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Authors: Jack McDevitt

Un talento para la guerra (14 page)

BOOK: Un talento para la guerra
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Piloto perdido,

ella viaja en su órbita solitaria,

lejos de Rigel,

buscando en la noche

la Rueda estrellada.

Cruzando antiguos mares,

marca el curso del año;

nueve en el exterior,

dos en el centro.

Y ella,

vagando,

no conoce ni puerto

ni descanso

ni a mí.

Rigel se asociaba indefectiblemente con la muerte de Sim. Pero ¿qué significaba el resto? Las notas sugerían que el poeta había considerado la obra terminada. Y no había evidencia de que los editores encontraran ninguna otra cosa referida a ella. Por supuesto, uno casi se espera que la gran poesía le confunda, supongo.

De acuerdo con la introducción a
Estrellas oscuras
, el primer volumen de la serie, Walford Candles fue profesor de literatura clásica, nunca se casó y no fue valorado en su época. Sus contemporáneos lo consideraron un talento menor. Para nosotros, es muy diferente.

El grado de sacrificio realizado por los hombres y mujeres que pelearon con Christopher Sim brilla en todas sus obras. La mayoría de los poemas de
Estrellas oscuras, Noticias del frente
y
Sobre las paredes
exhiben la tragedia de alguien que, sentado en el Lugar Interior de Khaja Luan, se dedicaba a escribir mientras esperaba escuchar lo inevitable acerca de los viejos amigos que se habían ido a auxiliar a los dellacondanos. Candles mismo declaró haber ofrecido sus servicios y haber sido rechazado por carecer de habilidades útiles. En vez de pelear, su papel fue meramente:

Contar de pie los nombres de aquellos

cuyas cenizas circundan los grises mundos de Chippewa y Cormoral.

Candles observa desde un rincón oscuro mientras los jóvenes voluntarios celebran una fiesta de despedida. Uno de ellos dirige la mirada al poeta maduro y lo saluda con la cabeza. Candles le responde de igual modo, en silencio.

La noche en que supieron lo de Chippewa, un próspero físico a quien nunca se había visto en el Lugar Interior entra e invita a todos a una ronda. Candles se entera de que su hija ha desaparecido en una fragata.

En
Rumores dela Tierra
, el título de su cuarto volumen, describe el efecto de la información de que su propio mundo está a punto de intervenir. Se pregunta: «¿Quién, entonces, se atreverá a hacerse a un lado?».

Pero no sucede y, a pesar de Chippewa, a pesar de cientos de pequeñas victorias, la fuerza armada es obligada a retroceder sin descanso hasta la trampa final, la trampa fatal en Rigel.

Los poemas están fechados. Hay un período, que comienza aproximadamente en la época de la muerte de Sim y se extiende durante casi un año, durante el cual Candles parece no haber escrito nada.

Más adelante sobreviene su terrible admonición contra la Tierra, Rimway y los otros, que tanto se han demorado:

Nuestros hijos afrontarán de nuevo su furia silenciosa

y marcharán sin el Guerrero,

que camina detrás de las estrellas

sobre el lejano Belmincour.

—No hay ningún Belmincour listado en los catálogos —apuntó Jacob—. Al parecer se trata de una referencia literaria, que podría significar «guerra entusiasta» o «hermoso sitio del corazón». En realidad es difícil estar seguro. Los lenguajes humanos no son muy precisos.

Le di la razón.

—Varias ciudades en varios mundos —continuó— y una ciudad en la Tierra comparten el nombre. Pero no es probable que el poeta se refiera a ninguna de esas.

—¿Entonces qué?

—Ha sido tema de discusión. Tomado en su contexto, parece referido a una clase de Valhalla. Armand Halley, un prominente alumno de Candles, declara que es una referencia clásica a un pasado mejor, el mundo donde Sim, según sus palabras, habría preferido vivir.

—Parece poco afortunado usar el nombre de un lugar o un término que nadie entiende.

—Los poetas lo hacen con frecuencia, Alex. Eso hace que el lector ponga en juego su imaginación con más libertad.

—Seguro —mascullé.

Lentamente se iba iluminando el este. Yo estaba muy cansado. Pero cada vez que cerraba los ojos me asaltaban los interrogantes. El nombre de Olander me sonaba, pero no podía recordar dónde (o si) había escuchado ese nombre antes.

Y otra vez, como siempre, el misterio más grande: ¿qué habrían visto Scott y los otros hombres del
Tenandrome?

Miré vagamente los cristales que había traído de la librería Concejal.

Seleccioné uno y lo inserté en el lector de Jacob.

—¿Las Hilanderas, señor? —preguntó.

—Sí-respondí—. Se supone que Scott tenía que ir a Hrinwhar. Veamos qué le parecía a Sim.

—Es muy tarde, Alex.

—Ya lo sé. Por favor, activa el simulador.

