Las cuatro vidas de Steve Jobs (30 page)

La noticia terminaba así: «Jobs no ha nombrado sucesor sino que en marzo de 2008 dijo a los accionistas que el consejo podría escoger entre varios directivos en caso de que tuviera que retirarse de la presidencia por cualquier motivo. Señaló que varios directivos llevaban mucho tiempo en sus puestos y se decantó por dos: el director general, Tim Cook, y el director financiero, Peter Oppenheimer. Cook había sustituido a Jobs durante su ausencia en 2004. En calidad de presidente, me corresponde esforzarme para que todos los directivos puedan ser sucesores potenciales», ha dicho Jobs. «Tenemos grandes talentos y creo que el consejo de administración tiene varias opciones interesantes. Hablamos mucho del tema».

Su fortuna se calcula en 5400 millones de dólares según la lista anual de
Forbes
de los hombres más ricos del mundo, publicada en marzo de 2008. Sus supervivientes son su mujer, Laurene Powell, sus hijos Lisa Nicole Brennan-Jobs, Eve, Erin Sienna y Reed Paul, y sus hermanas Patti Jobs y Mona Simpson. Poco después, Bloomberg se vio obligada a publicar de manera urgente un comunicado pidiendo disculpas por su terrible metedura de pata.

El 9 de septiembre de 2008, en San Francisco, Steve Jobs volvió a subirse al escenario de Macworld para presentar la nueva línea del iPod. Estaba extremadamente delgado pero conservaba un buen estado de salud. Previo al inicio de su presentación de la nueva gama, declaró con una sonrisa: «Antes de continuar, me gustaría recordar esta frase (detrás suyo, en la pantalla, se podía leer una cita de Mark Twain): "Los rumores a propósito de mi muerte son exagerados"». Jobs esperó a que terminaran las aclamaciones para añadir: «Ya he dicho suficiente».

Sin embargo, varios meses después, el 15 de enero de 2009, Jobs tuvo que abandonar su puesto por problemas recurrentes de salud. Diez días antes, adelantándose a las complicaciones que estaba sufriendo, publicó una carta del presidente dirigida a los numerosos seguidores de la marca. «Querida comunidad de Apple: por primera vez en una década, estaré de vacaciones con mi familia en lugar de preparar mi discurso en Macworld. Por desgracia, desde que decidí dejar que Phil Schiller pronunciara el discurso de apertura del Macworld, se ha producido un torbellino de rumores acerca de mi salud. A algunos incluso les ha parecido correcto publicar que me encontraba en el lecho de muerte. He decidido compartir algo muy personal con la comunidad de Apple para que podáis relajaros y disfrutar con el programa de mañana».

Como muchos sabéis, en 2008 he perdido peso. La razón ha sido un misterio tanto para mí como para los médicos. Hace algunas semanas había decidido que mi prioridad iba a ser descubrir la causa y actuar sobre ella. Por suerte, a raíz de otras pruebas mis médicos creen haber encontrado la explicación: un desequilibrio hormonal que me ha robado las proteínas que mi cuerpo necesita para mantener la salud. Unos análisis sofisticados de sangre han confirmado el diagnóstico.

El remedio al problema de la nutrición es relativamente sencillo y directo, y ya he empezado el tratamiento. Como no he llegado a perder demasiado peso ni masa corporal, mis médicos creen que al final de la primavera ya lo habré recuperado. Garantizaré la presidencia de Apple durante mi convalecencia.

Se lo he dado todo a Apple durante los últimos once años y seré el primero en informar al consejo de administración si no puedo continuar con mis funciones de presidente de la empresa. Espero que la comunidad de Apple me apoye en mi recuperación porque sabéis que siempre pondré por encima de todo lo que sea mejor para Apple. He dicho más de lo que quería y esto es todo lo que voy a decir sobre el tema. Steve.

El comunicado publicado por Apple para la ocasión admitía que «los problemas de salud eran más complejos de lo que se pensaba en un principio». Era necesario un transplante de hígado y el jefe estaría ausente un largo semestre. Jobs volvió a su puesto a finales de junio para desarrollar una table-ta táctil revolucionaria que se convertiría en el iPad. El iPad apareció a principios de abril de 2010 en EE.UU. y en ochenta días se vendieron tres millones de ejemplares, todo un éxito aunque dentro de las previsiones de Jobs. Y el 26 de mayo ocurrió lo increíble: la capitalización de Apple superó a la de Microsoft.

Si nos retrotraemos diez años, el camino recorrido parece inverosímil. Entonces, la sociedad de Bill Gates disfrutaba de un poder reconocido e incluso estaba levantada sobre un modelo tan sólido que parecía imposible desalojarla de su posición ultra dominante; un desafío inmensurable para Apple y Steve Jobs. Pero eso no era todo. Convertida en la primera empresa del universo tecnológico, Apple también se había alzado al segundo puesto mundial por valor en el mercado.

Con semejante golpe de efecto, Steve Jobs subió triunfante al escenario de la conferencia D8,
All things digital,
el 1 de junio de 2010, al ritmo de los acordes de
Got to get you into my life,
de sus adorados The Beatles. Organizadas por Kara Swisher y Walt Mossberg, del
Wall Street Journal,
las jornadas estaban consagradas a un programa de debates sobre la revolución digital.

