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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Final (28 page)

BOOK: Hermoso Final
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—¿Cómo sabías que estábamos aquí? —pregunté a Macon—. ¿Acaso Amma ha visto algo y te lo ha contado?

—El señor Breed fue tan amable como para dejar una nota.

Me volví hacia John, que estaba golpeando el suelo con su bota.

—¿Le dijiste lo que íbamos a hacer? ¿Qué pasa con nuestros planes? ¿Qué pasa con la parte en que decidimos no contarle nada a mi tío?

—No lo hice. La nota era para Liv —respondió avergonzado—. No podía desaparecer así como así sin despedirme.

Link sacudió la cabeza.

—¿En serio, tío? ¿Otra nota? ¿Por qué no dejaste también un mapa?

Ésta era la segunda vez que John, movido por el cargo de conciencia, había dejado notas que habían guiado a Liv —o en este caso a mi tío— hasta él.

—Todos deberíais estar agradecidos a las inclinaciones sentimentales del señor Breed —señaló el tío M—. Porque, de lo contrario, esta noche habría podido terminar de forma muy desafortunada.

Link dio un codazo a John.

—Aun así, sigues siendo un bobo.

Dejé de escuchar.

¿Por qué no podría Liv mantener su boca cerrada?

Pero otra voz entró en mi mente.

No creo que culpar a Liv por tus errores sea necesario.

Me quedé tan sorprendida que no pude hablar. Mi tío nunca antes se había comunicado en kelting conmigo. Era un poder que sólo podía haber adquirido después de su transición a Caster.

—¿Cómo?

—Ya sabes que mis habilidades están en constante evolución. Ésta, por ejemplo, es impredecible, me temo. —Se encogió de hombros inocentemente.

Traté de no pensar. Lo que no parecía impedir que siquiera regañándome.

¿De verdad creías que podías enfrentarte sola a Abraham en un cementerio?

—¿Pero cómo supo que estábamos aquí? —preguntó John—. Eso no lo dije en la nota.

Oh, Dios mío…

—¿Tío M? ¿Puedes leer la mente?

—A duras penas. —Mi tío chasqueó los dedos y
Boo
apareció en la colina. Conociendo a mi tío, eso era prácticamente una confesión.

Sentí que mi pelo se levantaba de mis hombros cuando una suave brisa sopló a mi alrededor. Traté de calmarme.

—¿Has estado
espiándome
? Creí que habíamos hecho un trato al respecto.

—Eso
fue antes de que tú y tus amigos decidierais que estabais listos para enfrentaros a Abraham Ravenwood por vuestra cuenta. —Alzó la voz—. ¿Es que no has aprendido nada?

El
Libro de las Lunas
yacía en el suelo, la luna repujada sobre el cuero negro de la cubierta mirando al cielo.

Link se agachó para recogerlo.

—Yo no haría eso, Chico Guapo —advirtió Ridley—. No tienes suficiente porcentaje de Íncubo. —Cogió el libro y luego acercó su chupachups hasta los labios de él casi como un beso—. No me gustaría que esas bonitas manos se quemaran.

—Gracias, nena.

—No me llames…

Link le quitó el chupachups de la mano.

—Sí, sí. Ya lo sé.

Observé la forma en que se miraban el uno al otro. Cualquier idiota podía ver que estaban enamorados, aunque ellos fueran los únicos idiotas incapaces de darse cuenta.

Sentí un dolor en el pecho y pensé en Ethan.

La pieza que falta

mi aliento

mi corazón

mi memoria

yo

la otra mitad

la mitad perdida.

Para
.

No quería escribir poemas con la mente, especialmente si mi tío podría oírlos. Necesitaba enviar un mensaje completamente distinto.

—Rid, dámelo.

Ella asintió y me tendió el
Libro de las Lunas
.

El libro que había estado a punto de matar a Ethan y al tío Macon. El libro que tomaba más de lo que daba. Una parte de mí sintió ganas de echarlo al fuego y ver si ardía, aunque dudaba que algo tan mundano como el fuego pudiera destruirlo.

Merecía la pena intentarlo si con ello evitaba que una sola persona usara el libro para hacer daño a otra, o a sí misma. Pero Ethan lo necesitaba y yo confiaba en él. Por extraño que fuera lo que estuviera haciendo, sabía que no lo utilizaría para hacer daño a nadie. Y tampoco tenía muy claro que ahora pudiese hacerse daño a sí mismo.

—Tenemos que llevarlo a la tumba de Lila.

El tío Macon me estudió durante un largo momento, una desconocida mezcla de tristeza y preocupación asomó a sus ojos.

—Está bien.

Reconocí su tono. Lo hacía únicamente para darme gusto.

Empecé a caminar rumbo a la tumba de Lila Wate, junto a la sepultura vacía donde la buena gente de Gatlin creía que estaba enterrado mi tío.

Ridley suspiró dramáticamente.

—Genial. Más tiempo en este horripilante cementerio.

