Botchan
es un indiscutible clásico de la moderna literatura japonesa y, desde hace más de cien años, una de las novelas más celebradas por los lectores de aquel país. Considerada el Huckleberry Finn nipón, y comparada también con
El guardián entre el centeno
, narra las aventuras de Botchan, un joven tokiota descreído y cínico, alter ego de Sôseki, al que mandan como profesor a una escuela rural situada en la remota isla de Shikoku. En su nuevo destino pronto se topará con una serie de insólitos personajes, como el jefe de estudios «Camisarroja» o el «Calabaza», un triste profesor de ciencias de aspecto enfermizo y ánimo sombrío. Pero sobre todo se verá obligado a hacer frente a una auténtica caterva de fieros alumnos asilvestrados, que se consagrarán a hacerle la vida imposible.
Perspicaz y penetrante, tierna y diferente, Botchan es una de las más hilarantes y entretenidas novelas japonesas de todos los tiempos.
Natsume Sôseki
Botchan
坊っちゃん
ePUB v2.6
Mística13.08.12
Título original:
坊っちゃん
Natsume
Sōseki
, 1906.
Traducción: José Pazo Espinosa
Diseño/retoque portada: feather
Editor original: Dml33 (v1.0 a v2.4)
Segundo editor: Mística (v2.4 a v.2.6)
Corrección de erratas: Abraxas, Poldek, jugaor, Mística
ePub base v2.0
D
ESDICHAS
D
E
U
N
N
IÑO
M
IMADO
por
A
ndrés
Ibáñez
L
a cultura china se presenta siempre como el ondear del agua, mientras que la cultura japonesa se identifica más con la sequedad de la arena. Lo sinuoso, lo brillante, lo melodioso, lo identificamos con lo chino, mientras que lo japonés es limpio, austero, cuadrado, silencioso. Los jardines chinos tienen agua y carpas ondeantes; los japoneses, arena blanca y piedras espirituales. Algo similar sucede en ambas lenguas: en el chino no existe la «erre» y todo son acuáticas «eles», mientras que en japonés no existe la «ele» y todo son «erres» arenosas.
Natsume
Sōseki
(1867-1916) es el gran clásico moderno de la literatura japonesa. Representa la crema de la renovación cultural de la era Meiji, un período en el que Japón se abrió a la influencia occidental y en que la literatura nipona, sumida en la rutina y la repetición de modelos tradicionales y gastados, cobró nueva vida e inició el período creativo moderno que llega hasta hoy en día.
La época Meiji (1868-1912) representa un período de intensa transformación cultural y social. Los especialistas consideran que la historia de Japón sólo conoció un movimiento de cambios de similar importancia: el que tuvo lugar en los siglos VI y VII, cuando el país se transformó de acuerdo con el modelo chino. Los habitantes de las cuatro mil islas tomaron entonces de su gigantesco vecino milenario la escritura, la religión y las formas de cultivar la tierra. En esta segunda gran renovación del siglo XIX entraron en Japón la técnica y la ciencia modernas, pero también la novela psicológica realista.
La actitud de
Sōseki
hacia occidente y hacia lo occidental está llena de sorprendentes y fascinantes matices.
Sōseki
estudia inglés y literatura inglesa en la Universidad Imperial de Tokio, donde muestra gran interés por autores como Herbert Spencer y John Stuart Mili y escribe un opúsculo sobre Walt Whitman que constituye la presentación de este autor en Japón («Sobre la poesía de Walt Whitman, un autor representante del igualitarismo») y en 1900 viaja a Inglaterra, donde vivirá tres años becado por el gobierno para ampliar sus estudios de literatura inglesa. A pesar de todo, su actitud hacia Inglaterra y hacia occidente en general aparece siempre marcada por la desconfianza y el rechazo. A pesar de que su estilo novelístico es obviamente de raíz occidental, en
Bungakuron
(
Teoría literaria
, 1907) afirma que fue de los clásicos chinos de los que aprendió «aunque de forma algo vaga y oscura», lo que era la literatura, y que al terminar la universidad le embargaba la sensación de haber sido, de alguna manera, «engañado» por la literatura inglesa.
Sōseki
no es feliz durante su estancia en Inglaterra. Los choques culturales son continuos: en cierta ocasión, invita a alguien a contemplar cómo cae la nieve (sin duda una costumbre elegante y delicada en Japón) y sólo logra que se rían de él. Curiosamente, lo que
Sōseki
aprende en Inglaterra es que debe distanciarse de los modelos occidentales y seguir sólo su propio criterio. Occidente le enseña a ser un individualista y a no seguir las reglas: que es, sin duda, la lección más importante que se le puede enseñar a nadie.
Regresa a Japón en 1903, donde sustituye a Lafcadio Hearn como profesor de crítica literaria en la Universidad de Tokio y dos años más tarde aparece su primera novela,
Yo, el gato.
En 1906 publica otros dos libros,
Botchan
y
Kusamakura
(
La almohada de hierba
). Así se cierra el que suele ser considerado su primer período.
Los tres libros son muy diferentes entre sí.
Kusamakura
es, según explica Carlos Rubio en su magnífico prólogo a su edición de
Kokoro
, «más un poema en prosa que una obra de ficción», y en ella revela
Sōseki
sus opiniones sobre la vida y la literatura. En cuanto a
Yo, el gato
, de la que existe una traducción al español, se trata de una novela muy extensa cuyo protagonista es un gato que realiza una sátira de la civilización de los seres humanos y, más concretamente, de los cambios sociales que estaban teniendo lugar bajo el gobierno del emperador Meiji. Porque
Sōseki
parece convencido de que la adopción de las nuevas costumbres occidentales no va a hacer que los japoneses sean más felices.
