—¿qué ha pasado? preguntó Block acercándose
—jamás me había pasado nada parecido, dijo Estrella… llevo toda la vida cogiendo orugas con la mano
—urticaria, dijo Block viendo la roncha roja que cruzaba la mano de Estrella… ¿te duele?
vio cómo a pesar de los esfuerzos, a Estrella se le llenaban los ojos de lágrimas… la roncha había seguido creciendo y ahora era carmesí y alcanzaba hasta la muñeca, y Block sintió de pronto una inesperada y deliciosa ansiedad, un temblor y una excitación en las ingles…
—mierda, murmuró Estrella, y se arrodilló en la hierba, y comenzó a cubrirse la roncha con barro oscuro y helado de la sombra de los árboles… y cuando Block vio la mano de estrella cubierta de barro, en ese preciso instante (era un instante ciertamente artístico, y Block seguramente no habría sido consciente de nada de esto de no ser por los numerosos ejemplos de percepciones parecidas que hallamos en las páginas de Tolstoi, junto con esa sensualidad turbadora de ciertos «casos» renacentistas, en los que el pastor es en realidad una pastora disfrazada o una líquida nota de una tiorba excita quién sabe qué recuerdo medio adormilado) se dio cuenta de que se estaba enamorando de ella…
Estrella se incorporó, mirándose la mano y la muñeca cubiertas de barro y suspiró profundamente… unos pasos más allá, Block la contemplaba en silencio… Estrella se encogió de hombros, y Block se encogió de hombros también…
Yo soy fatal para aquellos que son jóvenes y tiernos.
Soy el pájaro del dolor. Soy - Gamayún
surgiendo de la oscuridad que había bajo los árboles, regresaron al borde de la piscina; Jaime y Montoliu seguían jugando al ajedrez sentados en el alto escalón de mármol que separaba la piscina de la pradera de las tumbonas… Estrella y Block cruzaron al lado del círculo de las tumbonas y subieron al escalón de mármol, pasando al lado de los ajedrecistas; luego Estrella abrió una de las duchas que había al borde de la piscina y comenzó a lavarse la mano llena de barro bajo el chorro…
—jaque, dijo Montoliu
—vaya, dijo Jaime
la brisa movía las azaleas silvestres que había en las junturas de las losas… Block estaba como atrapado en un círculo sagrado, sin saber hacia dónde volverse: Estrella ligeramente inclinada hacia el cimbreante chorro de la ducha, el ejército blanco avanzando a través del suelo teselado, por entre las torres y los caballos rojos, las aguas de la piscina, color turquesa, con regiones de plata, con lagunas de oro, que se balanceaban y ondulaban por encima de una transparencia asombrosa, y el ventalle de árboles, y las nubes hipercelestes, hipolunares, la circulación total y misteriosa del tiempo no como devenir sino como rodear…
—presentimientos de algo grande, dijo Estrella cerrando la ducha y acercándose a él
—¿qué quieres decir?
—intimaciones de inmortalidad… algo viene, añadió señalando a las nubes
el estigma rojo de su mano había desaparecido por completo, dejando tan sólo una marca rosada, ondulada como un labio
luego Block levantó los ojos a las nubes
algo que cae
—mira, dijo Estrella… ¿lo ves?
entonces Block comprendió por fin… primero caían gotas finas y dispersas, trazando arcos entre las hojas, por las praderas y los atrios sombríos bajo los árboles, y también en la piscina y en el mármol donde ellos estaban sentados, y luego el sonido de la lluvia aumentó de improviso, y pareció extenderse y alcanzar todo el ámbito…
Montoliu y Jaime recogieron precipitadamente el tablero y las fichas, y luego corrieron a la pradera para coger las toallas y los libros de las tumbonas… se refugiaron los cuatro en el edificio de los vestuarios, y desde allí contemplaron cómo caía la lluvia, caballos y mármoles descendiendo lentamente, abriendo en los cielos la vasta y luminosa puerta del otoño… todos nuestros pasos, pensó Block, todos los paseos que hemos dado hoy, borrados por el agua…
(—si no se hubiera puesto a llover, no habría pasado nada, diría Jaime más tarde, los tres sentados frente a la ventana, en el apartamento de Jaime y Estrella, comentando los sucesos ocurridos en el camping…
—era evidente que Montoliu se sentía incómodo, dijo Estrella… entonces comenzó la lluvia… estábamos a punto de irnos, habíamos charlado, tú habías jugado con él al ajedrez, nuestra «pequeña visita» había llegado a su fin, estábamos listos para irnos, y entonces comenzó la lluvia…
—exacto, dijo Jaime… fue la lluvia la responsable… hubo un momento, no sé cuánto duró, quizá varios minutos, en que Montoliu pensó que, a pesar de todo, nos iríamos… los cuatro estábamos callados, contemplando la lluvia desde el edificio de los vestuarios
—sí, dijo Block, pero era evidente que no íbamos a marcharnos con la lluvia que estaba cayendo… era evidente que no queríamos caminar hasta la carretera para ponernos a esperar el autobús debajo de la lluvia…
