Annika iba anotando mientras Patrik enumeraba las tareas que deberían abordar. Antes de dirigirse a Annika, reflexionó unos segundos, transcurridos los cuales le dijo:
—También debemos encargarnos de informar a la familia. Y averiguar si la gente observó algo raro ayer por la noche. —Volvió a guardar silencio, antes de añadir, en un tono grave—:
Cuando esto se sepa, y no tardará más de un par de horas, se organizará un buen caos. Esta noticia tendrá repercusión a escala nacional, y debemos contar con que estaremos prácticamente sitiados todo el tiempo que dure la investigación. Así que tened cuidado de con quién habláis y lo que decís. No quiero que circule por ahí un montón de información que yo... —Aquí dudó un segundo y añadió enseguida—: ... que Mellberg y yo no hayamos sancionado.
Para ser sincero, sólo le preocupaba lo que Mellberg pudiera ir diciendo por ahí. A su jefe le encantaba estar en el candelero, y un periodista que supiera darle coba podría sonsacarle, en principio, toda la información que tenían del caso. Sin embargo, nada podía hacer él al respecto. Mellberg era el jefe de la comisaría, al menos nominalmente, y Patrik carecía de autoridad para ponerle una mordaza. Sencillamente, tendría que cruzar los dedos y confiar en que Mellberg tuviese un ápice de sentido común. Aunque, desde luego, no apostaría un céntimo por ello.
—Haremos lo siguiente. Yo iré a hablar con el jefe de producción... —Tamborileó con los dedos mientras hacía memoria para recordar el nombre.
—Rehn, Fredrik Rehn —intervino Mellberg, a lo que Patrik, sorprendido, le dio las gracias con un gesto. Era tan insólito que Mellberg aportase algún tipo de información relevante...
—Exacto, Fredrik Rehn —repitió Patrik—. Martin y Hanna, vosotros escribiréis un informe de lo que presenciasteis ayer por la noche. Y Gösta... —Patrik buscaba febrilmente algo de provecho que encomendarle a Gösta, hasta que se le ocurrió una tarea—. Gösta, tú intenta averiguar más cosas sobre los propietarios de la casa a la que pertenece el contenedor. En realidad, no creo que exista ningún vínculo, pero nunca se sabe.
Gösta asintió con gesto cansino. Una misión concreta... Se le hacía pesada aun antes de comenzar.
—Muy bien —dijo Patrik dando una palmada, señal de que daba por concluida la reunión—. Tenemos trabajo.
Todos murmuraron algo a modo de respuesta y se fueron levantando. Patrik los observó mientras salían de la sala. Se preguntaba si eran conscientes de que las fuerzas de la naturaleza se desatarían sobre ellos en breve. Dentro de muy poco tiempo, los focos de toda Suecia apuntarían a Tanumshede. Tendrían que acostumbrarse a ver el nombre de su pueblo en las primeras páginas de todos los periódicos, de eso estaba seguro.
—¡Joder, esto va a ser fantástico! Huele a éxito a cien kilómetros.
En el reducido espacio del autobús del estudio, Fredrik Rehn le dio al técnico una contundente palmada en la espalda. Habían revisado el material del día anterior y ya habían empezado a hacer los cortes. A Fredrik le gustó lo que había visto, pero incluso lo bueno podía mejorarse.
—¿Podríamos añadir más abucheos mientras canta Tina? En la cinta resultan muy pocos y, bueno, teniendo en cuenta lo mal que lo hizo, merece algo más de presión.
Se echó a reír mientras el técnico asentía entusiasmado. Más abucheos, por supuesto, eso no suponía ningún problema. Si añadía un poco de sonido en varios canales, sonaría como si todos y cada uno de los asistentes al espectáculo se hubiesen pasado el rato abucheando a Tina.