Yo, el gato
es una novela muy divertida, muy verbosa, llena de detalles y de minuciosas descripciones.
Botchan
, por comparación, es casi telegráfica, no sólo mucho más breve, sino escrita en un estilo mucho más compacto.
En uno de los episodios de
Yo, el gato
, encontramos una discusión literaria donde uno de los personajes afirma: «El mundo poético ha cambiado mucho en estos diez años. Hoy se lee la poesía moderna recostándose cómodamente o mientras se espera al tranvía en las estaciones». Recordemos que
Sōseki
fue también un importante poeta, y que durante toda su vida cultivó el
haiku
y la poesía china. Se trata, de nuevo, de la dolorosa ambivalencia que sintió siempre hacia lo moderno y lo occidental. Pensemos que el personaje que habla en defensa de la poesía «moderna», la que se lee esperando al tranvía, se declara participante de un grupo literario al que pertenece el propio
Sōseki
: «A nosotros no nos preocupan las críticas», afirma. «El otro día, un amigo mío llamado
Sōseki
publicó un trabajo breve titulado
Una noche
. Cualquiera que lee esa obra, se queda sin entender la mitad. Pues yo me vi con él y le pregunté expresamente el sentido de algunos pasajes. Me respondió que él no quería saber nada. Y me quedé tan a oscuras como antes.»
De este modo, mirándose a sí mismo a través de los ojos de un gato,
Sōseki
se critica a sí mismo y se ríe de su propia poética modernista.
He leído otra obra de
Sōseki
, la célebre
Kokoro
, magníficamente traducida y editada por Carlos Rubio. Se trata de una obra de la última época del autor, también muy diferente en tono, en ritmo y en estilo del
Botchan
en el que mi lector se dispone a sumergirse.
Kokoro
es una obra excepcionalmente limpia y elegante, escrita en esa prosa transparente y pensativa que parece ser el ideal del estilo clásico y que solemos relacionar siempre con el estilo poético de Japón. La novela expresa las contradicciones del individualismo, que son las propias contradicciones culturales y personales de
Sōseki
: «La gente de hoy», afirma el protagonista, «nacida bajo el signo de la libertad, la independencia y la autoestima, debe, en justa compensación, saborear siempre la soledad.» Hemos de tener en cuenta que por mucho que el emperador se hubiera empeñado en abrir el país a occidente y a las nuevas ideas, la mentalidad japonesa oficial seguía defendiendo por encima de todo la obediencia a la autoridad y la supresión de las tendencias individuales en aras del bien común de la patria. Es la mentalidad que daría origen al militarismo férreo que conduciría a la Segunda Guerra Mundial. El individualismo de
Sōseki
era visto, en este contexto, como una actitud sospechosa, o quizá peligrosa. En 1914,
Sōseki
pronuncia una conferencia titulada «Mi individualismo» donde afirma que cada persona tiene derecho a seguir sus propias inclinaciones siempre que cumpla con sus deberes de ciudadano. El
sensei
(término respetuoso para dirigirse a una persona mayor) de
Kokoro
es un hombre cultivado que vive de espaldas a la sociedad. Su «modernidad» es indudable. También su desesperanzada soledad.
Botchan
, que hoy presentamos en una nueva traducción, es una obra muy diferente. Se trata de una de las obras más conocidas del autor y es, al parecer, un favorito entre los lectores más jóvenes. Botchan es, ante todo, una novela cómica.
Alguien que sabía mucho de humor, el escritor inglés Wodehouse, decía que de todas las características de la literatura, el humor es el que peor se traduce y el que peor pasa de una época a otra, y que por eso un autor ha de procurar que sus efectos humorísticos funcionen de algún modo incluso si el humor se pierde. Ni el propio Shakespeare, afirma Wodehouse, supo ver esto con claridad.
Sōseki
, desde luego, sí supo verlo.
Yo, el gato
nos pone una sonrisa en los labios, pero
Botchan
nos hace reír a carcajadas. No cabe duda de que algunos, o quizá muchos, de los efectos cómicos del libro los perderemos por desconocimiento cultural, pero a pesar de todo el libro resulta absolutamente hilarante.
Botchan
está escrito en un estilo inusualmente compacto. Es como uno de esos
maki
japoneses donde se comprime una loncha de atún crudo, un poco de
wasabi
, un trozo de tortilla y un pequeño ladrillo de arroz, todo ello envuelto en una rigurosa funda de alga negra y espolvoreado de doradas huevas de pez volador. Los párrafos iniciales de la novelita están tan llenos de información que apenas tienen aire. Las páginas parecen como empapadas en un espeso y especiado líquido de palabras. Frente a la verbosidad de
Yo, el gato
,
Sōseki
parece estar aquí investigando en un estilo de la máxima densidad.
El inicio de la novela no es por ello menos desternillante. «Botchan» significa en japonés algo así como «niño mimado», y es el «niño mimado» del título el que nos cuenta su vida en primera persona. Su defecto principal está en su carácter impulsivo, totalmente irreflexivo. Ya lo comprobamos en la primera página: un compañero de clase se burla de su cortaplumas y el protagonista, sin pensarlo dos veces, se pone a cortarse su propio dedo para demostrar lo afilada que está la hoja. Afortunadamente, no logra cortar el hueso.