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Authors: Fabio Fusaro & Bobby Ventura

Tags: #Autoayuda

La mujer de tus sueños (11 page)

El clásico boludo se pasaría dos horas haciéndole una y otra vez la mágica prueba.

A diferencia de éste, vos amagás a no repetirla, con una simpática sonrisa, y a dejarla con la intriga por conocer el secreto. Se muere.

La mayoría de las mujeres son capaces de quedarte atornilladas al lado tuyo, rompiéndote las pelotas toda la noche para que le enseñes el truco.

Los hombres se interesan por conocer el truco para luego ser ellos la estrella en otro sitio, sorprendiendo a sus amistades.

Las mujeres se interesan por conocerlo solamente por su innata curiosidad, porque luego de aprenderlo no se lo van a hacer a nadie en la puta vida. Es más, al otro día se lo van a olvidar, porque en realidad les importaba un carajo el truco en sí.

Lo único que quieren es satisfacer su momentánea ansiedad y no quedar algo así como «vencidas» o «superadas» por un hombre, que a pesar de sus ruegos, no accede a sus deseos y las deja con la intriga.

Las mujeres y sobre todo las mujeres hermosas, no están acostumbradas a eso. Es una situación nueva que las hace salir de su papel de diosa inconquistable.

—Bueno, está bien, te enseño el truco pero si me conseguís un sandwichito de jamón y queso.

Y ahí la vas a tener buceando entre los miga de lechuga y queso, aceituna y huevo duro, tomate y palmitos, en busca del clásico triple.

—Tomá, acá hay uno.

—Gracias —le decís mientras empezás a comerlo.

—Bueno dale, enseñámelo.

—Pará. ¿No vez que estoy comiendo?

—Dale, no seas malo…

Terminás de comer el sándwich, y como un caballero siempre cumple sus promesas, se lo enseñás.

Luego le repetís la explicación un par de veces más, porque la primera obviamente no la va a entender por más simple que sea.

Una vez que supuestamente está entendido, le das el hilo a ella para que haga el truco con tu mano.

Le va a salir para la mierda. Va a realizar unos movimientos tan torpes para lograr algo realmente simple, que no lo vas a poder creer.

Eso te da tema para seguir el jugueteo, porque si bien lo que ella más quería, era conocer el secreto, ahora lo que quiere es lograr hacerlo.

A pesar de que practique y practique, no le va a salir, pero durante todo ese tiempo vas a estar tocándole las manos, riéndote con ella, gastándola y creando una onda espectacular, que de otra manera hubiese sido bastante más difícil de lograr.

Obviamente, todo esto lo único que permite es un primer acercamiento; pero un buen primer acercamiento allana mucho el camino.

Te vas a sorprender vos mismo al comprobar el efecto que produce el haberle hecho conocer tu habilidad para atravesar mágicamente una argolla.

El príncipe azul

La escena se repite casi todos los días de mi vida: estoy solo por entrar o salir de un lugar y viene hacia mí una señora mayor, señora o señorita. ¿Qué hago? Le abro la puerta y la dejo pasar delante. Todo un caballero. Nueve de cada diez mujeres no me dicen nada absolutamente. Entonces, una vez que pasó y en voz ciento por ciento audible por toda la concurrencia del lugar, le mando un «De nada» y me quedo mirándola. ¡Off side! Nueve de cada diez reaccionan abochornadas, pidiendo disculpas, diciendo un «Gracias» tardío, balbuceando algo.

Es hermoso ver sus caras culpables.

Es grandioso ser caballero a ultranza; te lo aseguro.

Billetera mata galán. Caballero mata billetera.

Las mujeres no se resisten a un tipo educado, fino, galante, con clase, considerado. Y eso no tiene nada que ver con la guita. Cualquiera puede ser caballero, aunque no tenga un mango.

Hasta la más bruta del condado se emboba cuando un tipo le abre la puerta y la deja pasar primero. Más aun si ese tipo pertenece a una clase social media o baja. El impacto es mayor, porque no lo esperan de nosotros. Y seguimos sorprendiendo…

A todos nos gusta que nos traten bien. Cualquier mujer sueña con ser la princesa de un príncipe azul, aunque sea muy íntimamente y aunque lo niegue. Todas adran a un tipo galante. Y los tipos y ano son galantes. Qué triste. ¡Y qué oportunidad!

Después te dejo una lista de galanterías fuera de moda que te harán sorprender inmediatamente a todas las chicas.

Sí. Hay una manga de giles que dice que todo esto es una pelotudez. Lo dicen porque les da vergüenza hacerlo. La verdad es que la primera vez puede darte algo de cosita, pero cuando ves los resultados, te vas animando solito y es maravilloso. Si te cuesta, podés practicarlo con cualquier mujer a tu alrededor. Conocida o desconocida. Lo mejor es una amiga o prima. Acordate de mirarla a la cara. Y si es una amiga de ella, mejor. Son actitudes que las minas comentan entre ellas. Así que guarda con hacérselas a tu chica nada más y a sus amigas no, porque vas a quedar como un salame.

