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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (10 page)

¿La hipótesis de la cultura es útil para comprender la desigualdad del mundo? Sí y no. Sí, en el sentido de que las normas sociales, que están relacionadas con la cultura, importan y pueden ser difíciles de cambiar y, en ocasiones, apoyan diferencias institucionales, la explicación de este libro de la desigualdad mundial. Pero, en gran medida, no, porque los aspectos de la cultura que se suelen destacar (religión, ética nacional, valores africanos o latinos) no son importantes para comprender cómo llegamos aquí y por qué persisten las desigualdades en el mundo. Otros aspectos, como hasta qué punto la gente confía en los demás o es capaz de cooperar, son importantes, pero sobre todo son resultados de las instituciones, no una causa independiente.

Volvamos a Nogales. Como vimos anteriormente, muchos aspectos de la cultura son los mismos al norte y al sur de la valla. Sin embargo, puede que haya algunas diferencias notables en prácticas, normas y valores, aunque éstas no sean causas sino resultados de los dos caminos de desarrollo divergentes en los dos lugares. Por ejemplo, en las encuestas, los mexicanos suelen afirmar que confían en los demás menos de lo que dicen que confían en los demás los estadounidenses. Pero no es de extrañar que los mexicanos carezcan de confianza cuando su gobierno no puede eliminar los cárteles de la droga ni proporcionar un sistema legal imparcial que funcione. Lo mismo sucede con Corea del Norte y del Sur, como veremos en el capítulo siguiente. Corea del Sur es uno de los países más ricos del mundo, mientras que Corea del Norte lucha contra las hambrunas periódicas y la absoluta pobreza. A pesar de que la «cultura» es muy distinta entre el sur y el norte actualmente, no tuvo ningún papel a la hora de causar la distinta fortuna económica de estas dos mitades de la Península coreana. Este territorio tuvo un largo período de historia en común. Antes de la guerra de Corea y la posterior división en el paralelo 38, tenía una homogeneidad sin precedentes en lo que respecta a idioma, etnia y cultura. Igual que en el caso de Nogales, lo importante es la frontera. En el norte existe un régimen distinto, que impone instituciones diferentes y crea incentivos distintos también. Por lo tanto, cualquier diferencia en la cultura al sur y al norte de la frontera que corta Nogales o Corea en dos no es una causa de las diferencias en la prosperidad, sino, más bien, una consecuencia.

¿Y qué hay acerca de África y la cultura africana? Desde el punto de vista histórico, el África subsahariana era mucho más pobre que la mayoría de las otras partes del mundo y sus civilizaciones antiguas no desarrollaron la rueda, la escritura (excepto Etiopía y Somalia) ni el arado. A pesar de que estas tecnologías no se utilizaron ampliamente hasta la colonización formal europea a finales del siglo
XIX
y principios del
XX
, las sociedades africanas las conocían desde mucho antes. Los europeos empezaron a circunnavegar la costa occidental a finales del siglo
XV
y los asiáticos navegaban continuamente al este de África desde mucho antes.

Podemos entender por qué no se adoptaron estas tecnologías teniendo en cuenta la historia del reino del Congo en la desembocadura del río Congo, que ha dado nombre a la moderna República Democrática del Congo. En el mapa 6 se muestra dónde estaba el Congo junto a otro Estado africano central, el reino de Kuba, que comentaremos más adelante en este libro.