Kara decidió no dar rodeos e ir directamente a la noticia más fresca: «Esta semana Apple ha superado a Microsoft en capitalización. ¿Algún comentario?». «Para los que llevamos en este sector algún tiempo, es surrealista», confesó Jobs. Como no podía ser de otra manera, Wall Mossberg puso sobre la mesa un tema ciertamente escabroso. Jobs había escrito una carta abierta para explicar que tanto el iPhone como el iPad no soportarían animaciones Flash (un formato desarrollado por Macromedia, empresa que había sido recientemente absorbida por Adobe y que se utilizaba masivamente para las animaciones gráficas, la reproducción de vídeo e incluso el desarrollo completo de sitios en Internet). Mossberg señaló que había páginas enteras concebidas con el lenguaje comercializado por Adobe pero Jobs se mostró impertérrito como de costumbre. «Hemos dicho a Adobe que si son capaces de ejecutar Flash rápidamente, vengan y nos lo demuestren. De momento no lo han hecho». E insistió en que «tratamos de crear productos extraordinarios para la gente. Tenemos el suficiente valor en nuestras convicciones como para decir que si algo no nos parece que forma parte de un producto extraordinario, lo quitamos».

Ante la sugerencia de que el iPad no cosecharía tantos éxitos, Jobs respondió que Apple vendía uno cada tres segundos. Su actitud iba más allá de la de un consejero delegado, Jobs era un
showman,
artista, seductor, ilusionista, evangelista… Un personaje de los que nacen con cuentagotas a lo largo de la historia. ¿Irremplazable?

En 2010, Apple estaba valorada en 200.000 millones de dólares, 60.000 más que en agosto de 2009; empleaba a 35.000 personas en todo el mundo y el precio de sus acciones, que nueve años antes no llegaba a los ocho dólares, se situaba en 272 en abril. En el otoño, la App Store del iPhone y el iPad registró 7000 millones de descargas de aplicaciones. Se contaban 275 millones de iPod vendidos, superando a los dos éxitos de ventas en consolas portátiles, la Nintendo DS y Sony PSP. Pero eso no era todo, como dejó claro Jobs en una conferencia de prensa a finales del verano. «Ya se han descargado 11.700 millones de canciones de iTunes y nos acercamos rápidamente a los 12.000 millones. También se han vendido cien millones de películas».

La expansión de las Apple Stores era imparable, con más de 300 en todo el mundo en 2010. «Cuando Apple abrió las Apple Store, pensé que no conseguiría competir con los distribuidores pero han obtenido un volumen de negocio equivalente a dos cadenas de tiendas de lujo. La gente hace cola para comprar con el precio de catálogo porque obtienen un mejor servicio», explica Jean-Louis Gassée. La imagen de marca ha alcanzado tal éxito que la Apple Store en forma de cubo, situada en la Quinta Avenida de Nueva York, se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados del mundo.

Lo asombroso es que Apple pareciera más de moda que nunca treinta años después de nacer. El mito ligado a la firma de la manzana atravesaba varias generaciones y en 2010, cuando sólo quedaban cuarenta unidades del Apple I original, los equipos se vendían en subasta a 50.000 dólares la pieza.

Era aceptado por todos que el éxito de Apple estaba directamente vinculado a su presidente, así que las distinciones le llovían. La revista
Fortune
le nombró consejero delegado de la década en noviembre de 2009. Tres años antes, la misma publicación le había descrito nada menos que como «el hombre más poderoso del mundo». En diciembre de 2010
MarketWatch,
una publicación electrónica subsidiaria del
Wall Street Journal,
también le señaló como consejero delegado de la década. Y un sondeo publicado en octubre de 2009 desveló que era el empresario más admirado por los adolescentes americanos.

La adulación hacia Steve Jobs era tal que Ced Kurtz, columnista del
Pittsburgh Post-Gazette
, se permitió una broma a propósito de la historia del iPad: «En resumen, Steve subió a la montaña y bajó de ella con el iPad para entregárselo al pueblo».

En marzo de 2010,
Forbes
calculaba la fortuna de Steve Jobs en 5500 millones de dólares. En realidad, sólo se situaba en el puesto 136 mundial, muy por detrás de Bill Gates e incluso de los fundadores de Google, pero no le faltaban méritos. «No me interesa ser el hombre más rico del cementerio sino irme a la cama sabiendo que he hecho algo maravilloso cada día», declaró en una entrevista al
Wall Street Journal.

Héroe a su manera en una época escasa de figuras relevantes y carismáticas, Steve Jobs interpelaba, desconcertaba, fascinaba. De las muchas características que distinguían al jefe de Apple, cuatro son especialmente intensas:

  • Demostraba una dosis particularmente elevada de seguridad en sí mismo.
  • Supo rodearse con inteligencia.
  • Tenía el don de infundir sus convicciones en sus equipos y motivarles sin reservas para realizar un trabajo.
  • Pese a su posición y su fortuna, siguió estando cerca del hombre de la calle.