—Si insistes… Para seleccionar tienes que sacar la banda de seguridad. —Me senté en el sillón mullido, tomé el paquete de control del cajón del equipo que estaba sobre la mesa de café e inserté el enchufe en Jacob—. El programa tiene un monitor. ¿Quieres que me sitúe allí?

—Creo que no. —Saqué la cubierta y encendí el aparato.

—Activando —dijo Jacob.

Una voz femenina con sabor a güisqui, inexpresiva, me preguntó el nombre.

—Alex —repliqué.

—Cierre los ojos, Alex. Cuando los abra estará a bordo del
Pauline Stein.
¿Desea una revisión detallada de la guerra hasta este punto?

—No, gracias.

—El
Stein
estará en funcionamiento como crucero capitán y de control durante la operación. ¿Le gustaría participar en la incursión terrestre o prefiere quedarse a bordo?

—A bordo —respondí.

—Alex, ahora se encuentra usted en el puente del
Stein.
Este programa está diseñado para permitirle observar solo el desarrollo de la batalla, tal como esta ha sido reconstruida a partir de las pruebas disponibles. O, si usted prefiere, le ofrecemos otras opciones. Puede comandar una de las fragatas o inclusive asumir la responsabilidad total y dirigir la estrategia de conjunto, pudiendo por tanto cambiar la historia. ¿Qué elige?

—Mirar.

—Una elección excelente.

Estaba solo en una cabina desde donde veía el campo de batalla desde distintos ángulos. Se oían voces provenientes de micrófonos escondidos. El puente se abrió bajo mis pies y pude ver el movimiento ocasional. Un hombre grueso, de barba blanca, ocupaba el asiento central. Tenía la cara vuelta hacia el otro lado. En su uniforme pude ver el resplandor del oro. Su postura y tono irradiaban autoridad. El aire se llenaba con voces susurrantes que se expresaban sin emoción.

Me senté en una especie de hamaca de plástico. Un escenario oscuro y amorfo se movía bajo nuestros pies y a nuestro alrededor, apenas iluminado por espasmos de electricidad. No había cielo, ni estrellas, ni luz directa. Era un lugar terrorífico. Yo me sentía contento por la sólida seguridad del interior de la nave, las voces, las consolas y los almohadones de la hamaca.

—Estamos en la atmósfera superior del supergigante gaseoso Masipol —dijo el monitor—, el sexto planeta de Windyne. El objetivo de la misión es la undécima luna de Masipol, Hrinwhar, que se desplaza a una velocidad de aproximadamente setecientos cincuenta mil kilómetros. Aunque el Ashiyyur no ha anticipado un ataque, sus unidades navales de mayor envergadura están en esa zona.

Ocasionalmente, a través de lo que yo suponía que eran claros entre nubes espesas, lograba ver bandas de luz plateada o verde, un vasto arco luminoso que parecía desplazarse junto con nosotros.

Luego desaparecía y en el breve destello de su paso se cerraba sobre nosotros la oscuridad del universo.

—Estamos poniéndonos en órbita. En unos instantes será completamente visible.

Sí; momentos más tarde, descendieron las sombras de ese conjunto irreal de nubes, emergieron rayos y chisporroteos de luz brillante y dura como el hielo.

Puede que fuera el puente del arco iris del que habla el folclore del norte de Europa, elevándose desde la bruma, uniendo los horizontes, desafiando los campos de estrellas. Franjas escarlata, amarillas y verdes sostenidas por una base violeta. Lazos azules y plateados daban la ilusión de solidez al moverse en círculo uno alrededor de otro.

Había unas pocas estrellas esparcidas en los extremos norte y sur, dos soles débiles apenas se discernían en el reflejo.

—Coreopholi y Windyne —dijo el monitor—. Se las conoce a ambas con el nombre de Las Hilanderas porque las dos tienen una velocidad de rotación muy alta. Estamos en el borde del Brazo, frente al exterior de la galaxia. Este es el punto de mayor penetración por parte de Sim en el espacio ashiyyurense. La fuerza de Christopher Sim consta de seis fragatas. Hay un problema: sus naves han emergido desde el hiper ocho horas antes y las unidades armstrong están exhaustas. Poco se sabe de los sistemas de propulsión dellacondanos, pero en el mejor de los casos requerirán de la mayor parte del día antes de que puedan utilizarse de nuevo. Y no hay tiempo para esperar.

La pantalla exhibió las fuerzas enemigas: los alienígenas tenían un crucero pesado, dos, o posiblemente tres cruceros livianos, siete destructores y de trece a dieciséis fragatas, además de varias flotillas de buques de transbordo. El crucero pesado se ubicaba en una de las dársenas orbitales desde la cual no podía hacer daño. Yo sabía que habíamos vencido en Las Hilanderas y que hubo muchas dificultades. Pero una cosa era saberlo electrónicamente y otra ver a la flota extranjera intimidante, frente a los dellacondanos.

—¿Qué pasa? ¿Qué trata de hacer Sim?

