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Authors: James Luceno

El laberinto del mal (26 page)

Dooku no pudo aguantar ni un segundo más.

—No, no, deteneos, basta —gritó, poniéndose en pie y entrando en el círculo de entrenamiento con los brazos abiertos. Cuando se aseguró de haber captado su atención, se giró hacia Grievous—. Esos movimientos te fueron útiles en Hypori contra Jedi como Daakman Barrek y Tarr Seir, pero te compadezco si tienes que enfrentarte contra cualquiera de los Maestros del Consejo. —Empuñó su elegante sable láser de empuñadura curva y dibujó una X en el aire, un florido makashi—. ¿Necesito demostrarte qué respuesta puedes esperar de Cin Drallig u Obi-Wan Kenobi? ¿De Mace Windu o. que las estrellas te ayuden, de Yoda?

Movió rápidamente la hoja, desarmando a dos de los guardias, y situó la resplandeciente punta a un milímetro de la placa que cubría el rostro de Grievous.

—Sutileza. Astucia. Economía. Si no es así, amigo mío, me temo que terminarás más allá de cualquier posible reparación, incluso aunque sea geonosiana. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Las pupilas verticales de los ojos de Grievous parecían insondables. Asintió con la cabeza.

—Lo entiendo, mi señor.

Dooku desactivó su sable.

—Entonces, vuelve a empezar. Con un poco más de refinamiento, si no es pedir demasiado.

Dooku se sentó y los vio repetir el duelo desde el principio.

Es inútil
, pensó.

Pero sabía que, en parte, era culpa suya. Con Grievous había cometido el mismo error que con Ventress, permitiéndole acumular odio, como si el odio fuera un buen sustituto de la falta de pasión. Hasta los que más odian pueden ser derrotados. Hasta los que más se enfadan. No debería existir emoción en el acto de matar, sólo en el acto en sí. Debió ayudar a Ventress para que se librara de su ego, pero permitió que su pasión creciera. Una vez, Sidious le confesó que había cometido un error semejante al entrenar a Darth Maul. A Ventress y Maul les motivaba el ardiente deseo de ser mejores, de ser el mejor, en lugar de contentarse con ser un puro instrumento del Lado Oscuro.

El Jedi sabía una cosa acerca de la Fuerza: que hasta el mejor de todos ellos era únicamente un instrumento.

La preocupación de Dooku aumentó.

¿Estaría pensando Sidious lo mismo de él? Pensaría:
Fallé
con el pobre Dooku. Patética criatura...

Era muy posible, considerando lo mal que salió todo en Naos III. Pocos días estándar antes, Dooku había enviado a Sidious una transmisión codificada que era a la vez una explicación y una disculpa, y todavía no tenía respuesta.

Vio cómo Grievous desarmaba a dos MagnoGuardias.

De hecho,
todo
Grievous era un instrumento.

¿Y Dooku? ¿Qué era el Conde Dooku de Serenno?

Desvió la mirada hacia la mesa del holoproyector un momento antes de que una holoimagen azul de Sidious apareciera sobre ella.

Ha llegado mi hora
, se dijo, mientras se centraba orgullosamente en la parrilla de transmisión. Grievous se situó tras él con una rodilla hincada en tierra y la cabeza agachada.

—Mi señor —saludó, haciendo una ligera reverencia—. Le estaba esperando.

—Ciertos asuntos requieren mi atención inmediata, Lord Tyranus.

—A causa, sin duda, de mi fracaso en Naos III. Mis enviados tuvieron mil oportunidades para matar a Kenobi, Skywalker y la piloto twi'leko. En cambio, intentaron capturarlos para chantajearme con ellos, así como para aumentar su reputación.

Sidious hizo un gesto displicente.

—Ese es el estilo de los cazadores de recompensas. Debí haberlo previsto. Dooku pestañeó. ¿Sidious estaba admitiendo que hasta él podía fracasar? ¿Estaba retorciéndose el labio superior de Sidious o sólo era una distorsión de la imagen por culpa de la estática de la transmisión?

—La Fuerza es grande en Skywalker —añadió Sidious.

—Sí, mi señor. Muy fuerte. La próxima vez me encargaré personalmente del Jedi.

—Ese momento se acerca, Lord Tyranus. Pero, primero, necesitamos proporcionar a los Jedi algo que distraiga su atención de mi persona.

El labio superior de Sidious se retorcía. Definitivamente. ¿De preocupación? ¿Estaba preocupado aquel que siempre aseguraba que todo se desarrollaba tal y como lo había planeado?

—¿Qué ha sucedido, mi señor?

—La información de la twi'leko los ha llevado hasta el lugar de nuestras citas en Coruscant —confesó Sidious con tono tenso.

Dooku quedó aturdido.

—¿Estáis en peligro?

—Creen haber encontrado el olor de mi rastro, Lord Tyranus... Y quizá lo tengan.

—¿Puede abandonar Coruscant, mi señor?

Sidious lo miró fijamente, pese a los pársecs que los separaban.

—¿Abandonar Coruscant?

—Por un tiempo, mi señor. Seguro que podemos encontrar alguna forma de...