—y también era evidente que la lluvia no se iba a terminar de pronto… esas lluvias otoñales pueden durar horas, no son como las tormentas de verano… no, Montoliu sabía que nosotros queríamos esperar, y por eso no tuvo más remedio que invitarnos a pasar un rato en la caravana…
—en realidad no tenía ninguna obligación, dijo Block… en realidad, podría haberlo evitado si hubiera querido
—estaba deseando evitarlo, dijo Jaime… estaba deseando que nos marcháramos… no quería que nos acercáramos a la caravana por nada del mundo… pero no tuvo más remedio que invitarnos…
—sí, dijo Block… «supongo que tendré que ofreceros refugio contra la lluvia»… en ese mismo momento yo sentí que había algo extraño…
—¿en ese mismo momento? dijo Estrella… Block, yo sentía que había algo extraño desde el momento mismo que llegamos…)
—pero no podéis entrar en la caravana, les dijo Montoliu disculpándose… una de las mesas ha sucumbido bajo el peso de una montaña de libros, y dentro hay un caos terrible…
sí, desde luego que había algo extraño —en su actitud, en el tono de su voz… corrieron bajo la lluvia, bajo las iluminaciones de los relámpagos… cuando llegaron a la caravana, Montoliu volvió a disculparse por no hacerles entrar y volvió a repetir la historia de la montaña de libros y la mesa rota… se sentaron los cuatro bajo el toldo color calabaza, en torno a la mesa de patas telescópicas, y Montoliu encendió la cocina de gas y puso agua para hacer té… por encima de sus cabezas la lluvia golpeaba con suavidad la tensa lona del toldo, a través de la cual la luz pasaba bañando la escena de un surreal resplandor anaranjado… la pesada tetera de porcelana describía en sus cuatro caras una cacería pintada de azul cobalto… el té color caoba giraba en las tazas, la lluvia caía mansamente en la hierba y los setos de alrededor… sosteniendo su taza entre el índice y el pulgar, Block contemplaba pausadamente a Estrella…
Montoliu les ofreció galletas Monteoliver, algo húmedas, un rizo de ron en el té quizá, y también, hasta casi parecer obsequioso, estampas antiguas, un facsímil del bestiario de Oxford…
entonces sucedió; Block levantó los ojos de su taza de té y vio que los visillos de una de las ventanas de la caravana se movían, y vio también una mano que se deslizaba fugazmente tirando del extremo de uno de los visillos y luego desapareciendo inmediatamente en el interior… Block estaba sentado en la parte más exterior de la mesa, con Jaime a su izquierda, Estrella a la derecha, y Montoliu, de espaldas a la caravana, enfrente… Block miró a Jaime, y se dio cuenta de que también él había visto la aparición de la mano misteriosa… había sido todo tan rápido que no había podido distinguir si se trataba de la mano de hombre o de mujer… lo que era evidente es que
había alguien en la caravana de Montoliu,
alguien que no deseaba ser visto y a quien Montoliu no deseaba que vieran… Block siguió mirando de reojo la ventana y las otras ventanas, oyendo a medias la conversación que se desarrollaba en la mesa; Jaime miraba también, cambiando de vez en cuando miradas con Block… pero no volvieron a ver nada… Montoliu hablaba sobre sus viajes por Asia Menor, viajes de su juventud quizá, viajes por un mundo de bosques de coníferas y roquedales blancos, de sus viajes adriáticos, de sus viajes asiáticos, de ciudades y mercados y de una mujer inglesa en Alejandría, y Block y Jaime, oyendo a medias y dejando a Estrella la tarea de seguir la conversación, seguían espiando disimuladamente las ventanas de la caravana…
—¿un animal? dijo Estrella… ¿un gato, por ejemplo?
—los gatos no tienen manos, dijo Block
—una mujer, dijo Jaime… una de sus múltiples y famosas amantes… alguien a quien conocemos… ¿qué otra cosa podría ser?
—muy típico de ti, Jaime Ortiz, dijo Estrella… ¿qué otra cosa podrías tú pensar?
—en realidad, dijo Jaime, yo estaba pensando en algo bastante diferente… estaba pensando que quizá es que allí dentro hay una puerta, dijo Jaime… quizá es allí, precisamente, en la caravana de Montoliu, donde realizan sus extraños negocios…
—oh, dijo Block
—estaba pensando que quizá Montoliu sea también un agente, o al menos un «contactado» de la Región… entonces, esa persona a la que esconde en su caravana podría ser, quién sabe, un agente de la Región… quizá, incluso, alguna de las personas a las que vimos en la casa de Godawlia…
en este punto, Block le mira con gesto interrogante… ¿la Región?
—el hecho, dijo Jaime, es que todavía no he podido encontrar ningún documento que demuestre la existencia «real» de la Región Confabulada, pero me parece que ha llegado el momento de que te ponga al corriente de lo que he descubierto
—oh, dijo Block quitándose la chaqueta y dejándola en el respaldo del sofá.,..
—¿sabes algo del asunto?