El Congo tuvo un contacto intenso con los portugueses después de la primera visita del marinero Diogo Cão en 1483. En aquel entonces, era un Estado altamente centralizado para los parámetros africanos. Su capital, Mbanza, tenía una población de 60.000 habitantes, aproximadamente del mismo tamaño que la capital portuguesa, Lisboa, y mucho más grande que Londres, que tenía alrededor de 50.000 habitantes en el año 1500. El rey del Congo, Nzinga a Nkuwu, se convirtió al catolicismo y adoptó el nombre de João I. Más adelante, Mbanza fue rebautizada como São Salvador. Gracias a los portugueses, los congoleños conocieron la rueda y el arado, y los portugueses incluso fomentaron su adopción con las misiones agrícolas de 1491 y 1512. Sin embargo, todas estas iniciativas fracasaron. Pero los congoleños no se mostraron contrarios a las tecnologías modernas en general, y adoptaron rápidamente una innovación occidental venerable: las armas de fuego. Utilizaron estas nuevas y poderosas herramientas para responder a los incentivos del mercado: capturar y exportar esclavos. No hay ninguna señal aquí de que los valores o la cultura africana impidieran la adopción de nuevas tecnologías y prácticas. A medida que profundizaban su contacto con los europeos, los congoleños adoptaron otras prácticas occidentales: alfabetización, estilos de vestir y diseños de casas. En el siglo
XIX
, muchas sociedades africanas también aprovecharon las oportunidades económicas crecientes creadas por la revolución industrial y cambiaron sus modelos de producción. En África occidental se produjo un rápido desarrollo económico basado en la exportación de aceite de palma y cacahuetes; a través del sur de África, los africanos llevaron sus exportaciones a las zonas industriales y mineras del Rand que se expandían con rapidez en Sudáfrica. Sin embargo, estas experiencias económicas prometedoras fueron destruidas no por la cultura africana o por la incapacidad de los africanos corrientes de actuar en su propio interés, sino, primero, por el colonialismo europeo y, posteriormente, por los gobiernos africanos que se instauraron después de la independencia.

 

 

La verdadera razón de que los congoleños no adoptaran una tecnología superior fue que carecían de incentivos para hacerlo. Se enfrentaban a un alto riesgo de que su producción fuera expropiada y gravada con impuestos por el todopoderoso rey, independientemente de que se hubiera convertido o no al catolicismo. De hecho, no solamente su propiedad era insegura, su propia vida pendía de un hilo. Muchos de ellos eran capturados y vendidos como esclavos. Un entorno como éste difícilmente animaría a invertir para aumentar la productividad a largo plazo. Tampoco el rey tenía incentivos para que se adoptara el arado a gran escala ni para hacer que su prioridad fuera aumentar la productividad agrícola, ya que la exportación de esclavos era muchísimo más rentable.

Actualmente, podría ser cierto que los africanos confían menos en los demás de lo que lo hacen los habitantes de otras partes del mundo. Pero esto es el resultado de una larga historia de instituciones que han minado los derechos humanos y de propiedad en África. Sin duda, la posibilidad de ser capturado y vendido como esclavo influyó en la falta de confianza histórica de los africanos en los demás.

¿Y la ética protestante de Max Weber? Aunque pueda ser verdad que los países predominantemente protestantes, como los Países Bajos e Inglaterra, fueron los primeros con éxitos económicos de la era moderna, hay poca relación entre la religión y el éxito económico. Francia, país predominantemente católico, copió rápidamente los resultados económicos de los holandeses y los ingleses en el siglo
XIX
e Italia es tan próspera como cualquiera de esos países hoy en día. Si miramos más hacia el este, veremos que ninguno de los éxitos económicos del este de Asia tiene nada que ver con ningún tipo de religión cristiana, así que no hay muchos argumentos que apoyen la existencia de una relación especial entre el protestantismo y el éxito económico en este aspecto.

Volvamos a una zona favorita para los entusiastas de la hipótesis de la cultura: Oriente Próximo. Los países de Oriente Próximo son principalmente islámicos, y, de ellos, los que no son productores de petróleo son muy pobres, como hemos señalado anteriormente. Los productores de petróleo son ricos, pero esa riqueza caída del cielo tiene poco que ver con crear economías modernas diversificadas en Arabia Saudí o Kuwait. ¿No muestran estos hechos convincentemente que la religión importa? A pesar de que sea plausible, este argumento tampoco es acertado. Sí, países como Siria y Egipto son pobres, y su población es principalmente musulmana. Sin embargo, estos países también difieren sistemáticamente en otros elementos que son mucho más importantes para la prosperidad. Todos fueron provincias del Imperio otomano, que perfiló con fuerza y de forma adversa cómo se desarrollarían. Después del colapso del control otomano, Oriente Próximo fue absorbido por los imperios coloniales inglés y francés que, de nuevo, limitaron las posibilidades de estos países. Tras la independencia, siguieron en gran medida con el mundo colonial anterior, desarrollando regímenes políticos jerárquicos y autoritarios con pocas de las instituciones políticas y económicas que, como defenderemos, son cruciales para generar éxito económico. Este camino de desarrollo fue forjado en gran medida por la historia del dominio otomano y europeo. En general, la relación entre la religión islámica y la pobreza en Oriente Próximo carece de validez.