—Este sistema atrajo su interés por varias razones. Hospeda una base enemiga importante que sirve de centro de coordinación logística, comunicaciones, reuniones de inteligencia y planeamiento estratégico. Se cree que estas ventajas han sido calculadas por los ashiyyurenses, por la distancia a la que se encuentra del campo de batalla y por su particular psicología. En este momento la guerra acaba de empezar y el enemigo aún no se ha acostumbrado a los métodos humanos. El estado de guerra entre los extranjeros obedeció tradicionalmente a ritos y formas fijas. Se espera que las fuerzas opositoras anuncien sus intenciones por adelantado, se dispongan de manera ordenada en el campo de batalla e intercambien saludos antes de iniciar las acciones. Sim, desde luego, pelea de modo humano; esto es, asalta naves de guerra solitarias, lugares de aprovisionamiento, ataca sin previo aviso y, tal vez lo peor, rehúsa someterse a una batalla formal. A los ojos del Ashiyyur, su comportamiento es antiético.

Siempre el que tiene mayor poder de fuego espera que los otros se acomoden a sus pautas.

—La base está construida en el centro de un cráter y es difícil detectarla a simple vista. De hecho, es una ciudad de medidas respetables con una población calculada en ocho mil personas. Sim considera que una invasión aquí tendría consecuencias muy positivas: espera acceder a valiosa información secreta del enemigo. Más aun, intenta quebrar el apoyo logístico del enemigo, dañar sus sistemas de comunicaciones y los criptosistemas y, tal vez, tomar una cantidad considerable de prisioneros. Pero su objetivo primario es derribar el mito de la invulnerabilidad ashiyyurense y alentar así a varios de los mundos indecisos a apoyar su causa.

Fuera, en contraste con la pacífica incandescencia de los anillos, aparecieron los lobos grises, los heroicos buques de Sim. Largos y de forma cónica, adorables. (¿Qué habría dicho de ellos Leisha Tanner? Cuando ella evaluó su propia reacción hacia esos instrumentos de guerra, pensó que ninguno de nosotros sobreviviría.) Desde las estaciones se proyectaban racimos de haces luminosos y se efectuaban disparos de prueba. Como blasón, en la proa de cada nave estaba el estandarte dellacondano, la arpía negra con las alas abiertas en vuelo, los ojos entrecerrados, las garras extendidas.

El buque principal, de color plateado, se erguía impecable. No pude evitar sentirme orgulloso. Era el
Corsario
, la nave del propio Sim que Marcross ha representado en óleo brillante y que se exhibe en la Asamblea del Pueblo. (Por cierto, vi una reproducción en las paredes de Hugh.) El artista no le había hecho justicia. Supongo que ningún artista podría. En realidad era imponente: la cubierta azul y plateada, las cabinas sobrias y sólidas con sus equipos de comunicación y su armamento. Un rayo dorado se expandía en su proa parabólica. Parecía invencible.

—Aquí pueden verse dos fragatas —dijo el monitor—. Son el
Straczynski
y el
Rappaport.
El
Straczynski
ha ganado varias menciones, pero será destruido con toda su tripulación dentro de cuatro días durante la defensa de Randin'hal. El
Rappaport
será el único buque dellacondano que sobrevivirá a la guerra. Se puede ver en el Museo Naval de Dellaconda.

Me incorporé en el asiento, fascinado por el poder y la gracia de las naves, plateadas y fantasmales, iluminadas por los dos soles. El puente del
Corsario
derramaba luz dorada en el vacío; pude distinguir varias figuras moviéndose en el interior. Las voces de las cabinas de enlace se transformaban, cargándose de tensión.

El
Straczynski
se elevaba en formación. Giró, pareció descender, los motores incrementaron su potencia y despegó.

—Va a tomar una estación de comunicación —anunció el monitor—. El
Rappaport
le va a seguir de inmediato.

—Monitor —pregunté—, parece que tenemos cuatro naves solamente. ¿Dónde están las otras dos? ¿Y dónde están las defensas enemigas?

—Dos fragatas han vuelto a penetrar en el espacio lineal de un modo que les permite aproximarse desde una dirección diferente. Una de las dos, el
Korbal
, ha sido alterada para obtener la «huella digital» del
Corsario.
Los defensores de Hrinwhar se preparan para atacar a los intrusos.

—¿Todos?

—Quedan unas pocas unidades. ¡Pero los cruceros ligeros han partido!

Traté de recordar los detalles de la irrupción en Hrinwhar y me di cuenta con horror de lo poco que sabía; esa entrada había marcado la primera iniciativa de los Confederados.

—El
Korbal
y su transbordador ya han hecho un piquete y han intercambiado fuego con otra fragata. Esto le ha dado tiempo a la inteligencia enemiga para sacar una falsa conclusión acerca de la identidad de su atacante, ya que no cree que sea Sim. Además, las naves ashiyyurenses, que llevan fuerzas combinadas, han notado una anomalía en la nave capitana, que ellos creen que es el
Corsario.
Creen que Sim tiene problemas con los motores y que su enemigo declarado se encuentra indefenso.

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