—Este grupo es una gozada —se congratuló Fredrik. Se retrepó y cruzó las piernas—. Son tan absolutamente imbéciles... pero claro, ni ellos mismos son conscientes. Tina, por ejemplo, se ha creído de verdad que va a convertirse en una cantante de éxito, ¡y resulta que no atina con una sola nota! Estuve hablando con el productor de su single y me dijo que fue una pesadilla conseguir que sonara medio fumable siquiera. Me dijo que desafinaba tanto que estuvo a punto de reventar los altavoces. —Fredrik se rió complacido y se inclinó sobre la mesa de mezclas que tenían delante, llena de botones y de reguladores. Giró el que ponía «volumen»—. ¡Escucha esto! Qué sentido del humor, ¿no? —Fredrik lloraba de risa, y el técnico no pudo evitar reírse también al oír la versión de su canción,
I Want to Be Your Little Bunny,
que podría convertirla en presidenta de la República de los Inútiles Musicales. No era de extrañar que el jurado de
Idol
la hubiese condenado.
Unos toquecitos resueltos en la puerta vinieron a interrumpir sus risas.
—Entra —gritó Fredrik desde dentro dándose la vuelta para ver quién era, pero no reconoció al hombre que abrió la puerta—. Ajá... ¿qué puedo hacer por usted? —preguntó con una desagradable sensación en el estómago, provocada por la placa que acababan de mostrarle. Aquello no podía traer nada bueno. O quizá sí, dependiendo de lo que hubiera pasado y de lo televisivo que fuera—. ¿Qué lío han organizado ahora los muchachos? —preguntó con una risita al tiempo que se ponía de pie para ir a saludar.
El policía entró y, con cierta dificultad, encontró un lugar donde sentarse entre los montones de cables y conexiones. Con mirada curiosa, echó un vistazo a su alrededor.
—Exacto, aquí es donde se hace todo —respondió Fredrik henchido de orgullo—. Resulta difícil creer que, desde aquí, seamos capaces de hacer el programa que arrasa en las listas de audiencia. Bueno, una parte del proceso tiene lugar en los estudios centrales —admitió displicente—. Pero la primera versión sale de aquí.
El policía, que se había presentado como Patrik Hedström, asintió educadamente antes de aclararse la garganta con un carraspeo:
—Pues verá, resulta que tenemos malas noticias —declaró al cabo—. Se trata de uno de los participantes.
Fredrik miró al cielo con los ojos en blanco.
—A ver, ¿cuál de ellos? —preguntó lanzando un suspiro—. Espere, deje que lo adivine... Uffe. Ha montado algún escándalo. —Se dirigió al técnico y prosiguió—: ¿No te dije que Uffe sería el primero en crear una situación dramática? —Fredrik, cuya curiosidad iba en aumento, se volvió de nuevo al policía. Mentalmente, ya le daba vueltas a las posibilidades de incorporar al programa la novedad, cualquiera que fuese. Miró al policía apremiándolo a hablar.
Patrik volvió a carraspear y dijo en voz baja: —Por desgracia, hemos hallado muerto a uno de los participantes.
Fue como si hubiesen dejado caer una bomba en el angosto espacio del autobús atestado. Todo quedó en silencio, en suspenso. Sólo se oía el zumbido del equipo electrónico.
—¿Qué ha dicho? —atinó a preguntar Fredrik cuando logró serenarse un poco—. ¿Que han encontrado muerto a uno de ellos? ¿A quién? ¿Dónde? ¿Cómo? —Las ideas giraban vertiginosamente en su cabeza. «¿Qué habría ocurrido?», se preguntaba mientras su mente fraguaba una tragedia mediática. Aquello no había ocurrido jamás con anterioridad, en ningún reality-show. Sexo sí, claro, eso ya estaba muy visto a aquellas alturas, los embarazos eran un terreno descubierto por
Gran Hermano
en Noruega, y en el tema de las declaraciones amorosas, el
Gran Hermano
sueco había ofrecido un exitazo con el caso de Olivier y Carolina. Y la agresión con un trozo de tubería en
El bar se
ganó las primeras páginas durante varias semanas. Pero, ¡una muerte! Eso era algo nuevo. Algo único. Fredrik aguardaba tenso a que el policía respondiese a sus preguntas, y sólo tuvo que esperar unos segundos.
