

Capítulo 21

Se inició con la más delicada de las sensaciones. Muy diferente de las otras que atormentaban su cuerpo: el punzante dolor de sus brazos y sus manos, la casi insoportable ulceración de su boca reseca, el martilleo febril de su cabeza.

Esto era una susurrada insinuación del poder. Lo sintió en las puntas de los dedos, en las líneas y en las hendiduras de su piel. Pasó a través de sus manos mientras permanecía inmóvil sobre el fango.

Aunque se estremeció de dolor y de angustia, sintió que su sangre empezaba a calentarse y a circular. Se quedó quieto. En su interior el espeso líquido oscuro se deslizó sinuoso por sus venas. Penetró en su corazón y allí latió con fuerza, moviéndose con intención por el laberinto de los músculos, recogiendo la energía que llegaba débilmente a través de los pulmones colapsados. Sintió cómo surgía de sus arterias. Dentro de la sangre misma percibió cada una de las células y vio sus colores con la mente, y los prismas de sus moléculas, y todo estaba despierto, acumulando poder.

Sintió sus nervios, uno a uno, millones de ellos, cargados de la energía que esperaba ser liberada. Las fibras de sus músculos se tensaron.

Jadeando, Mati le pidió a su don que surgiera. No sabía cómo indicarle el camino. Se limitó a aferrarse a la tierra, sintiendo que el poder de sus manos penetraba, pulsante, en el mundo devastado. Fue consciente de pronto de que había sido elegido para esto.

Junto a él, Nora empezó a respirar con más facilidad. Lo que había estado cerca del coma se transformó en sueño.

No muy lejos, Líder intentó mover un pie y comprobó que estaba libre de la enredadera. Abrió los ojos.

En Pueblo se levantó una brisa. Entró por las ventanas de la casa donde Ramón vivía con su familia. El chico se sentó de golpe en la cama, después de pasar allí días enteros, y sintió que su fiebre bajaba.

El ciego percibió que la brisa entraba por las ventanas abiertas y levantaba un borde del tapiz de la pared. Palpó el tejido y encontró las puntadas tan lisas y suaves como de costumbre.

Mati gimió y se agarró al suelo con más fuerza. Toda su vida y su sangre y su aliento entraron en la tierra. Su mente y su espíritu se convirtieron en parte de ella. Se elevó. Flotó en el aire, ingrávido, contemplando su dolor y su afán humanos. Se entregó a sí mismo voluntariamente, se canjeó por todo aquello que amaba y valoraba, y se sintió libre.

* * *

Líder siguió caminando. Se enjugó la cara con las manos y notó que las lesiones se desvanecían, como borradas. Ahora distinguía con claridad el sendero, porque los matorrales se habían replegado, sus hojas brillaban con un verdor nuevo y se cuajaban de brotes. Una mariposa amarilla se posó en un arbusto, descansó un instante y levantó el vuelo. Cantos rodados bordeaban el sendero, y la luz del sol se filtraba entre las copas de los árboles. El aire era limpio, y pudo escuchar el rumor de un arroyo cercano.

* * *

Mati podía verlo y oírlo todo. Vio a Jean, al lado de su jardín, saludando alegremente a su padre; y vio a Mentor, encorvado de nuevo, y calvo, corresponder al saludo desde el sendero por el que se dirigía a la casa con un libro en la mano. Su cara volvía a tener la marca de nacimiento, y la poesía había vuelto a él. Mati le oyó recitar:

Hoy, por el camino que todos recorren,

te llevamos a hombros hasta tu morada,

y te haremos descender por el umbral

de una ciudad de quietud y calma.

Vio que los constructores de la muralla abandonaban su trabajo.

Oyó que los nuevos cantaban en sus propios idiomas, un centenar de lenguas distintas, y que todos se entendían. Vio que la mujer con cicatrices estaba de pie entre ellos, orgullosa, al lado de su hijo, y que la gente de Pueblo se reunía para escucharlos.

Vio el Bosque y comprendió lo que Veedor había querido decir. Era una ilusión. Era una maraña de miedos, engaños y oscuras luchas de poder que, mediante un disfraz, había estado a punto de acabar con todo. Ahora estaba desenredada, como una flor que se abre, rebosante de posibilidades.

A la deriva, oteó desde lo alto y vio que su propio ser se quedaba inmóvil. Que su respiración se hacía más lenta. Suspiró, se dejó llevar y se sintió en paz.

Vio que Nora se levantaba y que Líder se encontraba con ella.

* * *

Nora llevó un trapo al arroyo y lo mojó en él para lavar el rostro apacible de Mati. Líder le había dado la vuelta. Ella sollozó al mirarlo, pero se alegró de que sus terribles heridas hubieran desaparecido. Lavó sus brazos y sus manos. La piel estaba tersa, intacta, sin ninguna cicatriz.

—Le conocí cuando era un niño —dijo llorando—. Siempre tenía la cara sucia y el ánimo travieso —le acarició el pelo—. Se llamaba a sí mismo «el más feroz de los feroces».

Líder sonrió.

—Lo era. Pero ése no era su nombre verdadero.

Nora se enjugó los ojos.

—¡Deseaba tanto recibir su nombre verdadero al finalizar este viaje!

—Lo recibirá.

—Quería llamarse Mensajero —le confió Nora.

Líder negó con la cabeza.

—No. Ya ha habido otros mensajeros, y vendrán más —se agachó y puso la mano con solemnidad sobre la frente de Mati, por encima de los ojos cerrados—. Tu nombre verdadero es Sanador —dijo.

Un repentino susurro de los arbustos les sobresaltó.

—¿Qué es eso? —preguntó Nora alarmada. Al oír su voz, el cachorro, con el pelaje salpicado de ramitas, salió de su escondite—. ¡Es Juguetón! —Nora lo tomó en sus brazos y él le lamió la mano.

A su lado, Líder levantó con ternura los restos del muchacho y se preparó para llevarlo a casa. En la lejanía, se escuchó la cadencia del duelo.

LOIS LOWRY, nació en Hawaii el 20 de marzo de 1937 con el nombre de Lois Ann Hammersberg. Era la mediana de dos hermanos Helen y John. Su padre fue dentista del ejercito estadounidense, por lo que vivió en muchas lugares de EE.UU y en diferentes partes del mundo durante la Segunda Guerra Mundial. En 1962 Helen falleció, este hecho inspiró en cierto modo a Lois para escribir su primer libro y uno de los más conocidos
Un verano para morir
, publicado en 1977. Lois se casó a los 19 años con Donald Lowry y tuvieron cuatro hijos. Una de las aficciones de Lois era la fotografía, de modo que lo convirtió en profesión llegando a participar como periodista independiente en la revista Redbook, ahí llamó la atención de Houghton Mifflin, editor, que viendo la facilidad que Lois tenía para ver el mundo a través de los ojos de los niños la animó a editar alguno de sus libros.

Lois se convirtió en escritora infantil, comenzó a publicar a los cuarenta años y desde entonces ha escrito más de 30 libros para niños y publicó una autobiografía. Dos de sus obras han sido galardonados con el prestigioso premio Newbery:
Cuenta las estrellas
en 1990, y
El Dador
en 1993.

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