Aquí una lista incompleta de galanterías:

  • Abrirle todas las puertas que tenga que atravesar y dejarla pasar adelante.
  • Dejarla pasar primero a todo lugar que se desplacen.
  • Caminar por el lado del cordón, dejándole el interior de la vereda.
  • Hacerlo en forma muy evidente para que lo noten.
  • Si van a bailar a un boliche, caminar delante para que no se la lleven puesta.
  • Bajar primero las escaleras, por si se tropieza.
  • Tenderle la mano para ayudarla a bajar del bondi o cualquier escalera, escalón, desnivel, etc.
  • Quitarle y ponerle el abrigo.
  • Correrle la silla para que se siente y se pare.
  • Cuando alguien llega y vos estás sentado, parate para saludar; en especial si es ella.
  • Saludar a otras personas al entrar o salir de lugares cerrados (como un ascensor).
  • Saludar amablemente al iniciar una conversación con desconocidos, especialmente si uno está preguntando algo.
  • Cuando estás con ella y aparecen otras personas, presentarla sin dudar.

Ahora, bien. El curso de príncipe azul se complementa con algunos detalles de la vida cotidiana que nunca están de más, sobre todo en etapas de seducción de la dama en cuestión.

Como, por ejemplo, cómo morfar.

Al igual que en palacio, en un bodegón o en tu casa, le corrés la silla para que se siente y se pare, como ya dijimos. Me masticás inexoramente con la boca cerrada. Tragás antes de hablar. Me agarrás los cubiertos por la parte posterior del mango y no por la anterior. Si los levantaste para empezar a comer, nunca más en la vida me los apoyás en el mantel. Mientras no estés cortando o llevándote el trinche o la cuchara a la boca, me los apoyás sobre los bordes del plato. Me suprimís, en forma definitiva, los monda. Vos le servís de comer y me la mirás a los ojos cuando habla, atento como si estuviese charlando de fóbal.

Y para el final, dos temas álgidos.

El primero es «el otro». «El otro» es su novio, ex novio u otro pretendiente como vos. Nunca se debe cometer la grasada de hablar mal, ni descalificarlo. Aunque le haga las cosas más terribles. Menos aun, si le hace las cosas más fantásticas. Porque nunca en la puta vida van a pensar que si lo criticás es porque realmente lo que hizo te parece criticable. Siempre tu opinión se va a desvalorizar porque, al tratarse de «el otro», va a tener una sospecha de despechado, celoso, mierdero.

En esta situación, lo mejor es no opinar. Le decís que no vas a opinar de él por razones obvias. Como mucho, si el pataelana la está fastidiando, le podés recomendar cómo hacer para que deje de hacerlo. Sólo le solucionás el problema. Pero no hablás mal del tipejo nunca. No te metas en donde no te corresponde. Dejá que se arreglen solitos entre ellos dos. Hay que tener huevos para no meterse, pero los resultados son mucho mejores. Te va a respetar más y a mirar como a un tipo derecho, honesto. Y todas quieren a un tipo honesto al lado.

El otro tema es que, como bien dice Sandro de América, «un caballero nunca habla sobre las mujeres con las que estuvo». Si es absolutamente necesario, lo poco que se habla debe ser positivo. Pensá que ella siempre va a pensar que si hablás de otras, vas a hablar de ella. Y a nadie le gusta que hablen de uno a las espaldas, y mucho menos con las nuevas parejas. Porque ese «hablar» se convierte en «criticar», automáticamente.

Vos sé positivo. Sé buena onda. Te vas a sentir mejor.

Eso es ser caballero.

Acordate que de caballero a príncipe hay un solo paso.

Timming

Brigitte era recepcionista de una agencia en donde trabajé unos quince días. Quince segundos te bastaban para estar muerto en vida por ella, quedar relegado a zombi. Podría hacer una acabada descripción física y aun así, no llegaría a transmitirte como estaba. La mina más linda que vi en mi vida, contando todas las modelos del mundo, de toda la historia.

Habré sido el único tipo que no le dijo ningún piropo en su vida, el único que nunca la avanzó de manera obvia. Cuestión que la chiquilla empezó a subir al piso en donde estaba yo, a diario. Algo que no hacía ni a ganchos, según comentarios de quienes trabajaban allí. No voy a olvidar jamás la primera vez que la vi de cuerpo entero (siempre estaba sentada en la recepción). Fue al terminar mi primera semana. Traía un sobre para la señorita con quien yo compartía la oficina. Se recostó contra el marco de la puerta, sin entrar. Angelina Jolie en Tomb Raider es una escupida al lado de lo sensual que estaba Brigitte esa tarde. Era verano. Hacía mucho calor. Mucho. Llevaba un vestidito verdecito minifaldoso pegadito a su cuerpecito. ¡Cielos!

Una semana más tarde, yo terminaba mi trabajo y me iba, cuando un compañero me cuenta que Brigitte le había dicho a su novia (que trabajaba allí también) que yo iba a ser su próximo novio. El corazón se me aceleró como si hubiera tenido que cortar el cablecito rojo o el verde para desactivar una bomba atómica.