Link pasó los brazos alrededor de sus hombros con naturalidad.

—No te preocupes, nena. Yo te protegeré.

Ridley le lanzó una mirada suspicaz.

—¿Protegerme? ¿Te das cuenta de que he vuelto a ser una Caster Oscura?

—Me gusta pensar que estás más bien en una especie de tono gris plomo. En cualquier caso, hoy te has ganado el aprobado. Acabo de matar al Galactus de los Íncubos.

Ridley sacudió su cabello rubio y rosa.

—O lo que quiera que eso signifique.

Dejé de escuchar y empecé a adentrarme a través del cementerio, con el
Libro de las Lunas
apretado contra mi pecho. Podía sentir el calor que emanaba de él, como si la desgastada cubierta de cuero pudiera quemarme también.

* * *

Me arrodillé delante de la tumba de la madre de Ethan. Éste era el lugar donde había dejado la piedra negra de mi collar para él. En aquel momento pareció funcionar, ahora sólo podía confiar en que pasara lo mismo. El
Libro de las Lunas
tenía que ser muchísimo más importante que una piedra.

Mi tío se quedó contemplando fijamente la lápida, transfigurado, me pregunté cuánto tiempo la seguiría queriendo. Seguramente para siempre.

Por la razón que fuera, este lugar era un portal por el que yo no podía pasar. Pero lo importante era que Ethan, de alguna forma, pudiera abrirlo.

Tenía que hacerlo.

Coloqué el libro sobre la tumba, esperando que fuera la última vez que lo veía.

No sé por qué lo necesitas, Ethan. Pero aquí está. Por favor vuelve a casa.

Esperé como si fuera a desaparecer justo delante de mí.

Nada sucedió.

—Tal vez deberíamos dejarlo a solas —sugirió Link—. Probablemente Ethan necesite privacidad o algo para hacer sus trucos de fantasma.

—No es un fantasma —espeté.

Link levantó las manos.

—Lo siento. Sus trucos de Sheer.

No se daba cuenta de que la palabra era lo de menos. Era más bien lo que la imagen sugería en mi mente. Un Ethan pálido y sin vida. Muerto. Igual a como lo encontré la noche de mi Decimosexta Luna, después de que Sarafine le apuñalara. El pánico me atenazó los pulmones como si dos manos estuvieran exprimiendo el aire fuera de mí. No podía soportar pensar en ello.

—Dejémoslo ahí a ver qué pasa —sugirió John.

—De ninguna manera. —El tío Macon ya había cubierto su cuota de consentirme—. Lo siento, Lena…

—¿Y qué dirías si fuese Lila?

Su cara pareció nublarse ante la mención de su nombre. La pregunta quedó suspendida en el aire, pero ambos sabíamos la respuesta.

Si la mujer a la que amaba le necesitase, haría cualquier cosa para ayudar, ya fuera desde este lado de la tumba o desde cualquier otro.

Yo también lo sabía.

Se quedó mirándome fijamente durante un momento y luego suspiró, asintiendo.

—Está bien. Puedes intentarlo. Pero si no funciona…

—Sí, sí. No podemos simplemente enterrar el libro más poderoso de los mundos Caster y Mortal en cualquier tumba y marcharnos. —Ridley aún seguía encaramada sobre la lápida, mascando chicle—. ¿Qué pasaría si alguien lo encontrara?

—Me temo que Ridley tiene razón —suspiró tío Macon—. Esperaré aquí.

—No creo que funcione si se queda aquí, señor. Su presencia también impone bastante —insinuó Link tan respetuosamente como le fue posible—, señor.

—No podemos dejar el
Libro de las Lunas
desatendido, señor Lincoln.

Una idea empezó a gestarse lentamente en mi cabeza, expandiéndose hasta que estuvo totalmente formada.

—Tal vez no sea necesario que alguien se quede con el libro, sino
algo
.

—¿Eh? —Link se rascó la cabeza confuso.

Me agaché hacia el suelo.


Boo
, ven aquí, chico.

Boo Radley
se levantó y sacudió su pelaje negro, que era tan grueso como el de un lobo.

Hundí mis dedos detrás de sus orejas.

—Ése es mi chico.

—No es mala idea. —Rid se llevó dos dedos a la boca y soltó un largo silbido.

—¿De verdad crees que un perro puede luchar contra la Banda de Sangre si asoman por aquí? —preguntó Link.

Tío Macon cruzó los brazos.

—Boo Radley
no es ni mucho menos un perro cualquiera.

—Hasta un perro Caster puede necesitar alguna ayuda —dijo Rid.

Una rama crujió y algo saltó desde los arbustos.

—¡Mierda! —Link sacó la cizalla de la cinturilla de su pantalón justo cuando las patas de
Bade
tocaban el suelo.

El enorme puma de Leah Ravenwood gruñó.

Tío M sonrió.

—El gato de mi hermana. Una idea excelente. Sin duda proporcionará el nivel de intimidación del que carece
Boo
.