—Quizá. Lord Tyranus. Quizá.

—Si no puede, yo acudiré a su lado.

Sidious agitó la cabeza.

—No será necesario. Te dije que su investigación nos beneficiaría antes de que pasara mucho tiempo. Y gracias a ti, estoy empezando a ver cómo.

—¿Cuáles son vuestras órdenes, Maestro? —preguntó Grievous detrás de Dooku.

Sidious se volvió ligeramente hacia Grievous, pero siguió hablando con Dooku.

—Los Jedi han dividido sus fuerzas, y nosotros debemos hacer lo mismo. Yo me encargaré de los que se queden aquí, en Coruscant. Necesito que tú te encargues del resto.

—Mi flota está preparada, Maestro —dijo Grievous, sin levantar su mirada de la parrilla.

—¿Sigue la República controlando tus transmisiones? —preguntó Sidious al general.

—Sí, Maestro.

—¿Y puedes dividir la flota... de forma juiciosa?

—Puedo. Maestro.

—Bien, bien. Entonces llévate las naves necesarias para aplastar y ocupar Tythe.

Dooku se sintió aturdido de nuevo. Grievous también.

—¿Es un movimiento inteligente después de lo que pasó en Belderone, Maestro? —preguntó el general con todo el tacto de que era capaz. Sidious hizo una ligera mueca.

—Más que inteligente, general. Inspirado.

—Pero, mi señor, Tythe... —insistió Dooku con el mismo tacto—. No es un mundo, es un cadáver.

—Tiene cierto valor estratégico, ¿verdad, general?

—Es un punto de salto. Maestro. Pero un premio dudoso, habiendo presas mejores.

—Puede que nos salga muy caro, mi señor. La República lo arrasará —añadió Dooku.

—No si los Jedi están convencidos de que deben recuperarlo en vez de destruirlo.

La confusión arrugó la frente de Dooku.

—¿Y cómo los convenceremos?

—No tendremos que hacerlo, Lord Tyranus. Su propia investigación los llevará inevitablemente a esa conclusión. Es más, Kenobi y Skywalker dirigirán el contraataque.

—¿Está seguro, mi señor?

—No querrán desaprovechar una oportunidad de capturar al Conde Dooku.

Dooku vio que la cabeza de plastiarmadura de Grievous se alzaba por la sorpresa.

—¿Qué le hace creer que, a estas alturas, la República no preferirá simplemente borrarme del mapa?

—Los Jedi son predecibles, Lord Tyranus, no necesito recordártelo. Fíjate en lo mucho que se arriesgaron en Cato Neimoidia para capturar al virrey Gunray. Están obsesionados con llevar a sus enemigos ante la justicia, en vez de administrar la justicia con sus propias manos.

—Es su forma de hacer las cosas.

—Entonces, ¿no te importa servir de cebo para atraerlos?

Dooku hizo una inclinación de cabeza.

—Estoy a su disposición, mi señor. Como siempre.

Sidious sonrió abiertamente una vez más.

—Retén a Kenobi y a Skywalker, Lord Tyranus. Entreténlos. Juega con sus debilidades. Demuéstrales tu maestría, como ya has hecho en otras ocasiones.

Grievous hizo un sonido significativo.

—Haré lo mismo con sus naves de guerra, Maestro.

—No, general —cortó Sidious—. Tengo otra cosa en mente para el resto de la flota y para ti. Dime, ¿puedes librarte de tus... "invitados" y dejarlos en lugar seguro durante un tiempo?

—Estoy pensando en el planeta Utapau, Lord Sidious.

—Lo dejo en tus manos.

—¿Y cuando lo haya hecho, Maestro?

—General, estoy seguro de que recordarás los planes que discutimos hace tiempo respecto al momento final de esta guerra.

—¿Y respecto a Coruscant?

—Y respecto a Coruscant, sí —Sidious hizo una pausa, y añadió—: Debemos acelerar esos planes. Prepárate, general, tu mejor momento está a punto de llegar.

33


F
a'ale está recuperándose —anunció Anakin mientras se acercaba a Obi-Wan—. Dos días más en el tanque bacta y caminará por su propio pie. Aunque dice estar harta de Naos 111. Puede que hasta se quede aquí, en Belderone.

Obi-Wan lo miró de soslayo.

—Tu relación con las hembras es muy interesante. Cuanto más en peligro se encuentran, más te preocupas por ellas. Y cuanto más te preocupas por ellas, más se preocupan ellas por ti.

—¿En qué basas exactamente todo eso? —preguntó Anakin frunciendo el ceño.

Obi-Wan miró a lo lejos.

—Chismes de la HoloRed.

Anakin se colocó deliberadamente frente a Obi-Wan para atraer su atención.

—Algo va mal. ¿Qué es?

—No volvemos a Coruscant —respondió Obi-Wan con un suspiro.

Estaban en la sala de visitas de la MedStar más grande de las muchas que orbitaban en torno a Belderone. Llevaban cuatro días estándar esperando instrucciones del Consejo Jedi, aprovechado el tiempo para seguir los progresos de Fa'ale. Y la tensión de tanta inactividad empezaba a pasarles factura.