—Se trata de la chica llamada Barbie. La encontraron esta mañana en... —Patrik dudó un instante, hasta que se decidió a continuar—... en un contenedor. Todo apunta a que le arrebataron la vida.
—¿Que le arrebataron la vida? —repitió Fredrik, calcando aquella expresión ñoña—. ¿Asesinado? ¿La han asesinado? ¿Es eso lo que está diciendo? Pero, ¿quién? —Seguramente Fredrik parecía tan desconcertado como de hecho se sentía. Aquello no se hallaba en la lista de posibles sucesos que había confeccionado mentalmente.
—Por el momento, no tenemos ningún sospechoso, pero comenzaremos un turno de interrogatorios lo antes posible. Interrogaremos a los participantes del programa. Los policías que vigilaron la fiesta de ayer han dado parte de las disputas que surgieron entre la joven asesinada y los demás participantes.
—Sí, bueno, algún que otro empujón y alguna palabra más alta que otra y esas cosas —admitió Fredrik, recordando las escenas que acababa de revisar—. Pero nada tan grave como para... —Dejó la frase sin concluir, pero tampoco era necesario.
—Además, queremos una copia de la grabación de ayer. —Patrik sonó convincente y expresó su deseo mirando a Fredrik a los ojos.
Este le sostuvo la mirada, antes de replicar.
—No tengo autoridad para ceder las cintas —respondió sereno—. Hasta que no vea un documento legal en virtud del cual se me obligue a ceder el material, éste permanecerá aquí. Cualquier otra cosa es impensable.
—¿Es consciente de que se trata de una investigación de asesinato? —preguntó Patrik irritado, aunque no demasiado sorprendido. Desde luego, había abrigado la esperanza de conseguirlo, pero, en realidad, no confiaba en ello.
—Sí, soy consciente, pero no podemos ceder nuestro material así, sin más. Existe una larga serie de principios éticos con los que hemos de contar. —Exhibió una sonrisa afable a modo de excusa. Patrik resopló al oírlo: ambos sabían que la ética no tenía nada que ver con su negativa.
—En cualquier caso, doy por hecho que interrumpirán las emisiones de inmediato, dado lo ocurrido, ¿no? —preguntó a modo de afirmación Patrik.
Fredrik meneó la cabeza como disculpándose.
—Eso es de todo punto imposible. Tenemos un horario de grabación reservado para las próximas cuatro semanas, y parar una producción así, sin más... No, no, eso es imposible, sencillamente. Ni creo que a Barbie le hubiese gustado, ella habría querido que continuásemos.
Con una simple ojeada a Patrik constató que se había pasado un poco. El policía estaba encendido de ira y hacía visibles esfuerzos por tragarse un par de improperios.
—¿No querrá decir que van a seguir adelante pese a que...? —se interrumpió, indignado, e hizo un inciso—. ¿Cómo se llamaba la chica en realidad? No puedo seguir llamándola Barbie, me suena como una humillación. Por cierto, voy a necesitar todos sus datos personales, así como los de su pariente más próximo. ¿Es ésa una información que puedan facilitarme, o se trata también de una cuestión de ética? —La última palabra rezumaba sarcasmo, pero su rabia no pareció afectar a Fredrik. Estaba acostumbrado a enfrentarse a los sentimientos agresivos que, por alguna razón, tan fácilmente se desencadenaban en los reality-shows, de modo que, muy tranquilo, le respondió:
—Se llama Lillemor Persson. Se crió en casas de acogida, de modo que no tenemos a nadie registrado como su pariente más cercano. Pero les proporcionaré todos los datos de que disponemos, no hay problema —afirmó con una sonrisa complaciente—. ¿Cuándo comenzarán los interrogatorios? ¿Existe la posibilidad de que se nos permita filmarlos?
Nada perdía por intentarlo, pero la mirada asesina de Patrik le valió como respuesta.