Boo
ladró, ofendido.

—Aquí, gatito, gatito… —Ridley estiró la mano y
Bade
se acercó a ella.

Link se la quedó mirando estupefacto.

—Eres una completa psicópata.

Bade
volvió a gruñir a Link, y Rid se rio.

—Estás celoso porque no le gustas a
Bade
, Chico Guapo.

John dio un paso atrás.

—Sí, bueno, pues yo tampoco pienso acariciarlo.

—Está bien, vamos a dejar el libro durante un rato y veremos lo que pasa —abracé a
Boo—
. Tú quédate aquí. —El perro Caster se sentó delante de la tumba como un buen perro guardián, y
Bade
se acercó estirándose perezosamente delante de él.

Me levanté de un salto pero sentí que me costaba horrores alejarme de allí.

¿Y si pasara algo? Quizá el libro era la única oportunidad de Ethan para volver a mí. ¿Podía arriesgarme a eso?

John advirtió que no me había movido, y señaló a una loma a unos cuantos metros de la tumba.

—Podemos quedarnos allí en caso de que necesiten refuerzos. ¿De acuerdo?

Ridley saltó de la lápida, sus plataformas chasquearon contra el borde de la sepultura. En el sur, eso debía ser como el equivalente a siete años de mala suerte. Pero en Gatlin, quizá fuera alguno más.

Pasó un brazo alrededor de mis hombros y agitó un chupachups frente a mí.

—Vamos. Te contaré todo sobre mis aventuras entre grilletes.

Link aceleró el paso para llegar a nuestro lado.

—¿Has dicho grilletes? ¿Ésos son como esposas, no? —Parecía muy excitado por escuchar los detalles.

—¡Señor Lincoln! —Tío M le miró como si quisiera estrangularlo.

Link se paró de golpe.

—Eh, lo siento, señor. Era sólo una broma. Ya sabe…

Dejé que Ridley me arrastrara hasta el otro lado de la colina donde Link trataba de dar una explicación convincente al tío Macon. John caminaba detrás de nosotros, con sus botas sonando tan pesadas como las pisadas de cualquier Mortal.

Si cerraba los ojos, podía fingir que eran las de Ethan.

Pero cada vez me resultaba más difícil fingir. Empecé a hablar en kelting con él antes de que me diera cuenta, las mismas cinco palabras una y otra vez.

Por favor, vuelve a casa.

Me pregunté si podría oírme. Si ya estaría de camino.

* * *

Conté los minutos, preguntándome cuánto tiempo deberíamos esperar antes de comprobar si el libro seguía allí o no. Ni siquiera las pullas entre Link y Ridley lograban distraerme, lo que ya era mucho decir.

—Creo que todo eso del cuarto de Íncubo se te ha subido a la cabeza —decía Ridley.

Link se inclinó.

—O tal vez esté sacando lo peor de la peor gente de alrededor.

Ridley puso los ojos en blanco.

—¡Por favor!

—¿Vosotros dos no os cansáis nunca? —les espetó John.

Ambos se dieron la vuelta para mirarle.

—¿Cansarnos de qué? —preguntaron al unísono.

Estaba a punto de decirle a John que no se molestara, cuando vi una mancha negra en el cielo.

El cuervo. El mismo que nos había estado observando cuando íbamos a reunirnos con Abraham. Tal vez estuviera siguiéndonos.

Tal vez supiera algo.

Se lanzaba en picado dando círculos por encima de la tumba de la madre de Ethan.

—Es el cuervo. —Empecé a bajar de nuevo la colina.

John, con un desgarro, apareció a mi lado.

—¿De qué estás hablando?

Link y los demás nos alcanzaron.

—¿Dónde está el fuego?

Señalé al pájaro.

—Creo que ese cuervo ha estado siguiéndonos.

Tío Macon estudió al pájaro.

—Interesante.

Ridley hizo estallar un globo de su chicle.

—¿El qué?

—Una Vidente como Amarie os diría que muchos creen que los cuervos pueden cruzar entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.

Llegamos a un punto desde el que podíamos ver la tumba.
Bade
y
Boo
estaban mirando atentamente al lustroso pájaro negro.

—¿Y qué? Incluso aunque pudiera volar de un mundo a otro, ¿de verdad creéis que este pequeño pájaro puede transportar el
Libro de las Lunas
? —preguntó Link.

Lo ignoraba. Pero estaba segura de que el cuervo, de alguna forma, tenía relación con Ethan.

—¿Y por qué está volando en círculos? —preguntó John.

Ridley se acercó tranquilamente por detrás.

—Probablemente esté asustado por el gato gigante.

Por una vez, podía tener razón.

—Bade
,
Boo
, volved a casa —grité. Las orejas del enorme felino se movieron al oír su nombre.

Boo
vaciló y levantó la vista para mirar al tío Macon.

Él hizo un gesto de asentimiento.

—Marchaos.

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