El papel de estos acontecimientos históricos, más que los factores culturales, a la hora de perfilar la trayectoria económica de Oriente Próximo, también se ve en el hecho de que las partes de Oriente Próximo que temporalmente se separaron del control del Imperio otomano y las potencias europeas, como Egipto entre 1805 y 1848 bajo el dominio de Muhammad Alí, podían embarcarse en un camino de rápido cambio económico. Muhammad Alí usurpó el poder tras la retirada de las fuerzas francesas que habían ocupado Egipto bajo el mando de Napoleón Bonaparte. Mediante la explotación de los puntos débiles del dominio otomano en territorio egipcio en aquel momento, pudo fundar su propia dinastía, que, de una forma u otra, tuvo el control hasta la Revolución egipcia comandada por Nasser en 1952. Las reformas de Muhammad Alí, a pesar de ser coercitivas, ayudaron al desarrollo de Egipto ya que modernizaron la burocracia estatal, el ejército y el sistema impositivo, y hubo un desarrollo de la agricultura y la industria. Sin embargo, este proceso de modernización y crecimiento acabó tras la muerte de Alí, cuando Egipto cayó bajo la influencia europea.

Pero quizá sea una forma equivocada de pensar en la cultura. Tal vez los factores culturales que importan no estén relacionados con la religión, sino más concretamente con «culturas nacionales». ¿Podría ser la influencia de la cultura inglesa lo que importa y explica por qué países como Estados Unidos, Canadá y Australia son tan prósperos? A pesar de que esta idea pueda sonar atractiva inicialmente, tampoco funciona. Sí, Canadá y Estados Unidos fueron colonias inglesas, pero también lo fueron Sierra Leona y Nigeria. La variación en términos de prosperidad entre las antiguas colonias inglesas es tan grande como en todo el mundo. El legado inglés no es la razón del éxito de Norteamérica.

No obstante, existe una versión más de la hipótesis de la cultura: quizá no sea lo inglés frente a lo no inglés lo que importa, sino lo europeo frente a lo no europeo. ¿Cabría la posibilidad de que los europeos fueran superiores de alguna forma debido a su ética de trabajo, visón de la vida, valores judeocristianos o legado romano? Es cierto que Europa occidental y Norteamérica, con población mayoritariamente de origen europeo, son las partes más prósperas del mundo. Quizá el legado cultural europeo superior sea la base de la prosperidad (y el último refugio de la hipótesis de la cultura). Sin embargo, esta versión de la hipótesis de la cultura tiene tan poco potencial explicativo como las demás. La mayor parte de la población argentina y uruguaya, en comparación con la canadiense y estadounidense, es de ascendencia europea, pero el resultado económico de Argentina y Uruguay deja bastante que desear. Japón y Singapur nunca tuvieron más que unos pocos habitantes de ascendencia europea y, no obstante, son países tan prósperos como muchas partes de Europa occidental.

China, a pesar de las muchas imperfecciones de su sistema político y económico, ha sido el país con un crecimiento más rápido de los últimos treinta años. La pobreza china hasta la muerte de Mao Zedong no tiene nada que ver con la cultura del país, sino que se debió a la desastrosa organización de la economía y a cómo llevó a cabo Mao sus políticas. En los años cincuenta, impulsó el Gran Salto Adelante, una política de industrialización llevada a rajatabla que condujo a la hambruna y la muerte por inanición. A partir de 1960, difundió la Revolución cultural, que condujo a la persecución en masa de intelectuales y personas con estudios (de cualquiera cuya lealtad al partido fuera dudosa). Aquello volvió a conducir al terror y a un gran desperdicio del talento y los recursos de la sociedad. Del mismo modo, el desarrollo actual de este país no tiene nada que ver con los valores o los cambios en la cultura china, sino que es el resultado de un proceso de transformación económica desencadenado por las reformas implantadas por Deng Xiaoping y sus aliados, quienes, tras la muerte de Mao Zedong, abandonaron gradualmente las instituciones y políticas económicas socialistas, primero en la agricultura y después en la industria.

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