La llamé la semana siguiente a la agencia (yo ya no trabajaba ahí) y la invité a salir. Me dijo que estaba de novia, pero que la llamara a la casa así podíamos charlar tranquilos.

Dejé pasar dos semanas, a propósito. Nunca un tipo le había hecho algo semejante. Llamé como si nada y me atendió como un dulce. Incluso, me hizo algún reclamillo. La cosa no se aguantaba más. Nos moríamos por vernos, pero el novio de la belleza dificultaba un poco las cosas y esa semana no pudo ser.

La suspendí unos meses, pensando en darle un tiempo para que cortara al arlequín y otro más para que me extrañara. Llamé un buen día, again como si nada. Voz entrecortada (ella), que pronto se convierte en charla amena que da pie a invitación mía a ponerle fin a la ansiedad.

—¡Ay, vos sos un boludo!… No me hagas esto… Por qué no me llamaste antes… Por qué tardaste tanto… Con lo que me gustás…

—¡Glup!

—Estoy embarazada y me voy a casar.

No sonaba para nada enamorada del padre de la criatura. Más bien, como alguien que se cagó la vida. Que perdió al príncipe azul (mirá la película que me hice). Si no fuera porque no habíamos salido ni una vez, te decía que sonaba enamorada de mí. Pero eso era imposible. ¡Estuve al borde de decirle que yo me hacía cargo del pendejo!

Timming, chabón. Me falló el timming. Solo eso.

Las minas están acostumbradas a que los tipo las cargoseen. Mensajes en el contestador. Llamadas en las que te atiende la vieja. Más mensajes cortados en el contestador. Salen la primera vez y al otro día aparecen.

No va.

Suspendela un tiempito. Decile que la vas a llamar y no lo hagas. Aparecé siempre después de lo pactado-barra-prometido. Veinte días, un mes.

Sí. Hay que tener huevos. Pero hacelo y, si tiene onda con vos, vas a ver cómo te come la boca en cuanto de vea. Y si no tiene onda, podés estar todos los días encima, que no va a pasar nada.

Probalo. No menos de veinte días, porque si vas aparecer al quinto, olvidate. Ni lo intentes.

Y cuanto más desaparezcas, mejor. Claro: si pasan ocho meses, quizá te encuentres alguna sorpresa un tanto desagradable, como me pasó a mí.

Pero fijate que uno no lo intenta por miedo a que la chiquilla se vuele. Y en mi anécdota, la más linda del universo no se voló. El problema fue otro. Pero si ese problemita no existía, seguro que la niña, al menos, salía para conocerme. Una criatura en camino cambia mucho las cosas. Pero en circunstancias más banales, si la chica tiene por lo menos curiosidad, va a estar, aparezcas cuando aparezcas.

De todas formas, yo me fui al carajo. Hacela esperar, pero no tanto.

Aplicale un delay incluso cuando te vayas a lanzar, cuando vayas a tener sexo por primera vez, y entre esa primera vez y la segunda.

El timming se aplica a toda situación. Y demorar todo un poco, también.

¿Por qué hacerla esperar?

Para tener el control del juego de seducción. Que sienta que vos hacés lo que querés. Que no te tiene dando vueltas alrededor, muertito. Que no esté segura si tenés otra.

Queremos más lo que es más difícil de alcanzar. Es exactamente lo que te hacen ellas a vos. Es lo que hacen los doorman de las mejores discotecas cuando te rebotan para asegurarse de que vuelvas.

Dales un poquito de su propia medicina y de paso, saben lo asquerosa que es.

El hombre trapo

No les gusta el fútbol. Cuando hablan de otras minas, es solo para criticarlas. No escuchan. La mayoría no toma vino.

¿Quién quiere ser amigo de una chica?

Además, hacerse su amigo y confidente es avanzar, inexorablemente, hacia un callejón sin salida. Podés ser el más lindo, el más simpático, y el más adinerado; pero si a la vez te convertiste en el que la escucha, el que sabe sus secretos, el consejero, al final del camino te va a mandar la famosa —«Yo también te quiero… pero solo como amigo».

Entonces, mejor retirarse, porque de lo contrario, corrés serios peligros de convertirte en el famoso hombre trapo.

El hombre trapo es ese al que las mujeres van a buscar cuando lo necesitan, lo usan un ratito y después lo dejan en donde estaba, olvidándose de él en ese preciso instante hasta la próxima vez que lo necesitan. Y al que la mamá le dice, después de días de verlo hecho puré, «Estás hecho un trapito…»

Te cagaste la vida y le rompiste el corazón a la vieja.

Al principio, el hombre trapo se la banca porque tiene alguna esperanza. Y esa esperanza lo hace encontrarse en situaciones siniestras para su salud mental, que lo llevan del éxtasis a la derrota en milésimas de segundo. Como dormir en una cama con ella y que no pase nada. Las minas se creen mil cuando duermen con alguien que no les mueve un pelo y que no les toca un pelo.

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