—Iniciaremos la ronda de interrogatorios de inmediato —respondió Patrik tajante antes de levantarse para salir del autobús. No se molestó en despedirse, sino que cerró a su espalda dando un elocuente portazo.
—¡Joder, menuda bicoca! —exclamó Fredrik entusiasmado. El técnico no pudo por menos de asentir. Fredrik no se explicaba la suerte que habían tenido, la concentración dramática que ahora tendrían oportunidad de servir directamente en las salas de estar de la población. Toda Suecia querría verlos. Por un instante, pensó en Barbie. Luego, tomó el auricular. Los jefes tenían que enterarse.
Fucking Tanum
se convierte en
C.S.I.
¡Joder! ¡Menudo éxito!
—¿Cómo lo hacemos? —preguntó Martin. Él y Hanna habían decidido quedarse trabajando en la sala de descanso. Cogió el termo de café para llenar las tazas y Hanna se puso un poco de leche antes de remover—. ¿Te parece que cada uno escriba primero su informe, o lo redactamos de forma conjunta directamente?
Hanna reflexionó un instante.
—Yo creo que será más completo si lo hacemos de forma conjunta, así iremos corrigiendo y precisando los detalles que cada uno recuerde.
—Sí, seguramente tienes razón —respondió Martin encendiendo el portátil—. ¿Escribo yo, o prefieres hacerlo tú?
—Escribe tú —respondió Hanna—. Yo sigo haciéndolo con dos dedos y jamás he conseguido adquirir un promedio de pulsaciones digno de mención.
—Vale, escribo yo —rió Martin mientras introducía la contraseña. Abrió un documento de Word y se preparó para llenarlo—. El primer indicio que yo noté ayer de una pelea fueron las voces que procedían desde detrás de la casa. ¿Tú también?
Hanna asintió.
—Sí, yo no me di cuenta de nada hasta que oí las voces, lo único en lo que tuvimos que intervenir con anterioridad fue para encargarnos de aquella chica que estaba tan borracha que no se tenía en pie. ¿Qué hora sería? ¿Las doce? —Martin iba escribiendo mientras Hanna hablaba—. Luego, creo que en torno a la una, oí a aquellos dos que discutían a gritos. Te llamé y fuimos a la parte trasera de la casa y vimos a Barbie y a Uffe.
—Ajá.
.. —comentó Martin sin dejar de escribir—. Yo miré la hora, era la una menos diez. Fui el primero en doblar la esquina y, cuando llegué, vi que Uffe tenía a Barbie cogida por los hombros y la zarandeaba con violencia. Corrimos hasta donde se encontraban, yo me encargué de Uffe y lo aparté de ella, y tú te quedaste con Barbie.
—Sí, así fue —convino Hanna dando un sorbo de café—. No dejes de anotar que la agresividad de Uffe era tal que, incluso cuando lo habías agarrado y lo sujetabas fuertemente, seguía pateando al aire para alcanzar a Barbie.
—Sí, exacto —dijo Martin. El texto del documento crecía sin cesar—. «Separamos a las partes e hicimos que se calmasen» —leyó en voz alta—. «Yo hablé con Uffe y le expliqué que, si no se relajaba, tendría que hacer una visita a la comisaría.»
—No habrás escrito «si no se relajaba», ¿verdad? —rió Hanna.
—No, bueno, después lo cambiaré. Retocaré y burocratizaré el texto luego, quédate tranquila, pero ahora prefiero plasmar las palabras tal como las decimos, para que no se nos escape ningún detalle.
—Vale —aceptó Hanna con una sonrisa. Luego se puso muy seria otra vez y continuó—: Yo hablé con Barbie e intenté averiguar lo que había provocado la pelea. Estaba muy alterada y decía que Uffe se había enfadado mucho porque creía que ella había ido hablando mal de él, pero Barbie aseguraba que no tenía ni idea de a qué se refería. Luego se serenó y a mí me pareció que se encontraba mejor.