Anakin miró fijamente a Obi-Wan.

—Escúchame antes de que alcances la masa crítica. Mace y Shaak Ti han podido localizar el edificio de Los Talleres. No te extrañes; resulta que es el mismo en el que Quinlan Vos se entrevistó el año pasado con Dooku. Una vez dentro, el equipo de Mace descubrió más de lo que esperábamos... El rastro de una reciente visita de Dooku y de la persona que fue a ver a Coruscant.

—¿Sidious?

—Probablemente. Aunque no lo sea, es muy posible que Dooku tenga otros aliados en Coruscant. Y si los descubrimos a ellos, podremos terminar descubriendo a Sidious. Además, ha surgido a la luz otra prueba. Inteligencia ha averiguado que el edificio perteneció a una corporación llamada LiMerge Power, que se cree estuvo involucrada en la fabricación y distribución de armas prohibidas durante el mandato de Finis Valorum como Canciller Supremo. En aquel momento se rumoreó que LiMerge era responsable de actos de piratería contra las naves de la Federación de Comercio en el Borde Exterior. Y fue gracias a esos actos de piratería que la Federación de Comercio consiguió permiso para defender sus naves con droides de combate.

—¿Estás diciendo que LiMerge pudo estar aliada con los Sith desde el principio?

—¿Por qué no? En Naboo, la Federación de Comercio estaba aliada con Sidious. La Confederación entera está ahora aliada con él.

Anakin se encogió de hombros con impaciencia.

—Sigo sin entender por qué nos impide todo eso volver a Coruscant.

—Acaban de informarme que los separatistas han atacado una guarnición de la República con base en Tythe, y después han ocupado el planeta.

—¿A quién le importa...? Quiero decir, lo siento por los soldados que podamos haber perdido, pero Tythe es un erial.

—Exactamente —corroboró Obi-Wan—. Pero antes de que se convirtiera en un erial era la sede principal de LiMerge Power.

Anakin meditó un momento en aquella información.

—¿Otro intento de Sidious por borrar el rastro que hemos estado siguiendo?

Obi-Wan se frotó la barbilla.

—El Consejo ha conseguido convencer a Palpatine de la necesidad de recuperar Tythe y ha autorizado el desvío de un escuadrón entero de combate. Parece que el Canciller está dispuesto a seguir el consejo del Maestro Yoda y quiere que nos concentremos en desmantelar la mente rectora de la Confederación.

—¿Y Grievous está en Tythe?

Obi-Wan sonrió ampliamente.

—Mejor todavía, Dooku está allí.

Anakin le dio la espalda a Obi-Wan. Su rostro estaba rojo cuando giró sobre sí mismo para continuar la conversación.

—No me basta.

—¿Qué no te basta?

—Nosotros comenzamos la búsqueda de Sidious. Nosotros descubrimos las primeras pistas. Si ahora creen que está en Coruscant, somos nosotros los que deberíamos ir hasta allí para capturarlo.

—Mace y Shaak Ti son más que capaces... suponiendo que Sidious siga en Coruscant.

Anakin agitó la cabeza.

—No es tan fácil como... Nosotros podríamos hacerlo. ¡Sidious es un Señor Sith!

Obi-Wan hizo una pausa para tomar aliento antes de responder.

—Si no recuerdo mal, no nos fue tan bien contra Dooku.

—¡Pero todo ha cambiado desde entonces! —exclamó Anakin, enfadándose cada vez más—. Soy más fuerte de lo que era. Tú eres más fuerte. Juntos podremos derrotar a cualquier Sith.

—Anakin, ¿esto es realmente por la captura de Sidious?

—Claro que sí. Nos merecemos ese honor.

—¿Honor? Para empezar, ¿desde cuándo esta guerra se ha convenido en un concurso de honores? Si estás pensando que la captura de Sidious te hará ganar un lugar en el Consejo...

—¡No me importa el Consejo! Te estoy diciendo que necesitamos volver a Coruscant. La gente cuenta con nosotros.

—¿Qué gente?

—La... bueno, la gente de Coruscant.

Obi-Wan aspiró lentamente.

—¿Por qué no me lo creo?

—No lo sé, Maestro. ¿Por qué no me lo explicas tú?

Obi-Wan entrecerró los ojos.

—No conviertas esto en un juego dialéctico. Me estás ocultando algo. ¿No habrás tenido alguna visión que yo debería conocer?

Anakin iba a contestar, pero fuera cual fuese su respuesta, pareció arrepentirse y volvió a empezar.

—La verdad es que... quiero volver a casa. Hemos estado lejos más tiempo que cualquiera, sea soldado o Jedi.

—Suele pasar cuando eres tan bueno en tu trabajo —replicó Obi-Wan, intentando animar a su amigo.

—Estoy cansado, Maestro. Quiero volver a casa.

Obi-Wan lo estudió detenidamente.

—¿Tanto añoras el Templo? ¿La comida? ¿Las luces de Coruscant?

—Sí.

—¿Sí a qué?

—A todo.

—Entonces, tus protestas no tienen nada que ver con capturar a Sidious.

—No. Ellos se encargarán de eso.

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