La Casita de Tanglewood
Atractiva residencia en venta
Tres dormitorios, dos salas,
cuarto de baño,
agua fría y caliente.
(
Contacto:
SRA. ABBOTT, en Abbott & Spicer,
Brummel Street, Londres EC4)
—Se traslada —dedujo el señor Snowdon.
—¡No le extrañe! —exclamó la señora Carter—. ¿Qué vida iba a llevar en Silverstream, después de esto?
—Me gustaría saber quién será la señora Abbott —dijo Vivian.
La señora Featherstone Hogg tiró ferozmente de la cancela.
—Diría que está cerrada. Seguro que está muerta de miedo.
Se quedaron todos mirando desde la cancela el sendero hasta la puerta de la casa. Vivian señaló unas huellas de ruedas en el blando terreno. Eran muy recientes.
—¿Quién habrá entrado hasta aquí en coche? —preguntó la señora Carter.
—Se habrá comprado uno —dijo el señor Bulmer.
—¿Barbara Buncle? —chilló la señora Carter, incrédula—. Esa mujer es más pobre que las ratas.
—¿De verdad? —dijo el señor Bulmer con sarcasmo—. ¿Está usted segura? Se habrá forrado con la primera novela, e incluso más con la nueva.
—¿Que se habrá forrado? ¿A costa de esa porquería? —inquirió la señora Featherstone Hogg poniendo el grito en el cielo.
—Sí, habrá ganado cientos de libras. Esas noveluchas se venden hoy como rosquillas —dijo el señor Bulmer con resentimiento.
El resentimiento del señor Bulmer se debía a que
Enrique IV,
ya acabado, estaba haciendo la ronda de las editoriales de Londres y, con el instinto infalible de una paloma mensajera, volvía al autor cada dos por tres.
—Bien, no tiene sentido quedarse aquí todo el día —dijo Vivian Greensleeves, enfadada.
Todos le dieron la razón. La señora Featherstone Hogg volvió a sacudir la verja sin mejores resultados.
—Entremos por mi jardín —propuso la señora Carter—; hay un agujero en la cerca… Sally entra y sale por ahí. Tengo que llamar para que vengan a arreglarlo enseguida, ahora que lo digo.
Era una idea excelente y todo el grupo dio media vuelta para ir detrás de ella.
En ese momento llegó otro coche, el Alvis del médico. Sarah también se había procurado un ejemplar de
Más poderosa es la pluma…
y había pasado la mañana leyéndolo; también había descubierto la identidad del autor. No dejó en paz a su marido hasta que cedió y la llevó en coche a la Casita de Tanglewood.
—La matarán —le dijo con preocupación exagerada.
El doctor John no creía que nadie fuera a matar a la señorita Buncle, pero le pareció bien acercarse a ver qué pasaba.
—¡Vaya, vaya! —exclamó Sarah al apearse del coche—, parece que esta mañana todo el mundo viene de visita a casa de John Smith.
—¿A quién se le iba a ocurrir que fuera Barbara Buncle? —replicó a voces la señorita Isabella Snowdon.
—Barbara me lo dijo hace meses —contestó Sarah, tan fresca.
—¿Le dijo que John Smith era ella?
—Sí, hace meses —repitió. «Aunque, desde luego, no lo creí», añadió para sus adentros.
Todos la miraron con verdadero pasmo. Tenían tanto que decir que no encontraban palabras para decir nada.
—En fin, ahora lo mismo da —dijo la señora Carter—. Vengan… por aquí… por mi jardín.
Siguieron a la señora Carter, pasaron por su cancela y tomaron el camino, bastante enlodado, por cierto, que llevaba hasta el agujero de la cerca. El doctor Walker y Sarah iban los últimos, separados de los demás. Estrictamente, no formaban parte del grupo, solo habían ido por si pasaba algo.
—¿Qué va a decirle, Agatha? —preguntó la señora Carter casi sin aliento.
—Me vendrá la inspiración, no se preocupe —contestó la señora Featherstone Hogg sin vacilar, mientras se colaba con cierta dificultad por el hueco de la cerca, detrás de la señorita Snowdon gorda.
Se dirigieron a la casa entre los arbustos, donde Barbara había encendido su
feu de joie
hacía unos meses
.
Los árboles ya tenían brotes nuevos y entre la hierba alta asomaban los primeros narcisos; pero el grupo no tenía ojos para los encantos de la primavera, iban todos a una, cada cual pensando en los desplantes y en las frases hirientes con que fustigarían a John Smith. No podían hacer nada, por supuesto, pero podían decir mucho.
Llegaron en silencio y se quedaron quietos en el césped, muy juntos. Observaron la casa y ésta les devolvió una mirada de postigos cerrados en todas las ventanas. Era la imagen viva de la desolación, como un nido abandonado.
Barbara Buncle se había ido.
— FIN —
D. E.
(Dorothy Emily)
Stevenson,
(Edimburgo, Escocia, 1892-1973), escribió unas cuarenta novelas románticas ligeras. Su padre, ingeniero electrónico, era primo hermano del escritor
Robert Louis Stevenson.
Fue educada en el hogar familiar por institutrices. Empezó a escribir a los ocho años, a escondidas, porque sus padres y las institutrices lo desaprobaban. Su padre no le permitió asistir a la universidad, temeroso de tener una mujer instruida en la familia. Stevenson se casó en 1916 con un capitán del 6º regimiento de Rifles Ghurkha.
[5]
Se refiere a la novela de Radclyffe Hall
The Well of Loneliness [El pozo de la soledad,
traducción al castellano de Montserrat Conill, Ultramar Editores], que causó gran escándalo en su época por tratar una relación lésbica.
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[8]
Según la leyenda, Roberto I de Escocia, tras ser derrotado por los ingleses en 1306, se ocultó en una cueva, donde vio a una araña tejer su tela en un hueco en principio muy grande para ella; ahí aprendió que debía perseverar en la independencia de Escocia y en su lucha contra Inglaterra.
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