Todo empezó con una confianza desmesurada en su propio intelecto. Jobs sabía que era un ser aparte, con una inteligencia fuera de lo común y se sirvió sin tapujos de esa ventaja para imponer sus opiniones, animado por una convicción íntima que internamente consideraba justa. Esa actitud se percibía en sus conversaciones y, como estaba acompañada de una dosis nada pequeña de encanto, producía un poder de persuasión sin igual. Parecía ser capaz de convencer a cualquiera, con un ascendente natural que contribuía a aniquilar a la resistencia.

«Steve Jobs es la personalidad más poderosa que he conocido nunca. Tenía carisma en el sentido literal del origen de la palabra en griego (don divino)», opina Gassée. Wozniak lo confirma y da las claves de su actitud: una inmensa reflexión personal. «Steve Jobs creía mucho en sí mismo. Reflexionaba sobre los productos y sobre la dirección que quiere seguir. Se planteaba todas las preguntas posibles y reformulaba las respuestas si hacía falta. Cuando llegaba el momento de presentar una idea, ya la había analizado profundamente y eso le daba una enorme ventaja respecto a los demás. Se podría llamar inteligencia pero es más que eso. Muchas personas se consideran inteligentes porque tienen las mismas respuestas que los demás; Steve no funcionaba así».

A esa fuerza de convicción fuera de lo común le debemos objetos legendarios como el Macintosh, el iPod y el iPhone. Pero Jobs navegó a menudo contracorriente, imponiendo sus opiniones sin preocuparse del sentimiento generalizado y pese a las reticencias internas que encontraba incluso dentro de Apple.

Saber rodearse bien caracteriza a muchos líderes. Basta ver desfilar los títulos de crédito de las películas de Steven Spielberg o James Cameron para darse cuenta de que los largometrajes como
Tintín
o
Avatar
son el fruto del trabajo de cientos o miles de personas que integran un equipo aunque, por la fuerza de las cosas, sólo el director recibe el crédito de la obra.

El éxito de Jobs ha estado ligado a tres nombres: Steve Wozniak, John Lasseter y Jonathan Ive, tres creativos desconocidos en general por el público pero que han desempeñado un papel importante. Wozniak concibió el Apple II, el ordenador que desencadenó por sí solo la revolución informática. John Lasseter es el responsable de animación de Pixar y le debemos
Toy Story, Buscando a Nemo
y otras películas que han consagrado los dibujos animados en 3D. El británico Jonathan Ive creó la carcasa del iMac, del iPod, del iPhone y la mayoría de los productos de Apple que tanta admiración han despertado desde 1997. A esa lista habría que añadir las decenas y decenas de ingenieros de talento que han permanecido en la sombra como Andy Hertzfeld o Bill Atkinson, cuyas contribuciones fueron de peso en la creación del Macintosh original.

El fenómeno que amenaza a muchas corazonadas es la usura, una erosión de la motivación ligada a todo tipo de razonamientos, empezando por el aburguesamiento. Es lo que se ha apoderado de empresas como Microsoft, que desprendía una energía considerable durante los ochenta. Jobs, por el contrario, parecía tener el don de seguir atizando la llama entre sus tropas. Con su aura, fue capaz de extraer el sacrificio de sus compañeros de aventura. «Cuando trabajabas para Jobs, sabías que estabas trabajando para una persona híper inteligente, un oráculo excepcional y que lo que ibas a hacer se iba a ampliar con las ideas que él podía aportar, y el producto brillaría de un modo u otro», explica el ingeniero Bertrand Guihéneuf. «A veces sólo los especialistas son capaces de darse cuenta de esa aportación pero reconocen el rendimiento a su manera, copiándote. Con Jobs, la gente estaba muy motivada. Trabajaban como locos porque sabían que, a fin de cuentas, su creación serviría para algo».

En esta segunda década, Jobs fue el directivo más admirado del mundo y se ha beneficiado de una cuota de afecto extraordinaria. Si nos fijamos en algunos aspectos de su carácter, parecía tener todo lo necesario para exasperar y repeler a cualquiera y, sin embargo, pocos han recibido tanto cariño como él. ¿Qué otro directivo ha sido tratado como una estrella de rock por sus seguidores? ¿Hay algún jefe de empresa por el que la gente haya hecho cola toda la noche para oírle hablar?

Apple es una de esas pocas marcas que pueden permitirse afirmar que sus clientes llegan a comprar productos con el único fin de dar su apoyo y respaldar a su presidente. Los fans de Apple se sienten satisfechos si la empresa gana cuota de mercado y consideran como propias todas sus victorias. ¿Qué otra sociedad puede jactarse de atraer a tantos fieles irreductibles?

Other books

Cowboy Take Me Away by Soraya Lane
Three Graces by Victoria Connelly
Callisto by Torsten Krol
First Rider's Call by Kristen Britain
Red Shadow by Paul Dowswell
Ponygirl Tales by Don Winslow
Carpe Diem - Jesse 3 by Eve Carter
A Handful of Time by Rosel George Brown
Billion-Dollar Brain by Len Deighton


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024