—¿cómo iba a saber? dijo Block… he oído cosas, pero como soy discreto no he preguntado… he oído algo de un mapa… creo que nuestra extraordinaria visita a la casa de Godawlia tiene algo que ver con el asunto, aunque no tengo la menor idea de cómo ni por qué… también hay algo de un médico del siglo XVIII que viajó a los Himalayas
—un botánico
—no importa… historia increíble, ya que ningún hombre blanco viajó por esas regiones hasta mucho después, pero eso tampoco importa… y sé también que tú no trabajas únicamente en tu tesis cuando vas a la Biblioteca Nacional…
—bien, bien, dijo Jaime… no te he hablado antes de todo el asunto porque ni yo mismo sé cómo enfocarlo
—pero Jesús y Pedro…
—sí, a ellos les he contado algo… se muestran totalmente escépticos…
se sentaron en uno de los dos sofás… frente a ellos había una caja de cartón anaranjado, la caja de las maravillas, en la que Jaime guardaba todos los documentos relativos a la Región… se la puso sobre las rodillas y la abrió; estaba llena de fotocopias, de cuartillas escritas y de fichas rellenas con una letra diminuta…
—papeles, legajos, manuscritos, un soneto copiado en una página en blanco, una velada referencia aquí y allá, dijo Jaime con un suspiro… aquí está prácticamente todo lo que he encontrado hasta el momento… no sé cómo empezar
—por el principio, sugirió Block… por ejemplo, qué es la Región Confabulada y cómo llegaste a saber de su existencia
—el principio no es en realidad el principio… creo que llegué a saber de la existencia de la Región debido a que interrumpí algo, descubrí algo… hay muchos agentes, ¿sabes? hay comunicados, hay mensajes… los agentes de la Región andan por Países, tú o yo podríamos ser uno de ellos… creo que están intentando pasar gente al otro lado, pero no estoy seguro… de lo que estoy seguro es que ellos están entrando en nuestro mundo
—ellos
—comienza en el Renacimiento, quizá, en algún país europeo, en el sur de Europa, como una sociedad secreta dedicada a inventar un país
—parece un cuento de Borges
—no, dijo Jaime, lo que sucede es que Borges intuyó la existencia de la Región, y escribió sobre sus actividades en varios cuentos… «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», por ejemplo, es la noticia más asombrosa y fidedigna de las actividades de la Sociedad que se haya dado jamás a conocer… Borges pagó por ello
—¿pagó por ello?
—los agentes de la Región son implacables… hay mucho que hablar sobre esto, mucho, dijo encendiendo la lámpara de pie que había entre los dos sofás… si no fuera porque apenas tenemos tiempo te contaría cosas que te dejarían bastante asombrado… el hecho es que Borges tuvo que retractarse… «La lotería en Babilonia» es una variante del mismo tema, pero que ahora permite una lectura vagamente simbólica y «universal»… y, por fin, «El Congreso», que le da la vuelta por completo a la obra primeriza… «Tlön…» habla de una sociedad secreta dedicada a componer vastos libros falsos, y sugiere que algunas de las invenciones de esta sociedad ya han empezado a permear nuestros hábitos, nuestra memoria y nuestro lenguaje… «El Congreso» sugiere que esta sociedad secreta es en realidad el mundo, todos los hombres, y tú y yo también… pero todo en
El libro de arena
es espurio… ya lo sugiere el mismo título… todos los cuentos son variaciones o perversiones de otros cuentos, juegos deliberadamente errados, maquinarias que no andan…
—en realidad, «Tlön…» ya sugería lo mismo que «El Congreso»
—bueno, suspiró Jaime, eso nos llevaría a una discusión sobre la interpretación en general que resultaría bastante estéril… además, sucede una cosa,
existen
realmente ejemplares de la
Anglo American Cyclopaedia
con artículos sobre Uqbar
Block arqueó las cejas en señal de incredulidad
—no hace mucho, dijo Jaime, un vendedor de libros viejos de la orilla del río me enseño un tomo de la
Anglo American
o de la
Britannica
… me lo enseñó muy rápido, no me dejó casi verlo, me pidió un precio exorbitante y cuando le dije que no podía pagar tanto, lo hizo desaparecer y se puso a limpiar el polvo y a ignorarme… pero lo vi… de todos modos, dijo Jaime con un suspiro, esto afecta sólo parcialmente a la Región Confabulada… ya te he dicho que no sé desde cuándo existe la Sociedad, ni cuánto tiempo lleva la Región enviando sus agentes, ni cuándo comenzó a sentirse la influencia de la Región… pero estoy convencido de que a Países la trajo nuestro amigo Hálifax y Farfán…
—un médico del siglo XVIII que viajó a los Himalayas
—un botánico… es cierto que no siempre se puede creer a Hálifax y Farfán, dijo Jaime… pero de todos modos es el personaje clave… Hálifax y Farfán visitó en sus viajes lugares muy extraños… quién sabe lo que encontró entre aquellas montañas… yo estoy tan sólo empezando a atisbar algo del misterio, pero por supuesto, la piedra que vimos en el parque Servadac, en la ciudad de Almadrea…